"Infierno y Paraíso". Tercer...

By VeronicaAFS

82.8K 4.3K 314

Elizá creyó que ya nada la sorprendería, que estaba todo dicho. Ella ha quedado varada entre dos mundos y es... More

"Infierno y Paraíso". Tercer libro de la saga "Todos mis demonios".
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7
Capítulo 8.
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 38.
Capítuo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42. Anteúltimo.
Capítulo 43 y epílogo.

Capítulo 37.

1.4K 102 5
By VeronicaAFS

37. El bien supremo, el mal absoluto.

El mundo continuaba negro, pero al menos recuperé la audición.

- Déjenla allí- les escuché decir. Reconocí el origen del calor que sentía por debajo de las axilas-. Sujétenla bien, no quiero ninguna desagradable sorpresa más.

Me esforcé y abrí los ojos, mi cabeza se bamboleaba de un lado a otro. Había mucha luz a mi alrededor, el brillo me encandiló. Parpadeé varias veces y volví abrirlos para ver venírseme encima una aparatosa silla de hierro, con respaldo y apoyabrazos, la primera impresión que me dio fue que era una silla eléctrica, pero no encontré cable de alimentación alguno, solamente unos trozos de alambre que evidentemente recién habían sido cortados de un rollo puesto que todavía mantenían la forma circular.

Me arrojaron sobre la silla. Mis rodillas golpearon contra el borde del asiento. Solté un grito de dolor y para no caer intenté atajarme del respaldo; la silla era tan pesada que soportó el tirón de mi cuerpo sin siquiera balancearse ni un poco.

Los demonios me recogieron y me acomodaron en la silla para luego atarme las manos con el alambre, a los apoyabrazos. No se preocuparon por permitir que la circulación entre sangre entre mis manos y mis brazos continuara normalmente. El alambre estaba tan ajustado que se me clavaba en la carne. Aún confusa y con poco dominio de mi cuerpo, alcé la cabeza y abrí los ojos. Dos demonios vestidos de negro agachados ante mí, sujetaban mis tobillos a las patas delanteras de las sillas. En escena, aparecieron un par de piernas, levanté la mirada y me topé con el rostro de Ariel.

- Bienvenida al Santuario.

En cuanto lo nombró, reconocí el lugar de inmediato, en mi visita anterior no había tanta luz, pero el piso era el mismo, de eso no cabía la menor duda. El Santuario era una especie de burbuja de concreto enorme, la cúpula del techo estaba pintada simulando un gran cielo mayormente nublado en el que luchaban demonios y ángeles, no costaba comprender que la intención del artista fue que resultase claro quien iba ganando la batalla, la mayoría de los ángeles -cada unos sostenido por al menos dos o tres demonios en su forma más escalofriante (la mayoría numérica era obvia), tenía una daga o lanza clavada en el pecho del lado del corazón, o yacían bañados con la sangre que les corría desde la garganta abierta. Varios perros negros inmensos de pelo hirsuto devoraban la carne lacerada entre rayos de tormenta y otras alimentas que esperaban para tomar cuenta de la carroña resultante de la matanza. La escena era más que escalofriante, recordé la capilla Sixtina (la visité con Trueba uno de los días que pasamos en Roma), este fresco tenía la misma preciada factura de aquella obra, solo que uno no se quedaba admirado al observarla, provocaba repulsa.

En lo más alto del techo, dentro de un marco dorado adornado con rosas y ramas espinosas brillaba con energía propia, un círculo negro sin la menor macula. Aquel centro parecía una boca dispuesta a devorarlo todo, o quizás fuese una puerta hacía otro mundo, o mejor dicho, hacia el infierno.

Con arcadas, bajé los ojos, mirar a las paredes tampoco suponía un alivio, si bien lucían el austero color del concreto, en algunos sitios había manchas de un rojo amorronado (sangre seca, me imagine), que me daba una vaga idea de las cosas que habían sucedido aquí dentro con anterioridad.

- Te has quedado boquiabierta- dijo Ariel dando lentos pasos hacia mí, los dos demonios ya habían concluido su trabajo, por lo que le quedó el camino libre-. El artista desgraciadamente tuvo que morir al terminar la obra, pero creo que hizo un magnifico trabajo, irrepetible me atrevo a decir. Fue una pena perderlo- inspiró hondo y soltó un suspiro-. Ni modo. Ojalá hubiésemos tenido tiempo para conversar sobre lo que se ve por encima de nuestras cabezas; cada escena tiene una explicación. Nuestra historia es sumamente rica y se nutre más día a día, los hombres juegan a nuestro favor- comentó con una sonrisa divertida-. Pronto tendremos tema para llenar las paredes.

Gruñendo forcejé contra mis ataduras, pero las vueltas de alambre estaban bien cerradas y lo único que logré fue arañarme toda la piel.

- Uso eso contra demonios así es que dudo que tú puedas hacer algo por soltarte.

- ¿Qué es lo que quieres?- rugí.

Ariel dio un largo parpadeo ladeando la cabeza y luego respondió.

- Me alegra mucho que estés tan dispuesta a negociar, pero lamentablemente llegar a un trato contigo no sería tan sencillo. Quedan tantos asuntos pendientes por resolver.

- ¡¿Qué asuntos pendientes?! ¡Aquí todo está muy claro! Traicionaste a Vicente, engañaste a Lucas y vas en contra de todas las leyes de tu condenado mundo; hasta lo que yo veo, tienes el agua al cuello.

- Primero quieres negociar y ahora me amenazas. Vamos Eliza, de qué lado estás tú.

- No es eso obvio.

Negó con la cabeza. - No, para nada, lo que yo entiendo es que hay dos caminos: uno, es el bien supremo- dijo con una mueca burlona-, dos- apuntó con los dedos hacía arriba-, el mal absoluto, y tú te has quedado en el medio, bueno, eso intentas.

- En el medio hay una gran gama de variedades.

- En el medio están los humanos y ustedes son desechables si así nos place.

- Nosotros podemos equivocarnos y aprender.

- Si es que de verdad logran comprender el significado de la vida, cuando lo hacen, ya es muy tarde.

- Eso no es cierto, existen muchas formas de cambiar lo que se ha hecho, siempre hay tiempo.

- Si mueres ya no te queda tiempo.

- Eso lo dice un hombre que compra almas.

- Por eso mismo.

- Todos tenemos derecho a redimirnos, tan solo basta con querer.

- Que hermoso sentimiento- dijo con tono sarcástico-, el día que vea un alma que fue a parar al infierno, ascender al cielo, lo marcaré en mi almanaque por ti.

- Es probable que tú nunca logres ver nada más allá de tu nariz.

- ¿Esperas que me ofenda?- soltó una carcajada-. No me da vergüenza ser lo que soy, es más, estoy muy orgulloso de haber llegado a este punto, tenerte aquí esta noche simplemente es una muestra de que tan lejos he llegado. Gracias por eso- sacudió el dedo índice mientras me apuntaba-. Estoy al amparo de la oscuridad- entonó con autoridad solemne-. Cada paso que he dado en mis más de quinientos años de existencia, cobrará un significado hoy. Voy a ser grande, más grande de lo que ningún otro haya sido antes, voy a volverme parte del mal absoluto-. Con el mismo dedo índice apunto hacia arriba otra vez-. ¿Ves eso?- me preguntó señalándome el circulo negro-, eso seré yo gracias a ti-. Hizo una pausa y dio otro paso para detenerse ante mis pies-. Dios no está aquí esta noche…yo sí.

Tenía la boca casi seca, igual logré juntar algo de saliva que le escupí a la cara. Ariel dio un paso atrás al tiempo que se limpiaba el rostro con la manga de su saco.

- Esas actitudes tuyas nos serán de suma utilidad en el futuro, espero que nos las pierdas por el camino, pero como por ahora todavía eres humana- se abalanzó sobre mí con el puño derecho cerrado, el golpe fue directo al dorso de mi mano izquierda. La palma de mi mano quedó incrustada contra la placa de hierro que tenía más o menos el mismo ancho que mi dedo índice y anular juntos. El sonido de mis huesos al romperse hizo eco por todo el domo, también el grito de dolor que se escapó desde lo más profundo de mi ser. No fui capaz de controlar los aullidos, el dolor que me trepaba por el brazo hasta el hombro era insoportable. Poco a poco se me fueron entumeciendo todos los músculos de ese brazo. Di vuelta la cabeza y le eché un vistazo a mi mano, los dedos caían flácidos por los costados del apoyabrazos de hierro, parecía un guante relleno de arena que se desparrama sola. La mano seguía en su lugar gracias únicamente al alambre que aprisionaba mi muñeca contra la estructura. Me puse a llorar.

- Me lo perdonarás algún día, no te preocupes.

- Mi mano importa un cuerno, ¿crees que lograrás algo con hacerme sentir dolor?

- Usualmente el método da resultado, la historia avala que la tortura es muy eficaz a la hora de arrancar confesiones y lograr que las personas hagan lo que tú quieres que hagan. Además- se cruzo los labios con un dedo-. Cuanto mayor es el sacrificio, mayor es el poder.

- ¿Eso que significa?

- Ya lo descubrirás.

- Entonces tu plan es causarme dolor para incrementar mis poderes.

- Algo así. Todos nosotros sabemos que si deseas obtener el máximo de rendimiento de un alma tan prometedora como la tuya, no puedes hacer las cosas a la ligera. Es como un buen vino, la uva por si sola no sería nada sin los cuidados que le prodiga el viñador. Puede que tu adorado Vicente no te haya contado nada de esto, pero es así; el dolor, el sufrimiento forjan el carácter y el alma, una doble recompensa para nosotros si es que sabemos esperar. No te hará feliz que te lo diga, pero llevo mucho, mucho tiempo trabajando contigo, esforzándome para tornarte cada día más dura, más resistente y lo bien que ha resultado, prácticamente te has convertido en una de nosotros sin serlo-. Se llevó una mano al pecho y bajó la cabeza-. Admito que mucha de la responsabilidad es tuya, no se encuentran muchos seres con tus aptitudes y menos que menos tan dispuestos a ayudar. Pero sin alguien como yo de guía, quizás hubiese muerto sin siquiera saber que este mundo tenía un lugar muy importante reservado para ti-. Se me acercó otra vez-. Encontrarte fue una suerte, pero todo el resto se llevó adelante a base de esfuerzo. Delante de tus pasos fui acomodando el suelo que tú pisarías, mandé esa chica a trabajar contigo en ese local porque ella tenía una historia que un día me vendría muy bien que te contase e hice todo lo que estuvo a mi alcance para mantenerte ahí el tiempo suficiente para que empezases a frustrarte, luego conocí a tu novio, podría decirse que nos hicimos buenos amigos. Le prometí el oro y el moro, y él no tardó ni medio segundo en aceptar mi propuesta. Fui yo quién le insinuó que debía proponerte matrimonio, fui yo quién puso en sus manos ese Atlas para que te ayudase a escoger el lugar que quizá un día, te sirviese de pista para llegar hasta mí. Yo le regalé los pasajes y la estadía en mi isla- torció la boca-, aunque no tenía pensado que ustedes llegasen a visitarme allí. Lamento decirte esto, pero no me costó demasiado hacer que eligiese dejarte para huir con Ana, a quién por cierto, yo le presenté. Te uní a Vicente, te mostré a Lucas haciendo algo tan simple como que el repartidor olvidase llevar la caja de entrega que Vicente esperaba; te permití que conocieses más de nuestro mundo de lo que ningún humano ha conocido jamás, al proponerle a Vicente que si te mostraba que existe mucho más que un simple intercambio, tú accederías de inmediato. Ayudé a Vicente hasta lo indecible para que soportarse quedarse a tu lado pese a que él quiso dejarte partir casi de inmediato. Fui yo quien envió a esos demonios a la casa de campo de Vicente para que te diesen un buen susto, fui yo quien trastocó un poco a Lucas para que tuviese aquella pelea con su hermano y protector. Permitiéndote ver lo que yo quería que vieses te enseñé que el sufrimiento nunca se termina, que incluso tienes que soportar dudar de aquellos que son el objeto de tu afecto. Por supuesto fui yo quien mató a Cristian, quien mandó esas motos para que te atropellasen…por supuesto el plan no era que te mataran. He hecho tantas cosas que casi me resulta imposible seguir la cuenta- soltó un suspiro-. Incluso te di un empujoncito los otros días en la casa de Gaspar, para que te animases a darle una probada a lo que se siente ser uno de notros…y te gustó-. Se inclinó y deslizó la yema de uno de sus dedos sobre la piel que comenzaba a amoratarse de mi mano rota. El tacto de su piel contra la mía fue fuego que inflamó el dolor hasta lo impensado-.Yo he estado detrás de cada ínfimo detalle.

- ¡Eres un maldito! ¡Dime dónde está Lucas y qué le has hecho! Si quieres algo de mí, tendrás que darme algo a cambio. Suéltalo a él y a Lucía y apártate de la vida de todos los demás.

- Calma, calma, no te alteres; no hay necesidad de precipitarse.

Otra vez forcejeé con los alambres procurando no mover el brazo de la mano rota. Los alambres no se movieron.

- Vas a dislocarte un hombro. No nos vendría nada mal algo más de dolor y sufrimiento aquí, pero tenía otra cosa en mente.

Le sostuve la mirada.

- Debo sincerarme contigo, en éste último tiempo, he contado con algo de ayuda extra, de ningún otro modo hubiese conseguido quitar del medio a los Salleses.

Mi sangre llegó a punto ebullición de un segundo para el otro.

- Pero el resultado de esa acción no es algo que vaya a quitarme el sueño. ¡Bueno, que digo, si yo no duermo!- se carcajeó-. Fue una combinación de intereses que además me asegurará la completa inmunidad. Y de paso, me ha ayudado a quitarme de encima a ciertos individuos indeseables que nadie extrañará.

- Si Sergio les hizo algo…- comencé a gruñí, pero él no me dejó terminar.

- ¡¿Qué, qué vas a hacer?! ¿Matarme? Por estas alturas ni siquiera Vicente puede hacer algo así, entre mis fuerzas aliadas cuento con alguien que tiene sus mismas capacidades y absolutamente ningún remordimiento. Si él se creía el único, pues lo lamento, he roto la maravillosa burbuja en la que vivía. Tiene un poder especial, sí, pero existen otros que son maravillosos, capaces de quitarte el aliento. Tú serás una de esos seres, Sergio lo es y ese chico…-meneó la cabeza sonriente-. Vicente no ha podido con él.

- Si veo que le has tocado un solo pelo, te juro Ariel, jamás obtendrás nada de mí.

- Eso ya lo veremos. Como te expliqué antes, es posible hacer que el dolor y el sufrimiento no tengan fin…ambas cosas son como ese circulo negro en el cielo, interminable, eterno…¡Max!

El llamado de Ariel retumbó hasta perderse.

Una puerta se abrió por detrás de mí. Quise girar el cuerpo para ver qué sucedía, pero cada vez que me movía terminaba tirando de la mano rota y el dolor se tornaba insoportable.

Identifiqué que los pasos eran de más de una persona.

Poco después por mi derecha apareció un grupo, al primero que vi fue a Sergio.

- ¿Qué has hecho?- gritó Vicente. Su rostro se asomó por detrás de la cabeza de Sergio-. Ariel, vas a pagar por esto, te lo juro- exclamó tironeando de los dos demonios que lo tenían sujeto. El otro era un muchacho dos cabezas más bajo que Vicente, de aspecto algo retacón y musculoso, tenía el cabello muy rubio, más corto por los laterales y con la cúspide parada como púas que formaban una cresta en dirección a la frente; los ojos negros del demonio me llevaron por delante. Una sensación fría se instaló en mi estomago arrasando por completo con el alivio que me había provocado ver a Vicente sano y salvo.

Las manos de Vicente estaban atadas al igual que las mías, pero el que rodeaba sus muñecas no era alambre común y corriere, sino de púas, el mismo que utilizaron en París para inmovilizarlo. ¿Acaso esto era una practica común y corriente entre los demonios, o qué?

A los tirones lo arrastraron hasta colocarlo justo delante de mí; Ariel se había apartado a un lado. Con un gesto el demonio les indicó que lo bajaran.

A base de patadas en las rodillas, Sergio y el otro demonio, obligaron a Vicente a arrodillarse. Mientras tanto un grupo formado por unos diez demonios hombres y mujeres, se acomodaron con la espalda contra la pared, a una distancia de unos dos o tres metros unos de otros, se llevaron las manos a la espalda y allí se quedaron a la espera.

Vicente bufó y continuó peleando, pero con las manos atadas detrás de la espalda y de rodillas no era mucho lo que podía hacer. Sergio se hizo a un lado. El demonio rubio se plató por detrás de Vicente y colocó una mano a cada lado de su cuello.

- Muy bien, ahora es cuando la conversación se vuelve más seria. ¿Max?

El demonio rubio asintió con la cabeza y paseó los dedos por el cuello de Vicente, metiéndolos por dentro de la camisa, daba la impresión de que lo estaba acariciando, sin embargo al instante esos movimientos se volvieron bruscos, de un tirón apartó la camisa de sus hombros haciendo saltar por lo aires todos los botones. Con otro tirón más que hizo a Vicente tambalearse, rasgó la camisa en dos por la parte de la espalda. La prenda convertirá en dos jirones de tela, quedó colgando de cada una de sus brazos. Las manos de Max se posaron a los lados del cuello sobre los notorios trapecios.

- Veamos que tanto están dispuestos a dar el uno por el otro-. Entonó Ariel, y sin más previo aviso una llamarada resplandeció dentro del domo por detrás de Vicente. Fue como el fuego lanzado por un lanza llamas.

- ¡No!-. Grité y tironeé para zafarme sin embargo no conseguí más que causarme mucho dolor, sobre todo en la mano rota.

Vicente cayó hacia delante y Max dio un paso atrás sonriendo satisfecho.

La parte alta de la espalda de Vicente estaba en carne viva. El aire se llenó casi de inmediato, de olor a pelo y carne chamuscados. Oí a Vicente quejarse y gruñir. Su respiración acelerada le sacudía todo el cuerpo. Le tomó un par de segundos, pero al final, contrayendo los músculos de la zona lumbar, alzó el torso y se apostó otra vez sobre sus rodillas. Su cara y cuello estaban rojos, tenía la boca apretada, supongo, para no quejarse del dolor. El sudor provocado por el esfuerzo físico de tolerar el dolor de la quemadura, ya humedecía su frente y sus mejillas.

- Bien, fue un buen primer intento- festejó Ariel avanzando hacia Vicente-, algo flojo, pero en cuanto avance la noche sin duda esto se pondrá más divertido.

- Déjala ir- soltó Vicente resoplando de dolor y furia-. Te daré lo que sea, lo juro.

- Sí, sin duda vas a entregarme lo que yo te pida, pero ella no se irá a ninguna parte.

- Ariel, te lo suplico.

- Ni siquiera de rodillas me convences. Puede que te haya traicionado, pero tú tampoco te has quedado atrás. Me intriga saber qué artimañas utilizaste para convencer a Ciro de que dejase París.

- También puedo convencerlo de que te deje en paz, de que te dé lo que tú desees.

- Que generoso, de tu parte. El asunto es que estoy a un paso de conseguir lo que quiero.

- No debes quedarte con su alma- exclamó.

- ¿No debo? Y eso por qué es, exactamente.

- Sí la obligas a hacer algo que no quiere se volverá contra ti- le dijo lanzándome una mirada-. No podrás dominarla, ninguno de los engendros que aquí tienes, podrá. Ni siquiera él- apuntó con la cabeza en dirección a Max.

- Gracias por la advertencia- frunció la nariz- pero creo que voy a arriesgarme.

- Hagas lo que hagas no saldrás de aquí con vida, Gaspar y los demás deben estar buscándonos, ellos traerán a Ciro, y así tu juego se terminará.

- Si recién comienza- rió Ariel. Dio una media vuelta y se puso a pasear por detrás de Vicente-. Sergio, ven a darnos una mano aquí.

Sergio obedeció a su maestro y tomó el lugar de Max, en vez de posar sus manos sobre le espalda de Vicente, se le acercó y le dio una patada al costado del cuerpo, a la altura de los riñones. Vicente cayó pesado hacia la derecha quejándose de dolor. Max vino directo a mí, me sonrió.

- ¿Tienes los ojos abiertos?- le preguntó Ariel a Vicente curvándose por encima de él para poder mirarlo a la cara. Los ojos de Vicente parecían a punto de salírsele de las órbitas-. Perfecto, no te perderás el experimento que tengo preparado para esta noche.

Max me puso una mano por encima de la muñeca y la otra a la altura del hombro. Su piel ardía mucho más que la de Vicente, es más, se puede decir que quemaba.

- ¿Lista?- me preguntó Max en un susurro.

Apreté los dientes y cerré los ojos, especulé con que si no miraba, quizá doliese menos.

Fue como si alguien metiese mi brazo dentro de una cacerola con agua hirviendo. El dolor recubrió primero toda la piel, luego se metió en la carne, penetrando como delgadísimas espinas de un cactus, para luego finalmente concentrarse en profanar la masa ósea. El dolor como un pincho caliente, me subió por el brazo y más allá del hombro, se esparció perdiendo intensidad por todo mi ser. La quemadura empezó a latir. Abrí los ojos y vi que Max se había alejado, estaba ahora peleando junto con Sergio para mantener a Vicente contra el piso. Mi visión se llenó de manchas negras. Apoyé la cabeza contra la parte posterior de la silla e intenté respirar hondo, pero el dolor era tanto que me costaba respirar, y todavía más, si intentaba hacerlo profundamente.

- Eres más fuerte a cada segundo- exclamó Ariel exultante.

- ¡¿Qué es lo que quieres?!- bramó Vicente.

- Ya sabes lo que quiero.

- No voy a tomar su alma.

- Si no lo haces la quemaré pedacito por pedacito hasta que muera.

- ¡Ya me tienes a mí, déjala en paz!

- Tu momento de gloria pasó hace mucho, hijo.

- No puedo hacer lo que me pides.

- Pues entonces Max tendrá vía libre para hacer lo que más le gusta.

- Tiene que existir otro modo de solucionar esto.

Ariel negó con la cabeza. - No, este es el único camino. O muere, o vive eternamente, tú eliges.

- Esto no es vida.

- Es lo que ella quería y me figuro que no quiere morir. ¿Quieres morir?- me preguntó.

La verdad, es que no, no quiero morir, pero este dolor me está matando- pensé.

- Tal vez debamos intentar por otro camino- dijo dirigiéndose a Vicente-. Tú ya no eres mi hijo, me traicionaste, me decepcionaste e incluso planeaste atacarme, tengo motivos suficientes para tomar para mí, el privilegio que quise darte.

- Su alma es mía, no tuya- bramó Vicente.

- Max, me harías el favor de poner un poco de orden aquí.

En cuanto noté que Sergio se movía, abrí los ojos del todo. - ¡No, por favor, no, déjenlo en paz!

La llamarada se alzó hasta unos dos metros por detrás de Vicente y lo abrazó al tiempo que el se encorvaba convirtiéndose en una bola de músculos.

Esa vez el aire no se contaminó de olor a quemado, sino a desagradable podredumbre, a azufre. Max se tuvo que echarse hacia atrás, cuando de la espalda de Vicente brotaron unas amplias alas negras que apartaron el fuego restante.

- Bueno, bueno- canturreó Ariel-. ¿No tienes miedo de ahuyentarla con semejante demostración?- le preguntó a Vicente y luego volvió su rostro a mí-. Esto es lo que te digo, Vicente claramente ha tomado un bando.

Por debajo de la piel quemada asomaba una piel negra, dura y algo escamosa.

- Para tu desgracia Ariel, lo que yo siento por Vicente va mucho más allá de lo que sea, o de cómo se vea. Yo lo amo- sacudí la cabeza-. Nada más importa-. En este momento lo único que deseaba era poder soltarme de la silla para ir a abrazarlo.

- Me importan un cuerno todas esas fruslerías. La tuya es una causa perdida, ¿crees que tus pequeños milagros servirán de algo?-. Soltó ofuscado, me dio la sensación de que había perdido la paciencia-. Max, despojemos a Romeo de su mascara.

- ¡No! ¡No por favor!

Alex movió las manos como si estuviese haciendo malabares con una bola gigante, sus brazos se retorcieron formando una espiral que se volvió hacia atrás igual que un tirabuzón desprendiendo un estallido de fuego que duró una fracción de segundo, pero que engulló a Vicente por completo. Sentí el calor en mi rostro y en mis piernas.

El corazón se me encogió. Si él moría, yo también, la ecuación era así de simple.

- Tu control sobre el fuego no deja de sorprenderme, Max. Eres increíble- exclamó Ariel-. Lo suficientemente caliente para herirlo, pero no demasiado como para matarlo. Vicente nunca fue capaz de controlar su poder hasta ese punto- ladeó la cabeza-. Bien, él es muchísimo más joven que tú, pero supongo que nunca sabremos si sería capaz de aprender de su poder tanto como tú.

- Déjenlo en paz- tiré de los alambres-. Estoy dispuesta a entregarte mi alma voluntariamente, pero solo si lo dejas tranquilo- grité-. No le hagas más daño o no tendrás nada de mí-. Desesperada busqué a Vicente. No quedaba ni rastro de su apariencia humana, era un demonio con cuernos, alas y garras. Ni así me dio miedo. Él bajó la cabeza rehuyendo mi mirada-. Te amo- le recordé alto y fuerte para que no le quedasen dudas-. No importa lo que pase, voy a seguir queriéndote siempre.

Vicente alzó la cabeza y me miró a los ojos.

- Te amo.

Continue Reading

You'll Also Like

27.7K 1.8K 85
"La Vida Siempre Duele" es un libro de poesía que explora la complejidad del dolor en la vida a través de poemas reflexivos y crudos. Cada página ofr...
964K 50K 36
Melody Roberts es una chica muy sencilla, no es muy sociable y solo tiene una mejor amiga. Vive sola en un pequeño departamento, el cual debe de paga...
40.6K 1.4K 56
Brid, a sus cortos diecinueve años, se encuentra en una crisis emocional que le ha arrebatado el sentido de la vida. Su estado es tan depresivo que...
6.7M 266K 69
Molly Johnson es una mesera y necesita juntar mucho dinero para salvar a su hermana. Axel Cavelli es un exitoso empresario y necesita una novia por t...