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«extra»
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Los ojos verdes de la castaña se abrieron de golpe, se encontraba en una pradera, un lugar jamás antes visto por la mujer.
–¿Cassie? –preguntó una voz familiar detrás de ella.– ¡No deberías estar acá! –era la voz de Edward Mansour.
(...)
Era 2010 y el mundo muggle era sacudido por una pandemia mundial; todo era un caos. El mundo mágico no estaba libre de aquello. Si bien no era completamente letal para los magos y brujas, debían tener cuidado. Cassiopeia Potter era quien más preocupada se encontraba por su familia y sus alrededores: apenas salía de su casa y evitaba tener contacto estrecho con personas desconocidas. Todo ocurrió muy rápido; Rosalyn contrajo el virus, la adolescente era asintomática, por lo que contagió a toda su familia.
Los Potter Black se encontraban en perfectas condiciones; excepto Cassie, la matriarca estaba realmente mal, pues el virus se encontraba casi acabando con su vida.
Todo ocurrió muy rápido para Cassiopeia, de un día para otro se encontraba en el hospital por haberse desmayado; ahora se encontraba en coma inducido, batallando por su vida.
(...)
–¿Qué carajos haces aquí, Cassiopeia? ¡Aún te falta mucho!–era el turno de Jane.
–¡No puede ser! ¿Estoy muerta? ¿Ya estiré la pata? ¿Es un sueño? –comenzó a pellizcarse- ¡Alguien despiérteme!
–Cariño, no estás muerta... No aún –una joven Rose apareció frente a sus ojos– Hola, creo que nadie nos ha presentado; soy tu madre muerta.
–los ojos de Cassie se iluminaron y se sintió como una niña pequeña de nuevo– ¡Mamá, estás aquí! –la abrazó– ¡Siempre quise conocerte!
–¿No hay abrazo para el tío Regulus? –un joven delgado y con facciones marcadas le sonrió a su sobrina. Cassie no pudo evitar pensar en lo parecido que era a Sirius.
–¡Perdón por haberlos llamados traidores y sabandijas! –los abrazó a ambos y rieron.
–Oh, tranquila, hija. Nos han dicho cosas peores,
ya sabes, como... Ya no importa.
–¿Dónde está Magnus? –preguntó Cassie.
–En el otro lado –dijo una joven Jane y Cassie palideció– ¡Es broma, está justo detrás de ti!
–¡Cassandra! –la abrazó, elevándola– Tú y yo tenemos que hablar sobre algo... ¿Qué es eso de tener tres hijos? ¿No tienen dinero para televisión o qué?
–¡Idiota! –golpeó su nuca– ¡Te dije que tuvieras cuidado!
–Ya sabes, camarón que se duerme, se lo lleva un Avada Kedavra.
–Tuviste un kinder con el niño que vivió, ¿qué no fueron suficientes las clases de educación sexual que te di? –la reprochó su tío Edward.
–Nunca me diste una, tío Ed.
–Ah, eso explica mucho.
–Bien, ya que estos inmaduros no te lo han informado, estamos aquí para guiarte, Cassiopeia –apareció Snape.
–Definitivamente es una pesadilla –dijo apenas vio a su ex profesor y Snape rodó los ojos– ¿Guiarme a qué?
–A la muerte.
–¡No puedo morir! Tengo tres hijos y no se los dejaré a la persona más propensa a la muerte que conozco.
–Creo que le quitaste el lugar a Harry... –susurró Magnus y Cassie lo fulminó con la mirada.
–Oh, cariño, sé que es difícil, pero tu cuerpo no está reaccionando bien a la medicina.
–No puede ser cierto –bufó Cassie.
(...)
–¡No puede ser cierto! –exclamaba Harry en un sollozo.
–Lo siento, señor Potter –la medimaga lo miraba con lástima.
–Vamos, Ivy, tienes que despertar... –murmuraba acariciando la mano de su esposa– Eres mi alma gemela, Cassie, ¿Cómo se puede vivir sin tu alma gemela? Los niños cada vez te extrañan más y ya no sé qué excusa inventar... Eres mi luz y la madre de tres pequeños maravillosos, Ivy. Eres el amor de mi vida –decía mientras lágrimas caían por su rostro– Te amo, no sabes cuánto te amo, no puedo dejarte ir... Por favor, quédate.
(...)
–¡Harry está sufriendo! –exclamaba Cassie mientras se sentaba en el césped.
–Lamento mucho no poder ayudarte, cariño... –decía Rose tomando asiento junto a ella y acariciando su cabello– Sé que es injusto; tampoco pude verte crecer... Pero siempre he estado ahí. Siempre.
–¿Po-podías ver todo? –preguntó Cassie mientras lágrimas salían de su rostro.
–Absolutamente todo –respondió Jane, tomando lugar junto a su ahijada.
–Eso es asqueroso –dijo la castaña mientras se secaba el rostro con la manga de su suéter.
–¡No todo, claro! Pero sí lo más importante... Siempre estuvimos ahí para ti –la rubia le sonrió débilmente a su hija.
–Siempre quise conocerte, mamá. Cuando era pequeña, cada año le pedía a Santa verte por última vez... Nunca ocurrió –sonrió con melancolía– No te ofendas, es grandioso poder conocerte a mis 30 años, pero no quería que fuera así. Lo lamento, mamá.
–Cassiopeia, no sabes cuán orgullosa estoy de ti. Siempre has sido mi orgullo, te convertiste en una mujer fuerte, una de las mujeres más imponentes e importantes del mundo mágico, y es un honor para mí poder llamarte hija –Cassie la miró por unos segundos y la abrazó con toda su fuerza.
–Eres el orgullo de la familia Black, Drizella –comentó su tío Regulus mirándola con orgullo y con un brillo especial en sus ojos.
–Fuiste de gran ayuda en la derrota de Voldemort, tío. Creo que el orgullo de la familia Black, eres tú –Regulus se limitó a asentir y a sonreír.
–Espero que Sirius jamás se entere de esta conversación.
–¡Cassandra, tengo buenas noticias! –gritó Magnus acercándose al grupo de difuntos, con una sonrisa– ¡Tu cuerpo está reaccionando a los medicamentos!
–Al parecer, nuestro tiempo está acabando, hija, pero no te preocupes... –le extendió la mano a Cassie y ambas se levantaron– Recuerda que siempre estaremos para ti.
–Los extrañaré –se sinceró– Arriesgaron sus vidas para que otros vivieran. Sin dudas, son los héroes de la guerra y siempre estarán presentes en cada ser mágico.