ALEVOSÍA [+18]

By Luz_Ka

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Nunca debí caer por él. Sin embargo, tampoco detuve mi descenso. Nada logró apaciguar las maliciosas llamas d... More

SINOPSIS.
PRÓLOGO.
CAPÍTULO UNO.
CAPÍTULO DOS.
CAPÍTULO TRES.
CAPÍTULO CUATRO.
CAPÍTULO CINCO.
CAPÍTULO SEIS.
CAPÍTULO SIETE.
CAPÍTULO OCHO.
CAPÍTULO NUEVE.
CAPÍTULO DIEZ.
CAPÍTULO ONCE.
CAPÍTULO DOCE.
CAPÍTULO TRECE.
CAPÍTULO CATORCE.
CAPÍTULO QUINCE.
CAPÍTULO DIECISÉIS.
CAPÍTULO DIECISIETE. I
CAPÍTULO DIESICIETE II.
CAPÍTULO DIECIOCHO.
CAPÍTULO DIECINUEVE.
CAPÍTULO VEINTIUNO.
CAPÍTULO VEINTIDÓS.
CAPÍTULO VEINTITRÉS.
CAPÍTULO VEINTICUATRO.
CAPÍTULO VEINTICINCO.
CAPÍTULO VEINTISÉIS I
CAPÍTULO VEINTISÉIS II
CAPÍTULO VEINTISIETE.
CAPÍTULO VEINTIOCHO.
CAPÍTULO VEINTINUEVE.
CAPÍTULO TREINTA.
CAPÍTULO TREINTA Y UNO.
CAPÍTULO TREINTA Y DOS.
CAPÍTULO TREINTA Y TRES.
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO.
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO.
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS.
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE.
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO.
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE.
CAPÍTULO CUARENTA.
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO.
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS.
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES.
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO.
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO.
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS.
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE.
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO.
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA.
CAPÍTULO CINCUENTA Y UNO.
CAPÍTULO CINCUENTA Y DOS.
CAPÍTULO CINCUENTA Y TRES.
Extra: Dreey.
CAPÍTULO CINCUENTA Y CUATRO.
CAPÍTULO CINCUENTA Y CINCO.
CAPÍTULO CINCUENTA Y SEIS.
CAPÍTULO CINCUENTA Y SIETE.
CAPÍTULO CINCUENTA Y OCHO.
CAPÍTULO CINCUENTA Y NUEVE.
CAPÍTULO SESENTA.
CAPÍTULO SESENTA Y UNO
CAPÍTULO SESENTA Y DOS.
CAPÍTULO SESENTA Y TRES.
CAPÍTULO SESENTA Y CUATRO.
CAPÍTULO SESENTA Y CINCO.
CAPÍTULO SESENTA Y SEIS
CAPÍTULO SESENTA Y SIETE.
CAPÍTULO SESENTA Y OCHO.
CAPÍTULO SESENTA Y NUEVE.
CAPÍTULO SETENTA.
CAPÍTULO SETENTA Y UNO.
CAPÍTULO SETENTA Y DOS
CAPÍTULO SETENTA Y TRES.
CAPÍTULO SETENTA Y CUATRO.
Extra: Jennifer.
CAPÍTULO SETENTA Y CINCO.
CAPÍTULO SETENTA Y SEIS.

CAPÍTULO VEINTE.

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By Luz_Ka

Espero que el capítulo les guste demasiado, es mi nuevo favorito 🖤 Recuerden que pueden mostrarme su apoyo en la historia votando 🥹🫶.

Ustedes no están listas para lo que se viene en el próximo cap. 🥵

Recuerden que en mis redes sociales siempre dejo adelantos, sobre todo en mi twitter (Luz_kaa)

¡Sin más, disfruten! 😘

Era veinticuatro de diciembre.

Faltaba poco para la llegada de la navidad y todo alrededor de mí se sentía frío y tétrico.

Mi corazón estaba en añicos.

Tristán lo había roto de nuevo y no podía aceptarlo, no deseé hacerlo.

¿Cómo podía hacerme esto a mí? ¿Cómo era posible?

Yo lo había amado como a nadie, entendí todo lo que sintió en muchas ocasiones y perdoné sus tratos y abusos.

Lo hice porque lo amaba y no quería que me dejara, pero lo hizo, me dejó y por eso estaba ahí en ese momento.

Me encontraba en esa fiesta maloliente buscándolo para poder arreglar la situación y hacerle entender que podíamos volver, que todo estaría bien, que no era necesario alejarnos porque nos amábamos y yo, yo lo necesitaba.

Realmente lo hacía.

La música sonaba por todas partes y el olor a sudor, marihuana y otras cuestiones extrañas me tenían asfixiada, ansiosa.

Bajé un poco la falda que se me estaba subiendo entre los muslos, mientras caminaba deprisa y respiré temblorosamente cuando pasé por el lado de un grupo de hombres que me llamaron con animosidad.

¿Dónde estaba Tristán? ¿Por qué me hacía esto hoy?

Subí las escales de la gigante casa hacia el segundo piso y caminé por un estrecho y oscuro pasillo, la música seguía retumbando y los olores ahí arriba eran más fuertes que abajo, aun así, me tragué las náuseas y continué mi camino, apretando el móvil en mi mano con miedo y zozobra.

Necesitaba arreglar aquella situación, él estaba enojado conmigo porque no accedí a lo que quería y... Lo había pensado y aceptaría, lo haría porque no podía perderlo y nos amábamos y...

Estaba en el pasillo, de repente llegué al final de este y había una puerta, pero en esa no estaba Tristán, había otras personas y todas ellas estaban juntas y me llamaron, yo dije que no, pero me llamaron, me jalaron y...

El olor se volvió más fuerte, sudor, marihuana, licor e incluso sangre y...

No sé que pasó en la habitación, no podía recordarlo, mi mente lo bloqueó y todo se borró de mi cabeza, nada estaba en mí, solo sabía que ahora estaba corriendo descalza por aquel pasillo y necesitaba irme de ahí, tenía que hacerlo porque iba a vomitar, iba a morir.

Las lágrimas jamás se detuvieron, las náuseas tampoco, ni siquiera aquella noche de navidad, cuándo faltando quizá diez minutos para noche buena, llamé a mi madre escondida en uno de los tantos baños del lugar, la llamé en medio de llanto y terror.

La llamé pese a la discusión que tuvimos horas atrás cuando ella me prohibió salir a buscar a Tristán y yo la ignoré.

—¿Hija? —había preguntado ella nerviosa, respondiendo al primer tono.

—M-mami —sollocé y me senté en el piso de aquel horroroso baño, tragándome el dolor.

—¿Francheska? ¿Hija? —el miedo llenó su voz— ¿Qué pasa? ¿Dónde estás? ¿Por qué lloras?

La música estaba muy alta, había cientos de personas afuera y pese al bullicio, yo pude escuchar el retumbar de mi aterrado corazón.

—Mamá, ayúdame —pedí sin poder controlarme— mamá, por favor.

Mi madre preguntó muchas cosas de manera histérica, preguntó donde estaba yo y dijo algo sobre que la esperara donde estaba encerrada. Me pidió a que esperara a por ella, me prometió que todo estaría bien, mamá dijo que todo estaba bien y...

Si mamá decía que todo se hallaba bien, así sería, mi madre siempre tenía razón y yo la necesitaba, la necesitaba tanto que no pude dejar de llorar en ese momento.

—No me cuelgues, mi vida —pidió ella— ya voy en el auto, está bien, estaré ahí, todo está bien.

Estaba histérica por algo, pero no podía recordar porque, el pasillo, la habitación, las voces, los olores...

—Háblame, Francheska —pidió mi madre tensamente— no dejes de hablarme, hija.

Cerré los ojos y abracé mis piernas con una mano.

—P-perdón mami —susurré— perdóname por como te traté, es que...

—Está bien, está bien —aseguró amablemente— todo estará bien, ya estoy llegando por ti y solucionaremos esto, quizás te darás una ducha caliente y yo prepararé algo de cenar para las dos y pasaremos noche buena juntas —aseguró— y abrirás tus regalos y... Estoy aquí, hija, no hay que temer, no estás sola.

Sequé mis lágrimas con mano temblorosa.

—Olvidé comprarte un regalo.

Había estado tan dolida y destruida por el abandono de Tristán, que había dejado el resto atrás, incluso a mi madre.

—No necesito más regalo que tú, hija —dijo— no pasa nada, que estés bien es todo lo que quiero.

Tragué con fuerza.

—Mami...

Guardé silencio y deseé decirle que lamentaba haber dicho que con un padre hubiera sido más feliz que con solo una madre.

Mamá jamás mereció tal cosa de mí, jamás.

—Ya estoy llegando, solo dame cinco minutos, no salgas del baño, quédate ahí.

Todo estuvo en silencio por un momento, pero yo sabía que mi madre continuaba ahí, ella siempre estaba ahí para mí sin importar cuantas veces la hice sentir menos con mis comentarios y deseos.

Ella estaba ahí.

Jamás se iría y...

Solo quería abrazarla y borrar aquella noche de mi cabeza, realmente necesitaba hacerlo porque iba a romperme en dos de una manera que ya no habría marcha atrás para nadie.

—¿Francheska? ¿Estás ahí?

Salí de mi mente y me estremecí ante el bullicio.

—Él hizo algo malo, mamá —lloré— él y sus amigos...

Un ruidito salió de los labios de mi madre.

—Tengo miedo —susurré— es mi culpa, yo me lo busqué y...

—Nada es tu culpa, nunca nada que te hagan otras personas es culpa tuya, Francheska —dijo ferozmente—. Estoy aquí y después de que me tengas contigo, te juro que jamás pasarás por nada sola, mi amor.

Lloré más fuerte y guardé silencio solo queriendo estar en los brazos de mi madre y dejar atrás aquella frenética noche.

—Creo que ya llegué a la parte principal del lugar, no salgas hasta que entre —me pidió agitada por algo— buscaré donde dejar el auto, hay muchos motociclistas y...

Se escuchó una maldición baja.

—¿Mamá?

—Todo bien, es solo que creo que hay una pelea por acá cerca y...

No sabía de donde venían las voces altas gritando, si detrás de la puerta o del otro lado en donde se encontraba mi mamá. Vagamente, escuché que ella dijo algo sobre no poder salir del auto, pero que lo haría sin importar nada y llegaría a mí, eso dijo y esperé, yo esperé a mi madre porque celebraríamos navidad juntas y todo lo que había pasado hasta ahora quedaría atrás y ella me perdonaría.

Me perdonaría por mi comportamiento y yo jamás le sacaría en cara de nuevo el hecho de que mi padre se hubiera ido.

Ella no tenía la culpa, debía entenderlo, debí aceptarlo.

—Maldita sea —gruñó mi madre en español— Esto es un caos...

—¿Mami...?

No me respondió, su voz se escuchó más lejos como si hubiese soltado su móvil y la oí hablarle a alguien por en medio del bullicio.

—¿Oye, que haces? Basta, aléjate de mi coche y...

Un forcejeo comenzó a sonar y de fondo hubo más gente gritando, era como si hubiese una pelea de bandas ilegales o algo así.

—¿Mamá? —me puse de pie en el baño con piernas temblorosas— ¿Mamá? ¿Estás ahí?

Se escuchó el mismo forcejeo y multitud alegando al fondo, también oí tenuemente a mi madre quejarse de algo, pero no sabía bien qué estaba pasando.

—N-no salgas de dónde estás, Francheska —dijo mi madre agitada al otro lado de repente—. Acá afuera hay una riña y no quiero que te pase nada, cariño. Espera a que vaya a por t...

De repente, la voz de ella cesó con un quejido al otro lado de la línea, al mismo tiempo que las voces de fondo gritaban y el eco de lo que parecía ser detonaciones llenó el espacio que dejó su voz.

No dije nada por un momento ahí con terror y desaliento, apreté más fuerte el teléfono contra mi oreja y esperé escuchar algo aparte de esas otras voces, esperé más, pero no, no hubo más y yo supe por qué, instintivamente lo supe porque afuera del baño escuché voces que decían:

—Hay una confrontación de dos bandas afuera de la casa, están disparando sin piedad a todo lo que se mueve, cierren las puertas, nadie salga —decía la voz—. ¡Llamen a la policía!

Lentamente, me senté de nuevo en el piso del baño y traté de controlar mi corazón, mi cuerpo, mi mente.

Por un largo instante no dije nada, solo guardé silencio en agonía y esperé a que mamá me dijera que estaba ahí o que estaba al otro lado del baño.

Yo esperé, lo hice por mucho tiempo.

La esperé a ella, así como esperé por tantos años a mi padre.

Solo Dios y yo sabíamos que lo hice y... Ella jamás respondió de nuevo, nunca más lo hizo, pero tuve fe. 

Siempre tuve fe, al menos esa noche.

—Mami —susurré por el teléfono, esperando poder oír al menos su aliento—. ¿Mamá ya vienes?

La llamada jamás se cortó, el bullicio siguió atrás y yo esperé con lágrimas deslizándose por mis mejillas.

—Mamá no tardes, por favor —pedí— es que, es que tengo miedo y...

Cerré los ojos y sollocé, lo hice con tanta fuerza que realmente todo a mi alrededor se detonó y dejó como resultado un corazón más inestable y arrugado que antes.

Un corazón incurable.

Un corazón inservible.

Un corazón que ya no serviría y...

—Estoy en el baño de al fondo del primer piso, mami —susurré—. Te estoy esperando, por favor, por favor, ven ya, te lo ruego.

No hubo respuesta.

—Vamos a cenar esta noche, las dos juntas, quizá los abuelos se unan a nosotras, mi abuelo dijo que tenía un regalo para mí... —lloré—. Y me harás mi cena favorita y... Mamá, por favor, por favor.

Alguien tocó la puerta del baño donde estaba y me puse de pie rápidamente.

—¿Mamá eres tú? —susurré.

Sequé mis lágrimas.

Tenía que ser ella, era ella, mamá jamás me dejaría sola porque a pesar de todo me amaba como nadie...

Abrí la puerta rápidamente, rogando a por ella.

—Mami —dije antes de ver a la persona que estaba al otro lado y, cuando eso sucedió, el mundo se me hizo añicos.

No era mi madre, ella no era mi madre, era una chica asustada que entró junto a mí con rostro pálido.

—Debemos escondernos —dijo, cerrando la puerta tras de sí.

—No, no cierres la puerta —jadeé temblorosa— mi madre ya viene y...

—¿Estás loca? —susurró— no viene nadie, todo mundo se está escondiendo.

Tomé de nuevo el teléfono y lo apreté contra mi pecho.

—¿H-hay heridos afuera?

Negó pálida.

—Hay muertos afuera, asesinaron como a unas seis personas, balas por todas partes —susurró— se están enfrentando unas pandillas, no sé.

Mi pecho se apretó y caminé hacia la puerta, pero me detuve, mi madre me había dicho que la esperara, ella me dijo que vendría por mí y mamá jamás me falló.

No ella y...

—Te estoy esperando, mamá —puse el teléfono en mi oído, le hablé por otros cinco minutos más y no contentó...

Yo lloré más fuerte, lo hice porque su voz jamás volvió a sonar y tiré un poco de mi cabello porque yo lo sabía, oh, Dios, yo lo sabía, había escuchado todo y...

—Chica... —susurró la joven a mi lado— tranquilízate, todo estará bien.

La miré con mi alma hecha pedazos.

—Habla con mi madre —le entregué mi móvil a la rubia— por favor explícale que la estoy esperando aquí, dile que la esperaré, que no me moveré, pero... Que venga, por favor dile que venga.

Ella me miró extrañada por unos segundos, aun así, tomó mi móvil y obedeció, habló y preguntó por varios segundos si había alguien más ahí, pero tampoco obtuvo respuesta.

—No hay nadie ahí.

—N-no, no es cierto —sequé mis lágrimas— ella está ahí.

La rubia intentó hablar de nuevo, pero se puso pálida y susurró.

—¿Tu madre está ahí afuera?

No dije nada.

—Chica, no creo qué...

Eso fue suficiente para mí en ese momento, corrí hacia la puerta del baño y la abrí con fuerza sin importarme nada. Todo a mi alrededor era caos, gritos, sudor y maldiciones, pero, poco importó, nada realmente me afectó, ya no era posible.

Ya no...

Y justo como cuando estuve en el pasillo de arriba, frente a aquella puerta, todo se bloqueó de mi mente y no supe como lo hice, pero de repente me encontré en una de las tantas puertas de la casa, una que daba directo hacia el lugar en donde ya estaba la policía intentando controlar la zona.

Obstáculos.

Existieron muchos obstáculos para salir de aquella casa, alguien me tomó por la cintura gritándome que no era seguro, pero a mí nada me valió, nada me importó. Solo sé que de un momento a otro me encontré afuera de la propiedad, rodeada de lamentos, gritos y policías.

Solo sé que caminé perdida sin saber qué hacer o que decir.

Solo sé que estaba desorientada, descalza y lastimada.

Solo sé que tuve fe en Dios y su posible piedad hacia mí.

Solo sé que creí, pero entonces, toda fe y creencia se evaporó, porque encontré la escena, los cuerpos, la nieve y la sangre.

Toda la sangre y...

No existía nieve blanca, aquel día toda fue roja.

Me desperté jadeando fuertemente, mi cuerpo estaba empapado de sudor y mi rostro inundado en lágrimas.

Jadeé de nuevo y me senté con dificultad en medio de la madrugada intentando ahogar mis terrores y lamentos.

—Dios, Dios —sollocé e intenté ponerme de pie y me fui de bruces contra el suelo— Oh, Dios mío.

Todo a mi alrededor daba vueltas, ni siquiera sabía cómo orientarme, ¿Dónde estaba? ¿Qué estaba sucediendo? ¿A dónde había ido mi madre?

Me senté ahí en el frío del lugar y abracé mis piernas con fuerza, ahogando mi llanto hasta que fui totalmente capaz de establecer el hecho de que estaba en la casa de mi padre y yo me había encontrado sumergida en una pesadilla.

Cerré los ojos intentando tranquilizarme, pero no era posible, mi corazón estaba roto y no podía olvidar mi sueño —más bien mi recuerdo— y fue por eso que tomé mi móvil y marqué al número antiguo que tenía en la casa de España con mi madre y esperé, yo tan solo esperé por un momento y después de tanto tiempo, por fin la escuché de nuevo.

Su contestador me respondió:

Hola, hola, hablas con Jennifer Hess, en este momento estoy ocupada, aun así, déjame tu mensaje, te llamaré cuando pueda. Sin embargo, si eres tú, Francheska, te llamaré enseguida cariño, cuídate, besos.

Un gemido lastimero salió de mí y sollocé.

—Mami...

Eran las cuatro de la mañana cuando me desperté y escuché el mismo mensaje hasta las seis, dos horas más tarde no lo detuve, solo lloré y lo reproduje sin pausa alguna, lo hice deseando y teniendo el anhelo de que en algún momento ella descolgara la llamada y me dijera:

«Oh, Francheska, hija, eres tú, mi vida. ¿Cómo has estado? ¿Cómo te ha tratado la vida? Te he extrañado mucho, ¿tú también a mí?»

Si eso sucediera, yo le respondería que sí, que la había extrañado más que a nadie y entonces, ella me diría:

«Todo fue una pesadilla, estoy aquí, siempre aquí contigo.»

Y, después de casi un año, yo podría apagar mi modo automático y lograría respirar de nuevo, eso sería posible porque mi madre estaría junto a mí y no existiría más soledad y vacío.

La vida no continuaría pasando sin ella volver.

Pero no sucedió, no importó cuanto rogué, ella jamás respondió y por eso terminé arrodillada en mi baño vomitando por horas hasta que los estragos de la pesadilla se esfumaron y solo quedó en mí un vacío tan inmenso que no supe quién era o quien sería.

Nada.

No hubo nada dentro de mí, no recordé que bloqueó mi mente aquel día de la muerte de mi madre y vagamente pensé en lo que pasó la noche anterior.

Mi padre, su ataque, la sangre, los nervios, el pánico, yo limpiando, Aleksander, los médicos...

Todo se revolvió dentro de mi cabeza y lo silencié, no deseé sentir nada y funcionó por mucho tiempo, tanto, que incluso no pude evitar el preguntarme si solo la muerte sería mi salvación y si era así.

¿Cómo hacía para encontrarla?

¿Cuándo vendría ella a por mí?

Mi cabeza se estaba poniendo oscura y necesitaba una distracción, necesitaba huir de mi misma y fue por ello por lo que cuando llegaron las siete de la mañana me bañé, me vestí y fui a visitar a mi padre al hospital para ver como estaba, esperando poder calmar el vacío arrollador dentro de mí, pero...

Eso no sucedió.

La noticia que él me dio me devastó y no pude quejarme.

¿Por qué lo haría...?

—Hola, papá —lo saludé cuando entré a la habitación del hospital— ¿Cómo sigues?

Los ojos oscuros de él dieron con los míos y asintió.

—Francheska —trató de sonreír— bien, mucho mejor, ya no hay sangre, ni dolor.

Sí, definitivamente no había sangre.

De hecho, antes de venir al hospital había ido con temor al garaje para ver el lugar y respiré aliviada cuando noté que todo se encontraba impecable. Aleksander había cumplido su promesa, aun así, admitía que me costaba imaginármelo a él, señor ego y cinismo, limpiando una sangre que no era suya.

¿Había hecho aquello por pena y lástima hacia mí?

Probablemente.

—Me alegra que estés mejor —le sonreí y me senté en la silla a su lado, aprovechando que Zandra había salido por un café—. Ayer me asusté mucho.

Hizo muecas cuando se movió un poco y no dijo nada, yo continué.

—No quiero que te pase nada malo, papá —susurré— debes tener más cuidado.

—No creo que haya sido un robo —soltó de repente— fue algo más.

Lo miré frunciendo el ceño.

—¿Qué quieres decir?

Cuando recibí el mensaje de Zandra diciéndome que mi padre estaba herido y muy delicado, sentí mi mundo romperse en dos porque no quería perderlo a él también, lo amaba demasiado para poder sobrevivir a aquello.

—No se llevaron nada después de todo —su voz era baja, pensativa— solo me advirtieron.

—¿Advertirte qué?

Por un momento guardó silencio y me puse ansiosa.

¿Él tenía enemigos?

—¿Te puedo preguntar algo, hija?

Me estiré, toqué su mano y asentí.

—Claro, papá.

Hizo otra mueca de dolor y suspiró.

—¿Le, le contaste a alguien sobre el accidente que tuvimos tú y yo?

Me tensé.

—¿El accidente?

—Cuando sin querer te golpeé.

—Ah —recordar eso me dolió—. No, no le dije a nadie —mentí— ¿Por qué?

—Voy a serte sincero, Francheska —soltó sin más— no pude evitar pensarlo porque cuando me atacaron, me dijeron un par de cosas y una de ellas fue: "Para que veas lo que se siente tal tiranía"

Fruncí el ceño.

—¿Eso que tiene que ver conmigo?

—Esos hombres me golpearon como si se estuvieran vengando de algo y... —se quedó en silencio cuando me vio ponerme pálida—. Lo lamento, es una estupidez lo que estoy diciendo —se acostó agotado de nuevo contra la camilla—. Olvídalo.

Lamí mis labios resecos y me costó respirar.

—No tengo nada que ver con lo que te pasó, papá —susurré— yo jamás te haría daño.

—Sí, no debí siquiera decir eso, está bien, ya pasó...

No, no había pasado porque de repente la ansiedad estaba activa dentro de mí.

—¿Pusiste la denuncia? —indagué.

—No, no la puse —respondió— y es mejor evitar, es por eso que...

La puerta del lugar se abrió y entró Zandra con una sonrisa en los labios.

—Ah, ya estás despierto —besó la mejilla mallugada de mi padre y a mí me ignoró— ¿te sientes bien?

Él asintió y ella habló un poco más con él, hasta que aceptó el verme.

—Francheska —me llamó suavemente—¿Ya tu padre te dio la noticia?

Miré a mi padre y fruncí el ceño.

—Estaba por decirle cuando entraste, querida.

—¿Qué cosa?

—Tu padre quedó gravemente afectado después de lo sucedido, se siente ansioso y no quiero eso para él, es por eso que viajaremos un poco para dejar esto atrás y darnos un respiro, lo merecemos.

—¿Viajar? —miré a mi padre y él asintió— ¿Por cuánto?

—Quizá quince días o un mes, yo organizaré todo —explicó Zandra.

No sabía a dónde querían ir, pero claramente tendría que pedir los permisos en la universidad para lograr faltar por tanto tiempo, aún así, lo haría, el bienestar de mi padre era más importante que cualquier cosa.

—Me parece bien lo del viaje —sonreí— realmente si necesitas desconectarte un poco, papá.

Hacía mucho no viaja y eso de repente me emocionó.

—Y mientras sucede lo del viaje, yo si quiero pedirte que seas muy responsable, Francheska.

La miré directamente.

—¿Qué quieres decir?

Vi como ella y mi padre se miraban en silencio y comencé a respirar más lentamente.

—La casa quedará totalmente bajo tu supervisión mientras Franko, Landa y yo estemos de viaje —me informó ella con autoridad— lo único que te pido es que no hagas nada raro en ella o algo así.

Escuché sus palabras y de repente, sin más; no pude evitar soltar una risita resignada cuando la verdad se enterró en mí y Dios...

¡Qué estúpida era!

Me reí de nuevo.

Obviamente habría un viaje, pero yo no estaba invita a ir a tal cosa, claro que no, yo me quedaría cuidando la casa.

—¿Qué es tan gracioso? —cuestionó la rubia.

—Nada, nada —sequé las lágrimas de risa que se acumularon en mis ojos y suspiré—. Cuidaré la casa, no pasa nada, no creas que usaré tu lugar para algo malo, Zandra.

Ella me miró desconfiada, pero calló.

—No puedes descuidar la universidad —dijo papá, explicándome la pregunta que nunca hice—. Me gustaría que vinieras, pero...

Solo asentí.

—Sí, sí, entiendo, en serio, está bien —sequé mis manos sudorosas contra mi falda negra—. Necesitas despejar tu mente y yo necesito centrarme en el estudio.

Él asintió y no dijo nada más, los próximos minutos quien habló fue Zandra y la escuché preguntarle a mi padre si prefería Francia o Roma.

No dije nada, ni siquiera cuando la sonrisa poco a poco se borró de mis labios y entendí el hecho de que mi padre me estaba dejando atrás de nuevo. Él se iba a ir, justo como se fue cuando era pequeña y...

Quedaría realmente sola, muy sola, ya no tenía a mi madre conmigo, además, faltaban solo tres días para mí cumpleaños, ¿Al menos se quedaría conmigo hasta ese día? ¿Habría un pastel para mí? ¿Una canción de felicitaciones?

No pregunté por qué no quería quedar en ridículo.

Ya había hecho suficiente naciendo.

No sé por cuánto tiempo estuve ahí en silencio, en algún momento fui por una taza de café negro y amargo para lograr dispersar el cansancio que me dejó la pesadilla de horas atrás. Mi padre se había quedado dormido cuando le suministraron otro medicamento para el dolor y yo solo lo observé dormir, lo hice hasta que sus palabras llegaron a mi cabeza de nuevo.

¿Él realmente creía que yo tenía algo que ver con lo que le sucedió?

Si había sido bastante extraño eso de que lo golpearon, lo amenazaron y no se llevaron nada, sin embargo, ¿Qué tenía que ver yo ahí?

Tan solo le había contado a dos personas, a Maria del Mar y a Aleksander y realmente dudaba qué...

Detuve el café contra mis labios, mi respiración vaciló y miré a mi padre queriendo omitir lo que estaba pensando, pero oh, oh...

¿Él había tenido algo ver con esto? ¿Aleksander había hecho esto...? O ¿Todo era una cuestión aislada?

Me puse de pie con manos temblorosas y me negué a creer algo así, estaba segura de que el rubio jamás se rebajaría a ser tal cosa, además, ¿Por qué lo haría? ¿Cuáles serían sus motivos?

Pero había estado tan furioso en el restaurante cuando le admití esa verdad...

—No seas injusta con él —pedí sin aliento—. Aleksander no tiene nada que ver con aquello...

Estaba segura, estaba segura, pero de repente, a mi mente llegó el recuerdo de la noche anterior, por en medio de la nébula que pasé antes, recordé todo lo que me dijo o lo que hizo Aleksander, por ende, volvió a mí la imagen de él inclinado a mi lado, tocando mi rostro, llamándome «nena» y después pidiéndome perdón.

Él me pidió perdón, lo hizo al menos unas tres veces y...

En ese momento no lo pensé, pero, ¿Por qué me había pedido perdón? ¿Qué lo llevó a eso? Él no se veía como alguien que normalmente usara tal palabra.

Mi mente se inundó con cientos de pensamientos y tragué fuertemente, no sabiendo qué hacer conmigo misma, mi corazón estaba latiendo peligrosamente rápido y me encontré encerrada en una burbuja de ira tan intensa que no pude escapar, solo pude pensar en que si aquello llegaba a ser verdad; yo, yo no sabía que haría porque...

—Mierda.

Jadeé con fuerza cuando mis uñas se enterraron en el vaso de cartón que tenía el café hirviendo y este se rompió en mi mano quemándome brutalmente, jadeé por el dolor y la ira que estaba sintiendo y lo supe.

Tenía que acallar mis pensamientos porque me conocía, yo sabía la clase de persona real que era y entendía que tras mi desespero, llanto y sonrisa, tras mi amabilidad; siempre se escondía una versión más víbora y furiosa de mí.

Una versión que le daba totalmente igual todo y todos.

Intenté apaciguarme, pero todo continuó creciendo dentro de mí: Las pesadillas con mi madre, la pronta ausencia de mi padre, mis inseguridades y ahora aquello.

Ahora esa duda.

Quise controlarme, realmente busqué conciliar conmigo misma y convencerme de que nada de aquello era real... pero definitivamente fallé.

Y yo;

Yo exploté.

***

Mi padre había sido dejado aquella noche también bajo observación y Zandra se quedó junto a él, tenía entendido que Lory, la prometida de Aleksander, estaba cuidando a Landa en su apartamento en ese mismo instante y, por ende, yo no tenía responsabilidad y aquello fue malo.

Muy malo.

Intenté hacer cientos de cosas para distraer mi mente de eso que me estaba enojando. —Hablé por llamada con Maria del Mar e incluso tomé más de dos duchas eternas—. Aun así, nada fue suficiente, ni un poco.

Nada logró apaciguarme y fue por eso mismo que a las diez y media de la noche, bajo la tempestad de la ciudad y el frío del invierno, yo me bajé del taxi que había contratado y permitiendo que la helada lluvia calara mis huesos, caminé furiosa hacia la puerta principal de la casa de Aleksander y llamé hoscamente una, dos y tres veces hasta que por fin me abrieron pese a mi insistencia.

No estaba pensando, no iba a pensar las cosas, no iba a hacer una mierda porque estaba harta de que pasaran por encima de mí y mis deseos. Estaba jodidamente harta de la vida y no cedería más.

—¿Qué se supone que es esto? —preguntó fríamente Aleksander cuando abrió la puerta con rotundidad y hostilidad.

Su rostro era totalmente frío, pasible, aun así, frunció el ceño cuando descubrió que quien estaba casi derribando su puerta a golpes era yo.

—¿Señorita Hess?

Respiré pesadamente y lo miré con ira.

—¿Qué sucede? ¿Está usted bien?

—¿Cómo se atreve? —pregunté, totalmente emparamada.

Su ceño fruncido se intensificó.

—¿Cómo me atrevo precisamente a qué? —deseó saber— no me hable con acertijos, sea clara y contundente.

Eso fue suficiente para mí, de hecho, tuve que apretar mis manos en puños para ahogar lo que deseaba hacer.

—¿C-cómo se atrevió? —mi voz tartamudeó en medio del frío.

—No sé de qué habla —suspiró y se veía agotado— pero podemos hablar de aquello después, necesita irse.

No me iría a ninguna parte hasta que aceptara lo que había hecho.

—¿Qué hacía en mi casa ayer? —pregunté— ¿Qué buscaba?

No respondió.

—¿Por qué vino a por mí en el garaje?

Tampoco dijo algo, solo guardó silencio y no pude evitar reparar el hecho de que se veía fatal. Su cabello estaba revuelto como si hubiera pasado las manos cientos de veces sobre aquel y existían manchas levemente oscuras debajo de su mirada verde.

Se veía cansado, desaliñado, jodido.

Eso me molestó aún más porque él siempre era demasiado pulcro y cuidadoso con su imagen. ¿Qué le había sucedido?

—Usted lo hizo —susurré— ¿Verdad que sí? ¿Fue usted?

—Francheska —dijo mi nombre con suma paciencia—. Vuelva a su casa ahora mismo, de verdad no es un buen momento y no tengo la intención de discutir con nadie.

—¡No voy a irme a ninguna parte! —subí el tono de voz, dándome totalmente igual si alguien nos escuchaba— ¡Usted lo hizo! —no pude concretar que había hecho él porque temía decirlo en voz alta.

Él no dijo nada y eso fue suficiente para mí, me acerqué a su cuerpo y con mis manos húmedas golpeé el centro de su pecho una y otra vez, lo hice con ira y con todo lo que tenía guardado desde hacía mucho tiempo.

—¿Cómo se atrevió? ¿Quién se cree que es usted? —mis puños golpearon su pecho— es un imbécil, cretino, egocéntrico y...

Las manos de él se envolvieron alrededor de mis muñecas y me detuvieron con firmeza.

—Ya fue suficiente —siseó— cálmese.

No, no podía calmarme, yo necesitaba explotar, necesitaba sacar todo eso que había dentro de mí porque o si no iba a morir ahogada.

—Jamás se lo voy a perdonar, jamás. —Comencé a llorar— lo odio.

Intenté alejarme para marcharme porque sabía como era yo, pero él ya no me permitió irme, respiró pesadamente y me retuvo ahí en la puerta de su lugar.

—¿Qué es lo que no me va a perdonar? De hecho, ¿De qué me está culpando? —no soltó mis manos nunca—. Sea lo que sea que piense que hice, evidentemente no es así.

Mis labios temblaron.

—Mentiroso.

Hizo una mueca cuando lo llamé así.

—Anthony podría llegar en cualquier momento y estoy seguro de que no le gustaría ser vista aquí —cambió el tema—. Además, este clima le hará daño, así que sin más; vaya a su casa.

—Admítalo —ordené— dígame que fue usted quien le hizo eso a mi padre.

El rostro del rubio no reveló absolutamente nada.

—Quiero que lo diga, Aleksander.

Me observó y, tras una pausa, enarcó una ceja con tiranía.

—Evidentemente, usted se equivoca, señorita Hess —murmuró— no sé por quién me toma o si realmente olvidó quien soy yo, pero su acusación es nefasta. ¿Conoce usted las demandas legales? —preguntó casual—. Podría caer en una si va por la vida acusando a otros sin pruebas.

Eso fue suficiente para mí.

—¿¡Cómo se atreve!? —lo empujé de nuevo y más fuerte— eres un...

—Francheska —siseó y lo empujé de nuevo— ¡Basta, Francheska! —Sus manos fueron a mis hombros y me zarandeó brevemente—. Fue suficiente. Ya.

Una de sus manos guío mi barbilla para que yo lo mirara fijamente.

—No tengo nada que ver con lo que le sucedió a su padre, no sé de dónde saca tal cuestión —aseguró con frivolidad—. ¿De verdad cree que pondría en peligro mi reputación?

No respondí.

—¿Por qué haría tal cosa, señorita Hess? —deseó saber—. ¿Por usted?

—Me pidió perdón a noche, ¿Por qué lo hizo?

—Estaba usted mal y deseé confortarla, eso es todo —aseguró—. Pero aquello no tiene que ver conmigo haciéndole algo al idiota que usted llama padre.

Respiré temblorosamente y me dejé arrastrar por su mirada verde.

—Yo no hice nada, ante todo soy un caballero y una persona sumamente honorable.

Uhm.

—Yo... Estoy furiosa.

—Sí, bueno, en algún momento tendrá que dejarlo de estar, descuide, las emociones van y vienen, jamás son estables.

Di un paso atrás y miré mis manos con vergüenza y dolor, me costaba respirar y no sabía qué hacer o decir por qué estaba tan enojada, dolida y sola y...

Dios, solo quería escapar de mi cabeza.

Solo quería un respiro.

—Me dijo en el restaurante que le cobraría a mi padre lo que me hizo y yo pensé qué...

—No tengo nada que ver con lo de su padre —repitió—. Que alguien haga daño por otra persona significa que aquella le importa al menos una nimiedad y créame, usted medianamente me agrada, señorita Hess, pero no lo suficiente como para llevar a cabo cosas ilegales como esas.

Asentí y respiré temblorosamente, sintiéndome arrepentida.

—Perdón —dije sin más— lamento todo esto, es qué...

—¿Es que, qué?

—Yo tan solo llegué a esa deducción y fui irracional y eso... Lo lamento.

Levanté mis ojos llorosos hacia los suyos y él solo me observó calladamente por unos segundos y después asintió.

—Está bien.

Eso fue todo lo que dijo, no me riñó más o soltó algo satírico, solo asintió y aguardó en silencio como si esperara a que yo simplemente me fuera.

Pero no quería irme, me sentía tan sola, molesta y temerosa que después de mi ira ya no quería marcharme.

Después de mi ataque de ira quedé vacía de nuevo.

—Lamento haberlo golpeado, es que... Hoy no tuve un buen día.

Temblé.

—Por supuesto, porque no tener un buen día siempre será excusa válida para golpear, de hecho, esa frase me recuerda un poco a alguien.

Mis mejillas se sonrojaron y él suspiró una vez más.

¿A qué se debía tantos suspiros?

Mi madre alguna vez me dijo que los suspiros eran la única forma en como el alma lograba desahogarse después de tantas cargas...

—Está bien, Francheska, no sucede nada —su voz se suavizó solo un poco—. Comprendo el cómo se siente y realmente créame cuando le digo que me apena que la esté pasando tan mal.

Lo miré fijamente.

—Está mojada, se ve agotada y tensa —continuó—. Vaya a su casa a descansar, seguramente mañana el sol brillará para usted. El sol siempre sale para guiar a la gente agradable y buena.

—No soy buena...

Sus ojos me escanearon con pausa.

—Usted es todo menos mala.

La culpabilidad me pegó con fuerza. Yo había ido directamente a atacarlo sin escrúpulo alguno, me desquité con él de la pesadilla que tuve sobre mi madre y el encuentro con mi padre.

Quise explotar y lo busqué a él justamente para eso.

—No quise ser grosera —susurré de repente— no se enoje conmigo, es que...

—Francheska —me interrumpió con impaciente— váyase a su casa a descansar.

Abrí la boca y de repente la cerré siendo consiente de que él verdaderamente no estaba de humor.

—¿Puedo...? ¿Puedo entrar? —pregunté.

—No —su respuesta fue rotunda y rápida—. ¿Tiene como devolverse? Déjeme le pido un taxi. ¿Necesita efectivo?

Lo miré en silencio y tragué con fuerza ante su desespero por deshacerse de mí.

—¿No? —pregunté suavemente.

Negó de nuevo.

—Voy a llamar un taxi, espere aquí.

—¿Va a dejarme aquí sola? —lo miré a los ojos—. Hace frío, estoy mojada y... ¿Puedo entrar mientras llega el auto?

Pareció querer decir de nuevo que no, pero terminó cediendo cuando me vio estremecerme por el frío y me dejó entrar.

Estaba por preguntarle si estaba solo, pero era evidente, no se escuchaba nada y la gran casa se encontraba sumida en un silencio triste, a aparte del suave murmullo de una pieza clásica que sonaba lejanamente.

—Le traeré algo para que se seque, me temo que usted tiene una obsesión con la lluvia.

Lo vi alejarse y volvió un minuto más tarde con una toalla blanca, me la entregó y no pasé por alto que tomó cierta distancia de mí.

Me estaba evadiendo.

—Gracias.

Solté mi cabello y este cayó húmedamente sobre mi espalda en forma de rizos oscuros, sequé mi rostro y todo aquello lo hice bajo la supervisión tensa de él.

—No lo dije antes, pero gracias —logré decir un momento después y me sonrojé con pena—. Gracias por lo que hizo ayer por mí.

—No me agradezca por nada de lo que sucedió ayer, señorita Hess.

—Pero lo hago.

No dijo nada, se giró para tomar el teléfono y llamar, mientras yo recordaba como me había pedido que lo llamara «Aleksander» y no «Dreey»

Ayer había estado atrapada en medio de mi pánico, aun así, era muy capaz de recordar cómo se había comportado conmigo, cómo había tocado mi rostro después de llamarme «nena» y apretarme contra su cuerpo, él había estado ahí para mí y ahora, ahora parecía querer deshacerme de mí lo antes posible.

—¿Por qué está tan desesperado con que me vaya?

Quizá si lo había enojado mi arrebato y me lo merecía o quizás...

—¿Es por lo de su sobrino?

—¿Qué tiene que ver Anthony aquí? —me encogí de hombros y él prosiguió—. No sucede nada, tan solo necesita usted volver a su casa, es tarde.

Tragué con fuerza y di un paso hacia él, pero me detuve porque se tensó aún más.

—Sé que... —me estremecí— sé que lo que hice ahora estuvo mal, pero...

Negó de nuevo y pasó una mano por su cabello rubio.

—Aleksander...

—Esto no puede continuar, Francheska —dijo de repente silenciándome—. Esto no está bien.

Mi corazón se aceleró.

—¿Por «esto» se refiere a lo que hay entre nosotros dos?

—Sí, hablo de aquello.

Lo miré fijamente y respiré con fuerza.

—¿Es por lo de hace un momento?

—No.

—¿Entonces...?

Sus ojos verdes se nublaron con impaciencia, él pasó una mano por su cabello de nuevo y se obligó a hablar con pasibilidad.

—Es una chica realmente encantadora, Francheska, lo sé, lo sabe y todo aquel que la mire lo hace —su voz era baja—. Pero esto no debió ocurrir, debí mantenerme lejos y no dejarme gobernar por mis instintos.

No dije nada.

—Voy a casarme. Lory es mi prometida y voy a casarme en algún momento, de hecho, estuve con ella ayer y... Se acabó esto, es por su bien.

No pasé por alto ese «Estuve con ella» pero no dije nada.

—Y no le debo una explicación a usted ni a nadie, pero le comento esto porque sé que es joven y quizá puede sentirse confundida o contrariada —alejó la vista de mí —. No puedo seguir con esto y no es por mí...

Él iba a echarse hacia atrás, obviamente ya se había dado cuenta de que yo no valía el riesgo y se retrataría.

—¿Entonces por quién lo hace? —logré preguntar casual, ahogando el sonido de mi corazón molesto.

—No seguiré con esto porque usted no se merece tal trato, señorita Hess. —la rotundidad estaba en su voz—. No merece ser tratada como una segunda opción y eso es lo que va a pasar aquí eventualmente, porque... Porque yo no puedo dejarla a ella.

Ah.

Sus palabras debieron golpearme fuertemente, pero no lo hicieron, el vacío que había sentido desde que me desperté solo se intensificó.

—¿En algún momento yo le pedí que la dejara? —cuestioné lentamente, dejando salir mi frialdad.

Si él quería ser hiriente, yo podía ser el doble cuando me correspondía.

—Por supuesto que no, pero es joven y no deseo que se confunda con lo que sucedió entre nosotros.

Enarqué una ceja.

—¿Y qué sucedió entre nosotros, maestro Vandeleur? —me reí— hace sonar un par de orales y besos como un noviazgo o casamiento.

Su ceño se frunció.

—Veo que está muy bocazas.

—No, más bien yo veo que usted me ha malinterpretado todo este tiempo —seguí adelante porque de repente estaba harta de siempre ir atrás. — Si quiere acabar con «esto» porque usted se va a casar y ama a su prometida, está bien, perfecto, pero...

Di un paso hacia él y me observó en silencio.

—Pero no haga ver esta situación como que usted da un paso atrás, porque yo voy a caer enamorada a sus pies y arruinaré lo que sea que signifique su relación.

—No pretendía insinuar aquello.

—Claro, porque por ser joven soy estúpida.

Él frunció el ceño de nuevo, evidentemente agotado.

—Voy a casarme.

—Sí, sí, ya dijo eso, ¿Cuántas veces se lo repite al día para aceptarlo, maestro?

—Modere su altanería —advirtió fríamente.

—¿O qué?

No respondió.

—¿Va a castigarme cómo solo usted sabe hacerlo? —estaba ahora enojada, muy enojada—. Ah, no, no es posible, quizá me confundo y termino profesándole mi amor.

Eso fue suficiente para él, se acercó a mí, tomó mi muñeca y me tiró hoscamente hacia su pecho.

—¿No ve lo que estoy intentando hacer? ¿Por qué tiene que ser tan necia y descortés?

Mi pecho subió y bajó con fuerza.

—Quiero evitarle problemas por mi culpa, busco que su dignidad esté intacta y evitar que mis acciones la absorban, ¿Por qué tiene que ser tan obstinada?

—¿Mi dignidad? —traté de alejarme, pero no me lo permitió—. Nadie puede rebajar mi dignidad a nada, porque solo yo sé mi valor.

No era mucho, pero él no tenía por qué saberlo.

—Francheska.

—Está bien, está bien, dejemos todo así —me encogí de hombros—. Pero quiero aclararle el hecho de que yo no estaba buscando a nadie para enamorarme, yo no estoy buscando tal cosa, no se preocupe, no me voy a deshacer si usted se casa o no.

Me miró fijamente.

—Yo ya amé a alguien en mi pasado sin importar que tan joven era o soy. Ya sé lo que es amar a alguien con mi vida y créame que no busco repetir tal cuestión —mi voz era fría y no estaba razonando correctamente—. Y créame maestro Vandeleur que de la última persona de la que me enamoraría yo sería de usted.

Soltó mi mano.

—Me gusta físicamente, lo sabemos, pero su personalidad no es algo muy encantador. ¿Verdad?

Debía detenerme, debía callarme porque sabía que lo que estaba hablando por mí en ese momento era esa parte feroz que odiaba ser dejada a un lado.

—Soy muy encantador, señorita Hess —su voz carecía de cualquier tipo de emoción— pero aceptaré su amable crítica y quizá la tenga en cuenta para un futuro cercano o lejano, ya veremos.

Dios.

Lo odiaba.

—Y sigo sin comprender por qué se pone tan furiosa conmigo por simplemente decirle que es mejor evitar más estas cuestiones.

—Me pone furiosa que insinúe que me voy a morir porque se va a casar con ella. Eso me pone furiosa.

—Es usted una joven sumamente celosa y sentimental, solo le estaba advirtiendo.

Oh, oh.

Él no debió decir eso y no porque no tuviese la razón, sino más bien porque odiaba todo lo que estaba pasando en ese momento y por eso exploté una vez más.

—¿De verdad cree que me voy a poner a llorar por qué se va a casar con ella, Aleksander? —me reí—. Eso no va a suceder, yo ya sé lo que es perder; crecí con el abandono de mi padre, vi irse a ese alguien que amé por encima de mí misma, sobreviví a la muerte de mi madre y aquí estoy, aquí continuo y no me voy a romper por nada y mucho menos porque usted se vaya a casar con ella.

Mi respiración estaba alterada.

—Créame que mi entereza no va a depender de usted y de su prometida.

Mi subconsciente me gritó que era una mentirosa, pero lo ignoré.

—Sabía que se iba a casar cuando lo conocí y eso no me detuvo, yo solo estaba... Solo estoy buscando un momento para divertirme, distraerme y listo —dije sin más—. No busco boda, relación y amor, descuide.

Ya sabía que no servía para eso.

—Sexo, solo quería eso, pero... ¿Su ego le hizo crear toda una película alrededor de mí?

Esperé a que dijera algo, pero solo sonrió fríamente.

—Sí que sabe sacar las garras, señorita Hess, ojalá y fuese así con el maltratador de su padre, pero me temo que su valentía tiene límites.

Ya había tenido suficiente con él.

—Váyase a la mierda.

Comencé a caminar hacia la puerta de la casa y me ordené no llorar frente a ese idiota pretencioso.

—Toda una malcriada, no acostumbrada a que le digan que «no» y si lo hacen, procede a hacer todo un berrinche —se burló a mis espaldas.

Me detuve en la puerta, me giré lentamente para verlo y apreté los dientes con ira.

—No, no estoy acostumbrada a que me digan que no, maestro —mentí— pero por suerte y ganancia para mí, sé que por ahí hay muchos otros sujetos que les encantaría decirme que sí.

Sus ojos se oscurecieron ante mis palabras y sonreí.

—Que tenga feliz noche.

Intenté salir, pero no llegué tan rápido porque de repente una mano se estrelló contra la puerta y esta se cerró frente a mis narices, al tiempo que sentía su presencia en mi espalda.

—¿Qué es lo que jodidamente quiere? —siseó y su aliento me hizo estremecer— ¿Busca hacerme enojar? ¿Es eso? —gruñó— pues enhorabuena, usted lo ha logrado.

No respondí.

—Le estoy haciendo una pregunta, Francheska. ¿Qué es lo que desea?

Temblé ante su cercanía.

—Olvidar, escapar, divertirme —me giré lentamente y sus ojos furiosos dieron con los míos—. Solo un buen rato, sin expectativas o compromisos.

Maria del Mar estaría orgullosa de mí...

—Solo diversión —tragué con fuerza—. Después usted podrá hacer lo suyo y yo lo mío, sin reclamos o ataduras.

Su mano se alejó de la puerta y fue a mi barbilla para después deslizarse hacia mi garganta y trabarse ahí con autoridad.

—¿Desea que la tome inmoralmente sin importar las consecuencias? —su voz sonó peligrosamente tranquila— ¿Es eso lo que desea?

—Sí —susurré— solo usted y yo, las consecuencias no importan.

Por ahora...

—Le dije que se marchara.

—Quiero quedarme —miré sus labios— si me voy a arrepentir después, quiero hacerlo bien, recordando como se sintió.

—¿Cómo se sintió qué?

—Usted dentro de mí.

Eso fue suficiente para él, su mirada verde oscura se tornó aún más nublosa y entonces vi el deseo y el hambre ahí.

Las ganas.

Las mismas que sentía yo.

—Francheska...

—Dele olvido a mi dolor, a mis problemas y yo le daré lo que sea que necesite usted para dejar ir eso que lo atormenta —miré sus labios—. Solo nos usaremos para placer, es un intercambio justo.

—No deseo hacerle daño.

—Hágalo —su mano se apretó un poco en mi garganta—. Me gusta todo duro, me prende todo lo que es dolorosamente inolvidable.

Por un momento pensé que diría que no, él abrió su boca y la cerró con fuerza y después de una pausa, gruñó en alemán:

—Ich habe dich gewarnt, ich habe dich gewarnt —se acercó y mordió mi labio inferior suavemente haciéndome gemir.

Lo necesitaba, yo solo lo quería por una hora, un día, un mes, tres meses, solo por un rato y después lo dejaría ir con quién deseara... solo lo necesitaba un instante para poder no sentirme tan sola y miserable.

—Sie werden für dieses Chaos verantwortlich sein. Sie werden für meine Zerstörung verantwortlich sein.

—Aleksander...

—¿Usted neciamente quería esto? —susurró ferozmente—. Supongo que he de complacerla.

Estampó sus labios con los míos en un beso tan, pero tan potente, que los dos nos tambaleamos ante las ganas que nos teníamos, el rubio llevó sus manos a mis caderas y me levantó para que rodeara mis piernas alrededor de su cintura y jadeé contra su boca cuando sentí su dureza prominente.

El beso se tornó urgente y nos estrellamos contra la puerta con brutalidad, pero no sentí el dolor, solo el deseo y la maldita necesidad de tenerlo dentro de mí y, al parecer, él sintió lo mismo, porque se alejó de mis labios, me observó con ardiente frialdad, llevó una mano a mi cabello y lo tiró hacia atrás revelando mi garganta y cuando sus necios dientes estuvieron ahí sobre mi delicada piel mordiendo y haciéndome daño, él susurró peligrosamente:

—¿Quería esto? Bien —lamió mi piel—. Acaba de cerrar un acuerdo y, desde ahora, quiero que se mantenga callada y obediente, veremos qué tan receptiva es usted al castigo, señorita Hess.

Gemí.

—Porque sin duda alguna me tiene furioso y no tendré otra opción que enseñarle modales y obediencia.

—Maestro...

Su mirada verde me silenció.

—Yo ordeno, usted calla y obedece —demandó— por ende y sin más; veamos que tanto la complace el dolor.

***

ESPACIO PARA GRITAR Y DESAHOGARSE AQUÍ. 🥹

PREGUNTILLAS:

¿Qué tal les pareció el capítulo?

¿Qué opinan del recuerdo—sueño de Frank?

¿Se dieron cuenta de que ella omite/bloquea recuerdos?

¿Franko yéndose de viaje?

Faltan tres días para que cumpleaños de Francheska... ¿Creen que pasará algo especial?

¿Qué opinan de Francheska dudando de Dreey?

¿Creen que él le debió decir la verdad?

No lo hizo... ¿Será que obstinadamente teme que ella se aleje?

¿Dreey queriendo alejar a Fran...?

¿Qué opinan del carácter que deja salir en ocasiones Francheska?

¿Debió ella hacerle caso a Dreey y simplemente alejarse?

¿Listas para lo que se viene?

¿Qué creen que pasará en el próximo capítulo?

¿Les gustaría que en algún momento hiciera un live en mi Instagram respondiendo preguntas?

Sin más, espero que el cap les haya gustado, recuerden apoyarme votando y, gracias por seguir aquí.

Besotes, abrazotes y patadotas,

Luz Karime Duque.

PD: Tengo nombre de reina y quien lo niegue es del fandom de Lory👀

PD2: Hoy ando de buen humor para variar jajka, suban en sus historias de ig sus partes favoritas del capítulo y me etiquetan en mi ig (Luz_kaa) para resubirlas 🫶💚💛

PD3: Comenten aquí muchos corazones, escogeré a alguien para dedicarle el siguiente cap. 

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