26. El mensaje de los siete

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No tenía palabras para reclamarle o preguntar por qué lo hizo, no tenía respuesta clara de su agresión. Se alejó lo suficiente para reponerse, pero el ardor al respirar no lo dejaba. Como pudo, mandó la mano hacia atrás para sacarse la espada de la espada. Se maldijo mentalmente al no usar su propia armadura en vez de ese vejestorio que llevaba puesto, al menos se hubiera salvado de dos peligrosas estocadas. Con una mano se quitó el inservible peto mientras con la otra sostenía su espada. Observando lo que Igor le hizo al príncipe, Cornelius rio de una forma tan cínica que por poco le colmó la paciencia.

—Se nota que no lo esperabas —mofó entre risas. El príncipe frunció los labios en una fina línea, manteniéndose a raya para no caer en otra trampa.

—Y tú tampoco verás lo que pasará ahora —comentó, sonriendo de media boca. Se quitó el peto, bajando la guardia, desconcertando a sus atacantes, dedicándose a curar con su don la herida en su pecho.

Igor al lado de Cornelius, cayó inconsciente al suelo, produciendo un sonido seco cuando su cuerpo se desplomó. A elementalista oscuro sus reflejos le sirvieron para esquivar una espada que por poco se le clavó en la cabeza.

André apareció a tiempo, asestándole un codazo en la nuca a su querido mentor. No estaba para nada contenta con lo que ese maldito la obligó a hacer. Por su furia, donde se suponía debía haber blanco en sus ojos, era de un tono negro y el iris era de un celeste chispeante, como si emanara electricidad. Esa mirada en André agarró desprevenido al viejo traidor quien, empleando el peso de su cuerpo y fuerza, la empujó hacia atrás, alejándola unos cuantos metros. La mirada que ella le dedicaba era tan pesada que tuvo esa sensación de cargar con un nudo en la garganta que no supo lidiar.

—¡Jamás vuelvas a usar a los míos para tus bajezas, jamás! —exclamó, enardecida. De una zancada se aproximó, sin darle tiempo de mediar un nuevo ataque. Ella dedujo que se aprovechó Igor, controlando su mente para que atacara al príncipe. ¿Qué otros secretos guardaba en su haber?

Una estocada tras otra, Cornelius bloqueó de una joven que no se detendría hasta verlo muerto. Se cegó tanto que se dejó influenciar por la magia del orbe negro que portaba en su fardo, perdiendo conciencia de sus actos cuando dijo esas últimas palabras.

Desde donde estaba, valiéndose de que la Intérprete lo relevó, el príncipe cicatrizó la herida que por fortuna resistió ya que fue a la altura de la clavícula. La sanó con lentitud, la espada lo atravesó de lado a lado, siendo un doloroso proceso de llevar a cabo, sensación que disuadió al estar pendiente de la pelea de André contra Cornelius. Sintió orgullo al verla luchar tan aguerrida; no necesitaba de nadie para combatir. El título de Guardián de la Intérprete fue un término mal dado, debiendo ser ella la guardiana de todos y de todo.

No obstante la admiración se volvió inquietud cuando de un momento a otro un aura oscura cubrió la delgada silueta de André. Su cabellera optó un aspecto más lúcido, como hilos de oro, su ropa ondeaba a la par con su cabello. El ambiente en los cielos se transformó, tornando más fría la nevada que caía. Aquello bastó para que Cornelius sonriera satisfecho, como si hubiera esperado por ese momento.

El primer pensamiento que se vino a la mente de Delax cuando descubrió que André era la Intérprete fue una pregunta: ¿cómo era posible que una simple lacaya fuera la portadora del libro dador de vida y destrucción? Sin embargo, eso era lo de menos en su búsqueda, lo que quería era eso que guardaba en su interior, que le daba los dones que contemplaba de primera mano.

El aura que emanaba el cuerpo de la joven bajó por sus pies para posarse sobre el suelo nevado alrededor. Drek no supo si era un recurso para acabar con su contrincante, mantuvo distancia por prevención, pero la neblina lo alcanzó, envolviendo sus pies, ralentizando sus pasos al punto de que sus grebas que pesaron toneladas, inmovilizándolo.

El mensaje de los Siete [IyG II] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora