Miraculous: El Akuma Irrevers...

By AlisonOropeza20

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Ella es Marinette. Una chica como tú o yo. Pero cuando el destino la llama para pelear contra las fuerzas del... More

Prohibido Ignorar
Prólogo: Misión Nocturna
Capítulo I: Día de Ensueño
Capítulo III: No Toques a Manon
Capítulo IV: ¿Qué Pasa con Marinette?
Capítulo V: Vamos al Concierto
Capítulo VI: Atrapada
Capítulo VII: Ataque Sorpresa
Capítulo VIII: Plumas de Cuervo
Capítulo IX: ¿Es un Akuma?
Capítulo X: Irreversible
Capítulo XI: Invitación Inesperada
Capítulo XII: Una Sonrisa Siniestra
Capítulo XIII: El Ataque del Cuervo
Capítulo XIV: Primer Acto
Capítulo XV: Malas Noticias + ¡Nos vemos en la FILCDMX!
Capítulo XVI: Seamos un Equipo
Capítulo XVII: El Mensaje de Ladybug
Capítulo XVIII: La Decepción de Chloé
Capítulo XIX: ¿Cómplice de Ladybug? + ¡Nos vemos en la FIL de Guadalajara!
Capítulo XX: La Confesión de Marinette
Capítulo XXI: Akuma Nocturno
Especial de San Valentín | Una Tarjeta Para Tikki
Capítulo XXII: Revenge Bug + ¡Nos Vemos en la FIL del Palacio de Minería!
Capítulo XXIII: Revelando Secretos
Capítulo XXIV: La Respuesta de Plume Mortelle
Capítulo XXV: ¿Dúo Imparable?
Capítulo XXVI : El Cuartel General
Capítulo XXVII: La Promesa de Sabrina
Capítulo XXVIII: Escena del Crimen

Capítulo II: Pequeño Intruso

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By AlisonOropeza20


     El camarero era nuevo en la cafetería, por lo que aún se sentía un tanto nervioso cuando llegaba el momento de ir a las mesas para pedir las órdenes. Su nivel de tensión aumentó cuando fue él el elegido para atender a los clientes recién llegados. Después de todo, ¿quién no se habría sentido de esa manera, siendo que su jefe en turno le indicó personalmente que tenía que tratar a Adrien Agreste con el trato que el joven modelo habría recibido en una cafetería de cinco estrellas?

Tragando saliva, el camarero se acercó a la mesa. Nadie podía decir quién lucía más nervioso. Si el camarero, cuyas manos temblaban. O la chica que acompañaba a Adrien, que parecía estar al borde de un desmayo.

Tras escribir el pedido de sus dos clientes en su libreta, el camarero se retiró y tuvo la suerte de esquivar a los dos niños pequeños que corrían alrededor de las mesas. Su torpeza le hizo dar un traspié que por poco derribó a uno de sus compañeros, que llevaba en la mano una bandeja con un par de rebanadas de pastel.

Mientras tanto, Adrien tomó clandestinamente una de las galletas que Marinette le había obsequiado. Tras darle un mordisco para aplacar su hambre, le sonrió a la chica.

—Lo lamento —dijo—. Estoy hambriento. Creo que no he comido nada desde que tomé la merienda anoche. Y pasé toda la noche en vela, así que...

—Y-yo también... —respondió Marinette con timidez—. ¿Q-qué estabas haciendo tú?

Se dio cuenta de su error al instante, cuando Adrien se atragantó con un bocado de la galleta. Sucumbiendo a sus repentinos ataques de nervios, Marinette se sonrojó mucho más.

—Claro, no debí preguntar eso. Pudiste haber estado haciendo cualquier cosa. Después de todo, no es como si hayas tenido que dormir temprano para hoy. Yo soy la que estaba más nerviosa. ¿Estoy hablando demasiado? Debes pensar que estoy realmente loca...

Adrien rió igualmente, dándole a Marinette la sensación de que el mayor ridículo se debía a su reacción tan reveladora.

—E-estaba... —titubeó él—. E-en Internet, bueno... E-escuché mucho ruido afuera y... Y-y supe que Ladybug y Chat Noir estaban peleando, a-así que...

Él comenzó a reír nerviosamente, haciendo que ella se sintiera un tanto comprendida.

—S-sí... —respondió Marinette—. Y-yo también pasé la noche viendo esa batalla... Q-quiero decir que lo vi por Internet, n-no estaba ahí... Eso es tonto, ¿no crees? ¿Por qué alguien se acercaría a ese sitio...? Bueno, supongo que Alya lo habría hecho, pero yo...

—T-tampoco yo... P-pero lo haría sólo por Ladybug. E-ella es... maravillosa...

El sonrojo de Marinette aumentó, aunque sabía que no tenía verdaderas razones para sentirse tan avergonzada. Después de todo, Adrien no tenía idea de que Ladybug pensaba exactamente lo mismo de él.

—S-sí... —respondió Marinette—. Ladybug es... genial.

Ladybug es más que eso, pensó el chico.

Dándose cuenta de que quizá estaba yendo por el camino equivocado, el muchacho se escudó detrás de otra galleta

—Las galletas están deliciosas —dijo—. No esperaba que tú me obsequiaras algo. Mientras iba a tu casa, creí que debía llevarte algo, pero... N-no lo sé. Creí que era demasiado.

—No tenías que darme nada —sonrió Marinette—. Fui yo quien te invitó a salir. Y yo tendría que pagar el almuerzo, no tú...

—Descuida. Lo hago con gusto.

—De acuerdo... Pero la próxima vez pagaré yo.

Se sonrojó mucho más al percatarse de lo que estaba insinuando. Comenzó a balbucear en busca de un complemento que le ayudara a deshacer el daño, pero Adrien fue más veloz.

—La próxima vez, te invitaré yo —dijo él.

Ella se sintió congelada en su sitio.

Lidiando con sus nervios, el camarero hizo acto de presencia. Los ojos de Adrien brillaron cuando la comida apareció en su campo de visión, aunque al instante mudó su expresión a una de angustia cuando se levantó velozmente para evitar que el camarero cayera al suelo gracias a los niños que no dejaban de correr. Consiguió atrapar al camarero, pero la bandeja cayó al suelo irremediablemente. Marinette se levantó al instante, ayudando a Adrien a limpiar tan bien como pudieron las tazas rotas y la comida que quedó derramada. Apenado, el camarero intentó evitarlo en vano. Era imposible lidiar con la amabilidad de Adrien, aún cuando eso mismo fue lo que detonó la ira del jefe en turno.

Implacable, aquel hombre se acercó a la escena.

—Lo lamento tanto, señor Agreste —dijo acalorado—. Esto no tenía que pasar... Por favor, siéntense de nuevo. Mademoiselle, esto ha sido un accidente.

—Descuide —respondió Adrien, agachándose de nuevo para tomar las dos mitades de un plato roto y colocarlos de nuevo en la bandeja.

Marinette se mantuvo en silencio, limpiando los rastros de café con una servilleta.

—Insisto —dijo el jefe—. Por favor, vuelvan a su mesa. Compensaremos esto.

—S-señor —intervino el camarero con timidez—. N-no ha sido mi culpa. L-los niños no dejaban de correr y-y...

—No quiero escucharlo —respondió el jefe—. ¡Ve a buscar algo para limpiar este desastre! Apenas puedo creerlo... ¡Te dije claramente que el señor Agreste debía recibir un buen trato! ¿Crees que esto hablará bien de nosotros?

—P-pero, señor...

—En verdad, esto no es problema —intervino Adrien, un tanto indignado—. Podemos ayudarle a limpiar.

—Por supuesto que no —se negó el jefe—. Es nuestro trabajo. Todo su consumo corre por mi cuenta, señor Agreste. Y tú —continuó mirando al camarero—, limpia ya ese desastre. ¡Date prisa! ¡Aún debes traer lo mismo que derramaste!

Los niños no dejaron de correr alrededor, sin importar que el camarero enfurecido necesitase la vía libre para ir al armario de limpieza. Indignado y sintiéndose un tanto ofendido ante las negativas, Adrien volvió a su asiento. Marinette se limitó a terminar de limpiar tanto como pudo con ayuda de las servilletas, poco importándole lo que el jefe en turno pudiese opinar.

El camarero entró al armario de limpieza y le propinó una fuerte patada a un grupo de baldes apilados. Le costaba creer que en sus primeros días, en su primer empleo, tuviese que ser víctima de semejante injusticia sólo por la presencia de un modelo que difícilmente podía ser clasificado como celebridad. ¿Por qué él debía hacerse cargo de ello? ¿Acaso su jefe no tenía que exigir un poco de orden dentro de la cafetería, pidiéndoles a los padres de aquellos niños que hicieran algo al respecto? ¿Era que acaso el jefe se negaría a cobrar a aquellas personas lo necesario para reponer los platos y las tazas rotas? Sí... Eso sucedería. Él tendría que pagar ese dinero de su propio bolsillo, además de conseguir un buen castigo y posiblemente ser despedido por no haber tratado a Adrien Agreste como un rey. Pero si ese muchacho era tan importante, ¿por qué no iba a comer a un sitio con un poco más de prestigio? ¿Por qué esperar tanto de una cafetería común y corriente?

¿Por qué el camarero no se dio cuenta de aquella mariposa oscura llegó revoloteando hacia él para chocar contra la placa en la que llevaba escrito su nombre, haciéndolo entrar en un estado similar a un trance?

La luz apareció frente a sus ojos, precediendo a aquella voz de pesadilla que sólo él pudo escuchar.

Caféiné, te habla Le Papillion. Sé lo que se siente que un joven arruine tus planes, pero hoy es tu día de suerte. Yo te ayudaré a cobrar venganza, si tú me ayudas a cobrar la mía.

Marinette se mantuvo casi totalmente en silencio, sólo dándole apoyo moral a Adrien e interviniendo al creerlo necesario. El resto de comensales ya habían sacado sus móviles para grabar el enfrentamiento que muchos estaban transmitiendo en vivo por Internet, en el que Adrien Agreste estaba hablando a favor de un camarero desconocido.

—Él no tuvo la culpa de lo que sucedió —dijo Adrien por sexta vez consecutiva—. Había niños corriendo alrededor. Cualquiera habría tropezado en su lugar.

—Cuando contratamos a nuestros camareros, les advertimos que esta clase de situaciones son inaceptables —insistió el jefe—. Haya sucedido como haya sucedido, no hay manera de cambiar las reglas. Él tendrá que pagar lo que se ha roto.

—Pero esa comida era para nosotros —intervino Marinette—. Si pagamos lo que debía ser, aunque no lo hayamos comido, podría servir de algo.

—Eso sería más costoso de lo que realmente costarán dos platos y dos vasos nuevos —asintió Adrien.

—Las reglas son así, jovencitos —dijo el jefe con firmeza—. Por favor, siéntense de nuevo. Les traeré su comida personalmente.

—No queremos eso —dijo Adrien—. Sólo queremos que nos escuche. Todo esto ha sido un accidente.

—Y los clientes no tienen que pagar por los accidentes de los empleados —dijo el jefe.

—Pero queremos hacerlo —dijo Marinette—. Es injusto que pague esta clase de cosas con el sueldo de sus empleados.

—Escuche —dijo Adrien como último recurso, levantando ambas manos para traer un poco de calma que calmase la tensión—. Yo lo pagaré todo, ¿está bien? Pagaré el desastre, la comida desperdiciada y lo que usted quiere darnos para compensarlo.

—Lo siento, señor Agreste —respondió el jefe con firmeza—, pero mi decisión es final.

Dicho aquello, el hombre se retiró a toda velocidad. Se perdió entre el resto de comensales, mientras Adrien pasaba una mano por su nuca sin poder borrar su mueca de indignación. Miró a Marinette y suspiró con pesadez. Ella le devolvió la misma clase de mirada para comunicarle que la situación le desagradaba tanto como a él.

—Lo lamento —dijo el chico.

—No te disculpes —respondió ella—. Esto no ha sido culpa de nadie. Aunque... Después de esto, creo que he perdido el apetito.

—También yo. Y no haremos que ese hombre cambie de opinión, aunque... Tal vez podamos esperar al camarero para darle el dinero como una propina. Así, aunque pierda una parte de su sueldo por esto, podrá reponerlo de alguna manera.

De forma inmediata, Marinette buscó dentro de su bolso y tomó un par de billetes que le ofreció al muchacho. Él se negó a tomarlos, sólo frunciendo un poco el entrecejo.

—Es la mitad de la cuenta —dijo la chica—. Así, tú no gastarás tanto dinero.

—Descuida. Puedo pagarlo todo.

—Lo sé... Pero de cualquier forma quiero dárselo a ese hombre. Aunque no haya sido nuestra culpa, también yo quiero ayudarlo.

Adrien sonrió, sabiendo que Marinette no aceptaría un no por respuesta, y tomó el dinero. Buscó en su propia billetera para completar la parte faltante, dejando el dinero sobre la mesa y esperando en compañía de su cita a que el camarero volviera. Ambos se percataron de que el jefe estaba ya dirigiéndose hacia ellos, llevando su propia bandeja que de igual manera cayó al suelo tras suceder aquella explosión que destruyó todo alrededor del armario de limpieza.

Los gritos de terror detonaron el escape de los clientes, así como alertaron a Adrien para cubrir a Marinette con su cuerpo pocos segundos antes de que ocurriese la segunda explosión. Ambos chicos salieron disparados cuando la onda expansiva destruyó el espacio para mesas exteriores de la cafetería. Estando en el suelo, Adrien se levantó trabajosamente para asegurarse de que Marinette estuviera en perfectas condiciones. Ella también se incorporó, revelando que estaba ilesa.

— ¿Te encuentras bien? —preguntaron ambos a la vez.

Asintieron a la par.

— ¿Qué fue eso? —preguntó Marinette una vez que Adrien le ayudó a levantarse.

—No lo sé... —dijo él agitado—. Pero parece que no ha habido heridos de gravedad, aunque... ¡Marinette, mira eso!

Un instinto llevó a Adrien a colocarse delante de la chica, extendiendo un brazo delante de ella para protegerla de alguna manera. Marinette, obedeciendo quizá a esa misma clase de instinto, llevó una mano a su bolso. Al mismo sitio donde estaba oculta la criatura que le ayudaría a combatir contra lo que en ese momento estaba acercándose hacia ellos.

Se trataba de un hombre delgado. Moreno. Ataviado con un impecable traje de color negro, adornado con un delantal del mismo color. Esbozando una sádica sonrisa, y cuyo atractivo principal era aquella placa en blanco, que se había tornado de color púrpura.

— ¡Cuidado, Adrien!

Marinette tomó al chico por el brazo para ayudarle a salir de la línea de fuego cuando un árbol fue derribado a causa del mismo sujeto que ya parecía haber descargado su ira, lanzando un par de tazas que estallaron con la fuerza de una bomba casera. El árbol derribado comenzó a incendiarse.

Riendo de manera desquiciada, con una voz un tanto más aguda de lo normal, el sujeto procedió a mirar en sus al rededores. Por un instante se fijó fijamente en Adrien y Marinette, caminando lentamente hacia ellos.

En algún rincón de París, un hombre enmascarado y maléfico esbozó una gélida sonrisa.

Adrien y Marinette tomaron sus manos con fuerza, echando a correr en el momento exacto en que el enemigo procedió a atacar. Fue Adrien quien tomó la delantera, conduciendo a Marinette hasta un callejón en el que ambos pudieron refugiarse. El muchacho se colocó aún frente a ella, utilizando su cuerpo como un escudo y esperando que aquello fuese suficiente para hacerlos pasar desapercibidos.

— ¿Qué está pasando...? —Musitó Marinette con un hilo de voz—. ¿Quién era ese sujeto...?

—N-no lo sé... —respondió Adrien agitado—. E-era... C-creo que era ese camarero...

—Intentó atacarnos... Debe creer que es nuestra culpa.

—Mía solamente —dijo Adrien con tono sombrío—. Su jefe lo trató de esa manera sólo porque yo estaba ahí. Ladybug no debe tardar en aparecer... Estarás bien.

Angustiada, Marinette se separó del chico y lo tomó por el brazo.

— ¿A qué te refieres con que estaré? ¡Ambos lo estaremos!

—No —decidió Adrien con valentía—. Yo tengo que salir. Para Ladybug será más fácil encontrar a ese sujeto si intenta atacarme.

— ¡No puedes salir! ¡Es peligroso! Chat Noir puede encargarse de eso... E-en ocasiones, él siempre llega antes que Ladybug. ¡Él estará aquí pronto!

Tuvieron que callar nuevamente cuando un estruendo hizo cimbrar el muro tras la espalda de Marinette. Adrien la atrajo hacia su cuerpo, temiendo un derrumbe, separándose casi de inmediato cuando escucharon los gritos de terror fuera del callejón. Ambos asomaron las cabezas, descubriendo que la razón del caos se debía a que un auto se había impactado contra aquella pared. La bolsa de aire evitó que aquella mujer, profundamente dormida, muriera a causa del choque.

—A-Adrien, mira su cuello.

El chico se acercó hacia el punto que Marinette señalaba con la mirada, descubriendo la posible causa de la somnolencia de la desdichada mujer.

Un grano de café, de tamaño considerable, que se incrustaba lentamente en la piel de su víctima.

Agitado, Adrien buscó al monstruo con la mirada sin poder dar con él. Lo único que pudo ver fue un camino de personas dormidas y desplomadas sobre las aceras, así como un sendero de destrucción con autos fuera de control y autobuses volcados.

— ¡Allá va! —exclamó Marinette, señalando con un dedo hacia el cielo.

Era totalmente cierto. El sujeto levitaba lentamente, disparando los granos de café arbitrariamente de sus manos. Adrien tomó de nuevo la mano de Marinette para hacer que la chica corriera cuando un auto fuera de control fue a impactarse también cerca de ese sitio.

De Ladybug y Chat Noir, por supuesto, no había rastro alguno.

— ¿A dónde se dirige? —preguntó Marinette una vez que pudo liberarse de la protección del chico.

La desagradable sensación de que estaba perdiendo el tiempo, y con eso causando más y más sufrimiento a los parisinos, parecía hacerla inmune a los encantos de su cita.

—No lo sé —dijo Adrien—. Pero no podemos quedarnos aquí. De cualquier manera, estoy seguro de que él intentará encontrarme en cualquier momento. Ya te lo dije... S-sí le doy lo que quiere, Ladybug lo encontrará y luchará contra él...

Sin embargo, la chica ya había dejado de escuchar. Su mirada tan sólo se dirigía hacia el fondo de ese sendero de destrucción, descubriendo que el colegio al que ambos asistían no estaba tan lejos de la cafetería como parecía. Y de ser así, la panadería estaba también cerca de la zona de destrucción.

Alya...

Marinette echó a correr al instante, alarmada y sintiéndose tan aterrada que por un instante estuvo a punto de tropezar. Velozmente, Adrien la persiguió y consiguió tomarla por el brazo para detenerla. Tuvo que tirar de ella para evitar que la chica cayera al suelo a causa de la interrupción tan abrupta.

— ¿¡A dónde crees que vas!? —exclamó él enfurecido—. ¿No lo entiendes? ¡Es peligroso!

— ¡Ese monstruo se dirige a la panadería de mis padres! ¡Alya está allí! ¡No puedo permitir que la lastime!

— ¡De cualquier manera, tú no puedes hacer nada para detenerlo!

— ¡Algo se me ocurrirá!

Dicho aquello, Marinette se liberó con violencia y echó a correr nuevamente. No se atrevió a mirar hacia atrás en ningún momento, aún a sabiendas de que Adrien también corría peligro. Si sus teorías eran ciertas, el monstruo llegaría pronto para buscarlo y cobrar venganza por lo sucedido tras el accidente. Pero si conseguía encontrar un sitio solitario en el que pudiera transformarse, sería perfectamente capaz de protegerlo. A él, y a su mejor amiga.

Sin embargo, el sendero de destrucción estaba lleno de personas. Heridos que se arrastraban para salir de los autos destrozados, y algunos curiosos que intentaban descubrir por qué era que las personas se quedaban dormidas sin razón. Pronto pudo darse cuenta de que los granos de café que brotaban de las manos del enemigo sólo iban a incrustarse en aquellos que demostraban estar haciendo alguna clase de actividad. Aquellos que salían a trotar, aquellos que iban en bicicleta, aquellos que conducían en las calles...

Si tan sólo Marinette hubiese estado un par de metros al frente del monstruo, entonces nadie habría podido detenerlo.

Con todo, el momento de lucidez en el que consiguió darse cuenta de ello bastó para que la chica tropezara con uno de los cuerpos que cayó a mitad de la calle. La respiración de la víctima era acompasada, aún a pesar de aquella fractura en la que uno de los huesos de su pierna perforó su piel tras haber caído brutalmente de su bicicleta.

Ignorando olímpicamente la voz de Tikki, que desde el bolso le suplicaba que se transformara en ese momento, la chica se levantó y sacudió el polvo de sus rodillas. Miró sus nudillos, ensangrentados a causa de la caída.

Y se llevó una gran sorpresa cuando en ese mismo instante, Chat Noir hizo acto de presencia frente a ella.

—Vaya, creo que eres la segunda señorita hermosa que correría hacia el peligro —dijo Chat Noir, esbozando su sonrisa seductora y recargando su brazo en el hombro de la chica para dar un aire confianzudo—. La primera es mi querida bugaboo.

No soy tu bugaboo, pensó ella exasperada.

—Y-yo... Tengo que ir. Ese sujeto se dirige a la panadería de mis padres. ¡Mi mejor amiga está allí!

Chat Noir se separó de ella y decidió intentar de otra manera.

Marinette no desistiría, al parecer.

—Entiendo —dijo él—. Yo me encargaré.

—La panadería está en...

—Descuida. Lo sé.

Él le dedicó un guiño y se preparó para emprender la huída, deteniéndose cuando Marinette lo tomó por el brazo de la misma forma que había hecho antes para evitar que Adrien saliera del callejón.

—Chat Noir, aguarda...

—Dígame, señorita. Chat Noir está a tu servicio.

Su sonrisa seductora apareció de nuevo y ofreció una pequeña reverencia.

Si acaso no fueses un cretino, serías casi un príncipe encantador, pensó ella.

—U-un... U-un amigo se quedó atrás... E-el sujeto que está atacando a esas personas estaba enfurecido con él antes de... a-antes de...

—Adrien Agreste —respondió Chat Noir apresuradamente, ella asintió—. Lo sé. Lo encontré antes de verte a ti. Me pidió que te protegiera. Él está a salvo, y tú lo estarás si vas a ocultarte hasta que todo esto haya pasado.

—P-pero...

—Tranquila —insistió él, colocando una mano sobre el hombro de la chica—. Ladybug y yo nos encargaremos de esto. Ahora vete de aquí. Este sitio es peligroso.

Dicho aquello, Chat Noir procedió a seguir al enemigo que ya comenzaba a perderse de vista. Los gritos de desesperación que aún seguían llegando por parte de los parisinos obligaron a Marinette a correr hasta el primer callejón que encontró.

Nadie supo, a causa de la histeria colectiva, que la chica que entró en ese sitio era la misma súper heroína que surgió para ir a toda velocidad hacia el epicentro de la destrucción.

Chat Noir pasó entre un par de autos que habían chocado entre sí, deteniéndose por un instante para ayudar a que un hombre herido pudiese sentarse en el suelo. Esa pausa le ayudó a observar con atención a la chica ataviada con el moteado traje rojo, quien se posó sobre uno de los autos destrozados.

Una vez que el hombre estuvo relativamente a salvo, Chat Noir subió al mismo auto para reunirse con su compañera.

—Llegas tarde, bugaboo —dijo él, abrazando a la chica por los hombros para atraerla hacia su cuerpo.

Ella puso los ojos en blanco y sonrió.

—Creí que podías hacerte cargo hasta que yo apareciera —respondió ella—. Bien, ¿qué tenemos aquí? ¿Sabes cómo sucedió?

—Un camarero enfurecido —informó Chat Noir eficientemente—. No tengo idea de dónde puede estar el akuma. Sólo sé que dispara granos de café que ponen a dormir a cualquiera.

—No a cualquiera —aportó ella—. Lo he visto en acción. Únicamente dispara a las personas que están activas de alguna manera.

—Pues tenemos que detenerlo pronto, o estos accidentes comenzarán a cobrar vidas inocentes. Antes de que llegaras, me encontré con una chica. Marinette Dupain-Cheng, ¿la recuerdas? Me pediste que cuidara de ella cuando peleamos contra Evillustrator.

—Sí.

—Ella ha dicho que una buena amiga suya está en peligro. Si ese sujeto sigue avanzando en esa dirección, podría destruir la panadería de los padres de Marinette.

—La he encontrado también... E-ella dijo que ese hombre, el que ha sido akumatizado, está enfurecido con Adrien Agreste. Tenemos que evitar a toda costa que lo encuentre. Él podría ser su objetivo, además de obtener nuestros Miraculous.

—Sólo un día normal de trabajo, bugaboo.

—No me llames así.

Compartieron una sonrisa y emprendieron el camino, cada uno a su manera, siguiendo el sendero de destrucción que el enemigo dejó a su paso. Cada uno, debajo de su respectiva máscara, se dejó embargar por un pensamiento que en esencia era el mismo que invadía a su compañero.

Ocúltate, Marinette, pensó él.

Yo te protegeré, Adrien, pensó ella. Alya, resiste por favor. ¡Voy en camino!

Nuevamente, ninguno pudo percatarse de que aquella extraña mujer estaba mirándolos de nuevo desde el techo de un alto edificio. Ella esbozó su siniestra sonrisa y dijo un par de palabras antes de desaparecer de ese lugar.

—Ahí estás, Ladybug... Sabía que pronto llegarías.

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