Tras galopar toda la noche comenzó a despertar el sol. El soldado seguía sosteniendo las riendas con tan solo una mano. Me había acostumbrado a su pesada respiración sobre mi nuca. Tenía unos brazos fuertes y los mantenía tensos mientras galopábamos, alerta.
El sol proyectó su silueta sobre el suelo, lo cierto es que aún no le había visto la cara a la luz; sin embargo, no me atreví a girarme.
Tras un rato cabalgando, divisamos a lo lejos el castillo de mi tío, Cosetessey, cerca de Norwich.
No había pasado mucho tiempo desde que dejamos Great Yarmouth y yo ya echaba de menos la costa. Seguramente los franceses habrían atracado en la costa.
Estaba demasiado cansada si quiera para lamentarme de mi desgracia. Las puertas del castillo se abrieron de par en par y sobre un caballo blanco apareció mi tío Jean-Matthew .
No sabría cómo describir qué sentí cuando le vi; era una sensación extraña ver a mi tío, que era prácticamente igual que mi padre, solo que éste tenía el pelo ya de color grisáceo.
Sonrió amargamente al verme y bajó del caballo, los hombros del soldado se tensaron al ver a mi tío y suspiró con fuerza. Me giré para ver qué pasaba, sus labios rozaron mi mejilla y se apartó bruscamente.
- Lo siento.- susurré.
- No imporrta. - dijo con su marcado acento de antes.
- ¿Se encuentra bien?
- Sí. - dijo volviendo a su acento inglés.
- ¿Por qué cambias...?
- ¡Aylin! - gritó mi tio. - ¡Hija mía!¿Estás bien?
Se acercó a mí. Adan me tendió la mano y me ayudó a bajar del caballo. Mi tía también iba con él, ella sin embargo corría hacia mí.
Antes de que llegara, me giré a mirar al soldado; pero él apartó la mirada y apenas pude ver su rostro.
-¡Aylin Dios mío! ¿Estás bien?
El soldado se giró lentamente y me miró,sus ojos verde grisáceos me miraron como dos ojos salvajes y antes de que me diera tiempo a fijarme en su expresión, mi tía me abrazó.
Olía a rosas, lo que me recordó a mi madre. Ya la echaba de menos. Me acarició el pelo, lo que me hizo soltar un gemido. Intenté contener las lágrimas pero cuando se separó de mí y me vi sola otra vez, comencé a llorar.
- Volved al castillo. - dijo mi tío. Y se giró a mirarme, mi tía se disponía a abrazarme de nuevo pero el se adelantó.- Oh Dios mío, pobre de ti Aylin, siento no haber llegado a tiempo.
Me derrumbé en sus brazos y él me llevó al castillo, antes de entrar vi como el soldado se iba.
···
Aquella misma tarde, me reencontré con mis primos Robert y Catlin y mi vieja amiga Alison.
- Siento lo de tu familia .- me dijo Sohnia. Éramos amigas desde la infancia, sus padres vivían cerca de nosotros en un caserón en Great Yarmouth, pero hacía unos meses se mudaron a Norwich para cuidar de su madre, que había caído enferma.
- Gracias. ¿Y tu madre?
- Mejor, gracias- me respondió.- Aylin.
-¿Sí?
Se paró y se giró a mirarme. El viento removió su pelo rubio.
- ¿Quién era con el que venías?
Me quedé quieta, aquella pregunta me sorprendió. Sohnia seguía siendo una pícara.
- Nunca cambiarás ¿Verdad? Siempre fijándote en todo...
Ella sonrió dulcemente.
- Cierto, pero no era por eso por lo que te lo preguntaba.
- ¿En serio?¿Y por qué entonces?
- No sé. Me sonaba su cara.
- ¿En serio?
- Si. Aunque si hubiera visto a alguien tan atractivo no me olvidaría de su nombre creo yo.
- Seguro que no... Oye, no parecía como si fuera.. Un, no sé un guerrero, no sé como explicarme, tenía algo diferente de los demás. No sé.
- Oh veo que tú también te has fijado. - dijo con sarcasmo.
- Si estaba lleno de sangre y barro. -dije. Ella me miró divertida.- Oh, déjalo.
- ¡Aylin! ¡Qué bien que estés aquí! - dijo Robert desde el otro lado del patio. Robert era un joven atractivo que rompía muchos corazones sin apenas planteárselo aunque a veces, se pasaba de ligón. Aunque a diferencia de algunos de sus amigos, era un caballero con las damas. Era alto y tenía el pelo marrón, como mi padre y los ojos azules de su madre.
Se acercó a abrazarme. Le quería tanto como a mi hermano. De pequeños éramos una piña. Al abrazarlo, me sentí como en casa.
- Hueles muy bien.- dijo.
- Sí eso es de correr por el bosque. - dije con penuria.
Robert se rió y se apartó de mí, me sonrió con amargura. Me tocó la narzi como si aún fuera una cría.
- Siempre tan salvaje.- respondió. Aquello me hizo reír. - siento lo de tus padres.
-Gracias, Robby.
- Hola Alison .- la saludó.
- Hola Rob.
- He de irme chicas, Catlin está dentro, ahora vendrá.
Tan pronto como apareció se fue, detrás de él. Catlin apareció corriendo por el patio gritando mi nombre. Al abrazarme casi me tiró al suelo.
- Lo siento, lo siento, siento tanto lo de tu familia. - me dijo con tristeza.
-Gracias prima.
- Estás llena de flores silvestres. Deberías peinarte.
- Vale. Es de correr por el bosque.
- Oye, ¿Cómo es que ibas a caballo con un soldado?
Miré a Sohnia y luego a Catlin.
- ¿Tú también?
- ¿Yo también qué?
- Nada. Mi caballo estaba herido y no había suficientes.
- ¿Verdad que era atractivo?
-¿Quién?- preguntó Catlin.
- El caballo.- respondí. Alison y yo nos reímos. Catlin nos miró con extrañeza y luego se rió.
- Bueno, no le he visto mucho, no parecía muy inglés y estaba un poco sucio pero parecía muy atractivo.
- Madre mía vosotras dos siempre a lo vuestro.
- Ojalá estuvieras aquí en otras circunstancias.
- Sí. Ojalá.
·····
Tras varios días en el castillo con lo que se había convertido en mi nueva familia.
Algunas noches lloraba, pero cada vez lo hacía menos.
Pasaba el día con Catlin y algunas mañanas con Alison. Por las tardes me iba a pasear sola y a veces, lo hacía con Robert.
Dos semanas más tarde, mi tío Jean- Matthew y mi tía Anne nos convocaron a Robert, Catlin y a mí. Alison estaba con Catlin y conmigo así que se vino con nosotras.
Abrimos la puerta del amplio comedor, mi tío mostraba una expresión sombría; mi tía parecía mareada.
- ¿Ocurre algo?- preguntó Robert.
- Sentaos.
Ninguno lo hizo. Alison consiente de que trataba de algo importante se dispuso a dejar la habitación.
-Alison, querida, quédate. Esto también te concierne; tu padre ha apoyado esta decisión.
-¿Qué decisión?- pregunté.
- Nos vamos a Escocia. - sentenció mi tío.
-¡¿Qué?! - gritamos yo y Robert a la vez. Alison y Catlin siempre fueron más cortadas.
- Nos vamos a Escocia , ya habéis oído.
- ¿Pero por qué? ¡Eso está lleno de rebeldes!
- Por eso mismo hijo mío. Nuestras tierras peligran.
No hacía ni dos semanas que había llegado al castillo y ya me iba; justo cuando comenzaba a acostumbrarme.
- ¿Pero no tenemos a nadie ahí padre?- preguntó Catlin.
- Sí pero no ejerce suficiente presión. Los que están allí no son yo, sólo yo puedo defender mis tierras y controlar a los campesinos y lores escoceses.
-No entiendo.- dijo Alison.
-Debemos ir para calmar a los dichosos Lords escoceses para que no se piensen que los ingleses somos unos blandos.
- Padre...
- Los escoceses comienzan a alzarse contra nosotros.- dijo mi tío.
- Dios mío.- dijo Catlin.
- Nos vamos en dos días. Deberías ir a preparar vuestras cosas.