Dark Secrets

By MissPssycho

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Amy Murphy lleva una vida normal alejada de su sexy/ex-amigo de la infancia Ethan Rowling, pero tras cruzarse... More

1• Miradas prolongadas
2• Mentiras y más mentiras
3• ¿Héroe o asesino?
4• Las palabras en un silencio
5• No muerdo ¿Sabes?
6• Deseando escapar
8• Explicaciones
9• No te necesito
10• Colmillos
11• Una familia rota
12• Puertas y Ventanas
13• Sex-appeal
14• Dos meses de abstinencia
15• El enigma de papel
16• Ojimiel.
17• Dulces sueños
18• El libro
19• Cuestión de fuerza
20• Chófer personal
21• ¿Deberíamos?
22• Recuerdos que asustan
23• Abismo de la inconsciencia
24• Viaje a los recuerdos
25• Cruel
26• Yo solo tengo química en el horario
27• Primeras sensaciones
28• El corazón también se rompe
29• Autodestrucción
30• ¿Buenas decisiones?
31• Restringidos
32• El lobo tiene hambre de caperucita
33• Puntos débiles
34• ¿Recíproco?
35• Te necesito
36• El comienzo de una maldición
37• Heridas
38• Nada de esto a mamá
39• Nubloso

7• Te va a doler sólo un poco

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By MissPssycho

—Sal a bailar. —Thalia pronunció las palabras de una forma tan lenta y pausada, que por un momento dudé de mi sobriedad. Era la quinta vez que se acercaba a la silla en la que llevaba regocijada desde qué habíamos llegado, y no dudaba que fuese a ser la última.

—No me encuentro bien; estoy mareada. Creo que lo mejor va a ser salir a la calle y dejar que me de un poco el aire.

—¿Estarás bien? —Estaba preocupada; y una parte de mí entendía su preocupación, pero no quería fastidiarle la fiesta.

—Si, tranquila.

De forma poco sutil me agarré al taburete que había al lado de la barra, y con ambos pies más torpes que de costumbre, comencé a dar traspiés de un lado a otro. Mirase por dónde lo mirase, esto apestaba a catástrofe.

—¿Seguro? ¿Estás borracha?

Intenté no reírme por la forma tan graciosa en la que se movían sus labios al hablar, mientras negaba con la cabeza efusivamente.

—Estoy perfecta; solo necesito algo de aire fresco.

Thalia asintió de forma sosegada, y fue en ese momento en el que descubrí que yo no era la única persona ebria aquí. Antes de salir a la calle, le di un abrazo —en el que las dos nos tambaleamos hacia los lados— y le recordé que si alguien se sobrepasaba con ella, le recordase que tenía contactos que podrían hacer de su vida un infierno. Afirmación sobre la que por supuesto no tenía ninguna certeza, y que había aprendido a base de ver muchas películas policiacas.

El aire fuera, era denso; no tan frío como cabía de esperar, pero sí veloz. Me vi obligada a ponerme ambas manos en los hombros, mientras intentaba calentarme dándome masajes de arriba a abajo, y me intentaba convencer a mí misma que el frío solo es un factor psicológico. Claro que, el hecho de que el propio viento te cale los huesos ya no tiene explicación psicológica, sino de inteligencia. Y repito inteligencia, porque si yo fuese más lista y avispada, no me hubiese puesto una camiseta de manga corta; y por supuesto hubiese cogido una chaqueta antes de salir de casa.

Ni siquiera el calor del alcohol había sido capaz de calentarme. Y es cierto que quizás no había bebido tanto, pero una parte de mí si notaba alguno de esos síntomas, cómo la visión doble y los pequeños pitidos en la cabeza que no me dejaban pensar con claridad.

Mi pelo comenzó a revolverse contra mí cuando una brisa, movió la oleada entera de hojas, que hasta ahora estaban estáticas en los bordes de la entrada del pub. Decidí sentarme en la orilla de la carretera, y con ambas manos, comencé a apretarme las sienes con más insistencia. Esto ni siquiera debería estar pasando.

A mí alrededor el silencio es sepulcral, menos por una pareja que está situada a una distancia relativamente razonable, qué se está peleando por ver quién se toca más el uno al otro. Y no hablo en broma; están tan juntos, que ni siquiera puedo distinguir dónde empieza uno y dónde acaba el otro. Y lo más importante, es que el ruido que realizan ambos, no ayuda para nada a qué mi dolor de cabeza disminuya, sino a que las ganas de vomitar se acentúen.

Me levanto, sintiéndome cada vez más perdida y confusa, y con ambas manos me agarro a un vehículo que hay aparcado en la entrada para no perder el equilibrio. La pareja parece haberse perdido entre las sombras de la noche, y cada vez aparento estar más amarilla y dispersa. Escondo la cabeza un poco más en el neumático del coche, y con la vista todavía turbia, comienzo a tener movimientos espasmódicos en los ojos.

No pasan alrededor de dos minutos teniendo arcadas, cuando una mano se pasa cariñosamente sobre mi hombro y me recoge el pelo con una coleta de caballo. En lugar de seguir vomitando, me giro hacia atrás esperando encontrarme con Ethan, y lo que casualmente comienza siendo un encuentro extraño, acaba siendo un desenlace terrorífico.

—¿Tienes ganas de vomitar?

Niego con los ojos abiertos como platos, y después le agarro la mano, que altruistamente me tiende.

El chico es atractivo. Tiene varios rizos rubios que le caen en forma de cascada, y una sonrisa radiante que me mira preocupada todo el rato. Sus ojos marrones parecen tan preocupados como los míos.

—Puedes venirte a mi coche si quieres.

A pesar de estar tremendamente borracha sé que cuando un tipo al que acabas de conocer te invita a entrar en su coche, nunca trae buenas consecuencias consigo. Así que, con una sonrisa gentil, me incorporo y niego con la cabeza.

—De verdad me encuentro mucho mejor. —Le suelto la mano que antes he sujetador tan amistosamente y a regañadientes le regalo una sonrisa más forzada de lo que esperaba—. Me están esperando, así que...

—Vale, creo que no nos hemos presentado de la manera más gentil posible. —Se rasca la nuca de forma nerviosa, y después vuelve a ofrecerme la mano con cortesía—. Soy Damien; Damien Tanner.

—Yo... De verdad que me tengo que ir, Damien. Pero ha sido un placer conocerte.

Comienzo a caminar hacia el lado opuesto del que tendría que ir, y accidentalmente mis zapatos chocan contra una piedra bastante grande. Miro hacia el suelo con la intención de apartarla, y lo que encuentro a continuación son unos ojos inertes y bien abiertos que me miran sin pestañear. Trago en seco con la boca semiabierta, y a continuación las náuseas vuelven a mí de forma crispada.

Notó una mano rodearme el codo con firmeza, y cuando me giro en dirección a la sombra, me percato de que Damien tiene pequeñas manchas rojas en la camiseta.

Ahora es el momento en el que me digo a mi misma: «Corre para salvar tu puta vida».

—Todavía puedes venir a mi coche.

La sonrisa que tira de sus labios es tan macabra, que inconscientemente los pelos de mi nuca se erizan como escarpias. Se relame lentamente los labios, y por mi cabeza nublada por el alcohol aparece la idea más brillante de la noche.

—Está bien.

Me acerco a él en sobre exceso, y sintiendo asco por mí misma, le acaricio los rizos traseros de la cabeza. Los milímetros que nos separan son escasos; le sonrió con la mueca más creíble que soy capaz de formar, y de manera desorbitada levanto la rodilla hasta clavarla con firmeza en sus partes nobles. En el proceso en el que se retuerce de dolor, observo como sus facciones se arrugan poco a poco, y como su presión en mi brazo desaparece totalmente; y es entonces cuando salgo corriendo.

Mis pies escuecen a causa de la presión que estoy ejerciendo en ellos; las piedras más pequeñas se meten dentro de mis calcetines, y estoy viendo tantos árboles iguales y tan juntos, que una parte de mí se pregunta si realmente mi bebida contenía alguna sustancia más fuerte de la que yo quiero pensar.

No avanzo apenas cien metros, cuando la rama de un árbol se cruza en mi camino, y no tengo tiempo siquiera para frenar el golpe y seguidamente la caída. Tendida en el suelo, miro hacia el cielo, y me encuentro viéndolo todo más borroso que antes. Tengo las manos entumecidas, y a mi lado hay un charco de sangre que me tiñe toda la camiseta. Cabeceo varias veces intentando levantarme, pero lo único que consigo es acentuar el dolor.

—Me encanta cuando las presas se dejan cazar. Aunque la resistencia también es interesante...

Damien se agacha a mi lado, y ahora, a diferencia de antes, si veo la maldad que desprenden sus cabellos rubios y su cuerpo de Adonis. En realidad, es una lástima que los psicópatas sean tan guapos, y la gente normal como yo, no.

Con un movimiento de manos algo disimulado, tanteo a mi alrededor algún arma que pueda ayudarme a salir del apuro, y en su lugar solo encuentro una rama. Damien se rié al ver mis intenciones, y con un pisotón rápido y feroz, me aplasta la mano. Estoy tan asustada que ni siquiera puedo gritar de dolor.

«Amy, es un hecho. La mala suerte te va a acompañar hasta el día de tu muerte»

Con una risa un tanto perturbada, se acerca mucho a mi, y de forma siniestra me huele el cuello. Cierro los ojos por la repugnancia que me está suponiendo su cercanía, y reprimo un grito ahogado, cuando susurra las siguientes palabras:

—Huele delicioso

«¿Mi colonia?»

—Lástima que el mundo se vaya a perder una belleza como tú.

—¿Perdón? —Mi voz es un fino hilo de voz, que deja al descubierto todas mis emociones. Ni siquiera puedo reprimir un grito de asombro cuando observo como sus dientes, se van convirtiendo en colmillos; afilados y sangrientos.

«Un momento... ¿Colmillos?»

—Generalmente suele doler; ¿qué sentido tendría mentirte? Pero por ser tú, voy a intentar hacer el dolor más ameno. Digamos, qué me has caído bien...

No me hace gracia su doble ironía psicópata. Pataleo hacia todos lados, y no tengo más remedio que replantearme dos opciones viables para esta situación.

O la diarrea me ha venido muy fuerte y estoy alucinando o... ¡¡Este tío es un puto vampiro!!

Reconsidero más bien la segunda, aunque la primera no la descarto para nada, y me quedo embelesada por la forma en la que sus rizos se pegan a la sangre de su frente.

Lo siento; puede que sea un psicópata y todo ese rollo, pero no se puede negar lo innevitable. La belleza la tiene.

«¿Pero tú te estás oyendo?»

Vale, quizás este no sea el mejor momento para comenzar una relación seria.

Su rostro se acerca demasiado al mío, y con los ojos cerrados le pido a Dios que se apiade de mí, y que no me deje parapléjica o vegetal. Pido que sea rápido y leve; y antes si quiera de darme cuenta de lo que está pasando, y encoger el cuello, por el daño que me producen sus colmillos, Damien cae al suelo como un ser inerte.

Abro los ojos de forma apresurada y miró hacia todos lados en busca de una respuesta coherente. Como no la encuentro, tomo aire por la boca, y lo expulso de nuevo, sintiéndome más confusa que al principio.

Definitivamente no ha sido mi mal aliento.

Las piernas me tiemblan como falnes cuando hago un esfuerzo sobrehumano por levantarme, pierdo el equilibrio, e inmediatamente me desplomo contra el suelo esperando impactar de forma abrupta contra el suelo. Claro que no contaba con los brazos rígidos y familiares que de pronto me envuelven rodeándome la parte baja de la cintura.

Ni siquiera soy capaz de abrir los ojos antes de desmayarme en la franqueza de sus brazos.

Bendito déjà vu.

[•••]

A

l incorporarme sobre la cama, un dolor estrepitoso me cruzó la cabeza de principio a fin. ¿Qué demonios había pasado anoche? Tanteando indiscreta mente la mesilla, agarré el móvil de la forma más racional que me fue posible, y con los ojos todavía entornados, marqué el número de Thalia.

A los cinco toques, Thalia contestó.

—¿Amy?

Su voz sonaba áspera y endeble.

—¿Que pasó anoche?

Sin embargo mi voz sonaba ansiosa y desesperada. En parte, ni siquiera parecía que acababa de levantarme.

—Bebiste un poco, me dijiste que estabas mareada y que querías salir fuera. —Lo recordaba todo, menos su versión de beber poco; en mi opinión personal, tres cervezas y cinco cubatas no es una cantidad mínima de consumición.

»Luego te desmayaste en el aparcamiento y Ethan casualmente también pasaba por allí, y al verte desvalida, decidió llevarte a casa. Cuando te encontró tenías una brecha en la parte trasera de la cabeza, así que supongo que por eso no recuerdas nada; y hablando del tema, ¿recuerdas como te la hiciste?»

—¿Ethan? —cuestino, pasando por alto su pregunta.

—Si, él es el que te encontró. Estás extraña Amy, ¿te ocurre algo?

«¿Por qué no recordaba nada?»

—Amy, ¿te encuentras bien?

Su voz es pausada, y mi mente está demasiado dispersa como para prestarle atención. Ni siquiera sé lo que me ha preguntado.

—Te tengo que colgar. Luego hablamos.

Cuelgo el teléfono mientras me levanto de la cama sintiendo un vértigo inmenso e inexplicable.

¿Qué demonios había pasado y por qué no tenía ninguna idea lo suficientemente clara como para formar mi propia versión de los hechos?

Solo recordaba sangre; sangre y unos ojos rojos inyectados en rabia, furia y ansia.

Antes de que pueda percatarme de lo que estoy haciendo, ya me he vestido, —recordando por supuesto que Ethan me ha vuelto a ver desnuda porque he amanecido con pijama— y he abandonado mi casa sintiéndome más insegura que nunca. No sé por qué lo estoy haciendo, ni siquiera tenía pensado buscar respuestas, hasta que golpeo varias veces la puerta de la casa de Ethan con insistencia, esperando buscarle soluciones razonables a mis preguntas.

Ahí en medio, inmersa en la pelea interna que batallo conmigo misma sobre sí ha sido una buena idea no pensar las consecuencias que acarrearían mis actos, me veo precipitada a salir corriendo; huyendo del pánico que ahora mismo me carcome por dentro.

Justo cuando mis pies comienzan a retroceder el camino ya deambulado, una voz dulce y suave me hace detenerme en seco.

—¿Amy?

—¿Megan?

Está situación se ha vuelto más incómoda de lo que esperaba.

Séptimo capítulo
[Editado y corregido]

Instagram: misspssychoo

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