El novio de papá. [RadioApple]

Von _Laww_

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¿Y si durante todo el show esta pareja siempre estuvo junta? Mehr

🍎Aclaraciones.🍎
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Von _Laww_

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Un año atrás.

Charlie recibió una sorpresa por parte de su padre.

Apenas había terminado de almorzar, estaba preparándose para volver a la estación de televisión 666 News para volver a insistirles el permitirle promocionar su hotel en el canal. Mientras tomaba las notas (dibujos) que había hecho para presentar su proyecto, el tono de llamada de su celular comenzó a sonar.

Fue inesperado ver el nombre "Papá" en la pantalla.

Dudo en contestar, pero termino haciéndolo al no tener el corazón para rechazarlo.

Contestó y colocó el celular en su oído, escuchando el repentino grito al otro lado de la línea.

HEYYY, ¡CHARLIE! ¡Ho-Hola!

— Hola papá... ¿Cómo estás?

— ¡Bien! Am, ¿Cómo estás tú? ¿Qué tal- eh- t-te trata el clima...?

— ¿Bien? Hum, ¿Y a ti? — Se recostó en una de las paredes.

— ¡Bien! Muy bien, el clima sigue... Igual de caliente y rojo que siempre...

Lucifer se dió una palmada en la frente.

— Sí...

— ...

— ...

— ... ¡Escucha! Tengo- ¡Quiero! Decirte algo. Es realmente importante y quería contartelo desde hace algunas semanas...

— ¿Dime?

— Yo... Am, verás, hace un tiempo yo... Estuve pensando, ya sabes, hum, las cosas que- quiero decir- l-lo que pasado estos últimos años es- fue- emm...

— ¿Papá? — Hizo una mueca, cambio la mano que sostenía el teléfono. — ¿Es urgente...? Tengo que... Hacer algunas cosas.

— ¡Sí- ¡Quiero decir, no! ¿S-Sabes que? Creo que mejor empiezo desde el principio. — La princesa se quedó callada, esperó que su padre volviese a hablar sumergiéndose en la ausencia de cualquier sonido, lo cual la puso aún más ansiosa ya que todo el secretismo no le daba buena espina. Tener que hablar con él ya era complicado, una conversación que se prolongaba tanto la hacía sentir incómoda. — Sabemos que las cosas con tu madre fueron complicadas al final... — Charlie se paró recta cuando escuchó la palabra con "m", nunca la nombraba por nada del mundo. Hubo una pequeña pausa, el rey pensaba qué palabras usar. — Complicadas, se que no fue fácil para ti y que... Fuiste muy... Cercana a ella. — Otra pausa larga, se empezó a estresar. — Charlie, tu sabes que a-ame a tu madre, ella fue... Jamás olvidaré todo lo que pasamos juntos ni que gracias a ella tu naciste y que... Fue mi... C-Compañera por mucho... Tiempo.

Charlie se hizo una idea de lo que estaba a apunto de escuchar.

Y no le gustó.

— ¿Sí...? — Su mirada viajó a cada punto de la habitación, de nuevo aquel silencio pesado que la llenaba de incertidumbre. Su mano libre pasó por su cuello, bajando la mirada. — Papá...

— Le pediré matrimonio a Alastor.

— ...

— ¡Se que no ha pasado mucho tiempo! Se que esto puede sonar muy brusco y repentino pero... Estoy seguro de mi decisión, esto es muy importante para mí, quiero dar este paso con él y... Quería que tú lo supieras primero, creo que lo mereces por todo lo que pasó y yo-

Cortaron.

...

Lucifer alejó su teléfono cuando escucho aquel pitido corto. Observó en silencio el contacto de su hija y el pequeño cartel de "llamada finalizada".

Bajó su brazo con una mirada angustiada. Él sabía que iba a recibir esa respuesta, lo sabía perfectamente pero aún así sintió que era lo correcto informarselo antes que a cualquiera, sintió que le correspondía por derecho y porque, maldita sea era su hija, ¿En quién mas podría pensar para darle una noticia como esa?

Lucifer lo sabía pero quiso creer que realmente escucharía su voz mínimamente emocionada, quizás preguntarle los detalles de cómo planeaba hacerlo o como tomó esa decisión, alguna felicitación o que al menos lo dejaría terminar de hablar.

Quizás fue ingenuo.

Tiró el celular contra el escritorio importandole poco el ruido del golpe y si lo había roto, los papeles que reposaban allí cayeron al suelo por el brusco impacto. Suspiró estresado, sosteniéndose la sien.

"Estoy muy feliz por ustedes, papá. Felicidades, esperare la invitación a la boda con ansias. Tuve un imprevisto, hablamos luego.

Te quiero mucho."

Charlie mandó el mensaje y dejó su celular en la mesa más cercana, se recargó en esta sosteniéndose con sus brazos, su cabeza gacha y ojos cerrados.

Le habían soltado una bomba y ahora tenía que mantener la calma.

No debía estar molesta, no podía estar molesta, ella no estaba molesta.

Su padre merecía ser feliz, podía hacer lo que quisiera con su vida y ella no podía opinar, no tenia por qué interponerse en un asunto que no la involucraba. Había visto con sus propios ojos lo alegre que se veía el rey con aquel demonio, podía hacerlo reír y sonreír de las maneras en que ella nunca pudo. No dudaba de la felicidad que sentía a su lado.

¿Pero como se atrevía a decirle "quería que tú lo supieras primero" y  apenas luego "lo mereces por todo lo que pasó"?

¿Era una broma? ¿Se reía de ella?

No tenía nada en contra de la pareja de su padre, no tenían relación suficiente como para formar una opinión sobre él, lo cual era estúpido porque habían vivido en el mismo palacio más un año entero. Pero no era relevante si para ella había sido como vivir sola por la simple y cruda razón de que su padre eligió olvidarse de su existencia en cuanto tuvo la oportunidad.

Era incómodo ser la tercera rueda y tener que vivir con una pareja que parecia se esforzaba en ignorar que había una persona más viviendo con ellos. Estaban más preocupados por sumergirse en su mundo que hablarle o al menos saludarla, cosa que sólo hacían cuando la notaban cerca y eso ya era un milagro.

Y ahora su padre se atrevía a decirle que ella merecía saber primero la noticia de su compromiso y además que lo merecía por todo lo que pasó, como si él fuera ajeno a lo sucedido.

Cómo si la distancia hubiera crecido sola.

¡Todo lo que pasó fue por él!

¡Y no, ella no estaba molesta! A ella no le fastidiaba que su padre eligiera ser feliz, si su felicidad era Alastor y no ella lo podía entender.

Pero no quería ser la primera en saber que lo haría oficial.

Jamás se esperó algo así, nunca se le cruzó por la mente la mínima posibilidad de un compromiso, al menos no de forma tan precipitada.

Su padre realmente pensaba pedirle matrimonio a Alastor, persona con la que tenía menos de una década.

Claro, teniendo en cuenta los años de infierno, pues cinco años no eran casi nada en comparación a los miles que habian compartido sus padres.

Su celular sonó de nuevo, un mensaje. Lo tomó y lo leyó.

Sintió las lágrimas de frustración formarse en sus ojos.

"Está bien, manzanita, no te preocupes. Lo siento si está noticia fue muy fuerte, no quería incomodarte.

Lo siento por todo y gracias por contestar la llamada, te amo."

A veces pensaba que era mejor que se mantuviera lejos si cuando se acercaba sólo la heria.

Lo peor de todo es que aún con la decepción y la rabia que provocaban las gotas que mojaban sus mejillas, aún con todo el pesar que esa corta llamaba le había traído.

Aún así en el fondo de su corazón se sintió feliz por él.

Al menos uno de los dos no tenía problema con la ausencia del otro.

[. . .]


Charlie salió de su habitación dando un largo bostezo, su cabello era un desastre como en todas las mañanas, ni siquiera se había quitado el pijama y tampoco pensaba hacerlo en poco tiempo, apenas se habían marcado las ocho de la mañana en los relojes, era muy temprano para hacer otra cosa que no fuera desear volver a la cama. Y sin embargo, contradiciendose a si misma, en ese momento estaba caminando por los pasillos de su hotel hacia el gran salón, en busca de respuestas al por qué se había despertado sola.

Ella siempre despertaba a Vaggie, lo cual era irónico si tenía en cuenta que mientras su novia se despertaba muy fácil ella necesitaba al menos una hora para recobrar la conciencia y darse cuenta de que siquiera había salido de la cama. En esa ocasión, no pasó ninguno de esas cosas, cuando intento darse vuelta y acurrucarse contra la espalda de su pareja se encontró con la ausencia y el frío en su parte de la cama, las sábanas hechas a un lado, lo cual también era extraño porque Vaggie no era del tipo desordenada.

Charlie no se preocupó, probablemente había ido al baño o estaba buscando algún antojo mañanero, había sucedió antes, pero aún así quiso despertarse de una vez y comenzar el día, sobre todo si tenía en cuenta aquel detalle que acababa de cruzar por su mente y que la hizo sonreír.

Su papá estaba en su hotel.

Había dormido allí la última noche, había aceptado quedarse y pasar tiempo con ella, era una oportunidad de pasar tiempo de caridad con él de forma doméstica, cosa que hace años no hacían. Tal vez podía llegar a ser incómodo, como la conversación de la noche anterior donde se quedaron en silencio un par de veces, o tal vez no y podrían hablar sin parar por horas, no había forma de saberlo hasta intentarlo y ella no se quedaría sólo con la posibilidad.

Y rememorando el mismo tema, si lo pensaba mejor la conversación que habían tenido sido bastante agridulce, había dicho y escuchado muchas cosas que la dejaron pensando por bastante tiempo hasta que finalmente pudo dormir, cosas que la hicieron sentir mal pero también la ayudaron a ser autocrítica. Tal vez no había considerado todas las opciones, tal vez no había pensando en todo cuando empezó con su gran y amado proyecto, tal vez siempre necesitó esa segunda opinión.

Necesitaba un tiempo para acomodar sus ideas.

Pero podía hacerlo más tarde, en ese momento estaba bajando las escaleras entre saltos debido a la emoción que le provocó pensar que podría pasar un buen momento junto a su familiar, y, a su vez, la pregunta inicial volvía a su mente, ¿Dónde estaba su novia?

Sus dudas fueron respondidas cuando bajó el último escalón.

El personal entero estaba despierto y por alguna razón, estaban acumulados uno contra el otro, o bueno, casi todos.

Husk y Niffty estaban en el bar, el primero al parecer enseñándole a la segunda como limpiar los vasos y copas. Era curioso el como la pecadora se veía realmente concentrada en entender las palabras del gato, siendo inusualmente callada y con su ojo fijo en lo que hacía.

Por otro lado, el resto estaba amontonados frente a la puerta de la cocina, Pentious, Angel y Vaggie tenían sus cabezas pegadas y empujandose tratando de ver lo que sea que había dentro de esa habitación en particular.

Charlie cruzó el salón hacia ellos, detuvo sus pasos un momento frente al bar únicamente para hacer una pregunta silenciosa a Husk, señalando el pequeño alboroto. Él sólo se limitó a darle una mirada de pocos amigos antes de seguir hablando con Niffty.

La princesa entendía cada vez menos, por lo que decidió ponerle fin a toda la confusión hablandole a los protagonistas de la misma.

— ¿Angel? — Él volteó al instante. — ¿Qué están haciendo-

La araña se apresuró a callarla, corrió hasta ella y tapó su boca con dos de sus manos impidiendo que cualquier sonido salga de allí. Llevo un dedo a sus propios labios, indicando que haga silencio con una sonrisa emocionada.

— Mira. — Susurró al alejarse, tomó una de las manos de la princesa y la acercó a la puerta de la cocina.

Estaba entrecerrada, con apenas una pequeña apertura de unos centímetros suficiente como para ver dentro pero no para entrar. La princesa, aún extrañada pero ahora curiosa, obedeció y se acercó quedando junto a Angel no sin antes darle una sonrisa torcida a su novia, quien la correspondió con una dulce risa tímida. Su alto amigo la tomó de los hombros y lentamente la aproximó, como si estuviera midiendo la distancia que había entre ella y la pequeña luz que pasaba a través de la dicha apertura.

Charlie se inclinó, acercando su cabeza lo más posible.

Y cuando la luz de la apertura tocó su rostro fue que lo vió.

Su padre y Alastor estaban haciendo el desayuno juntos.

Pero no era como cualquiera se imaginaria la preparación de un desayuno temprano en la mañana.

Y no decía porque estuviera oyendo música jazz.

Estaban trabajando en equipo, el ruido de la cocina y los utensilios al usarse parecían una sinfonía en la partitura de la colaboración tan increíble, fluida y natural que compartian, parecía que conocían la cocina como las palmas de sus manos aún si no era la suya, no sólo porque se movían de un lugar a otro sin chocarse nunca, esquivando al otro sin siquiera tener que mirarlo, sino porque tenían algún tipo de comunicación en la cual no necesitaban hablarse directamente, sólo pequeños gestos, un par de palabras rápidas y el propio sonido de lo que hacían le advertia al otro que necesitaba.

Observó curiosa como su padre rompía los huevos en un bowl con una sola mano mientras que Alastor le pasaba la caja de leche a la otra para verterla sin siquiera medir la cantidad, luego el demonio le acercó un pequeño tarro con terrones de azúcar junto a dos tazas, las pertenecientes a ellos dos. Los dejo cerca del rubio y pasó detrás suyo para dirigirse a la cafetera que acababa de terminar la preparación de su bebida favorita después de los licores. En cuanto Lucifer tuvo una mano desocupada saco cinco terrones los cuales dejó en su propia taza y luego tomó uno solo que dejó caer en la de su pareja, con eso hecho en un chasquido dichos objetos aparecieron frente al demonio justo cuando el café había comenzado a caer con total seguridad. Lucifer volteó el panqueque que se estaba haciendo en la sartén, pues en ningún momento le quitó los ojos de encima, mientras manchaba su dedo índice con la mezcla que estaba preparando y la llevaba a su boca, soltó un suave murmuro feliz al estar satisfecho con el sabor.

Mientras todo eso sucedía, Lucifer no dejaba de parlotear incesante sobre cualquier cosa que se le venía a la mente, desde hablar de la visita que había hecho a los otros pecados, hablar de la cantidad de postres que había hecho, el hecho de que había remoderado y cambiado de lugares varios muebles en el palacio, que hizo alrededor de cuarenta patos nuevos, que incinero su papeleo unas diez veces, entre otros, contando datos que podrían parecer insignificantes de su día a día pero que para el demonio era la plática más interesante del mundo.

Observó con una sonrisa serena como el rey chasqueaba los dedos una vez más y todos los ingredientes usados volvían a sus lugares. Era tan relajante cuando las cosas se hacían en el orden correcto.

— ¿Al?

— Enseguida.

Tomó y acercó el plato con la cuarta pila de panqueques que iban haciendo esa mañana.

Casi todos los platos estaban listos, porque el Rey decidió que lo mejor era dar un gran banquete a ma gente que vivía allí, quería ser amable con los amigos de Charlie, quizás así podría ver que estaba dispuesto a convivir con pecadores por ella.

Pero obviamente sus panqueques serían el único y principal plato porque, ¿A quién no le gustan los panqueques?

Vertió más mezcla en la sartén y la esparció con suavidad, una vez que quedó uniforme la dejó y suspiró. Hacia calor cerca de la cocina, necesitaba un pequeño descanso para tomar aire.

Se volteó hacia la nevera dispuesto a buscar algo frio con lo que refrescarse, quizás un poco de agua o helado si tenía suerte, ¿Su hija tendría helado? Eso esperaba, porque sí, era capaz de comer helado en el desayuno, era el maldito rey del infierno, podía hacer lo que quisiera y en ese momento se le acababa de antojar.

En su palacio el refrigerador siempre está a estallar de helado y carne, no era difícil adivinar qué alimento le pertenecia a quien.

Sin embargo, se encontró con la vista de Alastor dándole un sorbo a su café recargado en la encimera, mirando a Lucifer en silencio a la vez que su otra mano le ofrecía un vaso de jugo de manzana con cubos de hielo.

La sonrisa del rubio se ensanchó, tomó el vaso y bebió de él a la vez que recostaba su espalda en el pecho ajeno, dejando que acaricien uno de sus hombros.

Le gustaban ese tipo de tratos, se sentía seguro y acompañado, en paz. Lucifer siempre había sido del tipo cariñoso cuando se trataba de su pareja, aquel que adora las muestras de cariño físico, ya sea para recibirlas o darlas, así como también ser del tipo de persona que siempre saluda con un abrazo y un beso en la mejilla, labios o manos, esto último siendo una sorpresa para el demonio la primera vez que sucedió al no estar familiarizado con ese tipo de tratos tan detallistas y formales. Evidentemente Lucifer lo notó, no sólo por como se esponjaron sus orejas, la expresión en blanco de su rostro o el parpadeó asimétrico de sus ojos, sino porque no era la primera vez que su ciervo reaccionaba así a alguna muestra de cariño no solo física.

Alastor no estaba acostumbrado a que fueran tan atentos con él.

Era algo en lo que ambos tuvieron que trabajar al comenzar su relación, uno adaptándose a los kilos de atención que ahora recibía y él otro haciendo un esfuerzo inmenso por no ahogar al otro en detalles "innecesarios". Claramente encontraron un equilibrio en el que ambos estaban cómodos, pero había sido un largo camino. Y aún así, existían cosas que nunca cambiaron ni cambiarían con los siglos, imaginaba Alastor.

Incontables fueron las veces en que se despertó siendo aplastado en un abrazo o con un hombro babeado, escuchando leves ronquidos, el como aplastaban su estómago al subir una pierna sobre él, siendo empujado hasta el borde de la cama dejandolo a centímetros de caer aún teniendo el resto de lugar, los manotazos repentinos que le daba entre sueños, tener que cargarlo hasta la cocina mientras Lucifer seguía aferrado a él como un koala. Hacer los quehaceres matutinos con un hombre dormido en sus brazos no era fácil, sobre todo cuando notaba que había estado despierto desde el principio.

¿Cómo es que terminó comprometido con alguien tan infantil?

Salió de sus pensamientos cuando escuchó la voz de su pareja, miró hacia abajo para encontrar esa sonrisa de dientes puntiaguda.

— ¿Qué piensas de hacer pastel de manzana para Charlie antes de irnos?

— Suena como una buena idea.

— ¡¿Verdad?! Estoy seguro que lo amara, nadie se resiste a mi pastel de manzana. — Dijo con orgullo, soltando una risa corta y engreída.

— Tienes razón, querido, nadie se resiste. — Besó su cabeza. — Sólo yo.

Terminó el jugo y lo dejo en la encimera que estaba a su lado. — Sólo porque eres un amargado, y lo digo de la forma más literal.

— Tiene caramelo, sobrepasa mis límites.

— ¡El caramelo es lo mejor después de la manzana!

— Preferiría el bizcocho sin nada encima. — Dió un trago a su café. — Y sin azúcar.

— ¿No prefieres que te haga pan? — Rodó los ojos.

— No estaría mal, estoy seguro que sería mejor que cualquier postre innecesariamente empalagoso de los que te gustan. — Sonrió con soberbia cuando el más bajo se cruzó de brazos, claramente irritado. — Me temo que pecas de mal gusto, Lucifer.

— ¡Mira quién lo dice! ¡En este momento te estás tomando una taza con una cosa sabor a NADA!

— Al contrario, el exquisito sabor del café es aquello a lo que tú azucarado paladar jamás podra llegar a entender.

— Wow, que fino y sofisticado eres por tomarte una taza de tierra. — Soltó una risa sarcástica antes de caminar hacia la cocina, dió vuelta su preparación.

— No es mi culpa que tú no lo seas, cariño, supongo que no todos tienen la misma suerte.

— El azúcar al menos tiene sabor. — Contestó bajando la intensidad del fuego, volteó hacia su pareja mientras colocan sus manos en sus propias caderas. — Seguramente debe haber algo mal en ti, no es posible que desprecies tanto lo único bueno que existe aquí abajo.

— Creí que eso eras tu.

— ...

— Lindo sonrojo.

— ¡Cállate! ¡No te aproveches de mi! ¡Estábamos hablando en serio!

— ¿Aprovecharme? — Miró con desinterés la oscura bebida. — Creo que alguien más hizo eso.

Entrecerró los ojos en una mueca indignada. — Te di como diez oportunidades para negarte y no te vi sufriendo anoche.

Charlie entendió que era momento de retroceder.

— Tienes razón, tu si lo hiciste, lamento eso. — Fingió pena. — ¿Ya puedes sentarte correctamente, querido?

— ¡De acuerdo! ¡Creo que es mejor darles su espacio! — Susurró ruborizada, detestando haber cedido a su impulso chismoso, fue una mal educada y eso era el karma. Empujó a la araña que tenía sus dos pares de manos en su boca evitando las carcajadas hilarantes que luchaban por salir mientras Vaggie maldecia todo lo que había pasado en su vida para llevarla hasta ese momento.

Habían tenido curiosidad por ver al demonio de la radio junto a la pareja que tanto había presumido durante meses, querían conocer su dinámica, como actuaba, qué decían. Pecaban de metiches, por supuesto, pero nada de eso los detuvo a espiarlos, no sólo para conocer aquella faceta desconocida en el demonio, sino también al mismo Lucifer, el soberano al que nunca habían visto hasta el día anterior, también curiosos por como trataría a Alastor.

La misión "conocer a los padres de Charlie" no terminó como esperaban, pero gran parte de la curiosidad había sido saciada.

Quizás demasiado.

Angel corrió hasta el bar y se tiró sobre la mesa dramáticamente, asustando al pobre gato, provocando un siseo por el golpe. Niffty alejó el vaso que estaba puliendo para que el pecador más alto no lo ensucie, les dió la espalda y continuó. Husk alzó una ceja, se dió una idea de lo que habia sucedido por el ambiente tan repentinamente tenso pero de todas formas preguntó.

— ¿Qué pasó?

— ¡Tenías razón!

— ¿En?

— ¡Cogieron anoche! — Angel gritó en lo que le permitían los susurros, gracias al felino de mala cara había descubierto que el demonio de la radio tenía un buen sentido de la audición, después de eso había comenzado a cuidar mejor lo que decía en voz alta. No quería morir, no después de descubrir semejante información. Agitó sus manos en desesperación. — ¡SE DAN ENTRE LOS DOS!

Husk arrugó la cara, asco puro en cada centímetro de su horrorizada expresión.

¡Había sido suficiente con ver al rey así, ahora esa imagen mental de su jefe lo atormentaria por décadas!

¡¿Qué tenían en contra de él?!

— ¡No sabía ni quería saber eso, Angel!

— ¡El chico malo supremo gritó mucho anoche!

La araña y el gato se miraron de reojo, deteniendo la conversación de forma abrupta para centrarse en la inocencia y pequeña sonrisa de la pecadora.

— ¡¿Cómo que gritó?! Yo no escuché nada. — El gato tan confundido como agradecido. Quizás Dios si era misericordioso.

— ¡Exacto, puta madre! — Golpeó la mesa con sus puños. — ¡¿Cómo es que me lo perdí?!

— ¡Sí! ¡Gritó cosas como "¡Me encanta!" y "¡Siii!" — Intento imitar el tono en que lo había oído, soltando risas chillonas.

El par se quedó en silencio, voltearon a ver al pequeño desastre que ocurría en el sofá.

Charlie estaba abrazando sus piernas y meciendose mientras Vaggie le daba palmaditas en su atormentada cabeza.

[. . .]

Lucifer terminó los panqueques, se quitó el delantal, lo hizo una bolita y lo dejó en la encimera mientras hacia los últimos preparativos, los cuales consistían en colocar los platos, cubiertos y claro, la miel y frutas. Dejaría las bebidas a los residentes, ya había hecho suficiente por ellos al cocinarles su mejor plato.

Alastor sorbio lo último que quedaba de su café a la vez que observaba al rey trabajar, pensando en que ambas realeza preparaban los dichosos postres de la misma manera. Por supuesto que, a diferencia de la niña su pareja sabía cocinar, nada se había quemado y la cocina no era un desastre, sin contar que nada podía compararse al sabor.

— ¿Cuales son más grandes? Creo que son estos, ah, también tienen que estar bien dorados. — Comentó agachándose hasta que sus ojos quedarán a la altura del plato. Sin quitar la mirada alzó una mano y señaló las otras tres pilas de panqueques. — ¡Busca entre los de ahí!

— Todos son iguales, chéri. — Contestó al estirar uno de sus brazos y empujaba el pequeño recipiente de miel en forma de pato hacia Lucifer.

Sí, había abierto un portal hacia el palacio sólo para buscar eso al igual que con el delantal porque los que habían le quedaban grandes a Lucifer.

— ¡No lo son! ¡Tengo que buscar los mejores para Charlie!

— Estoy seguro que le gustará cualquiera que le des.

— ¡Por supuesto que lo hará! ¡Mi niña es un dulce! ¡Pero no por eso no le daré los mejores panqueques! — Respondió frustrado, aún analizando las pilas una por una y seleccionando los panqueques más dorados, grandes y tibios para separarlos de los demás. Entrecerró los ojos. — Debe ser perfecto.

— ...

Lucifer alzó la mirada debido a la ausencia de respuesta, se encontró con una linda escena. El demonio estaba recargado su rostro sobre sus brazos apoyados en la mesa, sus ojos estaban cerrados descansando en total tranquilidad, sus orejas se movian por el ruido de los movimientos que hacía con los platos.

Comenzó a detenerse lentamente, dejando lo que estaba haciendo al perderse en la tranquila vista de la sonrisa de su prometido, parecía dormir plácidamente, cómodo e inalterable. Estaba en calma, se veía feliz, como si no hubiera vivido fuera de su hogar durante los últimos cinco meses por las decisiones egoístas de la persona se supone lo cuidaría en la salud y en la enfermedad, quien se supone lo amaba y protegia.

Se merecía una disculpa.

— Perdóname por haberte pedido que vinieras aquí. — Alastor abrió los ojos. Lucifer alejó todo lo que estaba haciendo y recargó sus mando en la mesa, comenzando a jugar con su anillo. — Te prometo que no lo volveré a hacer. Sabía que no te agradaba Charlie pero aún así te pedí que vinieras y la cuidaras.

— ...

— Serían unos pocos meses pero con la nueva fecha de exterminio sentí que ella podría necesitar aún más a alguien y yo... — Curvo sus cejas, apretó sus manos mientras la culpa y la vergüenza llenaban su corazón. — Yo no me siento- sentía capaz de ser esa persona y tú... Tú al menos no dependes de alguien más.

— Lucifer.

— ¡No! — Golpeó en la mesa, los platos de porcelanas rebotaron. No quería que intentaran justificarlo y conociendolo es justo lo que trataría de hacer. No quería palabras de consolación y apoyo, no quería que su prometido tomara de nuevo el papel de apoyo cuando él habia sido una víctima. —  Lo siento, creí que podría manejarlo, creí que podría ser la oportunidad para probarme a mi mismo de que las cosas estaban mejor en mi pero me equivoqué. — Su voz se rompió. — Sólo te hice daño.

— ¡Por mis orejas, no me hiciste daño! — Se transportó con sus sombras para aparecer a un lado del más bajo, todos sus hombros con una sonrisa desinteresada. — Sin mí este lugar se habría caído en pedazos o en el mejor de los casos alguien habría muerto. Tú tenías razón, Charlotte necesitaba ayuda y aunque admito que deteste darsela, nada de eso acabo conmigo. — Dijo las últimas palabras acompañadas de una risa. — Fue más difícil estar lejos de ti que soportar a estos seres tan... Peculiares. Soy un demonio, querido, escuchar gritos por las mañanas no es algo nuevo para mí, ¡Los pecadores que almuerzo en el palacio gritan más que ellos!

Pero a pesar de los intentos de aliviar el ambiente y la gran sonrisa de Alastor el rey no se sentía mejor. — Pero no querías, Al, nada de esto estuvo bien. — Apretó sus propios brazos. — En serio lo siento.

Suspiró. — No hiciste nada malo, Lucifer, estoy bien ahora que tú estás aquí. — Levantó su mentón con un dedo y suavizó la mirada. — Y más que eso, me alivia saber que tú estás bien.

— No, yo no- No lo soporte, Alastor. — Se alejó de un pequeño empujón. No quería compasión ni comprensión, no merecía algo así luego de haber tomado una decisión tan desesperada sin pensar en las consecuencias que traería para ambos, Lucifer había cometido otro error y se negaba a recibir flores por eso. Llevó una mano a su rostro, tapando sus ojos al sentirlos humedecerse, carajo, detestaba llorar en las peores situaciones, no era el momento de victimizarse. Mordió su labio un segundo antes de soltar las siguientes palabras, rencor en cada una de ellas. — No podía dormir ni comer, sólo podía pensar en ti y en Charlie, yo no lo logre, no pude hacerlo. — No pudo sobrevivir como creyó que lo haría, fue estúpido pensar que podría hacerlo y lo peor de todo es que había arrastrado a otra persona con él, y no a cualquiera persona. — Quise venir a buscarte tantas veces que más de una vez realmente estuve a punto de hacerlo, ya no soportaba sólo escuchar tu voz a través de la maldita radio y yo-

— Pero no lo hiciste.

— ...

— No lo hiciste por una razón. — Dió un paso hacia él, endureciendo su expresión. — Dimela, Lucifer.

— ... Por Charlie...

— Lo hiciste por ella, ¿Por qué?

— Porque la amo y quería que ella estuviera bien... — Bajó su mano, había detenido el posible llanto a la fuerza. Arrugó el ceño. — Pero eso no es justificación para-

— Conozco lo que es un mal padre, Lucifer. — Eso interrumpio todo pensamiento. — Tú no lo eres, no si estás dispuesto a algo así sólo por ella.

Por un momento se quedó sin palabras, sorprendido por la mención de esa parte tan oscura en la vida del de rojo como la afirmación de que aún con todo lo hecho no lo catalogaba como el desastre que era.

A veces le molestaba, o quizas envidiaba la forma en que Alastor lo veía.

Él no era un buen padre, jamás lo fue, lo intentó pero no fue suficiente, era imperfecto e inútil, ausente y cobarde. No, Lucifer era muchas cosas pero no el padre que su hija merecía.

— Le he fallado demasiadas veces.

— Y aún así te abrió las puertas de su hotel.

— ...

Señaló el lugar, dando un par de pasos para explicar su punto. — Este lugar es literalmente su vida entera, por lo que se esfuerza todos los días y por lo que se levanta todas las mañanas según he visto. Pero no dudó en dejarte entrar, enseñarte todo lo que ha hecho y contar contigo porque confío en que a pesar de todo, tú verías en ella lo que ella en tí: inspiración. — Lo miró. — No lo parece, pero estás más presente en ella de lo que crees.

— ¡Bien! Pensemos que eso es verdad, que Charlie no me ha odiado en los últimos siete años y soy el padre del siglo. — Caminó hasta él, el demonio pudo notar lo que se venía. Lucifer apretó sus puños, estaba enfadado, enfadado consigo mismo. — ¡Aún así no justifica lo que te hice! ¡Alastor, te pedí que te mudaras a un lugar que odiabas por cinco putos meses sólo porque soy una mierda insegura que no podía ver a su hija a la cara! ¡¿Qué parte de eso está bien?!

— Jamás dije que estuviera bien.

— ¡Lo hiciste! ¡Dijiste que no estaba mal, es lo mismo, maldita sea! — Gritó harto, permitiendo que sus ojos se enrojecieran por un segundo.

Alastor se apresuró a chasquear los dedos, insonorizado la habitación y bloqueando cualquier sonido que podía salir de allí.

— ¡Deja de querer cuidarme, idiota! ¡Nada de lo que he hecho me hace alguien bueno, lo único que logré fue recordarme a mi mismo lo patético que soy sin ti y que tú literalmente te fueras de tu propia casa a vivir a un lugar que NO SOPORTABAS! — Sus manos temblaron, sus dientes apretaban y la mirada tan inexpresiva del demonio sólo le ponía los pelos de punta. Detestaba que intentara ignorar lo que estaba sucediendo. — ¡No quiero que me abraces, no quiero que me consueles, ÓDIAME! ¡Gritame, insultame, golpeame, lo que sea pero deja de cuidarme así porque sabes odio que me antepongas a ti! — Lo señaló, acercándose más hasta estar a centímetros del rostro ajeno. — ¡Y no te atrevas a decir que aceptaste porque soy tu rey porque te juro que te rompere cara, Alastor!

Respiró agitado, fijando sus ojos en los del más alto quien seguía sin verse afectado. Ninguno supo cuánto tiempo paso, quizás fueron segundos o minutos, hasta que Alastor habló con una ceja alzada.

— ¿Terminaste?

Lucifer bajó los hombros lentamente, obligándose a bajar los humos al notar el ambiente que había provocado.

Pasó sus manos por su rostro, soltando un quejido de estrés y luego cruzó sus brazos, desvío sus ojos a un lado.

— ... Sí.

— Te jure lealtad.

— Alastor.

— Te jure lealtad, Lucifer. — Repitió y frunció el ceño. — Jure que sería tu escudo y tu arma, jure velar por ti como tú velas por mi, jure amarte y estar dispuesto a perderme a mi mismo, sea cuál sea tu interpretación de aquello, sólo por ti.

— Ya basta, no sigas.

— Un favor, sólo fue eso. — Insistió. — Sabes que si realmente me hubieras dañado te lo habría dicho, siempre ha sido así, no cambiará ahora ni lo hará después.

— ¡Aún así lo siento! ¡Aún que me digas todo eso yo...! — Ningún discurso tierno podría cambiar lo que sentía, no era tan fácil, lamentablemente no era tan sencillo desaparecer la sensación de culpa que llevaba arrastrando por años y se potenciaba con cada pensamiento negativo que pasaba por su mente. Pero, le aliviaba un poco que no le tuvieran rencor, aún si sentía que lo merecía y que su pareja dejaba pasar demasiadas cosas que no debería. Él era una carga, lo sabía, y por eso siempre intentaba dar lo mejor de si mismo, mejorar y no estorbar a nadie, pero a veces fallaba, a veces comería errores y sufría las consecuencias, no sería tan malo si el amor de su vida no hubiera sido afectado. — ¡Fue una tontería, seré mejor! ¡Te prometo que...! — Su labio tembló. — Seré mejor.

Lucifer quiso alejarse cuando intentaron abrazarlo, no, no quería eso.

Fue obligado a recibir el abrazo, no lo correspondió.

No quería consuelo, ya lo había dicho.

Besaron su cabeza.

No era justo. No era lo correcto, él no lo merecía.

Ocultó su rostro en el pecho ajeno.

No merecía a ese hombre.

[. . .]

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