"Infierno y Paraíso". Tercer...

By VeronicaAFS

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Elizá creyó que ya nada la sorprendería, que estaba todo dicho. Ella ha quedado varada entre dos mundos y es... More

"Infierno y Paraíso". Tercer libro de la saga "Todos mis demonios".
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7
Capítulo 8.
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítuo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 43 y epílogo.

Capítulo 42. Anteúltimo.

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By VeronicaAFS

42. Iluminados por el fuego.

Empujé la puerta con tanta fuerza que ésta rebotó contra la pared. El demonio que se encontraba parado a un lado, custodiando la reunión que yo tenía con mi padre, me miró con ojos desorbitados pero no intentó detenerme ni dijo nada. Yo no le hice caso. No entiendo muy bien cómo o porqué, mi cuerpo me guió por un camino que yo no conocía, el cual llevaba a él, fue igual que si mi corazón fuese una gran brújula y él, mi norte.

El corredor desembocó en un espacioso hall que daba a una escalera, al pie de esta, otros dos demonios vestidos de negro, vigilaban el lugar. No me preguntaron nada ni intentado detenerme, simplemente se hicieron a un lado para dejarme pasa. Subí la escalera dando grandes saltos, colgándome de la baranda para darme más impulso. Todavía no podía terminar de creer que lo único que me separaba de la felicidad más completa que hubiese experimentado nunca, se encontraba tan solo a unos cuantos escalones de distancia.

Por un instante mientras subía pensé en gritar su nombre, pero me arrepentí, no quería que pensase que algo malo me sucedía y que yo lo llamaba en busca de ayuda.

En el pasillo del primer piso dos demonios custodiaban una puerta…la de Vicente. Me detuve.

Los dos demonios agacharon las cabezas en una suerte de reverencia a la que procuré no darle mayor importancia, y luego se apartaron uno a cada lado para liberar la entrada.

Mi estómago se contorsionó de ansiedad. La cabeza me daba vueltas.

Me aproximé a la puerta, las manos me temblaban. Tenía tantas cosas en la cabeza, en cierto modo me sentía igual que si estuviese en un recital de rock, medio de una multitud enloquecida que coreaba las letras de las canciones que ensordecían desde potentes paredes de sonido formadas por cientos de parlantes.

La perilla resbaló debajo de mi mano traspirada a causa de los nervios, aún así, logré abrir la puerta; puedo jurar que oí el cerrojo saltar.

Su perfume me llegó por la abertura de un milímetro y cuando empujé la puerta del todo directamente me sentí en la gloria.

Estaba sentado a los pies de la cama, con los codos en las rodillas y las manos cubriéndole la cara, llevaba puestos unos pantalones y una camisa que no eran suyos (él nunca usaba ropa tan opulenta, mi padre debía habérsela prestado).

Al escuchar la puerta, se quitó las manos de la cara y me miró alzando la cabeza lentamente. Apuesto mi mano derecha a que no podía creer que era realmente yo.

Entré y empujé la puerta para que se cerrara.

Toda mi piel se erizó y se puso hipersensible. Quería seguir caminando pero me quedé dura, clavada al piso, tenía la sensación de que iba a desmoronarme de un momento a otro. Le sonreí.

- ¿Eliza?

Su voz causó dentro de mí el mismo efecto que un terremoto.

Se puso de pie y volvió a pronunciar mi nombre.

Eso mismo que por un momento me detuvo, volvió a darme el impulso para salir corriendo hacía él. Salté sobre él, le di tal empujón que se tambaleó (me figuro que esto se debió a mi nueva condición, en mi forma humana jamás hubiese logrado moverlo ni un ápice), pero sus manos no titubearon, me atajó y yo me colgué de su cuello y lo besé como nunca antes lo había besado. Ya no teníamos porqué tener miedo, porqué cuidarnos, ahora éramos dos iguales, tal cual siempre nos habíamos sentido. Ya no existían diferencias entre nosotros, el mundo se había acomodado para hacernos un lugar.

Lo necesitaba y él me necesitaba a mí.

Su boca me supo mejor que nunca, su cuerpo debajo de mis dedos me pareció más perfecto de lo que yo jamás hubiese tenido la capacidad de notar antes. Fue lo más increíble que haya experimentado jamás, sentí que estallaba, que me fundía con el universo, que me volvía parte de él y que él se volvía parte de mí. Casi pierdo la cabeza en una maraña de sensaciones y sentimientos que mi cerero acostumbrado a la condición humana, no daba a basto a procesar. Estaba tan abrumada por todo que comencé a pensar que cuando hiciésemos el amor, acabaría por volverme loca; esto me haría perder la cabeza, simplemente era demasiado…mucho más de lo que yo imaginé que sería…realmente no tenía ni la menor idea.

- Un momento, un momento- exclamó mientras yo bajaba besándole el cuello-. Eliza, tenemos que hablar. Un segundo- dijo tomando mi rostro entre sus manos para ubicarlo frente al suyo-. ¿Qué fue lo que hiciste?- inquirió con una sonrisa amarga en los labios. Estaba tan feliz como yo, pero al mismo tiempo algo enorme pesaba sobre su cabeza.

- Hice lo que tenía que hacer- le respondí sin ninguna clase de ceremonia.

- No, no tenías que hacer esto-. Se puso serio y negó con la cabeza-. De verdad que no.

- No, no tenía, es cierto, lo que pasa es que simplemente quería. Te amo, qué esperabas que hiciera.

- Lo que te he estado rogando: que no te entregases al Infierno por mí.

- Nací para estar contigo, quien algo quiere algo le cuesta. Además- añadí-, no fue únicamente por ti, sino también por Lucas, y por mí, no puedo alejarme tu lado.

Me soltó y dio un paso atrás.

- No me arrepiento ni nunca me arrepentiré-. En mi vida había estado tan segura de algo como lo estoy de esto.

- Ese hombre…- comenzó a decir y yo lo interrumpí.

- Trueba es mi padre y además es mucho más que eso…más que un simple demonio…¿No sé si me explico?-. El tema me puso incómoda, solamente Dios sabe si algún día voy a terminar de asimilar lo que eso significa, aunque la verdad, es quién sea mi padre, no me condiciona en lo absoluto, él y yo podemos tener muchas cosas en común, sin embargo, lo que realmente pesa aquí, son nuestras diferencias.

Vicente parpadeó varias veces y luego abrió la boca pero de sus labios no salió nada más que su perfume, el cual me hacía querer besarlo otra vez. Me contuve, le debía una explicación.

- Resulta que te enamoraste de la hija de tu jefe- le dije en broma.

Vicente torció la boca y me miró ceñudo.

- ¿Lo sabías?

- Intuía que detrás de eso tan grande que sentía dentro de ti, debía existir algo verdaderamente- se interrumpió y sacudió la cabeza-…nunca hubiese sospechado que era eso, y menos que él vive en la tierra o que…- su frente se frunció en una mueca de confusión total-no sé que pensar- terminó diciendo.

- Según mi padre mis poderes son tan fuertes como los suyos, para ser más precisos, insinuó que si riñésemos sería un empate-. Inspiré hondo y solté el aire-. Sigo siendo yo, todo lo que me ha ofrecido no me ha tentado en lo más mínimo. Es mi padre, me costará terminar de asimilarlo- le expliqué-, pero que no espere más de mí, yo no tengo intenciones de unirme a su causa ni ahora ni nunca, la política me importa un cuerno, menos que menos la celestial y la del infierno.

- Nunca te permitirá apartarte de su lado, además, si le entregaste tu alma a Salvador.

- Salvador ya no existe, Vicente, Trueba lo devolvió al infierno y por cierto, él era mi hermano.

Vicente se quedó de piedra; mis esfuerzos de soltarle las novedades en un tono ligero y a modo de broma no evitaban que él se atragantase con mi nueva realidad.

- Eso no importa, mi alma es libre y la tuya también.

- ¿Qué estás diciendo?

- Que Dios o quien sea, es capaz de dar segundas oportunidades.

La frente de Vicente se arrugó.

- Me alegra haber podido hacer por ti algo semejante, no podía pagarte de un modo mejor, lo que has hecho por mí.

- Lo que yo hice por ti…

- Tu amor simplemente me dio nueva vida, una segunda vida, una nueva oportunidad. Te amo, lo hice una vez y lo haría cientos de veces más por salvarte de todo y de todos…Esto simplemente tenía que ser así Vicente, te amo como jamás amé a nadie más y como seguro no conseguiré amar otra vez.

- Estás loca…estás loca- replicó él entre risas con los ojos llenos de lágrimas.

Me dieron ganas de comérmelo de amor.

- Quizá un poco, pero sabía que la única forma de ponerle fin era entregando mi alma, mis motivos no fueron precisamente los que el Diablo tenía en mente, pero ni modo, si iba a entregarme que fuese por algo que valiese la pena-. Tomé su rostro entre mis manos-. Que otra cosa puede tener más valor para mí que tú, que tu paz, que tu libertad, que tu salvación. Te amo Vicente y siempre te amaré.

- No más de lo que yo te amo a ti- me dio un rápido beso-, espero que algún día puedas perdonarme todas las estupideces que hecho, todo el daño que te he causado.

- Permitamos que el fuego consuma el pasado, yo nací de nuevo esta noche, el mundo acaba de empezar para mí…-le acaricié la línea de los labios con las yemas de los dedos-…todo es tan…tan…- me quedé sin palabras. Se me cayeron unas cuantas lágrimas de felicidad-. No permitas que nadie me despierte de este hermoso sueño.

- No es un sueño, es real, el cielo y el infierno se fusionaron esta noche y ahora los tengo delante de mí, viviendo en un cuerpo que puedo tener entre mis brazos. Cada miserable día de mí vida hoy cobró una razón de ser-. Meneó la cabeza-. No tienes ni la menor idea de lo que has hecho por mí.

Nos besamos otra vez y fue todavía mejor.

Fuimos iluminados por el fuego y ahora vivíamos dentro de éste…el fuego nos daba vida y nos consumía al mismo tiempo en un ciclo que bien podía ser eterno sobre la tierra o no, pero que sin duda, duraría por siempre a dónde sea que vaya la energía cuando deja de estar atada a un cuerpo.

Pegada al pecho de Vicente, caminé hasta el ascensor por un departamento que parecía haber sido abandonado en un parpadeo. En cuanto salimos de la habitación supe que todos se habían ido, ya no los sentía ni podía olerlos, no más que los tenues rastros que habían dejando al pasar, pero ya no estaba allí, mi padre no estaba allí.

En silencio, intercambiado caricias y mirada que eran mucho más elocuentes y profundas que cualquier palabra jamás inventada, llegamos al estacionamiento. En la inmensa playa solamente había dos automóviles, el Audi chocado de Salvador y el Mercedes-Benz de Vicente.

Las llaves estaban en el encendido.

Se sentía tan surreal estar sentada otra vez dentro de su auto, me dieron ganas de echarme a llorar otra vez de pura felicidad, por delante de mis ojos pasaron las imágenes de aquella vez que me llevó a esa estancia para ver una obra de Shakespeare, todos esos recuerdos ahora volvían a ser felices y ya no los sentía angustiantes. Recuerdo perfectamente los celos que sentí al pensar que en esa casita junto al lago lo esperaba una mujer…se me pone la piel de gallina al verme a mi misma caminando hacia él para luego sentarme a su lado en la escalera que ascendía hacia el porche. Hoy lo amo todavía más que entonces, es más, me cuesta pensar en que hubo un tiempo en mi vida en que no amé de este modo…ese tiempo me parecía perdido, inútilmente desperdiciado.

Vicente le dio contacto al encendido y el motor rugió.

Me incliné hacia él y lo besé, él me sonrió.

- ¿Y eso porqué?

- Por haber intentado salvarme pese a que no era tu responsabilidad, por ponerte en riesgo por mí, por anteponer mí dicha a la tuya.

- Hiciste lo mismo por mí y yo todavía te debo mucho más.

- Digamos que estamos a mano.

- Nunca.

- No discutas conmigo, puedo obligarte a darme la razón- bromeé.

- Inténtalo, todavía eres una neófita, con grandes poderes o no, todavía tienes mucho que aprender.

- El alumno siempre tiene la posibilidad de sobrepasar al maestro.

- No me queda la menor duda de eso, pero hasta entonces, estamos a mano.

Puso primera. El Mercedes salió quemando llantas del estacionamiento.

Los dos teníamos muchas ganas y mucha necesidad de salir de allí cuanto antes.

A medida que nos acercábamos a la casa de Gaspar y su familia, fui poniéndome cada vez más nerviosa, Vicente se había negado a contarme nada de lo sucedido cuando la familia salió al rescate de Lucía y de pruebas que presentar ante Ciro, solamente se limitó a decir que los atacaron, que hubo heridos pero que todos deberían estar bien ahora, eso mismo dijo Eleazar, pero esta noche, así como todas las veces que alguien de la familia y del grupo de amigos de Vicente, se había arriesgado por mí, me pesaba en una larga cuenta que no tenía ni idea de cómo saldar. Vicente intentó tranquilizarme contándome que uno de los hombres de mi padre le había dicho que Trueba había dado ordenes de escoltar a toda la familia a la casa y que también se había encargado de borrar de la faz de la tierra a todos los indeseables (Vicente lo expresó con estas mismas palabras, sin embargo yo de sobra sabía que no eran suyas sino de alguien que se sentía en cierto modo, dueño del derecho de hacer sobre la tierra lo que le viniese en gana, siempre supeditado a otra voluntad que él no podía controlar, pero en fin…).

- ¿Lucas también estará aquí?- le consulté retorciéndome los dedos a causa de la ansiedad. El cuello se me había puesto duro y la garganta se me había encogido, me costaba mucho tragar.

- Sí, todos están aquí, Lucía también.

- Me alegro tanto que tu sobrina esté bien-. Era un verdadero alivio, además, me entusiasmaba mucho la perspectiva de poder conversar con ella sobre el pasado de su familia y de tenerla como familia.

Vicente me tomó de la mano. - Tranquila, respira profundo, intenta relajarte.

- No puedo tranquilizarme, siento igual que si hubiese tomado un centenar de latitas de bebida energizante, junto con algún sedante muy fuerte: mi cerebro está atascado pero a mi cuerpo le sobra fuerza, y en el medio, me siento terriblemente torpe.

- Sí- se sonrió-, sé cómo te sientes. Así son las cosas al principio…vas a tener que tener paciencia, alcanzar la madurez lleva su proceso.

- ¿Madurez?- se me escapó una risita tonta-. Está bien, igual no tengo prisa, es que…- le señalé el reloj en el tablero-. Son las cuatro de la mañana y ni siquiera estoy cansada y la noche…- tragué saliva, todo era tan maravilloso e increíble-, la noche se ve más linda que nunca. Todo se ve mejor que antes- dije pasando un dedo por el tablero frontal, todo me parecía mucho más bonito ahora…perfecto-. Lo miré, él se había convertido en una visión magnífica, imposiblemente perfecta, un ángel-. Alcé una mano y le toqué la cara- su piel era extremadamente suave y lisa-. Parece que estuvieses hecho de…- tragué saliva, otra vez había perdido el control de mí misma, esa sensación de estar a punto de explotar era increíble, pero al mismo tiempo, desconcertante-…de luz- completé cuando recuperé el aliento.

- Tenemos que buscarte un espejo pronto.

- ¿Un espejo, para qué?

- Para que te veas- me contestó riendo.

- No gracias, paso, no creo que tenga muy buena pinta, no después de semejante noche.

- Los demonios están hechos para atraer-. Ante mi cara de “qué estás diciendo”, completó la idea-. Todos tus mejores rasgos externos se exacerban al cambiar, se perfeccionan para resultar tentadores.

- No todos los demonios tienen buena apariencia- repliqué.

- Eso es cierto, no sé cómo funciona, ni porqué en unos se nota más que en otros…- se sonrió y para mi sorpresa, enrojeció-, insisto en que deberías mirarte al espejo.

- ¿Tan fea era antes?

- Siempre fuiste la mujer más hermosa que yo haya visto jamás.

- Se agradece la mentira-. Aceptar elogios no era lo mío. Sentí que el rubor me subía por el cuello hasta el rostro y las orejas.

- Es cierto, es hora de que empieces a verte a ti misma como realmente eres- replicó sonriéndome; su mirada me ablandó.

- ¿Cómo soy ahora o cómo era antes?- pregunté, todo esto me ponía incomoda, todavía me sentía muy extraña dentro de mi propio cuerpo, en algún punto me sentía fuerte, bella y poderosa (sé que suena algo egocéntrico, pero es así, sentía que dentro de mí fluía algo increíblemente potente capaz de hacerme levitar, de poder ver por encima de todas las cabezas), y por otro lado, tenía ganas de esconder la cabeza debajo de la tierra.

- Sigues siendo la misma, solo que hay algo…- enmudeció y se quedó observándome fijamente-. No podría asegurar qué es, pero se nota, está allí.

Mientras él manejaba, yo, disimuladamente, bajé el parasol y me miré en el pequeño espejo, entre las manchas de sangre visualicé un brillo muy particular que nunca había visto antes en mí. Mi piel en extremo lozana parecía la de un bebé, completamente libre de marcas de expresión, cicatrices o cualquier otra imperfección, mis ojos refulgían llenos de un no sé qué inexplicable que tornaba mi mirada profunda y le daba un aire misterioso, hipnótico, me dio la sensación de que si llegaba a pasarme mucho tiempo mirándome los ojos al espejo acabaría perdiéndome dentro de mi propia mirada…era tan extraño; mi cabello me sorprendió todavía más, por lo general indomable y algo opaco, lo que siempre lo hacía parecer desalineado, tenía el aspecto sedoso del terciopelo (no tenía ni una sola hebra fuera de lugar), se había convertido en una cortina pareja, reluciente, digna de una publicidad de shampoo. Me costó asimilar que ese rostro fuese el mío. Era yo, pero no parecía yo, era una versión mejorada y casi perfecta de mí. Me puse roja de vergüenza, si bien era algo sutil, me veía mejor que antes, sin duda era como si algo irradiase desde muy dentro de mí…ha de ser porque ahora soy la persona más feliz del universo, porque tengo a la persona a la que amo a mi lado…

Subí el parasol, mi mirada se cruzó con la de Vicente, él me sonrió, estiró una mano y me tomó la mía, nuestras manos entrelazadas parecían una escultura de piedra pulida hasta la perfección. Mi aspecto ahora era similar al suyo- una barrera menos entre nosotros-, y creo que ya no quedaba ninguna.

La verja de la casa de los Salleses se materializó ante nosotros, me asombró verla en pie, creí que para entrar, los demonios que habían traído a Sergio la habían derribado; evidentemente no fue así, deben haberla forzado de otro modo.

Se me cortó la respiración, sin querer le clavé las uñas al tapizado de cuero de la butaca; me daba vergüenza enfrentarlos, no tenía ni idea cómo agradecerles todo lo que hicieron por mí, intenté pensar en un discurso, o al menos en una frase, pero todas las palabras me resultaban vanas, muy poco elocuentes para lo que yo deseaba expresar.

Vicente volvió a pedirme que me calmara, luego detuvo el auto sobre el camino de entrada, bajó la ventanilla de su lado, presionó el botón del intercomunicador y alzó la cabeza hacia la cámara de seguridad, por el parlante nos llegó toda una serie de gritos de algarabía para nada contenida, que casi taparon la voz de Gaspar que nos pedía que entrásemos.

La verja rezongó al abrirse, el metal chirriaba por todas partes, obviamente algo le habían forzado al abrirla y por eso ahora no corría con la suavidad de antes.

El Mercedes trepó por la colina lentamente. El corazón se me subió a la boca cuando el camino viró a la derecha dejando atrás los árboles que ocultaban la casa.

Sentí cargas eléctricas moviéndose dentro de mí cada vez más rápido.

Todos salieron a recibirnos…absolutamente todos.

No puedo explicar lo que sentí al ver a Lucas sano y salvo, y todo lo que pasó dentro de mi cabeza al comprender lo que nos había unido y lo que nos uniría por siempre. Este chico se merecía mucho más que mi alma.

Lucas bajó la cabeza y se escondió detrás del grupo al verme.

Vicente detuvo el auto frente a la casa.

Gaspar se apresuró para llegar a mi lado, me abrió la puerta del auto, y en cuanto salí, me dio un abrazo de eso que me hizo llorar. Yo no entendí del todo lo que ocurría aquí, sobre todo porque me dio la sensación de que él estaba todavía más feliz y agradecido que yo. El que no pronunciase ni una sola palabra fue incluso más extraño. Todos los demás enmudecieron.

Gaspar finalmente me aparto de su lado y sin soltarme, me observó con sus brillantes ojos miel, que en este momento parecían dos grandes trozos de ámbar bellamente pulido.

- Gracias- me dijo con voz entrecortada.

- ¿Gracias? Gaspar, por mi culpa toda tu familia corrió riesgo de vida, soy yo la que les va a estar eternamente agradecida y en deuda; siento que ni siquiera tengo derecho de estar aquí-. Me encogí dentro de mi misma.

- Date la vuelta y míralos a la cara- continuó diciendo él.

Con miedo, giré noventa grados y los enfrente, me encontré más que nada con sonrisas, con ojos solemnes y con algún que otro corte y moretones, pero en este momento ninguno de ellos parecía odiarme, siquiera Eva, tampoco Lucía, ni siquiera el pobre de Leandro que tantas había pasado por mi culpa.

- Esos son los rostros de las almas que has salvado esta noche.

Se me atraganto algo, no sé qué. Sentí que me ponía lívida. - Yo no…ustedes…ustedes fueron.

Gaspar me puso una mano sobre el hombro. - No tienes ni idea de aquello a lo que te enfrentaste esta noche- me susurró al oído-, fuiste muy valiente.

- No, no lo soy Gaspar- se me puso la piel de gallina-. No soy ni fuerte, ni valiente, simplemente hice lo que creí necesario hacer, lo que yo necesitaba dar para estar en paz, para ser feliz, eso es todo, fue simplemente eso.

- Es lo mismo- me aseguró asintiendo con la cabeza.

- No, ustedes se salvaron a si mismos, escogiendo lo que creían justo, al igual que yo. Obtuvieron la recompensa que se merecía por lo arriesgado y valiente de su elección, pero no fui yo la que les consiguió el perdón o lo que sea lo que sea que todos obtuvimos de esto, ustedes mismos se lo consiguieron, es por eso que todavía les debo todo lo que tengo.

- Di lo que quieras, yo siempre sabré que fuiste tú la que salvó a mis hijos, si hubieses tenido miedo, si hubiese permitido que el egoísmo te dominase, si no hubieses escogido el poder al amor, el resultado no hubiese sido el mismo y tú lo sabes- me dijo al oído y luego me apretó contra su pecho-. Están vivos gracias a ti.

Vicente llegó hasta nosotros y me tomó de la mano (el tacto con su piel ya no me resultaba tan caliente como antes, ahora estábamos a la misma temperatura) Gaspar me soltó y fue a abrazar a Vicente, le dio unas fuertes palmadas en la espalda y le dijo cuan feliz estaba de verlo otra vez.

- Espero que ambos accedan a formar parte de esta familia-. Nos miró a ambos por turnos, sus ojos nos decían que no aceptarían un no por respuesta y sinceramente, ni Vicente ni yo pensábamos declinar su ofrecimiento.

Jan se inclinó hacia atrás y le susurró algo a Diogo al oído sin dejar de sonreír, puedo jurar que le dijo algo así como: ahora a Vicente no le quedará más opción que aceptar. Era un comentario en broma, pero tenía un trasfondo muy significativo para Vicente.

- Va a ser un honor- me apresuré a contestar.

Vicente me rodeó los hombros con un brazo y contestó que sí con la cabeza.

- Gracias a todos- entonó en voz alta-, Eliza es lo mejor que he tendió en este mundo y les debo a ustedes que ella esté ahora aquí conmigo.

- Vas a tener que pagárnoslo de alguna manera- bromeó Julián alzando la voz-. Tres de mis motos quedaron para chatarra.

Sofía le propinó un codazo en las costillas al tiempo que Petra le daba un pellizco en el brazo.

- ¡¿Qué?!- se quejó él-. Era broma, todos saben que era broma. ¡Que poco sentido del humor que tienen!

Sus hermanos le gritaron que se callara y todos rieron. Parecía increíble volver a verlos como aquella primera vez que visité su casa, tan distendidos y felices, incluso todavía más que aquella vez.

- ¡Bienvenidos a la familia!- exclamó Diogo y luego vino a abrazarnos.

La siguiente en acercarse a nosotros, fue Lucía, me angustió ver en detalle lo delgada y demacrada que estaba, sus ojos habían perdido el brillo y la potencia que tanto me recordaba a los de Vicente, pero se repondría. Quise evitar el mal trago, sin embargo no logré evitar especular con las cosas que debía haber sufrido de manos de Ariel; me sentí horrorosamente culpable, espero un día pueda hacer algo para compensar todo lo que sufrió por mí.

Vicente y Lucía compartieron un abrazo que me enterneció y las palabras fueron más lacrimógenas aún. A ellos dos no los unía solamente la sangre sino también una relación que yo recién ahora comenzaba a comprender, puede que todas las almas tengan un solo dueño, pero aquí en la tierra, hay algunas que cuentan con una ayuda extra, con un ángel guardián que incluso fracasando a su cometido final, puede demostrarte el verdadero significado de tu existencia. Busqué a Lucas y me di cuenta de que había desaparecido.

- Bueno, ya nos habían presentado pero esta es la primera vez que nos vemos cara a cara sabiendo realmente quienes somos- me dijo Lucía tomándome de la mano-. Lamento haberte ocultado la verdad, creímos que lo que habíamos sería lo mejor para todos-. Se encogió de hombros-. Mi tío me ha hablado mucho de ti, con esas palabras que él me dijo, me ayudó a comprender cuanto te quería, por eso accedí a ayudarlo. Valió la pena, de eso no me cabe la menor duda-. Me sonrió-. Es agradable que la familia se agrande…añoraba eso, usualmente el concepto de familia es algo que se pierde cuando te conviertes en demonio. Quizá podamos comenzar un clan como el de los Salleses- bromeó.

- Lucía- salmodió Vicente.

Lucía me abrazó con más fuerza de la que yo esperaba. - Bienvenida a la familia-. Me tomó de las manos-. Tenemos tanto de que hablar- dio un saltito-. Estoy tan entusiasmada. Para lo que quieras, si necesitas algo, lo que sea, en lo que te pueda ayudar, tan solo dímelo. Acostúmbrate a esto puede ser algo difícil…

- Ya, ya…- la interrumpió Vicente.

- Por ahora creo que lo llevo bastante bien- le contesté feliz de saber que había ganado muchas cosas extras, además de un amor eterno el cual ya era suficiente bendición.

- Mucho mejor que otros- acotó Massimo lanzándole una mirada a Kumiko-, te acuerdas la vez que conocimos a ese chico…creo que fue en Transilvana, el que creía que lo había mordido un vampiro y fue por toda la ciudad intentando chuparle la sangre a sus vecinos.

Julián soltó una carcajada.

- Eso no fue gracioso- acotó Kumiko-, el pobre estaba completamente desorientado, el demonio que tomó su alma no le explicó nada y…

- Oigan- exclamó Gaspar, no es momento para eso, muchachos. Por qué no mejor vamos a dentro, Eliza y Vicente necesitan descansar, ha sido una noche muy larga. Vamos, todos ustedes saben lo que se siente tener apenas unas horas…

Yo me sentía dentro de todo, bastante bien, o al menos eso creo, solamente quedaba algo que me tenía inquieta: Lucas; necesitaba cruzar algunas palabras con él, no me gustó nada que se fuera sin saludarme.

- ¿Tienes sed, o tal vez hambre? Puedo preñarte algo de comer, es más, casi amanece, qué tal un desayuno completo-. Me ofreció Diogo.

- ¡Se me hace agua la boca!- exclamó Julián entrando a la casa de la mano con Petra. Ella a modo de juego, le apretó la boca con una mano y le dio un beso para hacerlo callar.

- Voy a necesitar ayuda en la cocina- anunció Diogo sin esperar a que le respondiera.

Eva, Rafael, Sofía, Anita y Marie, se ofrecieron a ayudar, pero en cuanto pusimos un pie dentro de la casa, fueron muchos más los que fueron directo a la cocina siguiendo a Diogo. Creo que nos dejaron solos a propósito.

Lucas se encontraba sentado en un sillón de espaldas a la puerta, Jan fue a sentarse con él, le dijo algo que no alcancé a oír y él negó con la cabeza.

Vicente me tomó de la mano y me llevó hasta uno de los sillones, quedamos de frente a Lucas, pero él en ningún  momento alzó la cabeza.

Gaspar se sentó en una de las poltronas, quedando a la cabeza de lo que me parecía, sería una reunión privada y seria (cosa que a mi modo de ver era innecesaria; estaba harta de las discusiones serias, de los ambientes sombríos, era el momento de ser felices, no de recriminaciones ni amarguras).

Las conversaciones alegres que nos llegaban desde la cocina, de pronto se opacaron; me imaginé a Diogo cerrando la puerta par darnos algo de privacidad.

- De qué se trata esto- curioseé envarándome, Vicente se había recostado sobre el sillón pero yo estaba tensa como la cuerda de un arco.

- Te prometo que esta será la última cosa desagradable que tengas que hacer- entonó Gaspar.

- Desagradable- repetí; se me había hecho un nudo en el estómago-. ¿Van a explicarme de qué se trata?- inquirí volviéndome hacia Vicente.

Jan se adelantó en el almohadón del sillón, se inclinó hacia delante y tomó la palabra. - Todavía somos demonios- dijo.

- ¿Qué quieres decir con eso?- inquirí. Esta situación me daba muy mala espina, sobre todo porque Lucas no se atrevía a mirarme a la cara.

- Libres o no, todavía quedan reglas a las que debemos apegarnos- articuló Jan y luego le cedió la palabra a Gaspar.

- Tienes todo el derecho del mundo a decidir.

- A decidir qué; porqué están dando tantas vueltas. ¡Lucas!- lo llamé alzando la voz, él me miró pero al instante volvió a bajar la vista.

- Ninguno de nosotros tenía ni la menor idea de que él era el verdadero responsable de tu alma.

- ¿Y cual es el problema? Ya no importa.

- Te entregué-. La voz de Lucas sonó rasposa, ¿el corte que le inflingió Salvador en la garganta había sido así de profundo, por eso su voz sonaba rara ahora? tenía muy mal aspecto, pero todos se veían igual que si acabasen de volver de la guerra.

- Eso ya no tiene la menor importancia- le expliqué.

- Eliza, comprendo que todo esto es incómodo, pero hay alguien que espera que tomes una decisión.

- ¿Qué tipo de decisión, Gaspar?

- De todas formas necesitas un maestro- acotó Jan.

- ¿Quién dice?- protesté.

Escuché los pasos y luego lo vi aparecer por el corredor que llevaba a la biblioteca. Ciro camino hasta llegar al sillón en el que se encontraban Jan y Lucas.

- Las leyes lo dicen, yo lo digo, mi padre lo dice- entonó para luego cruzarse de brazos. Hizo una pausa muy teatral y después continuó-. Los demás no lo saben.

Vicente se enderezó y me puso una mano sobre el hombro, nos miramos por una fracción de segundo.

- Los demás no tienen idea de la verdad y te pido que contribuyas con tu esfuerzo para que así siga siendo, Eleazar lleva siglos en la tierra sin que nadie lo sepa y su intención es que así continué siendo- dijo Ciro apoyando las puntas de los dedos sobre le parte posterior del sillón.

A todas luces nos acababa de soltar una advertencia, nadie podía saber nunca jamás que el Diablo moraba en la tierra.

- Mi padre me ha llamado poco más de una hora atrás para informarme; Eleazar se puso en contacto conmigo en cuanto tú lo dejaste en la biblioteca para ir a buscarlo a él- apuntó con la cabeza en dirección a Vicente.

Resulta que ahora me sobran hermanos. Esto ya parecía broma, pero trágicamente, no lo era.

Ciro se llevó una mano al pecho. - Admito que no tenía ni la menor idea de quién eras cuando te conocí, supongo que todos aquellos que tuviesen los dones suficientes han sido capaces de darse cuenta de tu potencial, pero nadie se imaginaba esto.

La mano de Vicente me apretó el hombro.

- Todos han sido perdonados, pero no por ello han dejado de ser demonios y es mi responsabilidad ver que ustedes cumplan las leyes.

- ¿Tengo que tener un maestro si o sí? ¿Es eso?

- Así es- contestó Ciro moviendo la cabeza afirmativamente-. Por el modo en que sucedieron las cosas, tienes derecho a elegir. Me ofrezco a ti encantado, nada me complacería más que poder ayudarte a desarrollar todo tu poder.

Y a Eleazar le encantaría eso- pensé yo.

- También se han ofrecido Jan, Gaspar y me figuro que a Vicente le agradaría mucho que aceptases ponerte bajo su tutela, pero- alzó un dedo- la opción primigenia es este muchacho de aquí- bajó el dedo y con él apuntó a Lucas-. En teoría, él es el responsable.

Lucas me lanzó una mirada fugaz tan corta que creí que había alucinado con ver sus ojos negros.

- ¿Me están pidiendo que elija entre todos ustedes?

- Vas a necesitar de alguien, amor- me susurró Vicente pegándose más a mí-. Todavía estás en estado de shock-, los próximos meses demandarán mucho esfuerzo de tu parte y de parte de quién esté a tu lado.

- Yo no tengo ningún derecho a estar aquí-. Entonó Lucas en voz muy baja-. La defraudé una vez y es muy probable que lo vuelva a hacer, no tengo lo que ella necesita.

- Su alma era tuya- sentenció Ciro zanjando cualquier duda.

Esto era una verdadera mierda, porqué no me dejaban ser feliz de una buena vez.

- ¿Pueden darme un momento?- consulté poniéndome de pie.

- Sí, claro- contestó Ciro.

- Lucas, necesitamos hablar…a solas.

Vicente hizo el ademán de ponerse de pie, pero lo frené con una mano. Dadas las condiciones no podía ni quería tomar una decisión; ante nada, quería hacerle entender a Lucas que no le tenía ningún resentimiento, eso era una locura, no lo culpaba ni lo culparía nunca.

- Ven afuera conmigo un momento, Lucas.

Alzó los ojos hacia mí.

- Por favor-. No le di tiempo a contestar porque no quería que me dijese que no; fui hasta la puerta, la abrí y lo esperé del lado de afuera. Vicente me miró desde el sillón, me dio la sensación de que tenía miedo.

Finalmente Lucas se levantó y caminó hacía mí, retomé la marcha. Mis pies eligieron el camino. Sería todo un cambio volver a lo más alto de la loma para ver el sol salir dentro del río. Lucas me siguió en el más completo mutismo, nuestras respiraciones y pasos se mezclaron con el canto de los pájaros.

Inspiré hondo llenado mis pulmones con el aire de la mañana…eran tan rico, tan fresco.

- Podrías dejar comportarte como un tonto necio-. El mensaje llegó directo a su cerebro sin necesidad de palabras o gestos. Me miró sorprendido-. ¡Idiota!

- Lo siento tanto- me dijo en voz alta.

- Lucas…

- No, no digas nada, tendría que haberte defendido hasta el final, eres mi amiga.

- Ya está, sigo siéndolo mientras tú quieras que lo sea.

- Deberías odiarme, probablemente de no ser porque ese hombre es tu padre, todo habría terminado para el traste, Salvador no quería dejarte vivir.

- Y yo nunca hubiese aceptado verte morir. Olvidado ¿si?- le di un abrazo, al principio intentó escabullirse, pero luego cedió.

- Esto es muy extraño- dijo con su voz que amenazaba con agotarse de un momento a otro.

- ¿Qué es lo extraño?

- No sentirte fría, ahora tienes nuestra temperatura.

- No tenía ni idea que me sintieses fría.

- Un cubito- precisó con una sonrisa triste.

Nos quedamos un momento en silencio mirándonos. En su cuello brillaba un largo tajo blanco, estiré una mano y lo toqué con las yemas de los dedos.

Puso su mano sobre la mía.

- Gaspar dice que con el tiempo mi voz regresará a ser la de siempre, el problema es que dudo que yo vuelva a ser el de antes.

- Vamos…

- Escoge a Vicente- me dijo.

- No quieres ayudarme tú.

- No puedo. La verdad es que en cuanto esto termine, tengo planeado irme una temporada.

- ¿Irte? ¿A dónde?

- Tanto da, solamente necesito un poco de soledad…para pensar.

- No quiero que te vayas a ninguna parte.

- Si no quieres que sea Vicente, puedes pedirle a Gaspar…bueno, no, igual él de todos modos te ayudará, Jan también, ambos están muy entusiasmados contigo, toda la familia lo está, todos quieren ver que tan lejos puedes llegar, están ansiosos por ayudarte a llegar a tu potencial máximo lo antes posible…para que luego puedas vivir tu vida tranquila- terminó diciendo en un suspiro.

- ¿Tú no estás entusiasmado?

- Yo estoy avergonzado de lo que hice- fue su respuesta-, recuerdas que una vez te dije que no quería que tu alma fuese a parar al Infierno.

- Pero por un tiempo estuviste dispuesto a ayudarme a conseguirlo que yo quería.

- Hice mal en ese momento y lo hice pésimo esta noche, a toda costa debía haber evitado que terminases así. No tengo perdón de Dios.

- No digas eso- tragué en seco-. Soy la persona más feliz que haya pisado este mundo.

- Corrección: el demonio.

- Soy el demonio más feliz del universo- me corregí sonriendo, continuaba sin parecerme una ofensa.

- No es algo de lo que se deba estar orgullosa.

- Estoy orgullosa de estar rodeada de gente que me quiere. Cada uno de ustedes eligió, yo también tenía derecho a hacerlo. Lucas, si no quieres ocuparte de mí lo entiendo, pero no te vayas, no al menos así a las apuradas, huyendo… no hay necesidad. Te lo juro, no hay necesidad. ¿Por favor?

Lucas ladeo la cabeza.

- Por lo que dicen voy a necesitar toda la ayuda posible.

Sonrío. Su sonrisa me hizo sentir algo de esperanza.

Nos tomamos nuestro tiempo para regresar a la casa, primero vimos salir el sol y luego caminamos tranquilos mientras nos contábamos los acontecimientos de la noche que oficialmente acababa de terminar.

Hice el ademán de abrir la puerta de la casa, pero Lucas me detuvo.

- Tengo que decirte una cosa más, antes de que tomes una decisión tienes que saber algo.

- Tienes todo el derecho a ser mi maestro- le dije; quería que me acompañase en esto.

- Vicente se muere por ser él…lo vi, desde que Ciro anunció que debías escoger a uno de nosotros, no ha hecho más que pensar en lo que podrían compartir juntos. Quién podría recriminarle querer estar a tu lado todo el tiempo posible; creo que se lo merece, es mi maestro, mi amigo, mi hermano…dale a él la oportunidad, eso te haría feliz a ti también, lo sé- sonrió-. Y si no resulta puedes venir a pedirme ayuda- bromeó.

- ¿Estás seguro de esto? Es horrible tener que elegir entre ustedes dos.

- Nada de eso, simplemente entra ahí y dile a Ciro que quieres que Vicente sea tu guía. Lo que te dije fue en serio, prometo que estaré ahí para ti cuando me necesites, igual que estarán Gaspar, Jan y todos los demás, pero nadie podrá protegerte mejor que Vicente.

- Sabes que lo que nos une a nosotros…- no me permitió terminar.

- Lo sé perfectamente- puso una mano sobre la manija de la puerta-, nada romperá ese lazo jamás- se quedó en silencio un momento-. Llevo un tiempo queriendo contarte algo pero no se si…tal vez no sea el momento adecuado pero…no me gusta ocultarte nada...todavía eres mi mejor amiga.

Eso casi me hace llorar. - Qué es- pregunté.

- Primero prométeme que no dirás nada- se puso serio.

- Lo juro- entoné alzando una mano.

- No te rías ¿si?

- Por qué iría a reírme.

- Te conozco María Eliza Pérsico- me dijo entornando los ojos, claro que me conocía.

- Vamos- le lancé un golpe que él atajó sin problemas, el choque de mi mano contra la suya no me dolió, lo cual significaba todo un avance.

- Lucía- comenzó a decir y yo lo interrumpí.

- ¿Qué, qué pasa con ella?

De repente se puso colorado como un tomate. Estaba lleno de vergüenza, tanto es así que alevosamente esquivó mis ojos.

- Creo que siento algo por ella- dijo mirándose los pies.

Se me escapó un grito de alegría y él se enojó, soltó la puerta y me apartó de la casa a empujones pidiéndome que dejase de hacer escándalo, que nos oirían.

- Vicente no tiene idea y me parece que no es momento aún para decírselo.

- Pero Lucía y tú…- la alegría se completaba a cada segundo.

Asintió con la cabeza. - Algo así. Desde poco antes de que te fueses del país, nos fuimos volviendo cada vez más unidos.

- Es genial.

- No va a serlo más cuando Vicente se entere, debe odiarme y si no me odia aún- puso una cara muy cómica-, me odiará cuando le diga que estoy saliendo con su sobrina.

- Voy a prohibirle que se oponga, yo les doy mi bendición.

- Su odio se duplicará, no va a gustarle que yo te ponga en su contra.

Me puse seria. - Lucas, si Vicente se opone, es que no ha entendido nada de lo que nos ha sucedido. Significaría que no tienen ni la menor idea de lo que es el amor y por tanto, que lo que siente por mí no es real.

- Él te ama.

- Entonces lo entenderá.

- Se lo diré cuando las cosas se hayan calmado.

Lo abracé una vez más, y luego, regresamos a la casa.

- Quiero que Vicente sea mi maestro- anuncié luego de sentarme a su lado para luego tomarlo de la mano. Su respuesta fue un ligero apretón involuntario. Lo miré, sus ojos se habían puesto a brillar, estaba exultante de felicidad.

- Muy bien- entonó Ciro-. Así será. Es lamentable, pero debo dejarlos; mi padre quiere verme.

Gaspar, Jan, Vicente y yo nos pusimos de pie, Lucas se quedó dónde estaba ya que no se había sentado. Ciro saludo a todos con un apretón de manos, pero a mi me dio un abrazo.

- Espero volver a verte muy pronto- me dijo-. París te recibirá de brazos abiertos cuando quieras ir. Mi casa está abierta para ti y será un honor para mí poder ayudarte con lo que necesites.

- Gracias-. Le contesté, aunque sabía muy bien lo que eso implicaba, por eso mismo, no tenía pensado pedir su ayuda.

Le dio un apretón a Vicente.

- Lo mismo te digo a ti, sabes que siempre eres bienvenido.

Vicente hizo una silenciosa reverencia con la cabeza.

- Huelo a café- dijo Ciro sonriendo-. Los esperan con el desayuno.

- Ciro, te acompaño afuera- le dijo Gaspar moviéndose en paralelo a la mesita del café para salir del ambiente del living. Unos segundos más tarde ya habían salido por la puerta; Jan y Lucas se fueron a la cocina, éste último me guiñó un ojo antes de salir.

Agradecí que me dejasen a solas con él.

Suspiré y apoyé la cabeza contra su pecho.

- ¿Le costó mucho convencerte?

Levanté la cabeza. - ¿Qué?- solté haciendo de cuenta que no tenía ni la menor idea de qué me hablaba.

Alzó las cejas y sonrió.

- No, no le costó nada-. Le respondí y le di un beso-. Lucas se siente mal por todo lo sucedido.

Vicente permaneció en silencio.

- Creo que piensa que lo odias.

Negó con la cabeza.

- Si se presenta la oportunidad, díselo, sé que le gustaría oírlo de tu boca.

- No hoy, hoy solamente puedo y quiero pensar en ti.

- No voy a oponerme a eso.

Me besó.

- Eliza.

- ¿Sí?

- ¿Te casarías conmigo?

- ¿Es chiste?

- No- me miró fijo-. Quiero que seas mi esposa.

- Por favor- solté dándole un empujoncito.

- Nada opulento, solo nosotros dos, dónde tú elijas; si tú quieres puede ser sin torta, sin invitados, sin nada.

- Siempre y cuando jures pasar la eternidad a mi lado.

- Lo juro.

Revoleé los ojos. - Uff, esto va a ser duro.

- ¿Qué, pasar la eternidad a mi lado?

- No, lo del casamiento.

- A tus padres les gustaría asistir a tu boda.

- Ya me lo imagino.

- A Susana y a Matías también.

Resoplé.

- Y supongo que tu familia no se opondrá a tener que asistir a una fiesta.

- Eso no se vale- rezongué.

- Podemos invitar a Gaspar y a su familia.

- Y a Lucía.

- Sí, a Lucía también.

- Y a Lucas.

- Claro-. Fue su turno de revolear los ojos.

- Después de eso, podemos tomarnos todo el tiempo del mundo para perdernos en alguna isla escondida o en alguna ciudad tan tumultuosa que nadie repare en nosotros.

- La idea suena terriblemente bien-. Se me hacía agua la boca con solo pensar en eso.

- Tengo una fecha… ¿Qué tal el próximo diecinueve de diciembre? Se cumplirán dos años desde que nos conocemos.

- No puede ser mañana, cuanto antes terminemos con eso mejor.

- Te vendrá bien un tiempo para amoldarte a tus nuevas fuerzas.

- Hablando de mis fuerzas…- me estiré y rosé sus labios con los míos-, por que no me llevas a tu casa, no estoy cansada.

Me miró y se sonrió, ya no le quedaban excusas y por la impresión que me dio, no tenía intención de buscar ninguna; los dos habíamos esperado mucho por este momento.

Gaspar nos vio partir y no dijo nada.

Ese fue el principio de una serie de días y noches tan perfectas que recordaría individualmente por el resto de la eternidad.

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