"Infierno y Paraíso". Tercer...

By VeronicaAFS

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Elizá creyó que ya nada la sorprendería, que estaba todo dicho. Ella ha quedado varada entre dos mundos y es... More

"Infierno y Paraíso". Tercer libro de la saga "Todos mis demonios".
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7
Capítulo 8.
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítuo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42. Anteúltimo.
Capítulo 43 y epílogo.

Capítulo 21.

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By VeronicaAFS

19.    Protégeme de lo que amo.

- Temo no poder salvarte.

- ¿Salvarme?- jadeé-. ¿Salvarme de qué, de ti, de tu mundo, de los otros demonios, del infierno, del diablo? ¿De mí misma tal vez?

Vicente meneó la cabeza con los ojos entornados.

- No soy capaz de explicarte todo…- dijo apenas moviendo los labios.

- Porque oírlo me producirá algún mal- le espeté interrumpiéndolo; que harta que me tenía ese asunto. Ya me sabía el cuento de memoria. Apreté los dientes, inspiré hondo y seguí adelante-. No puedo estar peor de lo que estoy.

- En eso último te equivocas, sin embargo la razón por la que no puedo contarte todo, es porque no lo sé todo y eso mismo es lo que me molesta- su frente se tensó-. No tengo una explicación que justifique todo esto, de modo que he hecho todo lo que ha estado a mi mano para protegerte; ha sido como caminar a ciegas. Qué más podía hacer.

- ¿No huir?

Me dio la impresión de que le costó tragarse mis palabras.

- Solamente intentaba…

- ¿Protegerme de lo que amo?- pregunté completando sus desganadas explicaciones.

- Deja de decir eso- se quejó recuperando su carácter de siempre.

- Lo mencione o no, mi amor seguirá ahí.

- Quisiera nunca haberme quedado- murmuró por lo bajo como si le costase encararme de frente.

- ¿Tanto sacrificio implicó para ti estar a mi lado?

- No digas tonterías- exclamó para luego pasarse ambas manos por el cabello.

- Digo tonterías porque todavía no me has dicho si fue verdad o si simplemente fue lo que yo quise creer. Es momento de que hablemos con la verdad, creo que me merezco al menos un poco de sinceridad, después de todo…-. Súbitamente me interrumpió dejándome con la boca abierta.

- Tú me diste la vida que yo jamás habría escogido para mí porque todavía creo que no me la merezco- soltó a toda velocidad-. Quise irme pero el mundo no me dejó, tú no me lo permitiste-. Sus ojos grises me atravesaron el alma-. Te enamoraste de mí y yo me enamoré de ti…y todavía te amo, es por eso que me fui, es por eso que todavía estoy aquí. Pero que te ame no significa que todo está bien.

Me dieron ganas de soltar un grito de alegría pero él no me lo permitió, siguió hablando.

- Al principio no me di cuenta de que había algo mal aquí.

- Qué quieres decir.

- No estoy seguro de lo que sea, pero lo que sí sé es que tú no debes pertenecer a mi mundo, tienes que alejarte lo más que puedas de todos nosotros.

- Dame una buena razón para eso.

- Puedo darte más de una razón: la muerte de Cristian, la muerte del padre de Ana, el ataque a la casa de Gaspar, el exilio de Eva, la súbita huida de Jan y toda la gente que lo acompaña en su espectáculo, el incendio en tu departamento, el que todos esos demonios te siguieran luego de que yo renuncié a tu alma, el hecho de que todavía tengas a muchos de los míos rondando a tu alrededor, tu percepción de los míos, tus visiones, tus pesadillas y…- se detuvo por un momento y luego siguió-. Y tantas otras cosas- completó-. Nada ha sido como debería haber sido.

- No sé a qué te refieres…

- Me refiero a que hay muchas cosas que no entiendo, ya te lo dije.

- ¿Qué es lo que no entiendes, cómo debería haber sido esto?-. Me fui quedando sin fuerzas a medida que promediaba la pregunta. ¿Me amaba pero no quería estar a mi lado? Que mundo morboso y perverso es éste.

Me rodeé el pecho con los brazos, tenía la sensación de que estar a punto de desarmarme, entre tanto Vicente se mordió el labio inferior, creo que identificó el modo en que me sentía.

- Tú no eres lo que debías haber sido- entonó a un volumen muy bajo.

- ¿Perdón? ¿Qué se supone que significa eso?

- Eres más de lo que debe ser un simple candidato a vender su alma.

- Sigo sin entenderte. Además, a quién le importa lo que yo sea, lo único de valor aquí es que te quiero y que tu me quieres, todo lo demás o tiene el menor valor.

- No seas necia Eliza. No puedes negar que hay algo en ti, no sé que es, pero intuyo en que es lo suficientemente fuerte e importante como para movilizar a las suficientes personas…a demonios poderosos…

- Estás diciéndome que tengo la culpa de todo lo que pasó, de las muertes y…- no pude terminar; ¿de verdad yo estaba generando toda esta locura? ¡¿Cómo?!

- ¡No, nada de eso!- exclamó alterado-. La culpa no es tuya, sino de quienes están detrás de todo esto.

- Pero están detrás de esto por mí- aclaré con decisión-. ¿Por qué?- pregunté con voz temblorosa.

Vicente apretó los labios y se quedó con la mirada fija en mí.

- ¿Por qué?- volví a preguntar.

En vez de responderme dio media vuelta y se bajó del auto. Lo seguí a toda velocidad, no iba a permitir que volviese a escaparse de mí.

- Vicente- lo llamé con un grito pero él no se dio por aludido, entonces, le cerré el paso en cuanto avanzó hacia mí, presumo, para escaparse por la puerta que estaba a mi lado y que supongo, debía dar al interior del edificio propiamente dicho-. ¿Qué es lo que me ocultas?- intentó esquivarme y no se lo permití-. ¡Habla!- le grité.

- Llegué a convencerme de que si yo me aparto del medio ellos nunca tendrán lo que quieren y tú podrás seguir con tu vida. Es eso, listo, ahora ya lo sabes.

Sus palabras salieron como un chorro que me dejó algo aturdida, pese a ello, cuando intentó escabullirse de mí otra vez, no se lo permití. - Pues parece que eso no va a pasar- solté en tono socarrón plantándome firme frente a él-, así que dime qué demonios es lo que quieren de mí.

- Me figuro que es eso que está dentro tuyo, eso mismo que yo divisé, que Jan encontró y que Gaspar vio. Eso que ninguno de nosotros sabe exactamente qué es, pero que es obvio que esperaban o todavía esperan que yo pueda sacar a la luz, que yo pueda gobernar. Supongo que para eso me mandaron junto a ti- se relamió los labios y luego se mordió el labio inferior-. No pienso hacerlo- gruñó con fiera determinación-. No voy a hacer contigo lo que hicieron conmigo-. Su voz acabó desvaneciéndose en un mar de angustia. Era la historia de su vida: sus peores recuerdos, las más densas amarguras.

Las paredes se vinieron a bajo y de pronto todo se aclaró un poco.

- No sé de dónde vino la orden, no sé quienes saben la verdad o quienes solamente intuyen que podrías ser un arma perfecta, lo único que yo sé es que no pienso participar en esto y que voy a hacer todo lo posible para mantenerte a salvo.

Me agarré la cabeza. - ¿Ariel?

-Ya te lo dije, no estoy seguro de quién o quienes están detrás de todo esto.

- Entonces a ti no te importa…

- No me interesa aprovecharme de tu poder sea cual sea, jamás me importó ese aspecto de tu persona- se tomó un momento y luego siguió-. Yo no quemé tu departamento- confesó-, no ataqué a la familia de Gaspar, ni tuve nada que ver con la muerte de Cristian.

Le agradecía a Dios en silencio por brindarme la posibilidad de oír esas palabras de sus labios, suponían un alivio sin igual. - Entonces por qué…

- Tan solo quería que tuvieses suficientes motivos para odiarme. Dejé que creyeras que yo cometí todas esas atrocidades, todas las demás razones que te he dado para que me odiaras no han surtido efecto.

- Y Eva, ella…

- No sé cuanto sabes de ella…

- Gaspar me contó algunas cosas.

- A ella le entregué mi alma.

Asentí con la cabeza.

- Nuestra relación ha sido complicada desde el inicio… en este momento, por más que le pese yo ya he dejado atrás todo aquello. Ella me ha ayudado mucho en este último tiempo. Ha hecho más de lo que yo hubiese podido pedirle, está a mi lado desde que las cosas empezaron a descontrolarse, incluso de antes, recuerdas esa botella de Merlot que compré donde trabajabas, bien, se la envié a Eva por su cumpleaños; le guste a ella o no yo continuo intentando recomponer nuestra historia, no me interesa ni llevarme mal con ella ni odiarla, lo que pasó, pasó, no podemos vivir toda la eternidad discutiendo sobre cosas del pasado; los dos hemos cambiado mucho desde aquel entonces- soltó a toda velocidad, evidentemente necesitaba poner en palabras lo que sentía-. Eva ha demostrado que puede hacer las cosas bien si quiere, ella me ayudó cuando te llevé a mi casa de campo para alejarte de los demonios que te perseguían- siguió diciendo-. Ella te salvó la vida, ¿no recuerdas aquella vez que una motocicleta con dos pasajeros se accidentó delante del local en que trabajabas, la que se subió a la vereda justo por delante de tu puerta y casi atropella a toda la gente que andaba por ahí?

Asentí con la cabeza. Me acordaba perfectamente bien, si cerraba los ojos todavía podía ver la sangre corriendo por la vereda a medida que se diluía con el agua de lluvia, y las marcas de pintura negra sobre las baldosas.

- Alguien te llamó por teléfono para advertirte que no salieras en ese momento.

Tragué saliva. Me acordaba de ese lluvioso día como si fuese ayer.

- Susana y Matías te esperaban en la camioneta.

Me dio un escalofrío. Vicente sabía muchas que jamás mencionó, demasiadas tal vez.

- Era ella al teléfono. Ella se aseguró de mantenerte segura dentro del local hasta que esos demonios se fueron.

Yo no había podido abrir la puerta… ¿Había estado Eva allí conmigo? ¿Pero por qué? Algún día tendría que darle las gracias.

- Gaspar no sabe qué pensar de ti ni de su hija- dije al cabo de un momento.

Vicente ladeó la cabeza y miró a un lado. - Decidimos no contarle nada para evitar que corriese todavía más peligro, Eva ha estado metiéndose en problemas por mi culpa, ella ha estado ayudándome más de lo recomendable y eso implica hacer cosas que no debiera, cosas que la ponen en riesgo a ella y a sus allegados, es por eso que nunca dijimos ni una palabra a nadie. Todo este tiempo nos hemos mantenido alejados pero en ningún momento paramos de investigar.

- ¿Investigar sobre mí?

Me contestó que sí con la cabeza y la mirada caída al piso.

- ¿Y qué han averiguado hasta ahora?- pregunté presa de una ansiedad que me revolvía el estómago, suerte que solamente había comido un poco de fruta.

- No mucho- admitió sacudiendo la cabeza otra vez sin mirarme; me dio la sensación de que me esquivaba igual que si yo fuese una maldición.

- Temías por mí y sin embargo me dejaste sola-. No pretendí que sonara a reproche, ya me importaba un comino esa parte de la historia, es decir, quería saber las razones de porqué pasó todo lo que pasó, pero mi intención no era recriminarle nada, solamente lo quería de regreso a mi lado.

- No me hizo feliz hacerlo- al decirlo me dedicó una mirada extremadamente vulnerable que hizo que el corazón se me encogiese-. No te dejé completamente sola-. Si lo que yo dije sonó a acusación, esto sonó a defensa.

- Estaba Lucas- completé yo intentando seguir el hilo de la historia.

Vicente negó con la cabeza. - No- entonó acompañando el movimiento-, Lucas no tiene ni la menor idea de nada, es más, por todos los medios intenté alejarlo de ti.

Se me cortó la respiración, sus ojos y los míos se juntaron. ¿Sabía lo de Lucas? Probablemente sí. Me puse incómoda. ¿Estaba celoso, enojado? ¿Me perdonaría?

- No te hacía ningún favor al quedarse contigo- dijo demostrándome algo de molestia en su tono y también porqué no, en la sutilidad de sus palabras; él había sido siempre tan políticamente correcto, tan diplomático, tan conservador y estricto en ciertos aspectos.

- De no ser por él no sé que hubiese sido de mí-. Esperé que no se tomara esto ni como un justificativo para explicar mi proceder luego de que él se fuese, ni como una acusación, era simplemente un hecho, algo conciso a lo que no podía dársele demasiadas vueltas.

- Prefiero no discutir eso- rumió esquivando los ojos mientras procuraba hacer lo mismo con mi cuerpo.

- Lo que pasó con Lucas…- solté ante la presión que se abalanzaba sobre mi pecho. No conseguía retenerlo a mi lado, por momentos me daba la sensación de que estaba otra vez conmigo y en otros su mirada y toda su reacción a mí, era un gran cubo de hielo.

- Me hubiese molestado menos si hubiese sido con cualquier humano- soltó.

La espada me atravesó el pecho de lado a lado, no porque me sintiese culpable por haber tenido algo con otra persona mientras él no estaba (aunque no era cualquier persona y eso mismo era lo que a él le molestaba) sino por entender que era precisamente eso lo que al él le dolía.

- Él…- pude pronunciar una sola palabra de la frase que tenía en mente, pero Vicente no me dejó hablar lo cual me produjo una fuerte sensación de impotencia. Otra vez el hielo. Necesitaba que me dejara explicarme.

- Ya no importa- articuló en un tono glaciar, pero se notaba a la legua que me mentía.

- Sí, sí importa- repliqué-, claro que importa, todo esto fue muy fuerte para mí.

- No, yo no tengo ningún derecho sobre ti, no me interesa declarar soberanía sobre tu persona, lo nuestro se terminó y no va a volver a empezar.

Sentí como si mis venas se hubiesen quedado sin sangre, me dio un frío terrible. Abrí la boca, intenté decir algo; nada salió de mi garganta.

- Lucía es mi sobrina- entonó como si nada.

Una bofetada detrás de la otra- pensé.

- A eso me refería cuando dije que jamás te he dejado sola. Lucía y Rafael me han estado apoyando en todo esto.

- ¿Tu sobrina?- balbucí recuperando el habla.

- Es la hija menor de mi hermana Leonor; recuerdas que una vez te conté que volví a ver a mi hermana y a mis sobrinos, pues bien- se detuvo para aclararse la garganta-, cuando me reencontré con ellos no fue por motivos sociales, yo estaba trabajando, Lucía era mi misión. Así de espeluznante es mi vida. Seguro que no es eso lo que quieres para ti; te imaginas a ti misma haciéndole lo mismo a un pariente tuyo.

No, no me imaginaba a mi misma en una situación similar, pero todo a su tiempo, en este momento no era capaz de lidiar con eso también. Por otro lado… con razón los ojos de Lucía me causaban semejante impresión, ¡si eran iguales a los de Vicente! ¡¿Cuántos otros secretos quedarían por desvelar?! Esto empezaba a parecerse a uno de esos largos libros de conspiraciones secretas que tienen en una trama de ramificaciones impensadas y de lo más retorcidas.

- Rafael es la pareja de Eva. Ambos son de confianza- explicó sin reparar en mi desconcierto y en la súbita debilidad que se apoderó de mis músculos, solamente atiné a procesar la información que me brindó: Eva estaba con alguien más.

Al cabo de un momento, hice una recapitulación en voz alta. - Los mandaste a infiltrarse en mi vida…Lucía está ahora con Lucas.

- Ella los ha estado cuidando a ambos, Lucía tiene muchos poderes, los cuales en su mayoría casi todos los demonios desconocen y así seguirá siendo, su ayuda ha sido invaluable. No me agradó meterla en esto pero ella se ofreció y cuando algo se le mete en la cabeza- apretó los dientes, seguro que le molestaba que su sobrina fuese tan cabeza dura como él-. Espero que esto se acabe pronto- dijo para terminar.

- Tal vez no debiste tomarte tantas molestias por mí…si de todos modos piensas dejarme…- tragué saliva e intenté respirar, cada inhalación era como una cuchillada que se hundía en lo más profundo de mis pulmones.

Vicente se quedó mirándome sin parpadear.

- Me amas, no me amas, quieres mi alma, luego no la quieres… ¿Es que en todo este tiempo aún no has logrado comprender lo que sucede aquí?- solté al borde del quiebre.

Me contempló impávido.

- No puedo seguir siendo humana; o muero, o cambio- le expliqué con una agonía que me comprimía el pecho.

- Hay una tercera opción, ese es el camino que he seguido todo este tiempo.

- Tu idea implica que yo continué siendo humana y ya no quiero serlo, incluso si me libro de la persecución de los demonios y sus intentos de acabar con mi vida…Quiero cambiar y tú no tienes derecho a prohibírmelo. Te quedes o no, lo que yo decida sobre mi alma no es asunto tuyo.

- No pienso permitir que te conviertas en un demonio, ya te lo expliqué- soltó alzando la voz.

- No, no me explicaste nada, simplemente has estado dando las mismas vueltas que diste mientras estabas conmigo, jamás en todo este tiempo me has dicho la verdad y no me vengas con esa mierda de que yo no puedo saberlo todo- le grité-. Estoy harta de eso-. La primera lágrima se me escapó.

- Lo lamento, así son las cosas- exclamó para luego esquivarme.

Sin ayuda de llaves, abrió la puerta e ingresó en la casa; lo seguí.

- ¿Qué va a pasar ahora?

- Pretendo terminar con lo que empecé- dijo sin darse la vuelta, sin detenerse-. Voy a sacarte de esto.

- ¡No!

Se dio vuelta y me miró. - ¿No?

- No- contesté con firmeza-. Si eres un cobarde que prefiere huir de mí…

- No tiene nada que ver con eso- lanzó exasperado-. Mira, lo que intento hacerte entender es que por empezar, si cambias, si le entregas tu alma al diablo a cambio de nada, lo más probable es que nunca vuelvas a ser libre. Intentarán apoderarse de ti, de tu voluntad.

- Eso no lo sabes. No puedes saber lo que sucederá.

- Tengo experiencia en esto.

- Si me entrego a ti, serás tú quien decida sobre mí, los demás no podrán hacer nada al respecto.

- No quiero adueñarme de tu voluntad.

- ¡Perfecto, no lo hagas!

- ¡Eliza!- me gritó, lo había sacado de sus casillas-. No es así de simple, ellos tienen sus medios para conseguir lo que quieren, el mandarme a mí por ti seguro fue uno de esos medios, uno de sus engaños. No vas a obligarme a participar en su jugada.

- Mi intención es hacerte entender que te quiero a mi lado.

- Yo entiendo eso, pero por que te quiero, he elegido no hacerte caso. Está decidido, cuando me asegure de que ya no corres peligro, me iré para siempre-. Dio media vuelta y se acercó a una pequeña mesita en la que había una lámpara, un teléfono y algo que parecía una agenda de tapas de cuero negro.

- Voy a volver a buscarte- solté frenando su paso.

Vicente se detuvo en seco, volvió a darse vuelta y me miró a los ojos.

- Si te encontré una vez, podré encontrarte dos veces. Sé donde vive Ariel, ya he estado en su casa, sé donde vive Lucas…

- ¿Es una amenaza?

- ¡Vicente, soy yo, la misma de siempre!- grité desgañitándome la garganta-. No hay nada malo en ti, ni nada malo en mí.

- En ti no lo habrá nunca porque no pienso dejar que logres lo que quieres.

- Tienes razón, quizá los dos seamos realmente malos, supongo que no hay nada mejor que un demonio para encontrar a otro demonio.

El rostro de Vicente se convirtió en una máscara de piedra. - A donde planeo ir, tú no podrás llegar nunca.

Capté al instante a qué se refería.

- No me perdonarán nunca lo que te haya dejado ir-. Se movió hacia un lado y al otro sin ir realmente a ninguna parte-. Estoy cansado, necesito que esto se termine y creo que por ahí afuera ronda alguien que tiene muchas ganas de enfrentarse a mí, es probable que acabe dejándolo ganar.

Empecé a ver destellos blancos delante de los ojos, iba a desmayarme. Inspiré hondo e intenté concentrarme en lo que acababa de decirme: había alguien más como él, es más, lo tenía identificado…yo también había oído de alguien así, ese alguien, ahora sabía muy bien, no era Vicente, ese alguien había quemado la cocina de la familia Salleses y había atacado a Leandro.

- No puedes hablar enserio.

- Será un adiós definitivo.

- ¿Te das cuenta de lo que me estás haciendo?

- Lo lamento mucho, no me agrada hacerte sufrir.

Las lágrimas ya me corrían alegremente por el rostro. Que acabara conmigo aquí mismo, ya no valía la pena seguir, el mundo sin él ya no sería nada. Nada significaría absolutamente nada.

Me agarró una desesperación tal que creí que me moriría ahí mismo. Lo que hice a continuación fue un acto de desesperación, de miedo, de dolor y de un amor tan grande que ya no cabía en mí. Sin pensarlo, me arrojé hacia él, me colgué de su cuello y lo besé. En un primer momento él intentó desprenderse de mí, pero su negativa duró poco, la voluntad se le acabó más rápido de lo que yo supuse que duraría. Vicente me devolvió el beso, me besó como nunca antes. Liberé en ese beso meses de tristeza, una eternidad de extrañarlo y creo que él hizo lo mismo. Me colgué de su cuerpo y él me atajó en el aire por los muslos. Ya ninguno de los dos pensaba, solamente sentíamos. La casa había desaparecido, nuestro cuerpo habían desaparecido, tan solo quedaban nuestras almas, nuestro amor, la pasión que jamás habíamos dejado de sentir el uno por el otro, esa necesidad del otro que nos unió desde un primer momento y que nos mantendría atados por siempre, cualesquiera que fuesen sus planes o los míos. Nos zambullimos en un ritmo vertiginoso y ninguno de los dos demostró tener intenciones de aminorar el paso. No sé cómo, aterrizamos los dos sobre un sofá. Yo no había tenido tiempo ni me había preocupado por examinar la estancia, me importaba un rábano, lo mismo daba si nos encontrábamos en una pocilga o en un castillo, simplemente cualquier lugar a su lado era el mejor lugar del mundo.

Mi cuerpo se transformó en masa incandescente. Mis manos no podían quedarse quietas y para mi felicidad, tampoco las de él. Entre tanto forcejeo nos caímos del sofá.

- Eliza- jadeó él y yo te tapé la boca con la mía, pero sus manos pronto lo ayudaron a liberarse de mí-. Un momento.

Hice oídos sordos a sus palabras, pero él con muy poco delicadeza me tomó por las muñecas y estampó mis manos contra el piso, se arrodilló a mi lado y alzó la cabeza, parecía un lobo intentando percibir un muy lejano aullido.

- Merodean por aquí cerca.

- ¿Qué?

Sin darme una respuesta se levantó del piso. Al instante empecé a sentirme como la más idiota de las idiotas. Fue un momento de lo más bochornoso.

- Levántate- me ordenó-. Creo que saben que te encuentras aquí.

- ¿Cómo?

- Nunca debí traerte aquí. Te dije que esto estaba mal, tú y yo…contigo no logro controlarme- me dedicó una última mirada y luego caminó hacia una de las ventanas que estaban casi en su mayoría cubiertas por unos pesados cortinados y echó un vistazo hacia fuera. Al instante su frente se llenó de arrugas de preocupación.

Todavía un tanto aturdida y con el corazón y el cuerpo fuera de control, me senté.

- Tengo que sacarte de aquí ahora.

Por dentro solté un insulto que le hubiese arrancado una gran sonrisa a Susana.

- No te das cuenta de que es inútil- dije al tiempo que me ponía de pie-. No importa dónde vaya o qué intente para escaparme de ellos, todo da igual, siempre me encuentran.

- ¿Y crees que les va a ser más difícil llegar hasta ti si te conviertes en uno de nosotros?- me espetó enfurecido con ojos ardientes-. ¡Muévete!, te llevaré de regreso al departamento en el que te hospedas.

Que sorpresa, sabía dónde me estaba quedando yo; seguro que estaba al tanto de cada condenado paso que yo había dado en esta ciudad.

Como no demostré intención alguna de moverme de donde me encontraba, caminó hacia mí y me tomó por el brazo; me fue imposible evitar el agarre certero de sus dedos.

- Discutiremos esto en el camino- rugió.

- ¡No!- me negué tironeando de mi brazo mientras hacia fuerza con las piernas para evitar que me arrastrase-. No soy una muñeca de trapo, deja de llevarme de aquí para allá como si yo no tuviese voluntad.

- Yo hago lo que quiero- exclamó en un tono despótico que me hizo hervir la sangre.

- Y yo también- chillé empujándolo de mi lado-. Suéltame, quizás esos demonios estén dispuestos a negociar.

- No seas estúpida, nadie va a negociar nada contigo, les importa un cuerno lo que tú quieras o dejes de querer.

- ¡A ti tampoco te importa!

- No, tienes razón, no me importa en lo más mínimo, y yo tampoco tengo intensiones de negociar contigo. Por el momento tu única opción es hacer lo que yo digo y se terminó-. Tironeó de mi brazo-. Si no caminas te cargaré-. Me dijo en claro tono de amenaza-. Si no nos vamos de aquí en este preciso instante ni tú ni yo tendremos posibilidad alguna de alcanzar lo que queremos.

- Lo dices para asustarme.

- Lo digo porque es la verdad.

A los cinco segundos de que nos mirásemos fijamente, me dio la desagradable sensación de que estaba hablando enserio.

- ¡Bien!- exclamé-. Pero suéltame, puedo caminar sola.

- No intentes nada estúpido- me advirtió antes de abrir su mano para liberar mi brazo.

- Según tú yo soy una estúpida, de modo que qué otra cosa podría hacer-. Lo fulminé con la mirada.

- Lamento haberte insultado, ahora, camina por favor.

Corrimos de vuelta al garaje, Vicente no se despegó de mi lado, me abrió la puerta del auto y luego de que entré en éste, la cerró por mí para finalmente correr hacia la puerta del conductor.

En el exacto momento en el que el motor del automóvil se puso en marcha, la puerta del garaje se abrió. Antes de que terminase de ponerme el cinturón de seguridad ya nos encontrábamos fuera del edificio. A una velocidad pasmosa, Vicente se metió entre el tránsito; en ningún momento dejó de mirar por los espejos retrovisores; yo también busqué algún vehículo sospechoso que pudiese estar siguiéndonos (no encontré ninguna moto negra, ningún automóvil impresionante con vidrios polarizados, pero quizá los demonios de Francia tuviesen gustos diferentes a los de Argentina a la hora de elegir medios de transporte terrestres).

De la nada terminamos en Champs Elises y su pesado tránsito. Hasta ese momento había pasado más de cinco minutos sin que cruzásemos una palabra. Fue el primero en romper el compacto silencio que sin querer (al menos por mi parte) habíamos dejado crecer entre nosotros). ¿Cómo puede ser que dos personas que se quieren lleguen a esto? Humanos, demonios…tal vez no somos tan distintos si somos capaces de hacernos daño entre nosotros tan gratuitamente. Me dio algo de asco de mí misma, simplemente no podía entender las razones de Vicente para alejarme de su lado, me negaba a entenderlas y supongo que en cierto modo él actuaba del mismo modo con las mías, para quedarme a su lado.

- ¿Por qué insistes con esto?, tienes el trabajo que siempre quisiste, en tus manos descansa la posibilidad de vivir una vida plena, de luchar por tenerlo todo. Condenarte no parece lo más razonable del mundo.

- Eso depende de qué entiendas por condena.

Me echó una mirada por el rabillo del ojo para luego concentrarse otra vez en el tránsito, a nuestra derecha circulaba un autobús lleno de turistas, mis ojos se cruzaron con los de una mujer muy blanca y rubia que llevaba auriculares en los oídos y una enorme cámara de fotos de aspecto muy profesional en las manos.

- No lo entiendes- le dije sin mirarlo.

- No, no puedo entenderte y tú tampoco me comprendes a mí, por lo visto, después de todo parece que realmente no tenemos demasiado en común.

Me dio un fuerte dolor en el pecho y unas insoportables ganas de llorar, de tristeza, de impotencia. ¿Lo habíamos perdido? ¿Ya no existía un él y yo? Me encogí en el asiento.

- Si tu amor es real, aléjate de mí y de los míos.

Sentí como si me asestase un golpe en el pecho. No bromeaba ni hablaba en vano, incluso, me miró a los ojos al hablarme.

- ¿Por qué debo ser yo la que seda? No puedo vivir sin ti, de hecho lo que me ha mantenido viva hasta ahora desde que te fuiste fue la ilusión de volver a verte. Me pides que haga un sacrificio en honor al amor que siento por ti, pero qué harás tú por ese amor.

- Lo mejor que puedo hacer: desaparecer.

- No voy a brindarte una salva de aplausos ni tengo pensado quedarme mirando cuando camines hacia el patíbulo. Es ridículo que te emperres en conservar algo de mí que ya no existe.

- Si existe, todavía eres humana.

- ¿Entonces por qué ya no me siento así?

- Cuando todos nosotros desaparezcamos de tu vida, volverás a sentirte igual.

- Eso no es cierto, de verdad crees que voy a poder seguir viviendo sabiendo que tú has muerto-. No lo pude evitar, se me llenaron los ojos de lágrimas, comprender que su intención era dejar de existir me desgarraba no solo el corazón, sino el cerebro también, el dolor de la mera suposición era tal, que ya no pude contener las lágrimas-. Lo que pretendes hacer no soluciona nada.

- Te equivocas- dijo con un hilo de voz-. Además presumo que tarde o temprano ese será mi final, ya no cuento con el apoyo que contaba antes.

- Espectacular, entonces para ti la solución es darles el gusto antes de que ellos se lo den por mano propia.

- Al menos les voy a quitar el placer de matarme.

- ¿Y qué dice Ariel de todo esto, qué dice Eva?

- Eva está dispuesta a apoyarme en cualquiera sea mi decisión, ella mejor que nadie me comprende, sabe lo que se siente ser responsable de aceptar un alma gratuitamente.

- ¿Y Ariel?- insistí, apostaría todo a que Ariel no estaba para nada de acuerdo.

- Ariel no debió salvarme cuando lo hizo- se limitó a decir y yo no comprendí muy bien si esa frase implicaba algo más de lo que se veía a simple vista.

- Eres un egoísta.

- Piensa de mí lo que quieras, yo me iré con la conciencia tranquila, sabiendo que tú estarás libre del peor castigo que haya existido jamás y confío en que tarde o temprano me olvides.

- Es insultante que me creas así de volátil, que subestimes así lo que siento.

- En el mundo de los humanos nada es para siempre.

- No te reconozco.

- Es que probablemente jamás llegaras a conocerme bien.

Lo tenía sentado a mi lado pero me daba la sensación de que se encontraba a cientos de kilómetros de distancia de mí.

- Después de todo el mal que te he hecho, renunciar a ti es la única solución- entonó al tiempo que giraba el volante para acercarse al cordón, yo ni me había dado cuenta de en dónde nos encontrábamos; a unos pasos a mi derecha se alzaba el edificio en que Trueba tenía su glamoroso departamento.

Vicente giró la llave, el motor se detuvo.

Con la cabeza algo caída hacia delante inspiró hondo, su pecho se ensancho, seguidamente alzó la cabeza y me miró. - Si no sales sola, estarás segura, no se atreverán a montar un espectáculo en mitad de unas de las ciudades más recorridas del mundo, y por el momento no cuentan con la impunidad suficiente como para meterse aquí y atacarte.

Eso no me hizo sentir ni más ni menos alivio, la verdad, me daba igual, pensar en el futuro…mejor dicho: ¿qué futuro? Sin él ya no existía el mañana. Qué iba a hacer yo si cumplía con su palabra, cómo iba a hacer para seguir viviendo, si en este momento, del solo hecho de que me apartase de su lado, apenas si podía respirar.

- No te preocupes, me ocuparé de resolver todo muy pronto.

Esta situación me parecía completamente inverosímil.

- Baja del auto, por favor.

Todavía no entiendo muy bien por qué, hice lo que me pidió, pero al pisar la vereda sentí que algo de mí volvía a rearmarse.

- No sé si voy a ser capaz de cumplir con la parte del plan que me toca llevar a cabo-. Le dije sosteniéndome de la puerta.

- Entonces no estarás cambiando por mí, sino por ti. Pero cuando llegues, yo no estaré allí, no estoy dispuesto a verte convertida en esto…- entonó con asco, hizo una breve pausa y luego continuó hablando- ya no serás a quién yo amé- afirmó sombrío.

Me limpié las lágrimas. En vano, al acto volvieron a bañarme la cara en forma de mar.

- Es tu decisión.

El motor rugió.

Enfurecida, dolida, partida al medio y al punto de caerme por no ser capaz de continuar teniendo ganas de morir -ni amenazarlo con lo más desagradable surtió efecto-, azoté la puerta del auto. Al instante las cuatro gomas chirriaron frente a mí.

Vicente se fue de mi lado quemando llantas.

¿Qué?

No podía quedarme ahí parada llorando, no quería entrar en el departamento de Trueba en este estado. No quería que nadie me viera, lo que más deseaba en este momento es que la tierra me tragase…poder dejar de pensar y de sentir. Me eché andar y no pude parar de caminar, si un demonio se me cruzaba por el camino…bien, todo iba a terminar de todos modos, cómo, ya no tenía la menor importancia.

Un trabajo soñado, una vida en apariencia llena de cosas…eso ya no tenía valor alguno, nada despertaba en mí la menor ilusión, ni la ciudad más romántica del mundo, ni la escultura más preciosa, ni la música más sublime, ni la risa más alegre, de repente el mundo se había vuelto hueco, gris, frío y completamente insignificante.

Caminé y caminé hasta que me perdí, hasta que las calles se volvieron menos luminosas, más reales. Se hizo de noche. Agotada, me senté en un banco y allí me quedé. El fresco de la noche me caló los hueso, el hambre se hizo sentir; mi boca seca tenía gusto amargo, mis ojos eran bolas ardientes y rasposas.

Vi que un automóvil pasaba por la calle que discurría frente a mí, pero no le presté demasiada atención, hacía rato que todo lo que se movía a mi alrededor parecía simple utilería.

Podría haberse sentado a mi lado el mismísimo Diablo que yo hubiese reaccionado del mismo modo: como una total nulidad. Estaba tan agotada, completamente desganada.

- Creí que te había perdido- me dijo una voz masculina en un tono muy suave. Su voz desprendía alivio y alegría-. Que susto me diste.

Pese a que me sentía exhausta moví la cabeza y lo vi: Trueba. Me contemplaba con calma.

- Está bien, no necesito que me expliques nada, simplemente deseaba encontrarte sana y salva y así ha sido- inspiró hondo-, ahora puedo volver a respirar tranquilo.

Si hubiese sido yo misma no me hubiese echado a sus brazos del modo en que lo hice en ese momento, pero que Trueba me recibiese sin el menor reparo supuso un gran paliativo para la vergüenza que sentiría en cuanto volviese a ser yo misma y tomase conciencia de lo que me había llevado por delante todas las barreras jefe-empleada que se suponía debían existir entre nosotros para que cada cual guardase su lugar.

- No te preocupes- me susurró mientras me acariciaba la cabeza en un gesto increíblemente paternal-, muchas cosas buenas te esperan a la vuelta de la esquina. Yo te protegeré- me dio unas delicadas palmaditas-. Nunca nadie más se atreverá a hacerte daño. Te lo juro Eliza- su mano sostuvo con fuerza mi cabeza-, en mí has encontrado a tu mejor defensor, al mejor guardián. Velaré por ti por toda la eternidad.

Esas palabras me hicieron abrazarlo todavía con más fuerza.

Trueba me apartó de su lado por un momento para cubrirme con un abrigo. Cuando volvió a abrazarme me levantó y guió hasta el mismo automóvil que yo había visto pasar: el suyo.

Fui todo el camino prendida a la solapa de su saco, muy cerca de su pecho, entré en el edifico del mismo modo, incluso, tendida en mi cama, no me solté de sus manos.

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