Cuando fuiste mía (LA GLIMERA...

By RebeccaGardan

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Grace es una híbrida, una sangre manchada en un submundo sobrenatural lleno de mitología, magia, clanes y vio... More

Advertencia
Glosario de términos
Capítulo 1 | Híbrida
Capítulo 2 | Halloween
Capítulo 3 | Blackwood
Capítulo 4 | Alta alcurnia
Capítulo 5 | Distracciones
Capítulo 6 | La intrusa
Capítulo 7 | La huida
Capítulo 8 | Humillación
Capítulo 9 | Perspicacia
Capítulo 10 | Maldita sea
Capítulo 11 | Asunto personal
Capítulo 12 | Ella
Capítulo 13 | Callum Waldorf
Capítulo 14 | El Hysteria
Capítulo 15 | Tormenta
Capítulo 16 | Espectáculo
Capítulo 17 | El castigo
Capítulo 18 | Renuncia
Capítulo 19 | Alexia
Capítulo 20 | Cuando seas mía
Capítulo 21 | Primer amor
Capítulo 22 | Desencadenantes
Capítulo 23 | Cuando fuiste mía
Capítulo 24 | Las Elegidas
Capítulo 25 | Nuestro trato
Capítulo 26 | Tienes tres días
Capítulo 27 | No es tuya
Capítulo 28 | Castígame a mí
Capítulo 29 | No soy tu Nalla
Capítulo 30 | La Resistencia
Capítulo 31 | Eres una Blackwood
Capítulo 32 | Son solo recuerdos
Capítulo 33 | Es mi hermana
Capítulo 34 | Perdóname
Capítulo 35 | Cuando fuiste mío
Capítulo 36 | Condiciones
Capítulo 37 | Volver a ella
Capítulo 39 | Almas afines
Capítulo 40 | No te cases
Capítulo 41 | Nuestra Grace
Capítulo 42 | La Elegida
Capítulo 43 | Mi destino
Capítulo 44 | Mentira
Capítulo 45 | Lirios
Capítulo 46 | Recompensa
Capítulo 47 | Miedos
Capítulo 48 | Redención
Capítulo 49 | Hogar
Capítulo 50 | La Glimera
Capítulo 51 | Nuestro final
Capítulo 52 | Nuestro principio
EPÍLOGO
Agradecimientos
EXTRA | Puesta de largo
LIBRO #2 - Nunca fuiste mío

Capítulo 38 | Son mis hijos

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By RebeccaGardan

GRACE

Cuando Grace salió de madrugada del Caserón, se internó en el bosque y recorrió los seis kilómetros hasta el pueblo de Mystic Hollow a pie, pensó que volver a Chicago sería sencillo. Se equivocaba.

Había tenido que permanecer más de una hora agazapada en un callejón, tranquilizándose, hasta que mitigó el llanto y sus colmillos, sus ojos y su cuerpo volvieron a su estado natural. Solo cuando el cristal de la ventanilla de un coche le devolvió una imagen humana, tranquila, Grace se permitió empezar a pensar qué hacer.

No tenía dinero, ni móvil, ni idea de cómo volver a La Resistencia desde allí.

Anduvo dubitativa por la calle principal de Mystic Hollow, cruzándose con jóvenes como ella que iban al instituto y familias que salían de sus casas a primera hora de la mañana. Grace se encogió en su abrigo y con la mirada gacha, llegó hasta el Café de Holly, el sitio de desayunos donde había estado el día anterior.

Atisbó rápidamente el coche de Connor Blackwood, un Land Rover negro, inmaculado, en mitad del aparcamiento. El maldito vehículo parecía reírse de los humildes habitantes del pueblo y especialmente de ella misma. Sus manos le temblaron y siguiendo un impulso, pinchó sus cuatro ruedas con tan solo un movimiento de los dedos.

El deseo de hacerle algo más, de romperle las ventanillas o rayarlo de arriba abajo, nació en su interior de forma acérrima, pero el sonido de la campanilla de la cafetería la cautivó. Pudo percibir el olor a café recién hecho, huevos y tortitas. El estómago se le encogió. No recordaba la última vez que había comido algo.

Permaneció quieta, dudando. Tuvo miedo a entrar y que alguien pudiese discernir que ella era una intrusa en ese pueblo, una manchada, una híbrida. Tuvo miedo de que la marca que latía en su clavícula pudiese ser percibida de alguna manera. Pero necesitaba ayuda para irse de allí. Necesitaba al menos conseguir el dinero suficiente para un billete de autobús. Tendría que pedirlo y si no la ayudaban, tendría que robarlo.

Si de algo estaba segura Grace, era que en una hora ella ya estaría de camino a Chicago.

Entró en el Café de Holly con toda la seguridad y entereza que fue capaz de reunir. El calor y el olor del local la acogió al instante. No había demasiada gente, no todavía. En apenas unos segundos, sus ojos recorrieron con avidez la estancia. En el fondo, un señor de sesenta años desayunaba solo, leyendo la sección de deportes del periódico. En una mesa junto a él, un padre joven ayudaba a comer a dos niños con uniformes escolares. En la barra, una mujer de aproximadamente treinta o cuarenta años tomaba un café, escribiendo en el móvil. Grace se fijó en que iba demasiado arreglada para ese pueblo.

Siguiendo una intuición, se sentó en la barra, a apenas dos butacas de ella. No pasó por alto que su bolso lo tenía colocado en un asiento vacío, a su lado.

—Aquí tienes, Cassidy —la camarera, una señora rechoncha de sesenta años, dejó sobre la barra el recipiente de lo que Grace supuso que era un pastel.

—Gracias, Holly —la mujer, Cassidy, dejó el móvil y le sonrió a la señora con cierto cariño.

—Espero que le guste a Noah, es el de frambuesa, su preferido —dijo Holly con una cálida sonrisa, colocándolo dentro de una bolsa de papel—. Pero dile a ese hijo tuyo que me visite de vez en cuando, que esta vez no le recriminaré sus travesuras.

—Se lo diré, pero ya sabes que no le gusta venir por aquí —dijo Cassidy con una leve sonrisa.

La mujer cogió el paquete con el pastel y lo colocó a un lado. Grace se fijó mejor en su bolso, abierto. Quizá en un despiste lograría alcanzar con facilidad su cartera. Lo había hecho muchas veces.

—¿Señorita? —la voz de la dueña, Holly, la sacó de su ensimismamiento.

Grace levantó la mirada al instante, inquieta, nerviosa.

—¿Qué?

—¿Vas a consumir algo, chiquilla? —Holly suspiró, apoyando las manos en su regordeta cintura—. ¿No vas a llegar tarde a clase?

Grace sintió la mirada de la otra mujer también en ella. No estuvo segura de si la habían visto mirando el bolso, buscando la cartera. Se encontraba dispersa.

Maldita sea.

—No, yo... —Grace titubeó, sintiendo su voz ronca, frágil—. Un vaso de agua está bien.

Holly frunció el ceño. Nadie acudía a su cafetería a pedirle agua. Era un auténtico insulto para alguien que cocinaba con tanto cariño como ella.

—¿Tú no eres la chiquilla que desayunó aquí ayer con su novio?

Grace sintió que la boca se le secaba más.

—Hemos roto —dijo con un gesto de los hombros, como quien no quería la cosa. Entonces su mente empezó a trabajar—. Me ha dejado. No tengo dinero y me he dejado el móvil en su casa.

—¿A ti? —Holly se inclinó hacia ella en la barra—. Eso es imposible. Yo me fijé en cómo te miraba ese chico ayer y...

—Pues así es —le cortó rápidamente Grace, haciendo esfuerzos para parecer desvalida. Con el dolor que tenía en el pecho no le costó demasiado. Los ojos ya los tenía rojos de puro llanto.

—¿Así que necesitas dinero? —Cassidy fue quien habló esta vez.

Ahora, observándola de cerca, Grace se dio cuenta de que esa mujer era increíblemente bella. Tuvo la certeza de que no era humana. Tenía el rostro ovalado, los ojos azules e intensos, y el pelo castaño lo mantenía recogido con cierto desorden. En apariencia, nadie diría que tuviese más de cuarenta años, pero tuvo la intuición de que tenía muchos más.

Y también tuvo la intuición de que iba a intentar mentir a alguien que lo sabía todo. El miedo a que detectasen su sangre mezclada, su mancha, su marca, se acomodó en ella con terrible dureza. No podría soportar una humillación más. Al menos, no tan pronto.

—Oh no, eso sí que no —Holly negó. Grace movió la cabeza hacia ella, con el miedo a que la echaran del local—. ¿Cómo es posible que te haya dejado?

Cassidy la observó a su lado, fijamente, durante largos instantes. Después, su mirada recorrió el resto de la cafetería, sin encontrar nada que llamase su atención, hasta que se fijó en el Lande Rover aparcado junto a la puerta, con las ruedas pinchadas. Reconocía esos vehículos como propios de La Hermandad.

Una extraña intuición, sensación, se acomodó dentro de ella.

Sintió que las manos le temblaban.

No podía ser.

—¿Y quién es el chico? —preguntó, con naturalidad.

—El menor de los Blackwood, bueno, el único chico claro —dijo Holly divertida de participar en un cotilleo—. Hacía años que no le veía.

Grace ahogó un suspiró de angustia. Apoyó los codos en la mesa y enterró en las manos su rostro. Maldito Mystic Hollow, maldito Connor Blackwood y maldito Café de Holly.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Cassidy, sintiendo el corazón en un puño.

—Bethany —dijo Grace, de forma automática. No iba a dejar ningún rastro en ese pueblo y si por ella fuese, tampoco en ese país.

—Está bien, Bethany... —continuó Cassidy, escuchando a Holly quejarse sobre el poco valor que los jóvenes de esa época daban al amor—. Imagino que necesitas dinero para volver a casa, no parece que seas de por aquí.

—Así es... —murmuró Grace sin atreverse a mirarla, con los ojos fijos en el café que le había servido Holly, sin siquiera haber tenido que pedírselo. Hubiese querido algo más fuerte.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó Cassidy con suavidad, captando su pensamiento.

—Tengo dieciocho —mintió Grace con descaro. Necesitaba irse de allí.

—Podemos llamar a tus padres para que vengan a buscarte.

—No, no... —Grace se irguió en la butaca, nerviosa—. No quiero... no quiero que sepan dónde estoy, les dije que me iba de excursión con el instituto.

—Hmm... Entonces eres menor de edad.

—Voy a cumplir los dieciocho dentro de poco —contestó Grace, demasiado rápido, totalmente pillada en falta. Esa mujer iba dos pasos por delante de ella. 

—Claro... —murmuró Cassidy con una dulce sonrisa. No pudo evitar pensar que su hija, donde fuera que estuviese, si es que seguía viva, tendría la misma edad—. ¿De qué ciudad eres?

—De Chicago —dijo Grace cogiendo el café, inquieta. En eso no tenía sentido mentir, al fin y al cabo, era el lugar al que necesitaba ir.

—Esta juventud de hoy en día, os escapáis de casa y mira luego lo que pasa —Holly chasqueó la lengua, colocando delante de ella un buen trozo de pastel de manzana—. Tus padres no estarían nada contentos con esto, señorita.

—No, no lo estarían... —murmuró Grace, sintiendo que el estómago se le encogía al ver la tarta.

—Cómetela y bébete el café, chiquilla... —le instó Holly con energía—. Estás demasiado delgada. No te preocupes por cómo volver a casa, te daré el dinero para el billete de autobús.

—¿De verdad? —Grace levantó la mirada al instante.

—Por supuesto que sí, pero solo si...

—No hace falta, Holly —interrumpió Cassidy, despacio, antes de volverse hacia Grace—. Salgo ahora hacia Chicago, puedo llevarte en el coche, si quieres.

Grace se fijó de nuevo en ella, en sus ojos tremendamente azules. Negó con la cabeza.

—No, no... —dijo al momento, con cierto miedo en su interior—. Iré en autobús.

—Está bien, pero acabas de perderlo —Cassidy sonrió con un leve gesto —. El siguiente autobús no sale hasta mediodía.

Grace se encogió en el sitio. Maldita sea. El embrujo que le había hecho a Connor Blackwood en el Caserón duraría horas, pero no tenía la certeza de que fuesen tantas.

—Imagino que tienes prisa, así que, ¿Qué te parece si Holly te pone el desayuno para llevar mientras voy un segundo al baño? —le propuso, levantándose de la butaca—. Después nos iremos, tranquila.

—Está bien —murmuró Grace, con un leve asentimiento de la cabeza.

Cassidy cogió su móvil para hacer una llamada y la miró unos instantes, sintiendo su interior encogerse. Se obligó a apartarse de la barra antes de que esa pobre niña la tomase por loca y no aceptase su ayuda. Empezaba a estarlo, porque veía a su hija en todas partes y en ningún lado.

—Has tenido suerte —comentó Holly, cuando Cassidy se perdió tras la puerta de los baños.

—¿Quién? —Grace se volvió hacia ella, frunciendo el ceño—. ¿Yo?

—Jovencita, creo que no eres consciente de la cantidad de seres extraños que hay en este pueblo —Holly sonrió con candidez. Grace la miró, sorprendida—. Esto no es lo que era antes y por suerte has dado con una persona buena. Ella te llevará hasta tu casa sin que nada te pase.

—¿Qué? —Grace se levantó instintiva de la butaca—. Yo no...

—Cariño, en Mystic Hollow todo el mundo es algo. Y algo mucho más si eres la novia de ese tal Blackwood —Holly terminó de prepararle el desayuno para llevar y se lo tendió en una bolsita de papel—. Conozco a Cassidy desde hace más de cuarenta años, has tenido suerte... —volvió a asentir—. No es la primera vez que ayuda a niños como tú...

—¿Niños como yo? —Grace se encontró perdida, desconcertada.

—En problemas, chiquilla... —Holly dibujó una sonrisa y dudó unos instantes—. Su hija... —tragó un nudo y prefirió callar, viendo que Cassidy volvía de los baños y se acercaba a ellas.

—¿Estás lista? —le preguntó, dejando un billete de veinte dólares sobre la encimera—. Gracias, Holly. Volveré en unos días.

—Aquí estaré como siempre, dale saludos de mi parte a tu cachorro y a tu marido —Cassidy fue a decirle algo, pero Holly la paró con la mano—. Una marca es una marca, ese hombre es tu Naalum de por vida.

Cassidy suspiró, recogiendo sus cosas. Prefirió no llevarle la contraria, porque sabía que con Holly siempre saldría perdiendo.

—Vamos, Bethany.

Ambas se despidieron de Holly con una sonrisa y Grace la siguió hasta el aparcamiento trasero del local. Era evidente que no la habían tomado por una humana, pero si pensaran que ella era una híbrida, esa mujer no estaría llevándola de vuelta a su casa. Aún dubitativa, echó un vistazo a su alrededor, pensando qué otra alternativa tenía para volver a Chicago antes de que fuese demasiado tarde.

No tenía ninguna.

—Metete en el coche —la instó Cassidy con una leve sonrisa—. Tranquila, no me chivaré a tus padres.

Asintió quedamente y abrió la puerta del copiloto, sentándose junto a Cassidy. Ella no tardó en arrancar y se puso en marcha hacia Chicago, recorriendo las carreteras secundarias. Al cabo de media hora, Grace se olvidó de que debía comer, observando los paisajes y la frondosidad de esos bosques.

—¿Te gustan? —preguntó Cassidy.

—¿El que? —Grace apartó un segundo la mirada de la ventanilla.

Cassidy sonrió, disminuyendo la marcha a medida que caían las primeras gotas de lluvia.

—Estos bosques.

—Sí...—reconoció Grace. Allí se había sentido extrañamente en casa. Bajó tanto la guardia que habían acabado mordiéndola, marcándola. No iba a perdonárselo nunca.

—A mi no me gustaban, al principio —reconoció Cassidy con un suave gesto—. Hace muchos años vivía de ciudad en ciudad y cuando vine a Mystic Hollow me sentía aislada.

—¿Y por qué te quedaste aquí? —pregunto Grace, con curiosidad.

—Conocí a mi... a mi Naalum, a Jordan —dijo con nostalgia, con calidez en la voz. Grace pudo percibir el cambio en su tono de voz al hablar de ese hombre, infundía amor. 

—¿Y ahora? —preguntó de nuevo Grace—. ¿Ahora te gustan?

—Ahora sí me gustan, me conectan con mi familia —contestó en voz baja.

Grace observó la leve contracción de dolor en su rostro. Fue apenas una fracción de segundo, pero suficiente para captarlo. 

—¿Con tu hijo?

Se arrepintió de haber hecho esa pregunta antes siquiera de verbalizarla. Sin embargo, Cassidy se rio con suavidad.

—¿Eres curiosa no? —contestó con un leve gesto—. Sí, con Noah, aunque ya es mayor y nunca suele venir por aquí —se encogió de hombros, conduciendo—. Me conectan especialmente con mi hija.

Grace se sintió más cómoda en ese momento, más tranquila. Abrió la bolsa de desayuno que le había preparado Holly y cogió con cuidado un trozo de la tarta con la mano. Intentó no hacer más preguntas, sabía que no debería, pero una parte de ella no pudo evitarlo. 

—¿Cómo se llama tu hija?

—Se llama Grace —contestó Cassidy, sintiendo el dolor agudo en su alma. El mismo que aparecía en ella cada vez que pronunciaba su nombre, que hablaba de ella en presente.

Grace levantó la mirada y sonrió levemente, por un instante tuvo ganas de decirle que ella también se llamaba así. Pero eso sería volver a caer en un error. Y no volvería a guiarse por la confianza que le transmitía una persona.

—Tus hijos tienen nombres bonitos.

—Sí, si los tienen —dijo Cassidy con nostalgia, esforzándose por apartar esa sensación tan dolorosa de ella—. Bethany también es bonito.

—Sí, mucho —Grace dio un trago al café, con la mirada fija en la carretera. Sintió los ojos de Cassidy centrarse en ella más de lo necesario. Por un momento, creyó que había reconocido toda su vida, todas sus mentiras.

—Así que eres una híbrida.

Grace rompió a toser, echándose hacia delante. El pánico que se abrió paso en su interior fue real. Las manos le temblaron.

—Tranquila —se apresuró a decir Cassidy, preocupada. Su intuición le había dado la razón, al menos en eso—. Tranquila, no pasa nada.

Grace se encogió en sí misma. Esperando el siguiente golpe de humillación. Y después el siguiente. Los ojos se le llenaron de lágrimas y fijó la mirada en el exterior. No podía más. No ese día. 

—Por favor, déjame aquí.

Cassidy aparcó el coche en el arcén y se inclinó hacia ella. Tocó su hombro con cariño, con ternura.

—Trabajo con muchos chicos como tú, Bethany, tranquila —intentó Cassidy con suavidad. Vio las lágrimas caer de sus ojos azules,  ya hinchados de haber llorado lo que supuso que habían sido horas. Ella misma se encogió en el sitio, extrañamente triste—. Soy asistente social, solo intento ayudarte.

Grace se apartó de ella, asustada, y enfrentó sus ojos al instante.

—Tú no puedes ayudarme.

Cassidy observó el relámpago de color violeta en sus ojos, mezclándose con el brillo ámbar de su parte licántropa. Supo que la habían marcado, que su doble naturaleza viraba descontrolada en ella. El corazón se le paró en el pecho, era exactamente el mismo color de los ojos de Noah.

—Por favor, deja que me vaya —de pronto, Grace se vino abajo. Lloró sin control. El ardor que sentía en la marca de su clavícula comenzó a arderle. Sintió que no podía respirar—. Deja que me vaya.

Cassidy llevó una mano temblorosa a su pelo y lo acarició con cariño, con ternura, sintiéndola encogerse bajo su tacto. Los ojos se le nublaron de dolor. Sabía que esa chica no podía ser su hija. Por mucho que se mintiese, que lo negase, que la buscase, era más que probable que Grace estuviese muerta. Que no hubiese sobrevivido a la terrible noche en la que se la arrancaron de sus brazos.

Y, sin embargo, si esa chica no lo era, como tantas otras, Cassidy pensó que si Grace estuviese viva se parecería a ella.

—No voy a entregarte a servicios sociales, ni a un centro —le prometió Cassidy. Le colocó con cariño el pelo castaño tras la oreja y sonrió con calidez, intentando mantenerse serena.

Grace sintió que la barbilla le temblaba y levantó la mirada. No podía confiar en ella. No volvería a ser tan débil. Francesca la había enseñado mejor.

—Sé que este chico no te ha tratado bien —continuó Cassidy, con un inexplicable miedo a que Bethany saliese de ese coche y se escapase—. No voy a dejarte en Mystic Hollow, ni en esta carretera.

Grace apartó la mirada y se limpió las lágrimas con el dorso de la mano. Cogió aire. Se sintió tremendamente sola, por primera vez en mucho tiempo. Se sintió perdida y nunca deseó tanto tener una familia. Tan solo era una niña.

—Haremos un trato, ¿vale? —Cassidy se estiró hacia atrás, cogió su móvil del salpicadero y lo dejó en las manos de Bethany—. Te llevaré hasta Chicago. Si cuando lleguemos a la ciudad aún no te fías de mí, dejaré que me denuncies al Estado.

—¿Qué? —Grace la miró atónita al momento, con el móvil en sus manos. Lo pensó unos instantes—. ¿Y cómo sé que...?

—¿Cómo sabes que no voy a arrancarte el móvil antes? —Cassidy sonrió—. No te quedará otra que confiar en mí. Pero he visto que eres una bruja, así que algo se te ocurrirá si lo intento.

Grace frunció el ceño, observándola a su lado. Ningún adulto la había tratado tan bien en su vida, salvo el jefe que tenía en la cafetería de The Loop. Y ella se encontraba demasiado cansada, agotada, débil. Solo quería volver a casa, si es que podía llamar así a La Resistencia.

—Está bien —cedió, bajando la mirada al móvil de Cassidy. Vio en la pantalla la imagen de un chico adolescente y un bebé—. ¿Son ellos tus...?

—Sí, son mis hijos —asintió con la voz tocada y una suave sonrisa, mirándola a ella.

Cassidy mitigó el impulso de tocarla o consolarla entre sus brazos, tal y como su instinto clamaba hacer. No lo hizo porque era más que probable que esa chica no fuese Grace. Y no lo hizo porque si lo era, si de verdad la vida le había devuelto a su hija, si existía esa mínima posibilidad, no podía asustarla.

🖤🖤🖤

¡Hola a todos!

¿Seguís por aquí? Espero que os haya gustado este capítulo. Me encantaría conocer vuestras teorías, ¿Será Grace esa Grace?

Gracias por leerme y si os ha gustado, no os olvidéis de votar y comentar, así me animáis mucho a continuar.

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