El ladrón de mi diario.

By Jacksom

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¿Qué pasaría si te robasen tu diario donde apuntas todos tus pensamientos, tus ilusiones, tus secretos oscuro... More

El ladrón de mi diario.
Persecución
La casa del ladrón.
Cambio de papeles.
Solución y más problemas.
Tarde de niñera
Viernes
Planes para el finde
Celos
¿Calma?
Reencuentro
Carretera de lluvia
Confesiones entre suspiros de desastre.
Heridas, literalmente.
Aventuras en el hopital
Vuelta a la normalidad
Demoledor de corazones.
¿Olvido?
Los sueños son buenos, las pesadillas no tanto.
Despierta.
Todo fluye
Cotidiano
Situaciones
Aléjate.
Confusión.
Pause
¿Y si..?
No todo está perdido
Gracias
La canción
Entre miradas y sonrisas.
Romeo y Julieta
Fiesta de cumpleaños.
Esté donde esté.
Campo de béisbol.
Mi mundo.
Si yo no puedo...

Amor dicen que se llama.

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By Jacksom

Laia POV: 

Que Evelyn chillara en mi oído un lunes por la mañana agitando un papel en mi cara cuando yo aún me estaba despertando no era una buena manera de empezar la semana. Intenté seguir andando en línea recta hacia el gimnasio, la única clase que compartíamos  Gabriel, Evelyn, Ross y yo. ¿A quien se le había ocurrido poner educación física un lunes a primera? Suspiré, al menos Evelyn estaba viniendo a gimnasia y parecía contenta. Era un gran paso. Guardamos nuestras bolsas en una taquilla y Evelyn siguió parloteando a mi lado. Mi mente aún trabajaba en un dibujo que había dejado a medias el día anterior en el que aparecía mi madre. Era una de las pocas personas que podía dibujar de memoria y había decidido practicar un rato, pero me había frustrado con los tonos. No me quedaba blanco y sin blanco poco podía hacer. Pintar al óleo era divertido pero requería material, espacio y luz, cosas que se habían ido yendo en el pequeño taller que montaba a veces en el garaje, cuando mi madre estaba demasiado ocupada como para decirme algo, o simplemente no estaba.

Nos sentamos en las gradas con otro grupito de gente.

— ¿Entonces que te parece ? — preguntó Evelyn.

Sabía que había estado hablando sobre una excursión multiaventura que realizaba el centro pero no estaba demasiado animada.

— No sé Evelyn, multiaventura no es mucho lo mío.—

— Ya sé que hay un pasaje del terror pero pensaba que ya lo tenías superado ¿No?—

Le lancé una mirada furibunda. Sabía que no lo tenía superado. Desde que hace unos años me arrastraron a una casa encantada tengo pánico a lugares así.

— Todavía me acuerdo que te agarraste a Gabriel como si te fuese la vida en ello y que chillaste un montón—

Gabriel apareció detrás de mi y se sentó a mi lado con Ross detrás.

— ¿ Estáis hablando de la casa encantada de primero? —

—¡Sí! ¿Ves? Fue un hecho memorable —

Gabriel se volvió hacia Ross para explicarle.

— Aquí donde la ves, Laia tiene miedo, no que digo, tiene pánico verdadero a las casas encantadas, a los pasajes del terror y demás cosas parecidas. Es como una fobia —

Rodé los ojos.

— No fue para tanto — comenté intentando quitarle hierro al asunto— Además también tenía miedo porque eran pasillos muy estrechos. Ya sabes que tengo bastante claustrofobia. —

— Ufff, no me lo recuerdes— suspiró Evelyn— me acuerdo la última vez que te dio un ataque. ¿Por qué no puedes tener miedos  normales como los míos?—

Gabriel enarcó una ceja.

— Y esos son...—

— Yo solo tengo miedo al profesor de matemáticas y a los deportes en los que se sude—

— Pues estás a punto de enfrentarte a uno de tus grandes miedos. Rugby. Un deporte donde, créeme, se suda mucho—

Nos giramos a ver como el entrenador arrastraba una red llena de balones de rugby y me estremecí. Puede que yo también tenga un poco de pánico a algunos deportes. Sobretodo si tenía que jugar con los brutos del instituto.

Una hora después Evelyn se quejaba en el vestuario indignada.

— No puedo creer que nos hagan pasar por esto ¿Has visto tu moratón?— dijo señalando a la mancha morada que se empezaba a formar en mi hombro— y el entrenador ha dicho que eran cosas que pasan ¿Pero como se atreve?—

—No te preocupes, no me duele demasiado. Además es normal que sucedan estas cosas en este tipo de deportes, aunque te doy toda la razón sobre que ojalá nos librásemos. Ha habido gente un poco bruta. Solo es una clase de educación física, no veo por qué tienen que tomárselo tan en serio. —

—Bueno, si lo miramos por el lado bueno— dijo Evelyn— así nos preparamos para la excursión multiaventura. — Rodé los ojos mientras me ponía de nuevo mi camiseta normal. — Tú imagínatelo, dos días, una noche, dándolo todo, haciendo puenting, rafting, escalada y ¡quien sabe qué más aventuras!—

—Evelyn. No voy a ir a la excursión multiaventura. No es lo mío.—

—¡Ohh vamos! Sabes que te voy a estar insistiendo hasta que digas que sí—

—Buena suerte con eso— dije mientras salíamos del vestuario. 

Unas horas después no aguantaba más. Evelyn se había tomado muy en serio lo de insistirme y no pude agradecer más que llegase la hora del club de teatro y que ella se escabullese al de fotografía. Además era el momento del día en el que podía estar con Ross tranquilamente, sobretodo si luego me llevaba a casa, algo que se había convertido en nuestra pequeña rutina. Puede que no le dejase recogerme todas las mañanas, pero no me podía resistir a pasar tiempo con él tras un largo y agotador día. Llegué por la parte de atrás del teatro, apareciendo entre las butacas rojas que tan cómodas me parecían y según fui avanzando me percaté de que parecían estar discutiendo. Localicé a Ross a un lado apoyado contra una pared, escuchando un tanto incómodo. 

Dejé mi bolsa en uno de los primeros asientos junto con mi chaqueta y me acerqué a Ross. 

—Hola— dije sonriéndo.

Él se enderezó y me saludó, sonriendo con los ojos. Desde la noche de la fiesta estaba empezando a ver el lado vulnerable de Ross y quería asegurarme de que todo estaba bien. Las palabras de su madre aún rebotaban por mi cabeza haciéndome sentir que Ross me necesitaba. 

—¿Todo bien por aquí?— pregunté echando una ojeada al escenario donde parecía que estaba el foco del problema. 

— Están discutiendo por alguna movida, pero parece que no se ponen de acuerdo y la señora Kass no aparece por ninguna parte—

—Yo me encargo— contesté sonriente. 

Estar en el club de teatro y estar con Ross siempre me ponían de buen humor y me llenaban de energías así que no iba a permitir que un pequeño conflicto me parase los pies. 

Subí al escenario con decisión por la pequeña escalerilla y dejé que mis botas resonasen en el suelo con fuerza, aún así tuve que alzar la voz para que me escuchasen. 

—¡Chicos! ¡Chicos! ¿¡Se puede saber qué pasa para que os estéis gritando en mitad del escenario en vez de preparar las cosas del ensayo?!— todos callaron agachando la cabeza y me crucé de brazos — ¿Max?—

El aludido levantó la vista del suelo con un respingo y me contestó. 

— El grupo encargado de los decorados ya han empezado y han dejado aquí, en el escenario las cosas a medio empezar. Dicen que no lo pueden mover hasta que no esté seco y nosotros no podemos usar el escenario en su totalidad.—

— De todas formas no tenemos otro lugar donde moverlo. Vais a tener que ensayar con los decorados en el escenario— dijo otra chica.

Max rodó los ojos.

—No podemos ensayar si tenemos todas las entradas ocupadas por proyectos de balcones y decorados que abultan tanto. Es imposible. —

—Está bien— dije yo parando la discusión— Está claro que si hoy no se pueden mover tendremos que adaptarnos. Creo que seremos capaces de tener un ensayo con los decorados a un lado. Habrá que buscarles otro lugar de todas formas porque a parte de que aquí nos impiden ensayar con normalidad, sufren más riesgos de que se estropeen o se rompan. ¿Todos de acuerdo? —

Mis compañeros asintieron y murmuraron en aprobación y yo suspiré. Parecía que era todo lo que iba a sacar de ellos de momento.

— ¿Hay algún problema Laia? — dijo la señora Kass apareciendo por la derecha del escenario.

Parpadeé sorprendida preguntándome cuanto tiempo llevaría ahí.
— No— contesté— Después del ensayo hay que trasladar los decorados a otro sitio, pero es todo—

La señora Kass nos escrutó con la mirada y finalmente la apartó dejando escapar un suspiro de alivio de mis compañeros.

— Vamos a empezar. ¡Julieta! Ven aquí, ¿Donde está Romeo? —

Vi como Ross se acercaba a nosotros a paso ligero. La señora Kass se remangó las mangas y supe que iba a ser un ensayo intenso.

Tres cuartos de hora después todavía no había ensayado ningún fragmento y no podía quedarme quieta. Ross se revolvía unas butacas más allá. Él tampoco había salido apenas a escena, solo un par de veces para pequeñas escenas sin demasiada importancia.
Repasé mi guión de nuevo hojeándolo. Aún no lo había leído entero y tampoco había memorizado nada importante. Me revolví de nuevo escrutando a una chica que hacía de dama de compañía y que se moría de los nervios aunque apenas tenía tres frases. Mi móvil vibró y leí el mensaje de Evelyn sobre ir a multiaventura. Rodé los ojos y guardé de nuevo el móvil en el bolso con furia. Empezaba a asimilar que hoy me tiraría todo el ensayo sin hacer nada cuando la señora Kass me llamó.

Me levanté de un bote de la butaca y prácticamente corrí hacia el escenario. Ross también subió y el resto de personas bajó para sentarse.
— Bien chicos. Vamos a empezar con una escena muy importante. No quiero deciros mucho. Página 146.  Podéis leer el principio mientras intentamos acomodar las luces. — dijo la señora Kass.

Asentí y busqué la página emocionada. Me encantaba poder actuar por fin.

Un micro se encendió en el teatro y la voz de Max resonó en la sala.

— Probando... probando... bien parece que funciona... Laia, colocate en tu sitio para que pueda dirigir el foco—

Me coloqué y miré hacia arriba donde se suponía que estaba el control.

— Bien, puedes seguir leyendo el guión, pero ehh... ¿puedes dejar de dar saltitos de emoción? Necesito que no te muevas tanto—

Sentí como se me subían los colores a las mejillas sobretodo cuando me vi acompañada por un coro de risas. Ross sonreía a mi lado divertido y no pude evitar una pequeña sonrisa también.

— ¿Estás nerviosa? — me preguntó.
— Emocionada, más bien. Pensé que podría ensayar mucho antes—

— Eso es parte del plan señorita Hudson— dijo la señora Kass— Maxwell, ¡luces!—

Un gran foco nos iluminó las caras. Ross parecía un tanto incómodo.

— A ver como sale— susurró la señora Kass alejándose.

Me centré en el texto y ambos comenzamos a recitar. Me sorprendió lo explícitas que eran las acotaciones. Al parecer era una escena en la que Romeo corteja a Julieta y ella cae ante sus ecantos me dije leyendo "Julieta le mira sensualmente" . Mi mente lo procesó antes que yo misma y cuando me quise dar cuenta estaba haciendo eso mismo. Ross me miró sorprendido pero por suerte eso se parecía bastante a "Romeo intenta ocultar su sorpresa y toma de la mano a Julieta"

Me estremecí levemente cuando los dedos de Ros tocaron mi mano delicadamente.
Sentí la tensión del público cuando Ross apartó con la mayor naturalidad un mechón de pelo de mi rostro, demasiado cerca. Ambos ladeamos la cabeza para leer la siguiente frase: " Romeo besa a Julieta delicadamente. Es un beso donde se pueden apreciar sus verdaderos sentimientos"
Casi pude escuchar como Ross inspiraba fuertemente y me miraba confundido al mismo tiempo que mi corazón daba un bote.

De repente fui consciente de todo el mundo sentado en los asientos, incluida la señora Kass, fui consciente del foco, de Max tras el foco y sobretodo de que ese iba a ser nuestro primer beso. En público. Mi corazón decidió perder los nervios mientras Ross acortaba la pequeña distancia entre nosotros, aún con su  mano sobre la mía  sus dedos sobre mi mejilla. Cerré los ojos. Una parte de mi realmente quería que sucediese pero me alegré cuando la voz de la señora Kass se alzó entre nosotros haciéndonos pegar un respingo a ambos, separándonos.

— ¡Debería haber sonado la música hace mucho! ¿Maxwell?—

El foco hizo un movimiento extraño como si Max se hubiese sobresaltado y pude percibir como el pequeño público que teníamos dejaba escapar el aliento que había estado conteniendo.

— Lo siento señora Kass, nos hemos ehh... distraído por aquí arriba—

Se escucharon unas risitas rápidamente silenciadas por la señora Kass.

— Se acabó el ensayo. Laia, Ross, quedaros un momento—

Todos empezaron a recoger sus cosas armando un leve barullo mientras la señora Kass subía al escenario.

— Bien chicos. La escena iba muy bien, nos teníais a todos conteniendo el aliento, pero el final... ¿qué ha pasado? ¿Laia?—

Parpedeé nerviosa y me apresuré a contestar. 

— Bueno, no sé... creo que simplemente no estabamos... mentalizados para... el beso—

Noté como Ross pegaba un leve respingo a mi lado. 

— Quizá sea que todavía no os conocéis... parece que hay química entre vosotros, quizá si cogieseis un poco de confianza...—

— Oh, no es eso, señorita Kass, nosotros nos conocemos, tenemos el mismo grupo de amigos por así decirlo— comenté enrollándome un mechón de pelo en el dedo. 

— Entiendo— la profesora de teatro se nos quedó mirando unos momentos y sentí como Ross se revolvía nervioso. — Quizá ese sea el problema. Entiendo que pueda ser incómodo interpretar a los dos más grandes y apasionados amantes de todos los tiempos siendo amigos... pero la obra requiere de varios besos y necesito que lo clavéis, es el momento en el que el público suspira, se emociona, se cree vuestro amor— señaló apuntándonos con un dedo.— Si eso sale mal, la obra sale mal ¿entendéis?—

Asentí nerviosa. 

— Quizá solo necesitáis... práctica. Mirad chicos, no sé como decir esto sin que suene mal, pero cuanto más besas a alguien más cómodo te sientes con la situación y os sería más sencillo interpretar a Romeo y Julieta, ¿enendéis lo que os estoy diciendo?—

La miré algo confusa. Ella suspiró y agitó una mano en el aire

—Solo os sugiero que quedéis para interpretar esta escena, para ensayar y sentiros cómodos con besaros en público. ¿De acuerdo? —

Asentimos y la señora Kass se alejó farfullando algo. 

— ¿Qué acaba de pasar?— preguntó Ross alborotándose el pelo.

—Emm... no estoy muy segura. Creo que la señora Kass quiere que ensayemos esta escena a solas— "Incluyendo el final" pensé para mi misma.

Ross asintió lentamente y luego recogió sus cosas. 

— ¿Te llevo a casa?— me preguntó

—Tengo que pasar por el club de fotografía primero, Evelyn me ha dicho que era algo que se tenía que hacer sin falta—

— Te acompaño—

Nos dirigimos hacia el otro edificio prácticamente en silencio quizá cada uno pensando en nuestros propios asuntos. Cuando nos fuimos acercando por el pasillo desierto de la aún más desierta última planta se empezaron a escuchar algunos gritos y comencé a preocuparme. Los chicos nunca habían discutido, pero  habían pasado años desde que yo había abandonado el club y estaba claro que los chicos habían crecido y cambiado. Ross me miró significativamente y aceleramos el paso. Abrí la puerta con suavidad y abrí la boca para saludar, pero ningún sonido salió de ella. Karina ni si quiera se percató de nuestra presencia porque le estaba chillando a Ernest que la miraba furioso desde el otro lado. Ross chocó contra mi espalda de lo súbitamente que me había parado y reaccioné acercándome a Karina. Se volvió furiosa hacia mi y su expresión se suavizó cuando me reconoció.

—¿Que está pasando?— pregunté calmadamente.

Divisé a Evelyn y a Lena en un rincón con cara disgustada. No había ni rastro de Oliver por ninguna parte. Karina se cruzó de brazos con una mueca y lanzó una mirada asesina a Ernest.

— Simplemente ya no puedo más. No entiendo por qué está aquí si lo único que sabe hacer es molestar y estropear las cosas.—

Noté la furia de su voz, pero supe que no lo decía en serio, sin embargo Ernest perdió el color del rostro.

— Sólo estropeas las cosas— susurró Karina con voz débil.

Se dio media vuelta soltando un sollozo y salió corriendo de la sala esquivándonos a mi y a Ross.

Se hizo el silencio en toda la sala y finalmente Evelyn se acercó a mi.

—Laia, a lo mejor deberías ir a buscarla—

Negué con la cabeza.

—Karina estará bien— clavé mi mirada en Ernest que estaba parado allí con la cabeza agachada, como si le hubiesen dado la peor noticia del mundo. Me acerqué a él para sorpresa de todos y hablé en voz baja.

—¿ Estás bien?—

Él negó con la cabeza. Parecía que le habían absorbido toda la vitalidad que solía tener.

—¿Por qué se ha enfadado tanto Karina?—

— Encendí la luz de la cámara oscura sin querer mientras revelaba unas fotos— murmuró— pero no es solo eso. Parece que cuando estoy aquí no paro de meter la pata. Suelto más barbaridades que de costumbre, se me resbalan las cosas de las manos y no me puedo concentrar en lo que hago.— soltó un suspiro apenado.

— Quizá deberías hablar con Karina y decirle lo que sientes y bueno, explicarle lo otro también—

Él alzó la vista sorprendido.

—¿ Cómo lo sabes? Lo que siento me refiero—

Me percaté de la nota de angustia de su voz.

— Ya lo sabía desde antes. Sé que te apuntaste al club solo para estar con ella. ¿Cuántos años llevas ocultandolo?—

— A ella le gusta Oliver— soltó con desprecio.

También lo intuía. Sin embargo sabía que Karina no tenía muchas posibilidades con Oliver, era un chico demasiado reservado.

— Quizá deberías empezar a hablándole de lo otro. — hice una pausa, quizá llamarlo lo otro no era lo más correcto— ya sabes, tu ADHD. — lo murmuré suavemente.

Él pareció incluso más sorprendido que antes.

—¿Cómo lo sabes? — preguntó anonadado.— No es que lo vaya escondiendo a muchas personas pero tampoco recuerdo haberlo hablado nunca en el club con nadie. —

— Ernest. Te conozco y sé lo que te pasa. Sé que cuando no nos escuchas no es tu culpa, sé que no te puedes estar quieto y que tus ideas son las más originales—

— E inviables— añadió él con una media sonrisa.

Sonreí.

—Creo que deberías hablarlo con ella, explicárselo. Hacerle saber cómo te sientes. Creo que lo entenderá y empezará a tratarte distinto—

—No quiero que me trate distinto— hizo una pausa.— Bueno, sí, pero no de esa forma.

— Es un  punto de comienzo. No te va a tratar de ninguna manera extraña, solo te va a comprender. Creo que merece la pena intentarlo—

Él suspiró.

— Odio que siempre tengas razón listilla— dijo volviéndo a hace muchos años.

Salió de la sala con paso firme pero con la cabeza agachada y sonreí levemente. Tenía el presentimiento de que lo iban a poder arreglar.

Lena dejó salir un gran suspiro de alivio y se dejó caer en una silla con lo que a mi me pareció un gesto demasiado dramático para alguien de su edad.

— Pensé que se iban a matar el uno al otro— murmuró.

Evelyn y Ross se acercaron despacio. Evelyn parecía abatida.

—¿Que hacemos ahora?—

—No creo que tarden mucho en solucionarlo—

—De todas formas tenemos que hacer muchas cosas y necesitamos a Karina. Mañana se tiene que publicar un reportaje  que vamos a poner en la pared principal y las fotos se han estropeado—

— ¿De qué era el reportaje? —

— De un monumento que se ha inaugurado en la playa de Las sirenas—

Estaba a unos cuantos kilómetros, pero se podía llegar relativamente pronto.

—Quizá se pueda ir a hacer las fotos de nuevo—

— Tú eres la única que sabe manejar una cámara de los que estamos aquí—

— Y yo el único que tiene coche— intervino Ross— Puedo llevarte—

Me volví a mirarle asombrada y él se encogió de hombros como si hablase de qué quiere de cena en vez de recorrer unos cientos de kilómetros para hacer fotos.

— ¿Estás seguro? Quiero decir, seguro que tienes miles de cosas que hacer y está un poco lejos. No quiero molestarte—

— Tú nunca me molestas— dijo él como si nada— Deberíamos salir ya antes de que se haga de noche. —

Ross POV:

Miré de reojo desde el asiento del conductor como Laia revisaba unas notas hechas a mano sobre el artículo y las fotos en sí. Habíamos agarrado un plano de carreteras, los abrigos y la cámara y nos habíamos puesto en marcha. Se tardaba unos cincuenta minutos en ir y otros cincuenta en volver, pero no me importaba en absoluto.

Laia cambió la canción distraidamente mientras daba la vuelta a otra hoja estudiando las anotaciones. Devolví la vista al frente recordando el momento en el que la señora Kass había pensado que nos besariamos en público. Por una parte no me hubiese importado pero también habría sido increíblemente incómodo. Por un momento me permití volver a aquella sensación de incertidumbre y tranquilidad al mismo tiempo pero se desvaneció rápidamente y me concentré en el volante. Suspiré, aquella sensación de querer besarla se estaba haciendo insoportable, pero había una parte de duda que persistía

. Aunque había intentado ocultarlo por todos los medios Laia había conseguido adentrarse en mi pasado, en mis debilidades. Había podido dislumbrar una parte de mi que quería enterrada para siempre y tenía miedo. Miedo de que se diese cuenta de lo horrible que es ese pedacito  de mi alma. Miedo a que se apartase de mi y peor. Miedo a hacerla daño. Me estremecí apretando las manos en el volante y negué con la cabeza reprimiendo el sentimiento de ansiedad y tratando de sacudirme esas ideas. Había cambiado. Laia no se merecía salir con alguien como el antiguo Ross, pero había dejado esa etapa atras. Lo repetí mentalmente para convencerme. Era distinto. Quizá este Ross si que se mereciese una oportunidad. Quizás podía permitirme mantener algo de esperanza. Me giré a echarle un vistazo y giró la vista para mirarme también. Me sonrió cálidamente y sentí como ese pequeño nudo se deshacía. Centré la vista de nuevo en la carretera. Podía permitirme disfrutar.

Un rato más tarde estábamos en una pequeña cala de arena tostada. El mar estaba tranquilo y había salido el sol. Laia bajó del coche emocionada e inspiramos juntos una gran bocanada de aire salado. Nos sonreimos complices. Dejamos los abrigos en el coche y Laia cogió la funda de la cámara y se la colgó al hombro.

—Es un sitio precioso— suspiró ella sacando la cámara.
Tomó la primera foto desde donde estábamos. Se podía ver toda la cala incluyendo el monumento que debía ser el pequeño edificio con forma de cúpula  construido dentro del mar y unido a la costa por una pasarela con una barandilla blanca. El edificio era como un mirador construido en mármol blanco haciendo que se reflejase la luz del sol.
Avanzamos hasta la arena que se aplastaba bajo nuestros pies.

—Me encanta este sitio— dijo Laia mientras andábamos.— Sé que apenas llevamos cinco minutos pero es demasiado bonito—

Sonreí a su lado, mientras su hombro chocaba con el mío suavemente.

— Es el mar— le contesté— tiene ese efecto en los artistas.—

Laia rió mientras el viento agitaba su pelo.

Ella tomó varias fotos por aquí y por allá mientras yo la observaba a ella o al suave movimiento de las olas. Cerré los ojos y dejé que el sol me acariciase la cara. Concentré mi mente en el ruido de las olas y dejé que mis pensamientos vagaran en blanco. Abandoné toda la tensión que había sentido en el coche, que había sentido en la fiesta y simplemente me relajé. Hacía demasiado tiempo que no me relajaba.

De repente sonó un pequeño clic cerca mía y abrí los ojos. Laia miraba la foto que me acababa de hacer con una sonrisa más que satisfactoria. Se acercó a enseñarmela sonriente. Miré la foto con asombro. Parecía otra persona. El pelo salía revuelto por el viento y tenía una pequeña sonrisa que jamás había visto antes. Detrás de mi salía el pequeño monumento y el mar lanzaba destellos. Era una foto que transmitía paz. Jamás pensé que pudiera transmitir eso. Sonreí ampliamente.

—Es una foto genial—
— Las mejores fotos son las que salen al natural—

Enarqué una ceja.

— Está comprobado científicamente— me dijo sonriendo.

Sonreí de vuelta. Una vez más me dejé atrapar en su sonrisa. Aquello debía significar algo definitivamente.

Laia POV:

Aquel sitio era espectacular. No podía evitar sonreír cada vez que notaba la suavidad del mar y la fresucra del aire. Parecía un mini universo para nosotros.

Nos dirigimos al monumento e hice una foto al paseo que llevaba hasta el mirador. Era tan estrecho que sentía la presencia de Ross muy cercana.

Le miré de reojo. Había estado muy callado todo el viaje, pero parecía gustarle estar aquí. De hecho presentía que no sería la última vez que regresasemos. El sonido del mar parecía aportar a Ross la tranquilidad que a veces le faltaba. Suspiré  mirando las fotos que había hecho. Eran muy buenas. El sitio era genial y más genial aún era estar con Ross.

Llegamos a la entradita del mirador. Tenía forma circular y el techo se cerraba en forma se cúpula. En las paredes había arcos con florituras que dejaban ver el mar y el horizonte. Una pareja mayor estaba sentada en uno de los banquitos que había cercanos a los arcos y nos sonrió cuando nos vió llegar. Sonreí de vuelta ampliamente y cogí la cámara. Nos asomamos a uno de los arcos. Se veía todo azul. El horizonte se perdía en el mar y no se veía la costa. Tomé un par de fotos mientas Ross se asomaba a disfrutar de las vistas.

La pareja se levantó para marcharse cuando la señora se acercó.

—¿Queréis que os hagamos una foto juntos?—

Miré a Ross interrogante y se encogió de hombros.

— Muchas gracias, sería genial— contesté entrenándole la cámara.
Su marido se acercó a observar mientras le explicaba por donde tenía que mirar y cuál era el botón. La señora asintió y se preparó y yo corrí brevemente hasta situarme al lado de Ross con el mar a nuestras espaldas.

Ross pasó un brazo por mi cintura atrayendome hacia él con decisión. Aquello me sorprendió bastante. Le miré de reojo. Tenía la expresión serena. La mujer nos pidió que sonriesemos y ambos lo hicimos. Sentía el brazo de Ross fuerte manteniendome cerca del calor que desprendía.

La cámara disparó la foto y yo me acerqué a recogerla y a despedirme de la pareja. Miré la foto sorprendida de que hubiese salido tan bien. El mar relucía de fondo y nuestras caras lo hacían de felicidad. Parecía que nos conocíamos desde hacía mucho tiempo. Parecía que nos complementabamos bien. Sentí una cálida sensación en el corazón.

—Déjame sacarte una foto a ti— dijo Ross, de repente a mi lado.

Cuando me quise dar cuenta tenía la cámara en sus manos con la cinta alrededor del cuello.
Sonreí.

— Está bien. Sólo tienes que mirar por el agujerito y pulsar este botón.— le dije tal y como le había explicado a la señora. Obviamente había muchas otras cosas que se podían hacer, pero aquello era lo básico.

—¿Dónde quieres que me ponga?—

— No importa, sólo necesito que estés sonriente—

Justo cuando le estaba mirando y sonriendo de camino al arco disparó la foto.

— Ya está— dijo él.

— Pero si no me ha dado tiempo...—

—Las mejores fotos salen al natural—  dijo él quitándose la cámara del cuello y dedicandome esa media sonrisa suya.
Guardó  la cámara en la funda  y la dejó en el banquito.
Nos asomamos juntos para ver el paisaje. Era perfecto. Sentir a Ross a mi lado me resultaba reconfortante. Me encontré desviando mi vista a él continuamente y al final le observé detenidamente de perfil. Se le marcaba la línea de la mandíbula y podía ver sus largas pestañas enmarcar sus ojos que parecían dorados a la luz del sol. El viento jugaba con su pelo y lo revolvía a su antojo.
Inspiré una gran bocanada de aire salado y dejé que mis pulmones se vaciaran progresivamente. No sé cuanto tiempo pasamos así. Simplemente en silencio, sin más sonidos que el del oleaje. Era una de estas veces en las que las palabras sobran, una de estas veces en las que simplemente con una mirada te puedes entender. Al cabo de un rato noté cómo el viento empezaba a hacerse más frío y me estremecí.

—Quizá deberíamos volver— comenté despegandome del pequeño balcón.

Dentro de la cúpula el viento era más cálido.

Ross se dio la vuelta lentamente. Pasé la vista por su expresión sosegada, el pelo revuelto y los ojos brillantes. Sonrió con dulzura. Parecía más mayor que antes, como si algo le hubiese hecho madurar. Acortó con un paso elegante la distancia que nos separaba y pronunció una sola palabra.

-Laia-

Alcé la vista sorprendida por el tono de su voz. Estaba tan cerca que tenía que alzar la cabeza para ver sus ojos ya que los míos quedaban a la altura de sus labios. Los recorrí en una mirada rápida suspirando con anhelo. Sentí su mano apartar suavemente un mechón de pelo de mi cara y me estremecí cuando alzó mi barbilla para que le mirase. Me centré en sus ojos. Eran los ojos del Ross de siempre con pequeños toques de luz que hacía que se le viesen motitas doradas, mis ojos no pudieron detenerse y recorrieron todo su rostro, el pelo castaño alborotado, los labios rosados, la fina línea de la mandíbula. Suspiré entrecortadamente. Anhelaba demasiado besarle, anhelaba poder decirle que todo iba a estar bien, que me tenía a su lado. Ansiaba despertar y verle a mi lado, durmiendo tranquilamente. Quería que me abrazase, quería darle de la mano y quería besarle. Me di cuenta de la cantidad de tiempo que había esperado poder besarle y suspiré de nuevo. Como si hubiese escuchado mis pensamientos Ross acortó lentamente la poca distancia que nos separaba y por fin posó sus labios sobre los míos. Le devolví suavemente el beso entrelazando mis manos en su cuello y entremezclándolas con su pelo como tantas veces había querido hacer. Ross deslizó suavemente sus manos hasta mi cintura y me atrajo más hacia él. Aquello era mejor de lo que mi mente se había imaginado en tantas ocasiones. No pude evitar sonreír contra su boca y saborear lo que yo llamaba la más absoluta e increíble felicidad.

Ross POV:

Besar a Laia era como rozar un trocito de cielo. Nuestros labios se encontraron como si llevasen siglos esperándose y encajaron suavemente. Nuestros ojos se cerraron por acto reflejo y noté como sus manos acariciaban mi pelo con delicadeza. La atraje más hacia mí. Necesitaba sentir sus labios contra los míos, su cuerpo cerca, su pelo rozándonos las mejillas, nuestros corazones a una. Me latía el corazón tan alto que pensé que cualquiera que pasase cerca podría escucharlo. Nos separamos levemente para mirarnos. Se me escapó un suspiro de anhelo. Me pasaría la vida besándola. O simplemente observándola.  Tenía las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes. Nos sonreímos como dos enamorados. ¿Era eso lo que sentía? ¿Acaso el amor se sentía así? Esta vez fue Laia la que tomó la iniciativa, tirando de mi hacia ella, juntando nuestras bocas en un nuevo beso mucho más profundo, casi más auténtico que el primero. Sonreía por dentro ante lo demandante que se estaba mostrando, dejándome ver cuanto deseaba aquello. Profundicé aún más el beso. Yo también lo deseaba, lo había deseado desde hacía demasiado tiempo, lo había imaginado una y otra vez y aún así superaba mis expectativas. Mi mente y mi alma eran definitivamente para Laia Hudson. Me daba igual lo que pasara a continuación, sólo quería que ella estuviese junto a mi. Sólo quería sentir sus labios en mi boca, mis manos en su cintura y las suyas en mi cuello. Ya podía seguir girando el Universo, que poco me importaba, mi mundo quedó atrapado en aquel instante, en aquel momento de algo nuevo para mi, algo tan grande que ni si quiera podía controlarlo. Amor dicen que se llama.

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