El mensaje de los Siete [IyG...

By leyjbs

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En esta segunda parte del Intérprete y el Guardián: Luego de destruir "El Tratado de los Once", la Intérprete... More

Sinopsis
Reparto [Parte II]
Introducción
1. Formando Alianzas
2. Un trato con un licántropo
3. Fichas de ajedrez
4. Mentiras verdaderas
5. Deseo
6. Norashtom
7. Nerel [Prt. I]
7. Nerel [Prt. II]
8. Lyan de Tarlezi [Prt. I]
8. Lyan de Tarlezi [Prt. II]
9. Tres de Siete
10. Arteas [Prt. I]
10. Arteas [Prt. II]
11. Sangre soberana [Prt. I]
11. Sangre soberana [Prt. II]
12. Peones de Guerra [Parte I]
12. Peones de Guerra [Prt. II]
13. Un rey misericordioso
14. Veteranos contra novatos
15. Sangre y carne
16. Largos años de paz [Prt. I]
16. Largos años de paz [Prt. II]
17. En bandeja de oro
18. Ofrenda de guerra
19. Promesas rotas
20. El orbe de la muerte
21. La Batalla de las Bestias - El inicio
22. El precio de la traición [Prt. I]
22. El precio de la traición [Prt. II]
23. Lazos quebrantables [Prt. II]
24. La cosa más importante
25. La oscuridad prevalece
26. El mensaje de los siete
27. Rendición de cuentas [Prt. I]
27. Rendición de cuentas [Prt. II]
28. Polvo eres
29. Despedida
30. Sanalépolis
31. Tipos de hambre
32. El que todo lo posee
33. Verdad
Agradecimientos

23. Lazos quebrantables [Prt. I]

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By leyjbs

André se debatió en entrar o no al campo de tiro en el que se convirtió la salida de la ciudad de Voreskay. Con Alexander a su lado, consideró una posible emboscada aunque siendo dos, así intentaran parar las ballestas, no podrían evadir a los guardias que de seguro las estarían defendiendo. En definitiva era estorboso tenerlo cerca pues no podía actuar por su cuenta, necesitaba estar sola para detener la ráfaga de flechas que no dejaban pasar a nadie.

De repente, como si sus suplicas fueran escuchadas, en la lejanía, un fuego infernal sacó despavoridos a sus adversarios, uno anormal que no pertenecía a un dragón. Era como un manto de un rojo intenso cubriendo a los dragos que retrocedían clamando piedad, sacudiéndose desesperados, rogando que se extinguiera, cosa que nunca pasó.

Ante la nueva amenaza que puso en ventaja al Cuartel Murder, los soldados que quedaban del ejército de Transaleste trataron de evitar esas brasas que parecían provenir del mismísimo averno. Atónita, sin esperarlo del pelotón que dirigía, André contempló cómo sus hombres eran guiados por un guerrero inquebrantable que parecía hecho de piedra, con las manos envueltas en un fuego que no se extinguía, luciendo como una antorcha humana en una noche de vigilia, al frente de un séquito de feligreses que luchaban por la libertad, siendo él la luz en su sendero, la esperanza en su búsqueda de justicia.

La Intérprete presintió saber quién era, no obstante, tratándose del príncipe Drek Turner de Grant Nalber, era imposible que abandonara su reino ante la inminente guerra. El futuro rey era incapaz de abandonar a su pueblo por proteger la causa que ella encabezaba. No, ese sujeto no era él, se negaba a que lo fuera.

A su lado, Alexander, inmutable como aquel caballero de fuego que batallaba sin ser piadoso, tomó sus espadas a sabiendas de lo limitado que estaba en sus dones, sin concernir que luego quedaría débil por su sobreexposición elemental. Hizo brillar el filo de éstas de manera intensa y, de una zancada, como un relámpago se lanzó a combatir; André lo perdió de vista enseguida.

Las bajas eran evidentes en el suelo escarchado de blanco en aquellas invernales tierras, siendo el ejército drago el que más adornaba el tapete de sangre y cuerpos mutilados. Cada vez más se acercaban al fin de la batalla que dejaría a muchos sin un padre, hijo o hermano. Los muertos también eran considerables para el cuartel; de casi trecientos hombres quedaron más de cien, los más destacados. La tropa de novatos dragos no fue más que un desgaste, atrasando la victoria segura, debilitándolos ante el verdadero rival que aguardaba refugiado en la ciudad.

André observaba la contienda, demostraba que nada la afectaba, aunque por dentro quería desatar el resentimiento acumulado ante esa pelea injusta. Dando media vuelta, concentrándose esta vez en la entrada de la ciudad que pronto recuperaría, analizó su siguiente objetivo.

La batalla no dio tregua al cuartel quienes avanzaron más rápido, siendo ellos los que sacaban corriendo al enemigo o lo dejaban reducido a la humillación a todo aquel que no podía en su contra.

El caballero de fuego se adelantó, dejando atrás a quienes dirigía. Su objetivo era uno solo; sentía la presencia de André desde lejos, sabía que algo cambió. Sólo por ella dejó atrás su reino que tal vez correría peligro sin su presencia, estaba allí jugándose la vida por esa mujer que lo motivaba a sacar todo su potencial, por quien luchaba imparable en esa batalla.

Drek Turner solo fue a Grant Nalber a cerciorarse que su protector, Deseo, le informara de cualquier posible percance. Viajó a Borsgav como pudo, de allí a Voreskay cuando se enteró de que el ejército de La Rebelión atacaría las fronteras y que el Cuartel Murder estaría al frente de ello, llegando tarde a la batalla. Se mantuvo incognito entre la milicia de trecientos hombres, no quería destacar, pero ante la amenaza a la que se enfrentaba André, entró en acción. Sacó todo de sí para dar para terminar esa contienda, preocupándose cada vez que la veía al frente, siendo un escudo para el Cuartel Murder.

No fue la impaciencia lo que hizo que se valiera de su ardiente afinidad para matar con suma facilidad, reduciendo los cuerpos a cenizas; lo que hizo que tomara la iniciativa de dirigir a esos hombres fue ver a Alexander destacar entre ellos, estando siempre al lado de su protegida. Eso fue lo que de un momento a otro, entre el desgaste, entre tantas muertes que cobraba con su espada, su furia se acrecentara a tal punto de perder la compostura. Quería demostrar que era el digno Guardián de la Intérprete quien en ese instante se enfrentaba sola ante las flechas que lanzaban las siete ballestas que en hilera se posicionaron en la entrada de la ciudad, imposibilitando el acceso.

Una barrera invisible protegía a André; tanta era la energía que emanaba, que su rubia cabellera ondeaba, como si el viento la soplara; su rostro estaba fruncido, sus pasos se ralentizaron a medida que se acercaba a las ballestas. La lluvia de flechas que le impactaban, se convirtieron en finas partículas de polvo que la cegaban al golpear su cara. Caminó hasta llegar a la mitad del campo de tiro, sacando sus últimas fuerzas para arrodillarse de forma abrupta y golpear el suelo con todas sus fuerzas, causando una grieta que inició desde el punto de impacto hasta la artillería pesada.

Vio antes ese truco en Igor y lo replicó. La superficie se sacudió desconcertando a quienes custodiaban la salida. Bajo las ballestas, la tierra se abrió dando paso a unos picos de roca y hielo que las destrozaron, sin dejar con vida a quienes las activaron.

Manteniéndose consciente, André se cercioró de que la última ballesta fuera destruida. Dejó de tocar la superficie, cayendo sentada, permitiendo que la nieve refrescara sus fatigadas piernas. Sus párpados le pesaban al igual que la armadura que vestía. Su mente se perdía en las palabras que le dio su madre, recordando por qué estaba allí. Cerró los ojos, sacudió la cabeza, despejando el cansancio. Respiró profundo para retomar el aliento y procedió a ponerse de pie. No podía descansar, quedaba finalizar la absurda matanza que trajo un imbécil sediento de poder. Faltaba mucho en su camino en busca de evitar el fin y era ella la que debía hacerlo.

Inhaló hondo otra vez, calmando su cuerpo; marchó sin mirar atrás, olvidándose de la contienda que se libraba a sus espaldas. Enfocó a un soldado caído que aferraba un arco; se lo quitó con propiedad al igual que la flecha incrustada en su cabeza. Empuñó ambos implementos, dispuesta a no fallar.

Se hallaba en la salida de la ciudad; los dragos corrieron a refugiarse en las trincheras que rodeaban el ingreso, mirándola con recelo. Algunos se sorprendieron al saber que una jovencita no mayor a todos ellos ocasionó tal destrucción. Unos empuñaron sus arcos, listos para dispararle; André sólo sonrió sarcástica ante esa osada decisión. Sabía que antes de pararse ante ellos sería respalda, sospecha que se realizó cuando un fuego voraz, como escupido por un dragón, pasó por sus costados, ese misma llamarada roja invocada por ese soldado de fuego, reduciendo los sacos de arena y las barricadas de madera a cenizas.

Drek, más que irascible con ella, quedó perplejo porque se mandara sola, siendo el blanco perfecto. Se acercó, escoltado por algunos que admiraron su valentía, defendiéndolo de cualquier percance. El príncipe, portando una armadura igual a la de los demás, destacó entre sus acompañantes por su tamaño y porte imponente, digno de su linaje, parecido al de su padre. Encubierto por el yelmo que cubría su cabeza, vio entre la rendija de la careta la dorada cabellera de la mujer que le daba la espalda, empuñando entre las manos un arco y una flecha, lista para dar el disparo.

Frunciendo los labios en una fina línea, creyéndose un títere manejado por una siniestra joven, buscó el objetivo al que ella apuntaba, identificando esa inconfundible cabellera blanquecina del hombre que lo crio, convertido en un monstruo, torturando sin piedad a un hombre derrotado.

—No lo vayas a matar —le exigió a André.

—Solo lo detendré —explicó ella, viéndolo sobre su hombro.

Por un segundo se perdió en el esmeralda de sus ojos, dándole un vuelco en el estómago que lo dejó hecha un manojo de nervios, algo que no duró mucho debido a las circunstancias a las que se enfrentaba. Sonrió al saber que la protegía, que a pesar del gran compromiso que le juraba a su reino, resolvió estar en esa batalla junto a ella, jugándose también su cuello.

Se centró en su objetivo; no duraría mucho tensando la cuerda del arco para tirar esa flecha, ni tampoco el mantener con vida al prisionero que fue a buscar en Voreskay. Fijándose en Cornelius, tiró de una vez la saeta que frenó los pasos del viejo, dándole justo en el pecho. Hecho su cometido, así como se esfumó el proyectil de su arco también se fue su último aliento, volviendo a caer de rodillas al suelo.

Drek ante su evidente agotamiento, dejó de pelear, dándoles partida a los demás murder de atacar a los dragos que huían. Guardándose sus palabras se paró frente a André y se acuclilló a su altura, quitándose el casco que estorbaba su vista.

—Eres una imprudente.

Creyó que se toparía con ese característico semblante duro que parecía, formara un muro indestructible entre los dos, pero esta vez fue diferente. Notó preocupación detrás de esa severa mirada y esos labios algo fruncidos que querían emitir las palabras que sabía con certeza cuáles serían.

—Lo siento —murmuró, sonriéndole a medias, entrecerrando los ojos, echando la cabeza hacia atrás para mirar el cielo blanco sobre su cabeza, anhelando sentir el calor del sol detrás de tantas nubes.

Con tenerla tan cerca, el príncipe deseó por lo menos palpar su piel, rozar sus labios. Lucía tan frágil que aún le costaba creer que era una mujer que mataba con crueldad, olvidándose de preservar la vida. Aunque era justificable que actuara como lo hizo durante todo la batalla, aun no concebía que cambiara sus ideales.

—Hay que ir por Renart —comentó ella, bajando la mirada, apartando la serenidad para reflejar entereza.

No esperó recuperar fuerzas. Se puso de pie enseguida, sin flaquear o tambalearse, no había que perder más tiempo. Desenfundó la daga negra de su cinto mientras reparaba en Drek quien le seguía con la mirada, parándose a la par con ella.

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