11. Sangre soberana [Prt. II]

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El agua era poco viable para un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, algo de lo que Leatitia era consciente, aun así se vio forzada a usarla como último recurso para defenderse. Se consideró en desventaja pero prefirió eso a que su ejército enfrentara a ese sujeto cuyos poderes desconocía.

El general se aproximó, blandiendo la espada en sentido vertical; al hacer contacto con el líquido escudo, en vez de chocar con éste lo atravesó, logrando por poco lastimar a Leatitia en el abdomen. La espada al tocar el agua se alargó, encendiéndose el acero al rojo vivo. La reina retrocedió cuando le apuntó directo al pecho; por poco la atravesó pero si le quemó la piel del brazo izquierdo con el cual mantenía el escudo.

De nuevo arremetió dando un mandoble horizontal, dividiendo el escudo en dos, esta vez sin darle tiempo de reaccionar. Le rasgó las ropas a la altura del abdomen provocándole un corte no muy profundo pero si doloroso. A pesar de ello, Leatitia mantuvo un semblante severo, no quería mostrarse débil. La sangre salía despacio por la cortada, manchando su pulcro vestido, algo a lo que no le prestó atención cuando Rivol volvió a arremeter.

El general la atacó sin darle espera, la reina evadía cada tajo con su escudo aunque fuera inútil. Se fatigó pero aguantó como pudo su diestro intento de volverla a lastimar, siendo una gota de sudor que se derramó por su sien el incentivo para que su contrincante decidiera matarla.

El sonido de los metales chocando la distrajo, al parecer se libraba una batalla afuera del salón, algo que la frustró bastante; invitó al diablo a su casa y no sabía cómo lidiar con él. Echó un vistazo alrededor para cerciorarse si alguien acudió a ayudarla, pero no vio a nadie.

Sosteniendo la espada con firmeza, Rivol embistió a una distraída mujer que lo eludió apartándose de su trayectoria. Valiéndose de su descuido, Leatitia lo tomó del brazo con ambas manos cuando la rebasó, desvaneciendo el escudo de agua que empapó los pies del general.

Percibió el músculo palpitante, sus pulsaciones y hasta la sangre que corría por sus venas, concentrándose en lo que haría a continuación. Apretó con fuerza sin perder más tiempo, estrujando su guantelete dorado, consiguiendo que el hombre soltara la espada. El general trató de zafarse pero su cuerpo se puso rígido, su cara quedó pálida tornándose luego morada, siendo el palpitar errático de su corazón lo que no dejaba que respirara con normalidad.

—¿Sabe, general, que el cuerpo está hecho en su mayoría de agua? —inquirió Leatitia, mirando con soberbia al sujeto que cayó de rodillas a sus pies.

Rivol intentó de hablar solo que el aire le comenzó a faltar. De sus oídos y boca salió sangre que se recogía deslizándose por su cuello, bajando por el brazo que la reina sostenía hasta llegar a las manos de ella, tiñéndolas de rojo.

—Mi facultad es manejar el agua en todas sus formas, incluida la de un ser vivo. Si quiero puedo transformarla, secarla o incluso darla en abundancia. Es por eso que soy soberana de Arteas, porque le di a mi reino la fuente de vida para salir de la sequía en la que los alquimistas la sometieron.

El rubio mercenario luchó pero apenas si pudo guardar el aliento. Estando a punto de desmayarse, tanteó el arma que se le cayó a unos cuantos centímetros, la afianzó de la empuñadura, transformándola en su forma original para luego, sin que lo previera, encajarla en el brazo a su aprehensora.

Leatitia retrocedió, liberándolo. El punzante dolor de la herida aunque estuvo a punto de doblegarla, no alcanzó para que perdiera la concentración. La sangre que le había robado aún se mantuvo en sus manos, recubriéndolas como un par guantes.

Rivol recobró sus fuerzas al igual que el color en su rostro, quedó agotado, sin embargo, eso no detuvo la ira que crecía en su interior. Con una mirada demoniaca, se irguió dando zancadas hacia esa insolente meriorte que se atrevió a desafiarlo.

El mensaje de los Siete [IyG II] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora