El mensaje de los Siete [IyG...

By leyjbs

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En esta segunda parte del Intérprete y el Guardián: Luego de destruir "El Tratado de los Once", la Intérprete... More

Sinopsis
Reparto [Parte II]
Introducción
2. Un trato con un licántropo
3. Fichas de ajedrez
4. Mentiras verdaderas
5. Deseo
6. Norashtom
7. Nerel [Prt. I]
7. Nerel [Prt. II]
8. Lyan de Tarlezi [Prt. I]
8. Lyan de Tarlezi [Prt. II]
9. Tres de Siete
10. Arteas [Prt. I]
10. Arteas [Prt. II]
11. Sangre soberana [Prt. I]
11. Sangre soberana [Prt. II]
12. Peones de Guerra [Parte I]
12. Peones de Guerra [Prt. II]
13. Un rey misericordioso
14. Veteranos contra novatos
15. Sangre y carne
16. Largos años de paz [Prt. I]
16. Largos años de paz [Prt. II]
17. En bandeja de oro
18. Ofrenda de guerra
19. Promesas rotas
20. El orbe de la muerte
21. La Batalla de las Bestias - El inicio
22. El precio de la traición [Prt. I]
22. El precio de la traición [Prt. II]
23. Lazos quebrantables [Prt. I]
23. Lazos quebrantables [Prt. II]
24. La cosa más importante
25. La oscuridad prevalece
26. El mensaje de los siete
27. Rendición de cuentas [Prt. I]
27. Rendición de cuentas [Prt. II]
28. Polvo eres
29. Despedida
30. Sanalépolis
31. Tipos de hambre
32. El que todo lo posee
33. Verdad
Agradecimientos

1. Formando Alianzas

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By leyjbs

Las casualidades son tantas que siempre se llega a donde todo comenzó. Las confusiones siempre llevarán a la más acertada de las posibilidades y nunca te detienes a pensar que lo que se busca está más cerca de lo que se cree.

Tantos deseos ambiciosos terminan destruyendo lo que con gran esfuerzo se forja y lo que miles de generaciones preservaron, siendo las palabras algo efímero que se va con el más leve soplo. Dicen que la noche es más oscura antes del amanecer pero ésta parecía tan perpetua que no daba claridad de ideas. Las dudas siempre están latentes, se mantienen ahí, al frente de los caminos a tomar, colmando de incertidumbre las futuras decisiones. ¿Qué hacer cuando todo el peso del mundo recae en ti? ¿Cómo actuar cuando sabes que cada movimiento que hagas será peor que el anterior? ¿Qué es lo menos que se puede hacer para mitigar la guerra que se avecina?

La mente es un lugar tan infinito pero a la vez tan vacío; por muchas soluciones que se busquen, siempre suelen ser las más desesperadas, sobre todo cuando el problema es tan grande que abarca no una nación sino el mundo entero.

Entre la oscuridad y el silencio un individuo se puede sentir tan solo, pero André no; podría durar días, semanas, hasta meses entre la penumbra, estudiando, meditando su entorno, analizando su situación. Amaba la soledad, estar sumida en ella, pasar desapercibida. Cómo añoraba esos tiempos donde su vida era tan sencilla, donde sólo se preocupaba por comer, dormir y no recibir una reprimenda.

Escapaba de vez en cuando de tanta intolerancia y apariencias. El bosque era su hogar, se la vivía recorriendo cada centímetro de él, llenando sus pulmones de aire fresco, sus pies descalzos tocando el césped cubierto de rocío, su piel brillando producto del sudor.

En medio del bosque quería vivir, lejos de Wanhander, lejos de las reglas y misiones, siendo una ermitaña; esa era la buena vida que disfrutaría cuando el asunto del Intérprete y el Guardián se esclareciera, pediría su liberación ya que prácticamente era una esclava sometida a los mandatos de Cornelius y luego, sólo con la ropa que llevaba puesta se iría, lejos de las reglas, lejos de los odiosos nobles, lejos de Drek...

La perturbaba, pensó muchas veces esa situación de dejarlo, pero se recordaba que la diferencia entre ellos era abismal, ni en sus más lejanos sueños él la vería con los mismos ojos de antes, cuando no les importaban las clases o las absurdas tradiciones. Se convencía que estaría en buenas manos si se casaba con la princesa Evereth, hace poco, cuando su vida era la de un simple soldado que seguía órdenes.

Ahora, ¿qué haría? ¿Echarse atrás y de verdad irse, o enfrentar la realidad?

Estando en aquel espacio en penumbras, oliendo el polvo de la roca destrozada, escuchando la agitada respiración del hombre cuyo odio le profesaba a ella, era lo único que la mantenía cuerda. Quería fingir que lo que hizo no era verdad, pero sus memorias se lo impedían. Era real, no estaba soñando ni tampoco alucinando, esa era su realidad, esas eran sus acciones y esa fue su decisión, ya no había vuelta atrás. Meditó si fue necesario destruir lo que mantendría a Wanhander y en especial a Drek a salvo, lejos de perecer ante cualquier guerra y se convenció de que fue lo mejor. Por su madre, por la familia que nunca conoció lo hacía.

Tenía deseos, por primera vez en su vida los anhelaba con ahínco, su espíritu era más aguerrido. No era el libro en su interior, era algo más, como si la necesidad de vengar a los suyos fuera lo único que la motivaba. Perdió lo que le hacía sonreír, creer ferviente que todo cambiaría para bien y que los perpetradores algún día reaccionarían por su mal obrar. Perdió ese sentimiento de protección hacia quienes quería y cuidaba. Perdió su fe y con ella su esperanza, su alegría, su amor, esa emoción que irradiaba su rostro cada vez que sonreía, cada que luchaba sin motivo alguno más que el de ayudar a los demás. Perdió todo y ganó algo peor.

Ganó el poder, la supremacía, la soberbia que le faltaba, el deseo del cual no era capaz de gozar porque siempre pensaba más en los demás; ganó la solución a sus problemas. Ahora empezaría a mover las fichas para iniciar el juego, ya tenía claro su primer objetivo.

En ese momento, cuando percibía la energía inmensa de comenzar con su jugada, profirió las palabras que le dolieron con toda el alma.

—¿Estás conmigo o en mi contra, Drek?

Declaró la guerra, destrozó El Tratado de los Once, lo que mantenía a Wanhander a salvo de amenaza y ahora quería formar una alianza a costa de qué. La fortaleza estaría a merced de los lobos, de los reinos vecinos; así se hubieran formado alianzas o treguas con ellos, se podían romper con un chasquido de dedos.

Con un odio que no sabía cuándo acabaría, con un desasosiego inmenso y con la desilusión que le nubló el pensamiento, Drek Turner se levantó del suelo polvoriento. Temblaba de cólera, su espalda se encendió en fuego, tenía una cresta en llamas sobre su espina dorsal. Sus ojos de un característico color esmeralda perdieron su encanto reflejando un hondo hueco. Apretó la quijada, los dientes pareciera que en cualquier momento se iban a desportillar. Miraba, gracias a la luz que producía su ardiente afinidad, el destello celeste de esa mirada que ahora con la mayor frialdad lo percibía, vislumbrando el brillo dorado de los cabellos de aquella mujer de la que por primera vez sintió tocar el cielo y por la que ahora, presentía, viviría un infierno.

—Debí suponerlo, soy un imbécil —siseó apretando los puños. Sus rígidos músculos se apreciaron a través de la camisa rojiza que portaba, por la presión que ejercía para contenerse. Su voz era grave, temblorosa, llena de rencor.

—Responde —espetó André. Su expresión era neutral, no había emoción alguna.

Esa sola palabra le hirvió la sangre. ¿Cómo podía ser tan cínica, tan fría, como si fuera sencillo conseguir aliados?

—¿Esto es lo que planeabas con esos murders? ¡Responde! —gritó, enardecido, intentando mantener compostura pero le era imposible, menos con esa delicada situación. Sus manos y paulatinamente sus brazos se encendieron en fuego.

André no se alteró, algo que lo dejó desconcertado. Ella no se comportaba así, ¿qué diablos le pasaba?

—Esto lo hago por mi cuenta —respondió. Bajó la vista de momento; no pudo sostener esa mirada intensa del príncipe, le afectó que estuviera así por su culpa. Suspiró al encararlo.

Drek respiraba cada vez más agitado, no sabía cuándo iba a perder el control. Dio zancadas hacia ella, la tomó por el cuello de su camisa y la alzó, sin quitarle los ojos de encima.

—¡¿Qué diablos te pasa?! ¡¿Te das cuenta de la magnitud del daño?! ¡¿Por qué lo hiciste?! ¡Dímelo, dímelo ya!

Ella lo evadió de nuevo; sentía el vaivén de su cuerpo por la brusca sacudida, fue algo de un segundo. Con el corazón comprimido, pudo apenas decir:

—Lo hago por ti.

Drek la soltó de inmediato; quedó sin habla, esas palabras le sellaron la boca, apagando sus llamas, dando paso a la profunda oscuridad. El silencio entre ellos parecía inacabable, sólo se escuchaban pasos que iban y venían, acompañados de la sofocada respiración del príncipe a causa de la desesperación.

La Intérprete con un ademán encendió las antorchas del pasillo. Se asombró al ver a Drek caminando de un lado a otro, con la cabeza gacha; estaba furioso, no sabía con quién desquitarse.

—Por mí —exaltó, señalándose a sí mismo, aun caminando con los ojos fijos al suelo—. Provocar una guerra lo haces, ¡por mí!

Levantó la vista, clavándola en André.

Ella podría demostrar toda la firmeza en ese preciso instante donde sus miradas chocaron, pero sabía que le temía. Cambió en su forma de actuar, pero sus gestos los leía fácil. Seguía siendo la misma insegura de siempre, aunque sus palabras dijeran lo contrario.

—Tenías a un traidor como consejero —alegó ella—, pensabas casarte bajo una trampa...

—¡No me vengas con eso! —la interrumpió, ofuscado.

—¿Sabes la clase de persona con la que te ibas a desposar? —reprochó, mirándolo desafiante—. ¿Siquiera sabes sus intenciones?

—¡Las sé! —Volvió a interrumpirla, casi gritando. Sus miradas chocaron, parecía que en cualquier momento se batirían a duelo—, y al menos ella no me llevaría a una guerra.

Ahora era André a la que el enfado consumía; frunció los labios por la frustración contenida, se sonrojó por el enojo que poco a poco se colaba en su pensar.

—Ahora la imbécil soy yo —bramó furiosa—. Sacrificando... —Calló; cerró los ojos, de inmediato le dio la espalda—. ¿Estás conmigo o en mi contra? —siseó, viendo por encima del hombro al hombre fornido de cabellera castaña y ojos esmeralda cautivadores que reflejaban dureza.

Otra vez insistiendo. ¿Qué quería demostrar? Drek, irritado, dio el último paso que lo acercó a ella. Elevó las manos hacia sus hombros pero se detuvo a unos milímetros; apretó los puños, bajó los brazos enseguida, previniéndose de tocarla justo a tiempo.

No podía dañarla, algo en lo más profundo del pecho se lo impedía. Cerró los ojos en un intento de calmarse, inhalando el dulce aroma que emanaba la joven a la cual rebasaba por veinte centímetros de estatura.

—¿Esa es tu solución a todo esto?

El cálido aliento de Drek golpeó su cabellera, provocándole un escalofrío en la nuca donde cerró los ojos, algo que no duró mucho. Rápido se giró a verlo; sus miradas de nuevo se cruzaron, desafiantes una ante la otra.

—¿Ves otra solución? —ironizó, sonriendo de medio lado. El príncipe frunció los labios al igual que su ceño.

Después de todo, ¿qué podía esperar? No había otra solución ante la destrucción descabellada que ocasionó. Por lo menos, teniéndola de su lado era una considerable arma en batalla, una difícil de aniquilar.

—Si —contestó, siendo mordaz.

La expresión de André fue de victoria, sonrió con calidez, con esa bella expresión que la caracterizaba. Molesto, Drek la evadió; detestaba esa hermosura que irradiaba pues lo invitaba a olvidar lo malo solo para tenerla a su lado.

—Ahora, ¿cuál es tu plan? —musitó, embravecido, no porque se mofara por aceptar esa propuesta, sino porque no dejaba de verla con deseo.

—Tienes que avisar a la guardia de que Cornelius no puede entrar a Wanhander, hay que evitar que entre aquí.

Se detuvo, desvío la mirada a un lado al igual que él, lo que le pediría a continuación no sería sencillo. Sin dejar de lado su disgusto por la situación de la que automáticamente se hizo partícipe, Drek se cruzó de brazos, a la espera de lo que le diría.

—Continúa —pidió, severo. Ella no se atrevió a observarlo, suspiró con desgana y prosiguió.

—Necesito traer al Cuartel Murder a Wanhander.

—No —bramó furioso—. ¡Eso no!

—Los necesito, tanto como tú resguardas a Wanhander. Necesito que estén a salvo, son personas igual de inocentes ante las fechorías de Cornelius. —Trató de explicar, aunque era consciente que no se lo permitiría.

—¡Son traidores, asesinos! Ellos mataron a mi padre. No lo permitiré —exaltó, furibundo, no cambiaría de opinión ni aunque se lo pidiera de rodillas.

André suspiró, desalentada, no conseguiría nada ante su terquedad. Caminó a un lado para rebasarlo y alejarse, yendo al final del pasillo.

—¿A dónde vas? —reclamó el príncipe pero no prestó atención.

Con la paciencia nula se fue a trote hasta alcanzarla, la tomó del brazo pero ella jaló con fuerza soltándose de su agarre.

—¿A dónde carajos vas, André?

La Intérprete se detuvo; mandó la cabeza hacia atrás, dejando que su rubia cabellera que le llegaba hasta los hombros, cayera por su espalda.

—Si no puedo cuidar de ellos aquí, será mejor buscar en dónde. No puedo dejar a Natalie, Thomas y a Igor solos —explicó más tranquila.

Retomó la marcha, Drek esta vez la siguió, ubicándose a su lado. Anduvieron en completo silencio, saliendo del pasillo donde se efectuaba el Consejo de las Once Provincias Místicas. Llegando al final, se toparon con un muro que obstaculizaba el trayecto. André colocó la mano sobre éste, acto que hizo que se abriera como una puerta, permitiendo el paso a unas crípticas escaleras que subían en espiral.

Ascendieron hasta arribar a la superficie de un prado amplio, desgastado su verde pasto por la temporada otoñal. El frío no era mucho pero si suficiente para que André cayera en cuenta que no era un sueño lo que pasó.

Los dos distinguieron a la distancia un carruaje arrastrado por dos caballos negros frente a la entrada del imponente castillo de Wanhander a la espera de ser atendido, precisamente, por el príncipe.

André se resintió, sabía quién estaba en esa carroza. Si se quedaba provocaría la primera disputa dentro de la fortaleza y no quería perjudicar a nadie. No conocía la magnitud de sus dones ni cuánto daño podía causar. De inmediato se volvió hacia Drek.

—Me iré —comunicó con parquedad.

Desconcertado, el príncipe la miró con un ápice de preocupación.

—No me dejarás con esto solo, acabas de declarar la guerra —reclamó, aunque en el fondo ocultaba esa ansiedad de retenerla para tenerla consigo.

—Tengo que formar alianzas y frenar a Borsgav para evitar que proclamen una guerra contra Wanhander. No puedo quedarme sólo protegiendo un reino.

Drek frunció por completo el rostro; esa mujer sacaba lo peor de él y lo frustrante era que no podía hacer nada por contradecirla pues tenía la razón y el poder de evitar ese enfrentamiento.

—Sé que me odias, luego de todo... —La Intérprete desvío la inquisidora mirada del príncipe. Se sonrojó al recordar el instante, minutos antes de llegar a Wanhander, ese beso que por poco le hizo proclamar a Drek como su Guardián definitivo, algo que no podía decidir pero que si tuviera el poder lo hubiese hecho.

Él también lo percibió, no supo cómo pero un calor creciente en su pecho lo sobrecogió. ¿Cómo podía concebir lo que ella sentía? ¿Cómo podía si no eran nada? Era a medias su Guardián; no estaba seguro de serlo, aun sabiendo que parte de sus sentimientos pertenecían a otro hombre.

—Me tengo que ir —murmuró para luego enfocarlo, otra vez tentándolo, tanto sus sentimientos como su furia—. Te las arreglarás bien solo, pero una cosa más te pido. —Hizo una pausa esperando una protesta de su parte. Al sólo toparse con su esquiva actitud, prosiguió—. Aléjate de Evereth hasta que vuelva.

La petición lo desconcertó en lo absoluto; si era un ataque de celos o lo que fuera, le hizo pensar que después de todo, si sentía algo por él.

—¿Por qué tengo que hacerte caso? —reclamó, fingiendo estar molesto, aunque por dentro la satisfacción creciente quería evidenciarse con una sonrisa orgullosa.

Dando largas a aquella pregunta, André le dio la espalda. Levantó su mano y trazó con un dedo un círculo en el aire frente a ella, uno que se fue contorneando gracias a una nube que apareció. El círculo se amplió hasta crear un óvalo de su misma altura, en el centro de éste se formó espejo que los reflejaba.

—No me ignores, André, responde —reprochó Drek—. ¿Esta es otra de tus descabelladas artimañas? ¿Por qué tengo que alejarme de ella?

Quería escucharlo de su boca, que le dijera que tenía celos de Evereth, que volvería a Wanhander para ser algo más que su calvario. La aludida suspiró, lo miró de reojo por encima del hombro.

—Porque ella es el enemigo.

André no esperó alegato alguno, atravesó el portal que creó, dejando atrás a un príncipe confundido.

Con las palabras en la boca, Drek vio como el portal se desvanecía para luego dar paso a la figura de una bella doncella con un vestido blanco, de cabello negro ondulado que corría hacia él.

—¡Drek, mi príncipe! —exclamó Evereth a la distancia.

¿Qué iba a hacer? No sabía ni a quién creer. Pasmado recibió a la princesa, sintiendo gélido ese abrazo que no llenaba sus expectativas. Se sentía vacío; André se fue, cosa que no quiso. Por alguna razón tuvo unas ganas inmensas de estar a su lado en ese momento.

—¿Te pasa algo? —preguntó Evereth, alzando la mirada para fijarse en el distraído hombre que tenía la vista perdida en el horizonte.

Al entrar en razón, Drek la observó con recelo. La separó, tomándola por los hombros.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó siendo altanero, demostrando su hastío al tenerla cerca, actitud que la princesa pasó por alto.

—Le dije a mi padre que mi deber es estar con mi futuro rey —respondió, apoyando la frente en su hombro.

Drek la separó de nuevo esta vez de forma brusca, ignorando su gesto dolido. Fue hacia la muralla del castillo donde varios soldados hacían guardia.

—Se puede saber, ¿qué pasa? —inquirió, afligida, no le gustaba que fuera tan severo con ella, cosa que casi siempre pasaba.

—Estamos en guerra. —Fue lo único que dijo, dejando atónita a Evereth quien paró en seco su marcha.

•••

¡Hola, meriortes!

¡Volvimos con la aventura! Este segundo libro les aviso está cargado de mucha acción, la trama se vuelve un poco más compleja pues aparecerán nuevos personajes y conocerán parte de Los Siete (los old lectores entenderán).

Así que bueno, espero disfruten esta segunda parte de IyG. Procuraré no dejar tantas notas al final de los capítulos así que solo aviso que no hay fijos días de actualización, en lo posible les traeré un cap por semana, si no es que más. 

En fin, me despido y como siempre digo: 

¡Saludos y gracias por leer!

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