14. Veteranos contra novatos

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De las campiñas de la ciudad de Voreskay se alzaban humaredas por las chimeneas gracias al fuego que daba calor al interior de cada hogar. La nieve adornaba cada superficie en la que se posaba volviendo blanco todo el paisaje; el invierno había llegado, era su décimo día y la gente se preparaba para afrontarlo.

Voreskay era una de las tantas ciudades fronterizas entre la provincia de Borsgav con la de Transaleste, ubicada muy al noroeste del continente. Para entrar a esa ciudad amurallada se debía pasar un ancho puente de piedra que por las nevadas no era seguro de transitar. Aparte, si se quería llegar por agua, el río que dividía las dos provincias era muy escabroso en época invernal debido a su congelamiento; los osados que se atrevieran a atravesarlo con un trineo o con sus propios pies, no salían bien librados.

Esta urbe era una de las tantas restauradas por los condes de Borsgav donde los licántropos y vampiros marginados eran restituidos, viviendo en secreto con el compromiso de no perturbar la paz. Había niños por parte de las familias de licántropos y aunque eran escasos, para los que podían tener uno era una bendición.

La población era un tanto peculiar pues los infrahumanos convivían con los meriortes tratando de llevar una vida normal y aunque a veces era extraño verlos andar sin abrigo que los cubriese o haciendo labores que para un humano eran arduas, sabían aparentar para no causar algún inconveniente. A pesar de lucir como una ciudad normal, ningún forastero se atrevía a durar más de un día allí, algo que los pobladores en parte agradecían pues preferían no verse liados en problemas de algún tipo por alguien ajeno a la comunidad.

Aun así, contaban con una guardia especializada contratada por la burguesía, que velaba por la seguridad, soldados que no servían para protegerla de la amenaza que se avecinaba...

La tarde caía sobre la ciudad, la gente no veía al sol ocultarse en el horizonte ya que la mayor parte del tiempo el cielo estaba copado de nubes, pero si sabían cuándo anochecía pues la temperatura bajaba, acompañada por penumbras. Las ventiscas de invierno resoplaban como eco en cada rincón y por un momento, se podía decir, traían clamores de guerra.

Se oía el golpeteo de los metales, los pasos consecutivos e imparables de una legión de hombres que se dirigía al puente del río Gerke que dividía la frontera. Era un ejército que portaba armaduras negras como el carbón, en su mayoría con hombreras que terminaban en pico, mostrando embebido un colmillo de dragón. Sus yelmos eran la réplica del cráneo de un reptil cuyas cuencas servían para que los soldados pudieran ver.

Más de cien hombres se aproximaban en tres hileras, sosteniendo una lanza y un escudo rectangular de cuerpo completo. Caminaban al mismo compás, tomando gallardía para lo que vendría; tras ellos estaba la caballería, esperando para proceder; mandaron a los novatos al frente para saber a qué amenaza atenerse.

No había árbol a la vista o vegetación que dificultará su llegada, al parecer Borsgav los esperaba de puertas abiertas pero de las cuales, tal vez la mayoría, no volvería a salir.

La primera línea se detuvo en las limitaciones del puente de quince metros de ancho, esperando la siguiente orden. Estaban en la frontera; al dar un paso fuera de su jurisdicción estarían firmando, sin saberlo, las consecuencias de su intromisión.

Un guerrero sobre un corcel de largo pelaje negro fue ante la primera fila de lanceros novatos, no portaba ningún arma a la vista, sólo su armadura que difería de las demás por su color rojizo; era musculoso, más grande que cualquiera en ese pelotón. Pasó rápido entre sus hombre y al estar frente a los novatos, parándose sobre el suelo del puente, tomó las riendas del caballo haciéndolo frenar para luego virar y encarar a su tropa.

—¡Soldados! —profirió. Su voz era gruesa, casi gutural—. ¡Hoy ha llegado lo que tanto esperamos! —Alzó su mano apuntando hacia el frente; el guantelete que la cubría mostraba unas largas garras como las de un ave de rapiña—. ¡Son ustedes los que se encargarán de darse una muerte digna! ¡Por su nación, por La Rebelión, por Transaleste!

El mensaje de los Siete [IyG II] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora