Durmiendo a su lado

By DanielleOwens9

625K 28.8K 1.4K

¿Qué se supone que tienes qué hacer cuando no tienes casa ni trabajo? Eso me pregunté yo. ¿A casa de tu mejor... More

Prólogo
CAPITULO 2
CAPITULO 3
CAPITULO 4
CAPITULO 5
CAPITULO 6
CAPITULO 7
CAPITULO 8
CAPITULO 9
CAPITULO 10
CAPITULO 11
CAPITULO 12
CAPITULO 13
CAPITULO 14
CAPITULO 15
CAPITULO 16
CAPITULO 17
CAPITULO 18
CAPITULO 19
CAPITULO 20
CAPITULO 21
CAPITULO 22
CAPITULO 23
CAPITULO 24
CAPITULO 25
CAPITULO 26
CAPITULO 27
CAPITULO 28
CAPITULO 29
CAPITULO 30
CAPITULO 31
CAPITULO 32
CAPITULO 33
CAPITULO 34
CAPITULO 35
CAPITULO 36
CAPITULO 37
CAPITULO 38
CAPITULO 39
CAPITULO 40
CAPITULO 41
CAPITULO 42
CAPITULO 43
CAPITULO 44
CAPITULO 45
CAPITULO 46
CAPITULO 47
CAPITULO 48
CAPITULO 49
EPÍLOGO
OTRA VEZ
Prólogo 2.0
Capítulo 6 2.0
Capítulo 8 2.0
Capítulo 11 2.0

CAPITULO 1

29.3K 922 49
By DanielleOwens9


¿Por qué diablos me levanté de la cama?

No lo sabía. Y me lo volví a preguntar dos segundos después de haberlo hecho. ¿Por qué me levanté de la jodida cama?

Esa mañana, podríamos decir que ya las estrellas estaban alineadas y enviándome señales de que iba por el camino equivocado, pero yo no lo vi y continué caminando hacia la universidad. Todos los rostros se giraron hacia mí en el momento en el que abrí la puerta del aula y me sonrojé, maldiciendo al despertador por no sonar. Esa fue la primera maldición del día.

¿La segunda? Cuando fui despedida de Sweet y deposité de mala gana el delantal encima de la barra. Delante de mi antiguo jefe. ¡Qué te jodan!, quise decirle pero tan solo llegó a ser un pensamiento. Tampoco era el fin del mundo. Podría conseguir un trabajo mejor, que se adaptara a los horarios de la universidad. Con mis casi diecinueve años tendría una lista de trabajados debajo del brazo, podía conseguir uno en menos de un mes. Podía seguir pagando el alquiler sin tener que recurrir necesariamente a mis padres.

Sin embargo, todas las razones que me hacían seguir caminando se desvanecieron cuando llegué a la fachada beige del edificio precintado: he aquí la tercera maldición del día. ¡A la que están jodiendo es a ti, Lea!, pensé subiendo los escalones de dos en dos. El bolso que colgaba de mi hombro llegó a mi mano y colgó de mis dedos hasta el segundo piso. Mi pecho subía y bajaba, mis manos comenzaron a sudar levemente.

Las dos casas que había en ese rellano estaban abiertas. De par en par. Y sudé frío por dentro y después por fuera. Una luz amarilla bañaba parte de los azulejos medio sucios del suelo y entré cuando escuché la voz de Tessa.

-¡No!, no, no. Ese no era el trato. Sí, lo sé. Mira, vale, haz lo que te dé la gana. También es tu casa-. Entré totalmente en la casa y subió una mano hacia mí. No supe qué otra cosa hacer y paré en seco.-Lo entiendo. Sí, lo entiendo. Supongo que por ahora...habrá que acomodarse, cariño. Que sí. Adiós.

Mis ojos azules se encontraron con los míos y fue ella la primera en hablar después de suspirar.

-¿Vienes a despedirte? Pensaba que llegarías más tarde del trabajo por eso no había subido a verte. ¿Qué vas a hacer?

-¿Por qué hay una cinta rodeando el edificio? Acabo de llegar.

El móvil contra la madera de la mesa resonó entre las cuatro paredes anaranjadas y se me acercó.

-Vinieron los del ayuntamiento-.Fue lo único que fui capaz de escuchar antes de notar el corazón escalándome la garganta. Los ojos claros de la mujer que llevaba cuatro meses ayudándome se abrieron cuando me acerqué y su pecho azabache se difuminó cuando la vista se me empañó.

Desbloqué por sexta vez el móvil y admiré cómo habían pasado dos minutos. ¡Genial! Dos minutos menos para pensar qué hacer con mi vida.

-Robert tuvo un accidente en la cocina...Ya sabes cómo es el hombre y vinieron los bomberos. Por suerte el fuego no llegó a subir demasiado pero, el caso fue que aparecieron unos inspectores de Capitol Hill. Al parecer, el edificio no había pasado su última revisión. Está en ruinas.

En un primer momento, me reí. Me había reído después de casi marearme y es que, estaba tan nerviosa hace dos horas. Dos, que se convirtieron en tres cuando el sol se puso por la bahía Eliott. Todo tiene solución en esta vida, fue lo que me dijo, acariciándome la mandíbula. Lo creía pero ¿ahora?...ahora era cuando necesitaba creérmelo realmente.

Me levanté volviendo a coger el bolso del banco. Me dirigí a la 4th Avenida, a Downtown y no sabía que me impulsaba a ir. Solo sabía que necesitaba escuchar algo que viniera de él, que me hiciera ver que todo no estaba perdido, que no tendría que volver a Atlanta, que no tendría que recurrir a la cuenta bancaria de mis padres.

Recorrí la Avenue5 Residential, pensando en las opciones que tenía. ¿Dafne había dicho alguna vez que tenía una cama de sobre para una amiga sin casa? No, creía que no. ¿A Louise le importaría dejarme su lado de la cama por un tiempo...indefinido? No podría dejar que lo hiciera. En aquella casa eran muchos.

Supe que el metro había llegado igual que yo cuando una masa de gente subió los escalones de la estación. Otros bajaban corriendo para alcanzar llegar al vagón y respiré el aire frío de diciembre cuando corrí hacia las puertas del edificio. Un vecino salía y me sonrió.

La temperatura gélida de la ciudad traspasaba las paredes de cemento viejo del edificio grisáceo. Me abracé a mi misma y subí los escalones, llegando a la puerta de madera pulida. Toqué observando que el edificio era antiguo pero se conservaba muy bien.

El mío también parecía que se estaba conservando muy bien

Las pisadas al otro lado de la puerta me provocaron una sonrisa y me mordí el labio, al saber cómo me lo encontraría. Los pasos contra las baldosas eran sonidos sordos, lo que me indicaba que andaba descalzo, en calcetines. Calcetines seguramente blanco y un chándal rodeaba su cintura. Casi podía asegurar que su pecho se encontraba al descubierto aunque se muriese de frío y bañé su cuerpo cuando abrió la puerta.

-¡Eh, hola!- exclamó, sonriendo. Luego, sus cejas oscuras se fruncieron.- ¿Habíamos quedado y no me he enterado?

Negué con la cabeza y tragué mientras Andrew volvía a hablar:

-Entonces, ¿qué pasó? ¿Por qué estás aquí? Y así.

Tarde unos segundos en responder, porque no sabía la respuesta correcta. ¿Qué se supone que hacía allí? No tenía la menor idea, solo sabía que necesitaba a alguien que me escuchara y que me hiciera olvidarme de todo lo que me había pasado en poco menos de veinticuatro horas, y ¿quién mejor que Andrew?

Era el mejor amigo del novio de mi mejor amiga y hacía que las cosas cambiasen de signos con solo su presencia. Y en aquel momento, le necesitaba. Le necesitaba antes de explotar.

Respiré ruidosamente y solté:

-Me han echado del trabajo–. Su rostro no cambió mucho, pero sus labios se fruncieron. Continué-.Pero, espera, ahora viene lo mejor: me he quedado sin casa.

Sus ojos verdes me observaron y me tomó de la mano, halándome hacia el salón.

-¿Por qué? ¿Por qué te echaron de...? ¿Y la casa? ¿ Qué fue lo que sucedió?

-Sweet no estaba en su mejor momento, Andrew. Desde Agosto no habían durado tanto las servilletas en las mesas, pero nunca pensé que...que eso me echaría a la calle directamente.

-¡Joder!-bramó, con sus ojos verdes un tanto abiertos. Se tocó la nuca y mantuvo la mano allí un instante.-¿Y lo de la casa?

Me arrastró hacia la cocina y me senté en la mesa oscura. El silencio me indicaba que Samantha no estaba con él y me tranquilicé por saber que se encontraba solo. Respiré contra mis manos, el aliento caliente chocó contra los rastros de temperatura que había dejado el exterior. En Atlanta, el frío no se te colaba por la ropa.

-¿Qué pasó con la casa?

-La van a desalojar- indiqué en un susurro.- Según los inspectores, esos cuatros pisos se caen a pedazos.

-Pero si llevas viviendo en Green Lake desde hace seis meses. ¿Por qué ahora?

Las palabras de Tessa se pusieron en mi boca mientras le relataba todo lo sucedido. Su mirada verdosa se despegó de mi rostro solo un segundo, para coger una taza de chocolate caliente y ponerla en el microondas. Mis nudillos estaban ásperos y me los acaricié, mientras el tin volvía a levantar a Andrew. Dejó la taza delante de mí e inspiré cuando el humo creó formas al subir.

Mis mejillas estaban ardiendo igual que el chocolate y me limpié las lágrimas. No me había dado cuenta que estaba llorando hasta que cerré los ojos, con fuerza. Estaban hinchados.

-Lea-susurró bajito.

-Y ahora no tengo ni idea de lo que haré. ¿Qué puedo hacer que esté a mi alcance?-dije extendiendo las manos y arrugando el mantel para luego estirarlo.-No sé, no... No puedo reservar en un hotel porque no tengo dinero además no puedo darme ese lujo ahora mismo. Theresa me dijo que el dueño del edificio había dicho que aunque ya no habitáramos el edificio, el contrato seguía en pie. Es decir-volví a inspirar y tragué-que tengo que seguir pagando la casa como si viviera en ella. ¡Dios! No sé qué hacer. Y es que encima me pasa lo de la cafetería y ¡agh! Todo... Todo se va acumulando y es que encima en un día... ¡en un día! Tengo tanta rabia por dentro que es que no puedo ni pensar de manera coherente.

Su cara no daba señales de nada, tenía una expresión neutra y le escaneé la cara cómo había hecho la primera vez. Allí, en la cocina, con la luz blanca iluminando su rostro, sus ojos adquirían un color más verde oliva. Cogí un clínex que Andrew había puesto cuando comencé a llorar y me soné la nariz. Él rió y sonreí ligeramente.

-Ya verás que mañana todo se soluciona.- me dijo acariciándome el pelo. ¿Por qué todo el mundo se empeñaba en esa frase cuando sabían que no era cierta?

Me cubrí la cara con mis manos pero Andrew hizo que las apartara y le mirara.

-Te puedes quedar esta noche aquí-.Volvió a hablar en un susurro íntimo. Fruncí el ceño como si fuera a descifrar esa frase y continuó.- ¿Qué? No me mires así. Tú lo has dicho, Lea. No sabes a dónde ir, no tienes opciones. Además te veo tan...alterada que la verdad es quiero que te quedes.

-Andrew yo... no hace falta...

-Sí, sí hace falta. Solo será por una noche. Mañana verás las cosas de mejor forma. En este estado normal que no pienses coherente.

-Yo no quiero molestar. Si Samantha llega y me ve aquí o se entera de que...

-Sam no vive aquí; además eres mi amiga. No me gustas, ni me atraes, ni nada por el estilo. Solo te voy a echar una mano. ¡Qué coño, está es mi casa! Yo digo quién se puede quedar y quién no. Y tú estás en los que sí.

Sonrió de la manera que solo él sabe hacer y me hizo reír.

-No sé si será una buena idea.

-¿Tienes una mejor?

La verdad era que no. No tenía ninguna opción. Pero su novia...

-No me puedo quedar... ¿Dónde dormirás tú?

-En el sofá-. Negué con la cabeza y él continuó-solo será por una noche. Mañana vas a ver que todo se va a solucionar.

Solté una carcajada de mal gusto.

-¡Si vuelves a decir eso, me lanzo por el balcón!

-Eres excelente. Conseguirás un trabajo, y si te lo propones hasta podrías conseguir una nueva casa.

-¿Por qué lo dices de una manera que hace que me lo crea?

-Porque lo es.

-Sí, ya. Claro. ¿Y cómo me tomo lo de tener que pagar dos casas a la vez con un solo sueldo?

-Tus padres. Cuéntaselo. –Abrí los ojos y negué de inmediato. Eso sería lo último que haría; me negaba a regresar, a ver la cara de mi madre de tristeza, de lástima al ver todos mis sueños acabados, lo que había conseguido. Porque me harían volver a casa y eso no estaba en mis planes. Aunque, ¿tenía alguno ahora? ¿Podía tenerlo siquiera?

-No.

-Lea...

-Mis padres son muy compresivos pero sé que en este tema cuando les cuente me van a convencer para que regrese y de verdad, no quiero. Quiero intentarlo todo antes de rendirme. Mañana me voy a levantar temprano a buscar un trabajo. A ver si estás en lo cierto y...- dije haciendo una mueca. Me detuve cuando se levantó y puso la taza de chocolate en el fregadero. Se dio la vuelta, clavando sus ojos en mí. Varios mechones habían caído en su frente y él parecía no percatarse de ello.

-¡Venga, levanta! ¡Ya sé lo que haremos para quitarte esa cara de Merlina Adams!

-¿Un trasplante?-dije, sonriendo. Andrew soltó una carcajada y me elevó suavemente de la silla, por mi codo.

-No-negó, aún con sus labios elevados.-Por ahora, tu cara tal y cómo es, es perfecta.

Traspasamos el salón y nos adentramos en un pasillo con paredes blancas. La luz que se filtraba de la cocina era tenue, apenas visible en aquel lado de la casa y todavía podía sentir sus dedos en mi piel. Sin embargo, habían ascendido un poquito provocándome un débil cosquilleo. Sonreí, intentando deshacerme de su brazo.

-¿Es un cumplido?- pregunté, entrecerrando mis ojos. Aunque apenas podía ver los suyos.

-Es la verdad.-volvió a empujarme hacia una de las puertas y dijo:-Ahora, vas a ducharte y a relajarte por un se...

-¿Qué? ¡No! ¡No me voy a duchar! ¡No tengo las cosas aquí!

-¿Y eso es un problema?

Su ceja castaña oscura se enarcó, y apretó la mandíbula mientras esperaba mi respuesta. Sin embargo, tardé en responder porque mis ojos se quedaron delineando su cara, la forma en que las mejillas creaban una leve curva antes de llegar a unas pestañeas casi escasa. Y sus ojos, destellaron al mismo tiempo que dejaban de mirarme del mismo modo en que lo hacía yo. Carraspeó y antes de que siguiera tirando de mí, fijé mis ojos azules en su pelo. Despeinado, atrevido, algo largo por arriba. Por detrás, los mechones estaban más dominados.

-Te daré algo mío.-habló, por encima de mi hombro y me fijé, por primera vez en dos meses, en su estatura. Mi cabeza, acababa justamente donde empezaba su mandíbula cuadrada.

-Te daré algo mío.

Pasó por mi lado cuando entramos y trastabillé cuando su brazo tocó el mío haciéndome perder el equilibrio. Su carcajada me confirmó que le había salido bien la jugada y suspiré, tratando de contar hasta diez al ver la cama sin hacer. Pobre armario, pensé cuando miré más allá de las puertas abiertas. Sin embargo, cinco segundos después desvié la mirada de nuevo hacia la cama. Una cabeza pequeña y peluda estaba haciendo lo imposible por salir de entre tantas sábanas pesadas y cuando lo consiguió, se sacudió mirando a Andrew y luego a mí.

-¡Andrew!-llamé su atención provocando que se girara-, ¿desde cuándo tienes un perro?

Su sonrisa brillante, se intensificó cuando me acerqué a la cama.

-Desde hace unas dieciocho horas. Bueno, no va a ser mi perro...

Me senté entre las sábanas y el cachorro se subió en mi regazo. Su hocico recorrió mi estómago y las palmas de mis manos se mojaron por sus lametazos calientes. El pelo le salpicaba la cara. Sus ojos, de un color marrón oscuro, casi no se diferenciaban y le acaricié el lomo, recorriendo cada mechón color crema.

-Lo encontré, cuando iba a tirar la basura-.Comentó, sentándose a mi lado.-Estaba llorando. Normal, teniendo en cuenta que estábamos a dos grados y eran pasadas las doce de la noche.

-¡Jolines! ¿Cómo pueden hacer algo así?

-No lo sé, pero lo traje a casa. Estaba como un tempano de hielo y desde que lo bañé, no ha dejado de restregarse contra las cosas. Parece un chicle. Eso sin mencionar que me persigue. Es un acosador.

Mi carcajada llamó la atención del cachorro y sus ojos marrones, tapados por una docena de pelo, conectaron con los míos. Volvió a mi regazo, dejando de buscar el calor de las manos Andrew apoyadas contra el colchón. Andrew todavía persistía con una sonrisa en sus labios rellenitos y sus ojos miraban cómo las yemas de mis dedos le acariciaban las orejas al perro. Sonreí en su dirección y me miró, después de pestañear.

-¿Cómo se llama?

-No va a ser mi perro, Lea. No le voy a poner nombre si mañana vamos a la perrera. No me lo voy a quedar.

Mi ceño se frunció en su dirección e hizo un gesto indescriptible, como si fuera evidente que aquel perro terminaría en la perrera.

-Estas de broma ¿no?-le pregunté, uniendo los labios.

-¿Por qué iba a estarlo?-preguntó de vuelta y el perro se giró hacia su cuerpo.-Los perros no me...convencen mucho. Me gustan más las tortugas; las que solo comen preferentemente.

Su sonrisa alineada seguía adornando sus labios y mis dedos perdieron el contacto con el perro. Éste se subió nuevamente en el regazo de Andrew y por primera vez en los veinticinco minutos que llevaba allí, miré el abdomen descubierto de Andrew. El perro lamía parte del tatuaje que tenía en el lateral de su abdomen y sus brazos se hincharon levemente por aguantar su peso con las manos por detrás. Sin embargo, después de cinco segundos, el brazo izquierdo se hinchó más que el otro al intentar apartar el perro con el derecho. No estaba fuerte, más bien era delgaducho en su estómago y sus bíceps eran gruesos, sin llegar a rozar el extremo. Más bien era un escalón entre 'lo normal' y 'lo que se podría sacar'.

-Las tortugas son aburridas. Me extraña que te gusten.

-Lo que no me gusta es tener responsabilidades y tener a este chucho aquí me llenaría un folio por delante y por detrás.

-¿No te gustan las responsabilidades o es que te da miedo tenerlas?-solté como si lo necesitara.

Al instante, su rostro se contrajo y cuando pensé que iba a sonreír, volvió a apretar la mandíbula. Y habló, como si nada:

-Lo que me da miedo es que me destroce la casa. Algunos todavía la conservamos intacta.

Su sonrisa ahora llegó, de una manera sínica y fría. Y sus ojos no perdieron detalle de los míos. No le quité la mirada hasta que volví a caer en la realidad de aquel día. Mi visión se empañó nuevamente y apreté los dientes, levantándome.

-¡Gracias, Andrew!-le dije, desde arriba.-Gracias por recordarme que la única casa que tengo está a más de diez mil kilómetros de aquí.

Me di la vuelta, con prisa y volví al pasillo. Lo recorrí con rapidez, mientras sus pasos amortiguados me indicaban que me pisaba los talones.

-Venga, fue una simple broma. No te enfades, por favor.

-¿Una simple broma? Ni siquiera sonreíste.-le dije sin detenerme, llegando a la cocina. Sin embargo, cuando ya había tomado mi bolso y me disponía a darme la vuelta, su cuerpo duro me impidió el paso.

-Vale, quizás lo dije medio en serio, pero no en ese sentido. Bueno,... la verdad es que ese es su único sentido pero...-sus ojos verdes volvían a brillar como dos esmeraldas en pleno verano en Santa Mónica y me rastreó la cara con sus pupilas dilatas.

-No dijiste nada que sea mentira. No estoy enfadada.

Me acaricié las mejillas con las manos como si temiera que estuvieran mojadas y no encontré nada. Dio un paso hacia mí y me obligué a alzar la cabeza; sus ojos se encontraron con los míos.

-No llores, por favor, Lea.

-No estoy llorando.-le hice saber y me tragué un nudo en la garganta.

-Lo sé.-susurró contra mi frente. Me había atraído hacia él, rodeándome con sus brazos. Su piel caliente, hirvió contra mi mejilla.-Lo digo para que no lo hagas nunca. A partir de hoy, no.  

****

Hola! estoy volviendo a leer mucho de los capítulos de Lea y Andrew y aunque no voy a cambiar nada de la historia, me gustaría mejorarla. Espero terminarla pronto porque....¡Tengo muchas ideas sobre Dafne y Louise! pero, eso ya será en verano, cuando acabe segundo de bachillerato. Que está resultando un agobio total!!!! (si eres de España me entiendes) Espero sobrevivir hasta mayo. Mil gracias por hacer crecer esta historia. sin ustedes, esto se hubiera quedado en mi ordenador...

Continue Reading

You'll Also Like

55.4K 6.2K 14
Universo: Marvel Avengers Academy Un Omega ocultando lo que es, haciéndose pasar por un Alpha, rodeado del peligro. ¿ Que pasara si uno de ellos se e...
Cosas basura By Misho

General Fiction

879 72 71
Por lo que más quieras en este mundo no entres a este libro Es solo un libro para recordar cosas por esta razón está lleno de cringe faltas de ortog...
127K 27.6K 59
La mano del rubio se coló bajo la máscara del anbu acariciando su rostro suavemente, los azules lo veían con debilidad y un gran amor, Itachi se dejó...
436K 7.7K 15
Aria es una chica con una vida normal que vive en un barrio de Toronto. Cuando conoce a su vecino, experimenta sentimientos que jamás había sentido...