• Un mes antes •
Después del bombazo de la oficial regencia de mi hermano y mío, creí poder respirar tranquila. Jared y yo nos mirábamos de pie en el altar como si nos hubieran quitado una losa enorme de los hombros mientras los presentes en la catedral murmuraban sobre lo que iba a pasar.
¿Iba a haber boda o no?
Ni yo misma lo sabía.
Estaba literalmente de pie en altar a punto de casarme, pero nadie me decía si íbamos a seguir adelante o no con ella. Me temblaban las manos y todo.
—La Corte ha tenido la inesperada decisión de posponer la unión en matrimonio entre la princesa Scarlett Fitzgerald y el príncipe Jared Wright hasta nuevo aviso. Me disculpo por todas las inconveniencias y la confusión del momento que esto pueda causar—aclara Liam desde el micrófono.
Mis piernas perdieron fuerza y caí sentada en las escaleras del altar. Al fin pude soltar un respiro hondo desde el fondo de mi ser.
Habían pospuesto la boda. No me iba a casar aquel día.
Volvía a ser libre... de alguna manera.
Miré instintivamente a Jared que tenía la misma reacción de alivio en la cara, y por una vez nos contuvimos la mirada por varios segundos. Parecía como si de repente se instaurara silencio entre nosotros, y él me ayudó a levantarme tendiéndome la mano. Lo cogí.
—¿Entonces no hay luna de miel?—bromeó en mi oído.
Me reí.
—Me temo que tendremos que esperar.
*****
Los días siguientes a la no-boda fueron caóticos. No encontré palabras que pudieran describir exactamente cómo fueron esos días, pero sé que no he atendido a más reuniones en esos días en toda mi vida. Me parecía una exageración: estaban intentando cambiarlo todo. Leyes, constitución, tipo de Gobierno... Era una locura.
Pero sin duda, la cosa que más me sorprendió fue que propusieron derrogar la ley que decía que las Princesas de Euresis no podían acceder al trono a menos que estuvieran casadas. La mitad de la Corte se opuso, pero había una parte con fuerza que quería modernizar las leyes y la Realeza en sí y estaban muy bien puestos con aquella propuesta. Mentiría si no salté de la emoción en cuanto Liam me lo chivó... pero era la realidad. Al menos eso significaba que había una posibilidad de no casarme tan joven para coronarme.
La situación con los Bowyars estaban controladas. Iba a haber un juicio contra los que firmaron seguir con ellos, y se iba a llevar a cabo vía la justicia.
Prácticamente la paz (o al menos, temporal) reinaba en Euresis.
Se me pasaban millones de cosas en la cabeza, cosas como qué diría mi padre (aunque en teoría no lo fuera, lo seguiría considerando como tal), Leith, si hubiera vivido lo suficiente como para ver al país sin guerra civil de nuevo. Me lo imaginé diciendo algo como ¡Qué Dios nos bendiga, ya era hora! y mi madre Grace lo abrazaría, y me abrazaría también y prepararía una comida especial con nuestras comidas favoritas. Y probablemente las cosas no serían como estaban en ese momento.
La Paz reinaba en mi país. Pero en mi corazón no. Estaba sola; seguía estando sola de alguna manera.
Las únicas personas con las que quería celebrar aquel acontecimiento ya no estaban. Hacía mucho tiempo que ya se habían ido. Marchado. Que me habían sido arrebatados.
De alguna manera me dolía el hecho de que ellos no estuviesen en el alza de Euresis. Ellos soñaban con ello, mi padre sobre todo. Una vez en uno de los refugios en los que estábamos me contó sobre lo que fue Euresis en sus años de oro, y cómo él estaba seguro de que íbamos a volver a vivir aquella época en cuanto todo eso acabase.
—Espero que viva para contarlo—dijo en tono de broma.
Y de repente aquella frase me inundó como una marea negra y lúgubre. Leith Miller no vivió para contarlo. Murió meses después de decir aquello, muy lejos aún de ese sueño; de esa utopía en la que él firmemente creía.
La guerra me había arrebatado a mis padres, y por mucho que hubiera acabado al fin, la Paz no me iba a traer de vuelta a los pilares de mi vida.
Esa, era la realidad para mí.
Total, comencé una etapa de rabieta que no me podía aguantar nadie. Estaba decaída y siempre a la defensiva con todo el mundo, lo pagué con el personal del Castillo siendo borde y arisca, lo pagué con Liam. Dejé de ver a Jared y de hablar con Stella por un tiempo.
La situación de Steve no mejoró las cosas. Seguía sin despertar, y ya estaban cuestionándome si desconectarlo de las máquinas que prácticamente lo mantenían con vida. Yo quería creer que él iba a despertar, pero me lo estaba poniendo difícil. Nadie creía que lo iba a conseguir.
La cosa era que no quería perder a otro ser querido más. No lo quería perder como hice con mis padres. Me sentía culpable por el hecho de haber huido cuando me lo dijeron, cuando podría haberme quedado con ellos, así al menos habríamos muerto juntos. Sé que aspiraba a mucho más que una vida normal, pero siempre me sentí culpable al salir corriendo.
Así que cuando los doctores me dijeron que lo mejor era desconectarlo, me negué. Tomé la decisión de seguir manteniéndolo, a pesar de que me dijeran que era inútil esperar más. Desconectarlo significaba correr, huir.
No iba a hacer eso una segunda vez.
*****
—¿Vacaciones?—repetí.
Cerré el libro que ojeaba en el alféizar de mi habitación. Me di la vuelta para mirar a Stella, que fue la que me comunicó las supuestas buenas noticias.
—Me estás diciendo que esta noche partimos para irnos de vacaciones—repetí en tono incrédulo.
—¡Oh vamos, Scarlett! ¿Cuánto hace que no tienes vacaciones? Te vendrá genial y...
Me alejé del alféizar y me crucé de brazos.
—No. No quiero irme de vacaciones. Esto es absurdo—alcé los brazos y con la expresión de hartura en la cara—. Nunca he tenido vacaciones. No sé lo que se siente estar en uno. Y menos quiero irme teniendo al país como está. ¿Estás loca?
Stella suspiró exhausta y se acercó más a mí.
—Son sólo tres días—me aseguró y me cogió de las manos—. Realmente el ambiente en Palacio es deprimente, y el personal y la Corte ha notado tu humor de perros y han decidido pasarlo por alto y premiarte con unas vacaciones, ¿no te parece ni un poco tentador?
—No cuando Steve está peleando por su vida.
—Los mejores médicos están ocupándose de él—insistió—. No le van a quitar ojo de encima. Además, si despierta, serás la primera en saberlo, que no te quepa duda.
—Despertará—le corregí.
—Yo también lo espero.
Ella parpadeó mientras ponía una expresión de corderito degollado. Lo tomé en cuenta. Eran sólo tres días, ¿qué mal podía ocurrir?
—Supongo que tendré que ir...
Stella soltó un gritito y me abrazó mientras daba saltos y no paraba de dar vueltas.
—¡Gracias, gracias, gracias!
*****
Supuse que mi respuesta no dependía realmente de mí misma, ya que aceptara o no, la maleta la tenía preparada.
Bajé las escaleras principales que daban hasta el gran salón, donde encontré a Liam y a Jared conversando tranquilamente. Viéndolos así, parecían adolescentes normales y corrientes y no unas figuras importantes de un país entero.
—No te veo muy entusiasmada a pesar de que sean vacaciones—soltó Liam y yo lo fulminé con la mirada.
—¿Dónde vamos de todos modos?—pregunté desviando el tema.
Stella bajó las escaleras, corriendo y con ilusión mientras sonreía abiertamente.
—A una de las maravillosas islas de Filipinas—contestó con orgullo.
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¡Hola!
Espero que os haya gustado el primer capítulo. En esta secuela van a haber saltos de tiempo, pero no os preocupéis porque pondré cada vez que haya uno para no causar confusiones.
¡Muchas gracias por la acogida a esta secuela! Espero que también la sigáis como lo hicistéis con el primer libro y que os guste mucho.
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