24• Viaje a los recuerdos

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Las paredes están pintadas de un color azul celeste pálido, cuando abro los ojos. Es lo primero que veo, el recuerdo que me aturde, y los sentimientos que me arrastran. Inconscientemente conozco las cortinas, los muebles de madera, y los marcos de las fotos. Toco los bordes con los dedos de mis manos, y con sutileza los cojo firmemente. Sé perfectamente dónde estoy, pero lo que no sé, es el por qué.

En cuánto escucho ruidos detrás de mí, dejo la foto en su sitio. Ahora si veo la silueta de Scarlett. Está apoyada en las escaleras por las que he subido y bajado, cientos de veces, mirándome con escepticismo.

—¿Dónde estoy? —le pregunto acercándome prudencialmente a ella. Los recuerdos de lo sucedido la última vez, se repiten en mi mente como un bucle que parece no tener fin.

—Es un recuerdo —contesta terminando de bajar los últimos peldaños de la escalera—. Siéntate, puedo oírlos bajar.

Su dedo índice me señala los sofás de detrás, pero la ignoro. ¿Ha dicho que los está escuchando bajar? ¿A quiénes? No termino de contestar mis incógnitas, cuando Scarlett cruza el pasillo dando dos zancadas gigantes, y empujándome en el hombro, provocando que me tambalee.

La miro con las cejas alzadas y el ceño fruncido; no llego a pronunciar ninguna pregunta razonable cuando noto un temblor extraño sacudirme por dentro. Miro hacia delante, y entonces descubro a qué se refería Scarlett.

Las voces no fueron tan difíciles de descifrar como imaginaba.

—¡Joder! ¿Cómo puedes ser tan rápida? —la voz de Ethan suena ocho octavas más aguda de lo que imaginaba. Tiene los labios entreabiertos por la incipiente sensación de adrenalina que se siente al correr, y sigue exhausto porque una chica humana es más veloz que él.

Mi yo pequeño frena de golpe, y de nuevo noto como su figura me traspasa como si fuese un holograma; otra vez, esa familiar sensación de mareo.

—¡No debes decir palabrotas Ethan! —La voz de mi yo pequeño es firme y decidida. Me miro a mi misma, con los ojos muy abiertos, y después le dedicó una mirada de auxilio a Scarlett. Ella me responde con serenidad; ahora tiene los pies sobre la mesa céntrica del salón.

—Tú puedes verlos; ellos a ti no. Ya te he dicho que estás viviendo tus recuerdos.

Asiento sin llevarlo a comprender todo al cien por cien, y luego devuelvo toda mi atención a la escena. Ethan y yo seguimos corriendo por el salón como si no hubiese un mañana; a diferencia de que ahora puedo observar una mirada más en el salón. El hermano de Ethan está mirando sin tapujos nuestra carrera. Ahí quieto, parece una persona totalmente distinta; no hay humanidad en su mirada, y mucho menos compasión. Nunca me había detenido a pensarlo, pero el menor de los Rowling siempre había sido una persona fría y calculadora. Todo lo llevaba al dedillo, y si algo se le escapaba, procuraba siempre llevarlo a su cauce. Era como una especie de Dios.

Cojo sitio al lado de Scarlett, y con parsimonia apoyo la espalda en el sofá. Desde esta perspectiva, todo se ve mucho mejor.

—¿Por qué quieres que vea esto? ¿Ha sido Ethan? —Las últimas palabras las pronunció con cuidado y sigilo. Todavía sigo sin creerme mucho las patrañas de una tía con complejo de bruja.

—Te estoy enseñando tus respuestas. Ethan me mataría sí supiese lo que estoy haciendo.

«Venga Amy, blanco y en botella leche. Está ayudándote, pero su orgullo no le deja decírtelo, al igual que el tuyo no te deja agradecérselo.»

Touché conciencia.

—¿Y por qué estás ayudándome?

—Porque quiero limpiar el mal historial de Ethan. No es mala persona; es cierto que debería serlo por su naturaleza, pero no lo es. Tiene corazón, y yo estoy ayudándote a que lo veas.

Dark SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora