Dark Secrets

Od MissPssycho

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Amy Murphy lleva una vida normal alejada de su sexy/ex-amigo de la infancia Ethan Rowling, pero tras cruzarse... Více

1• Miradas prolongadas
2• Mentiras y más mentiras
3• ¿Héroe o asesino?
5• No muerdo ¿Sabes?
6• Deseando escapar
7• Te va a doler sólo un poco
8• Explicaciones
9• No te necesito
10• Colmillos
11• Una familia rota
12• Puertas y Ventanas
13• Sex-appeal
14• Dos meses de abstinencia
15• El enigma de papel
16• Ojimiel.
17• Dulces sueños
18• El libro
19• Cuestión de fuerza
20• Chófer personal
21• ¿Deberíamos?
22• Recuerdos que asustan
23• Abismo de la inconsciencia
24• Viaje a los recuerdos
25• Cruel
26• Yo solo tengo química en el horario
27• Primeras sensaciones
28• El corazón también se rompe
29• Autodestrucción
30• ¿Buenas decisiones?
31• Restringidos
32• El lobo tiene hambre de caperucita
33• Puntos débiles
34• ¿Recíproco?
35• Te necesito
36• El comienzo de una maldición
37• Heridas
38• Nada de esto a mamá
39• Nubloso

4• Las palabras en un silencio

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Od MissPssycho

Los pasillos se habían quedado totalmente desiertos, medio minuto después de que la campana hubiese sonado con su característico pitido, que daba por concluidas las clases. Yo, sin embargo —y a diferencia de muchos estudiantes en este ámbito más responsables que yo—, seguía intentando meter el libro de historia de distintas formas en la taquilla, con la intención de que las puntas no saliesen tan perjudicadas, como cabía de esperar.

Ya habían transcurrido varios minutos, en los que me encontraba sumida en un silencio totalmente sepulcral, cuando un brazo musculado, se apoyó lentamente en la taquilla continua a la mía. No fui consciente de que todavía no estaba sola, hasta que escuché su voz —dura y amenazante—, susurrar mi nombre de una forma que me puso los pelos de punta.

—Amy.

No fue un grito; no usó un tono muy alto; pero fui lo suficientemente imprudente como para dejar que mi móvil se perdiese entre mis dedos temblorosos, y acabase dándose de bruces contra el suelo. Antes de entablar cualquier conversación que suponía sería de un tema banal, me agaché hacia el suelo, comprobando que la pantalla no había sufrido ningún daño estrictamente necesario, y seguidamente lo dejé caer en el bolsillo trasero del pantalón. Tras mi proceso torpemente vergonzoso, me puse en pié rápidamente, y cerré la taquilla de un portazo seco y brusco, cerciorandome así de que nadie pudiese abrirla. Las taquillas siempre han guardado secretos embarazosos; no importa lo vacías que estén. Al final, cualquier objeto insignificante podrá recordarte durante el resto de tu vida, lo patética que fue tu estancia por el instituto.

Por acto reflejo, giro la mirada hasta la figura que se encuentra con el ceño fruncido apoyada de forma casual en las puertas de metal, e instintivamente mi humor pasa de uno de perros, a otro mucho más canalla. ¿Cómo podía dignarse a dirigirme la palabra solo por puro interés? Comenzaba a estar cansada de que todo el mundo jugase siempre a ser un humano cobarde y egoísta. A veces deberíamos cambiar un poco los roles, para renovar la imagen que tenemos en general, sobre nosotros mismos.

—¿Por qué no te largas ya?

Ethan me mira alzando —un poco más si puede— las cejas, convirtiendo su mirada en una mucho más incómoda; pero no lo suficiente como para asustarme. Me aprieto un poco más el asa de la mochila contra el hombro, y me veo obligada a levantar la cabeza solo unos cuántos centímetros, para no perder de vista, sus rasgos indiferentes.

Doy media vuelta, de una forma más rápida de la que voy a llegar a admitir, y finalmente, antes de marcharme, sus dedos, largos y menudos, me sujetan el codo de una forma impropia para una mano que aparenta ser tan angelical.

«No mierda, ahora no» pienso haciéndome una ligera idea de lo que podría suceder a continuación.

—¿Y bien? —Intento mostrarme seria e impasible como él, pero eso no funciona. Cuando tienes muchas inseguridades, y demasiado rubor facial, se nota a leguas tu nerviosismo, por mucha seriedad que intentes aparentar.

Me mira y seguidamente deja de sujetarme el codo con firmeza. Todo se sentía raro y extraño, como si nunca nos hubiésemos conocido; como si años atrás, yo no pudiese haber dicho todos los secretos que lo perturbaban de pe a pa y viceversa.

¡Por dios! Si hasta nos bañabamos desnudos en la misma bañera; y aunque ahora eso ya no fuese posible, no creía que todo hubiese cambiado tanto. Él seguía siendo el mismo chico seguro de sí mismo, y leal a sus propios principios que yo había conocido; y yo seguía siendo la chica que siempre se escondía del mundo tras silencios prolongados y murmullos inaudibles. Soy esa clase de chica a la que denominan hablante por naturaleza y muda en sociedad.

—Lo sé. —Esas fueron las únicas palabras que logra articular. No realiza ningún atisbo de nada, así que yo tampoco.

—No te sigo —contesto haciendo ver sinceras mis palabras. Pero como siempre la vergüenza vuelve a convertirme en alguien débil, y el rubor comienza a ascender de nuevo.

Sus pies se acercan un poco más a los míos, y antes de que pueda percatarme de ello, sus manos se han dejado caer inertes, más abajo de su estómago. A pesar de su leve inclinamiento hacia mi, mis ojos siguen viéndose a la altura de su boca. Definitivamente, lo más destacable de todo su cambio en estos años, es su altura.

—Entiendo —murmura entre dientes mientras se va acercando más y más. A esta distancia, puedo observar todas sus imperfecciones, y cuando voy a hacerlo me doy cuenta de que no tiene ninguna—. Alguien me ha descolocado el espejo del coche, y me gustaría saber si tú has visto algo.

Y en ese momento una carcajada ronca y perfecta se abre paso entre el cuerpo del Adonis y el mío.

—¿Por qué te ríes? —pregunto algo mosqueada. Me da la sensación de que se está riendo de mí.

Se sujeta con ambas manos el estómago y después vuelve a ponerse serio, para echarme una rápida ojeada de pies a cabeza.

—Amy, sé que has sido tú. No importa, voy a arreglarlo, pero me gustaría que fueses sincera.

—Yo... verás... —tartamudeo y comienzo a morderme el labio con nerviosismo. A los pocos segundos noto un sabor metálico recorriéndome la boca de una forma nauseabunda.

Más sangre no, por favor.

Sin vacilar ni un poco, su mirada se dirige a la sangre de mi labio, y con un movimiento hábil y casi imperceptible se pasa la lengua por los labios.

Cada vez, está conversación se vuelve un poco más rara y fuera de lugar. Definitivamente no la llamaría, una de las mejores reconciliaciones de la historia. Porque esto formaba parte de alguna clase de reconciliación, ¿verdad?

Repentinamente se aleja mucho de mí, y mientras me apunta con el dedo índice sin ningún deje de vacilación, sus palabras resuenan por todo el pasillo vacío, indicándome que esto es solo el comienzo de algo catastrófico:

—Esto no va a quedar así Murphy.

No supe hasta tiempo después como de ciertas serían sus palabras.

[•••]

—¿Y qué te dijo?

La situación resultaba demasiado extraña; ya que Thalia parecía interesada por todo lo que yo decía, y esta era una de las primeras veces en las que yo me dignaba a hablar de un chico. Una anécdota graciosa sin duda, ya que mi amiga, años atrás llegó a pensar que mi actitud pasiva ante la raza masculina se debía a mi apego ante el otro sexo. En resumidas palabras; Thalia pensaba que era lesbiana.

Que no hable de chicos, no significa que no me gusten.

—Esto no va a quedar así Murphy. —Puse mucho apego en la imitación, pero aún así no salió como esperaba. La voz de Ethan —qunque lo intentase negar— era bastante inigualable.

—¿Y que paso después?

El interés que mostraba ante la conversación era admirable. Es decir. ¡Ni siquiera yo prestaba tanta atención viendo mi programa de televisión favorito!

—Se fue.

—¿Se fue?

—Si. Se fue.

—Este chico es raro... —Su frase se quedó suspendida en el aire. Me miró de una forma fugaz antes de continuar hablando y después, cruzó las piernas, una sobre la otra—. ¿Y que piensas hacer al respecto?

—Para empezar. Fuiste tú la que me empujó contra el coche. —No quise que sonase como reproche, pero de alguna forma lo hizo.

Supongo que una pequeña parte de mí estaba cansada de que todo el mundo me tratase como una marioneta a la que culpar, cuando nadie más quería asumir las consecuencias que acarreaban sus actos.

—Sí, respecto a eso... Lo siento, ¿vale? —El problema de la marioneta masoquista, es que siempre se sentía mal, cuando las personas que cometían el error, lo asumían por su cuenta. El problema de la marioneta es que prefería herirse a ella misma, antes de herir a los demás. Ya se lo dijo una vez su madre, «Amy, si sigues siendo tan manejable en la vida, vas a perder toda tu esencia como persona». Pero, ¿qué iba a hacer ella al respecto? No se puede cambiar la naturaleza del ser humano—. Era una broma, ¡no pensé en lo que podría salir mal!

El problema querida Thalia, es que los actos, siempre acarrean consecuencias. Por dios, ¡si esa es la trama del reality!

—Bueno, no importa... Total; el daño ya está hecho.

—¿Entonces, no vas a hacer nada?

—Supongo que no. Esta mañana ya ha quedado todo claro. —Me encogí de hombros—. Él ha dicho que si yo era sincera no pasaría nada.

Las cejas de Thalia se alzaron instintivamente.

—Pero técnicamente, tú no le has dicho la verdad... Y tampoco la mentira... Así que, ¿qué significa eso?

—¿Un silencio vale más que mil palabras?

La pregunta es retórica, lo que finalmente desencadena una retahíla de risas imparable. Sí, quizás me gane la vida como cómica algún día. Los estudios nunca han sido mi punto fuerte.

—Tienes que hablar con él. —La conversación de repente volvió a tornarse seria, e irremediablemente me entraron unas ganas tremendas de darle a Thalia un golpe sórdido en la cabeza.

¿Qué no entendía de la palabra, no?

—Claro... le digo, «oye Ethan, me siento incómoda por no hablar contigo desde hace 6 años ya que me ignoraste sin ninguna razón aparente; pero la cuestión es que, solo quería pedirte disculpas por desfigurarme la cara contra el espejo retrovisor detuvo coche. ¿Que como sucedió...? pues fue por la simple tontería de decirle algo grosero a mi amiga. Tu ya me entiendes. Suele pasarle a todo el mundo muy a menudo. A ti también, ¿verdad?»

«Y luego hago una pirueta y un salto olímpico. NO TE JODE» Mi ironía comenzaba a ser rebosantemente estúpida.

—Estaría bien. A mi me darías pena —dice con fingido afligimiento, mientras se pasa el dedo pulgar por la barbilla.

—Eh... ¿gracias? —digo al mismo tiempo que comienzo a buscar el pijama por los cajones del desorden.

Algún día me propondría dejar de ser desordenada. Algún día...

—Te lo digo en serio; es muy fácil. Te dejas caer en su casa como si nada y le pides disculpas. ¡Tú sola te complicas la vida!

—No es tan fácil como suena. Hace un montón de tiempo que no veo a sus padres, y que no le hago visitas rutinarias. ¿Quieres que me avergüenze a mí misma de una  forma tan patética?

«Eureka» Ni siquiera sabía si esa palabra se seguía utilizando. Pero bueno, ¿a quién le importa? Son mis pensamientos.

El pijama estaba debajo de la cama, junto a una caja de pizza mohosa.

Y sí, por si te lo estás preguntando las películas estadounidenses no exageran. Yo también guardo las cajas de pizza debajo de la cama, y escondo chocolate en el armario.

Thalia mira el pijama bañado en salsa barbacoa, y después me mira a mí. Parece que las órbitas de sus ojos, no tienen un movimiento fijo; solo alternan.

—Amy, si te sirve de consuelo, estoy segura de que no necesitas a nadie para avergonzarte. —Mientras que con una mano se tapa la nariz, con la otra coge el pijama y lo tira fuera de la habitación—. Tú sola eres suficiente para dejarte en evidencia.

«Já, já, já» pienso, poniendo los ojos en blanco.

Rebusco en los cajones un pijama alternativo, y después de contemplarlo por varios segundos, opto por usarlo. Total, nadie me ve por las noches. Mi realidad es triste, pero cierta.

Una risa.

Me giro, intentando no hacer mucho ruido por si mis padres están durmiendo, y después observo con la visión algo borrosa, como Thalia se mueve de un lado a otro sobre la cama, intentando no hacer más ruido del extrictamente necesario.

—¿Y bien? —cruzo los brazos de forma inexpresiva, y esto solo acentúa más, sus carcajadas.

—¿Y ese pijama? —Sus palabras son tan contundentes, que me hacen girarme sobre mis propios talones para observarme en el espejo.

Sé que seguramente no sea la vaca más bella de California, pero es mejor que ir desnuda. Además, ¡las manchas se llevan mucho esta temporada!

Thalia deja de reír a los pocos minutos, y antes de abandonar mi habitación, me da una nalgada, consiguiendo así que muja en respuesta. No sé qué es más estúpido; mi pijama o mi comportamiento.

—Muuuuy buenas noches —dice antes de largarse.

Aunque ha sido un chiste pésimo, no puedo evitar soltar una risa cómplice antes de que Thalia cierre la puerta.

—Buenas noches —Mi voz decae, a medida que me percato de lo sola que estoy—, supongo.

No tenía previsto quedarme a contemplar las vistas de enfrente, hasta que observo una silueta oscura moverse en círculos por toda la habitación. A pesar de que la persiana de la casa de los Rowling está totalmente elevada, solo tengo disponibilidad de visión de unos cinco centímetros, ya que la mía, está rozando casi con el alféizar de la ventana.

Los pasos de Ethan parecen apresurados; se estira los pelos de la nuca varias veces antes de apoyarse contra la pared, y después dirige la vista hacia mi habitación. Tengo miedo de que me haya captado espiando a hurtadillas, cuando recuerdo que la luz de mi habitación está apagada y que la única visión que puede tener de mí, son mis ojos. Relajo la respiración, y seguidamente él aparta la vista. Al menos, mi conciencia no se siente tan mal. Técnicamente solo estoy previendo que no le suceda nada malo. Parece alterado, podría encontrarse mal.

De repente, y sin tener la menor idea de lo que sucedería, se toca la parte trasera de la camiseta, y con un movimiento rápido, se la quita. La mandíbula se me descuelga al mismo tiempo que la camiseta cae al suelo, y con un movimiento rápido, me obligo a tragar sin que parezca un movimiento muy forzado.

¿Estoy presenciando un espectáculo de exhibicionismo?

Antes de que la conciencia me carcoma de nuevo por dentro, la persiana de su habitación me prohíbe la visibilidad, y toda la calle, que antes se veía levemente alumbrada por la luz de su habitación, se queda en una total y fría penumbra.

No me da tiempo a asimilar si quiera lo que está sucediendo a continuación cuando un ruido procedente de la casa de al lado, pone mis sentidos alerta. Vuelvo a agudizar la vista un poco más, y a diferencia de antes, mi mandíbula se descuelga, presa del pánico. Con rapidez, bajo la persiana, los pocos centímetros que son necesarios para que se mantenga opaca al exterior, y me meto entre las sábanas de la cama, deseando olvidar lo que acabo de presenciar.

No quiero creerlo; lo asocio a la falta de sueño, o a una alucinación por parte de la oscuridad; pero muy a mi pesar, estoy segura de lo que he visto. La pared se había hundido; la pared se había hundido específicamente con la forma de un puñetazo; más concretamente el puñetazo de mi vecino.

Mi habitación se había quedado totalmente a oscuras. Solo habitábamos en ella mis pensamientos y yo. Y una parte de ellos, asoció el comportamiento de Ethan, a una personalidad agresiva, exenta de amabilidad; y sin embargo la otra, se imaginó en el peor de los casos posibles.

Una posibilidad que no me atrevía a nombrar ni en mis propios pensamientos.

Cerré los ojos intentando que las pesadillas se convirtiesen en sueños, y allí, en la parte más irracional de mi memoria, el pensamiento innombrable y oculto, salió a flote.

«Ethan es un monstruo.»

Cuarto capítulo
[Editado y corregido]

Instagram: misspssychoo

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