28• El corazón también se rompe

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Estaba pensativa; pensativa aún estando ocupada, y en las nubes, aún estando en la tierra. Últimamente, mi vida parecía sacada de una película de fantasía, y lo más asombroso, era, que ya había conseguido adaptarme a esta nueva realidad. Estoy segura de que si alguna vez se me ocurriera, decirle a mi madre que estaba siendo amenazada en mis propios sueños y que había comenzado a desarrollar sentimientos por un vampiro, estaría siendo internada en un psiquiatra con urgencia. Seguramente me prescribirán demencia, y todo se habría solucionado. Pero la verdad, es que yo hubiese seguido igual de “loca”. Mis imaginaciones no desaparecerían por muchos medicamentos que el médico me recetase, porque por muy loco que pareciese, mi locura es la realidad más cuerda de toda mi existencia.

Doy pequeños toques con los dedos en el cristal, al mismo tiempo que me entretengo poniéndole nombre a todo lo que se mueve. Bueno, todo lo que se mueve, que en realidad está quieto. Ethan me lleva de vuelta al presente. Dice algo, pero no lo escucho, así que vuelvo a mirarlo pronunciando un “qué” más raro que de costumbre. O quizás todo se había vuelto extraño desde que mi mente había afirmado cosas que mi boca nunca había dicho. Puto sentimiento abstracto.

—Te he preguntado si te encuentras bien —dice de repente. Está vez me resulta inevitable fijar mi mirada en sus labios—. Podemos hablar de lo que ha pasado o... —el resto no lo escucho porque tengo la mente dispersa.

Las hormonas también.

—Amy, ¿me estás escuchando? —Chasquea los dedos con velocidad, delante de mis narices, y es entonces cuando salgo de mi ensoñación.

Asiento furtivamente y después vuelvo a apoyar la cabeza contra el cristal. Gran mierda. Ojalá nada de esto hubiese pasado nunca. Ojalá nuestros caminos nunca se hubiesen cruzado de nuevo. Ojalá que no estuviese tan bueno. Ojalá que... De nuevo sus putas palabras sexys, saliendo de su boca con intenciones maquiavélicas.

—En serio, ¿quieres que paremos o...? —Su mano se coloca por inercia sobre mi pierna, y yo pego un grito sanguinario. Con rapidez el retira su mano, y mi respiración se entrecorta y se abalanza contra mis propios instintos.

—No me toques. —Comienzo a tragar saliva de nuevo, y después me acurruco más todavía contra el asiento—. Por favor, no lo hagas.

—Vale, vale. Pero necesito que te relajes.

—Estoy relajada —respondo cortante.

—¿En serio? Porque parece que te hayas tragado a un perro repleto de malas pulgas. —Me trago el comentario tan hiriente que tengo ganas de soltar, y él prosigue—. ¿En qué estás pensando?

Me incorporo sobre el asiento, y cruzo los brazos sobre mi pecho, frunciendo el ceño.

—En nada.

—Mientes. —Hace una pausa, más larga de lo normal, y después suspira con desesperación—. Si no estuvieses pensando en nada, no estarías intentando esconder algo, que a mi mente se le escapa.

—En Thalía —suelto de repente, sorprendiéndome de mi propia agilidad a la hora de mentir—. Dice que últimamente no pasamos mucho tiempo juntas, y todo eso te lo achaca a tí.

—¿Y qué pretendes que haga?

Su desconcentración al volante, está comenzando a sacarme de quicio y asustarme, a partes iguales.

—No matarnos, mientras conduces.

—¿Qué te pasa conmigo? ¿Por qué te comportas como si no nos conociésemos? —Está indignado, lo presiento por la forma en que me mira, cada vez que gira la cabeza hacia la derecha. ¿De verdad nos conocemos Ethan? ¿De verdad conozco al vampiro que llevas dentro?

Dark SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora