Capítulo 4 | Alta alcurnia

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GRACE

Aunque fuese una chica increíblemente orgullosa y testaruda, Grace debía reconocer que la idea de Francesca había sido absolutamente brillante. Su planteamiento había sido sin duda mucho más aburrido y es que, aunque lo intentara, jamás podría ser tan ingeniosa como su amiga y, mucho menos, tan descerebrada en ocasiones como aquella. Habían sido muchos los años que había pasado en orfanatos, casas de acogida, correccionales, como para que no sintiese un creciente temor cada vez que veía la mínima posibilidad de que volviesen a encerrarla. Y allí estaba ahora, en un salón repleto de la más alta aristocracia sobrenatural de Estados Unidos.

Sabía, a ciencia cierta, que en caso de ser descubierta había tres opciones encima de la mesa. Podría volver directa a un centro correccional para menores, por llamarlo de alguna manera, ya que debido a su naturaleza híbrida esas instituciones eran similares a centros de concentración para desviados antinaturales. También podría acabar muerta o encerrada en alguna de las salas de tortura o laboratorios de estudio que muy posiblemente albergaban los caminos subterráneos de La Glimera. La tercera opción, muy plausible, era que Francesca acabase matando a alguien mientras escapaban de allí. Si es que lo conseguían, claro.

—Casi puedo sentir el olor a sexo, si es que pudiese oler algo —sonrió Francesca a su lado, cogiendo una de las copas de champán que les tendía uno de los camareros mientras miraba con absoluto descaro a cada miembro de La Hermandad. Una de las características de los demonios como ella era la falta de ciertos sentidos, en contraposición de lo avanzados que tenía otros.

Grace cogió otra de las copas y ambas vieron con sorpresa y temor que los camareros eran humanos. Habían escuchado historias sobre ello. Humanos que servían a la realeza de La Glimera a cambio de protección, mucho más dinero del que podrían ganar en cualquier otro trabajo y, sobre todo, cientos de años adicionales de vida. Eran conocidos como submís. Debía reconocer que en el intercambio salían ganando.

—Huele a perro mojado, Frannie, pero el champú es muy caro —bromeó Grace con una sonrisa, apoyando los codos en la mesa mientras cogía un nuevo dulce francés. Jamás en su vida había bebido ni probado cosas tan sabrosas.

Grace no estaba acostumbrada a esos ambientes, a decir verdad, esa era la primera vez en su vida que se hacía pasar por alguien de alta alcurnia. No podía decir que era la primera vez que se hacía pasar por alguien que no era, ya que su tercer trabajo consistía en ser una exhaustiva estafadora profesional. Ese trabajo lo había aprendido por completo de Francesca, que se movía a su lado con extrema exquisitez, como si aquella realmente fuese su verdadera naturaleza. La estudió con interés, en silencio. Frannie podría pasar sin ningún tipo de problema por una princesa real en cualquier ámbito. Ella, desde luego que no. Al menos esperaba que nadie recayese en ese pequeño detalle.

—Hay varias cajas fuertes en esta zona del edificio. Dos en la segunda planta, situadas en el ala norte —susurró Francesca sin dejar de mirar la pista de baile, ahora sonaba un vals y las jóvenes aristócratas parecía que se mostraban en sociedad. Evidentemente, en sus planes no estaba solo asistir a una estúpida fiesta de ricos.

Grace miró de forma casi imperceptible un reloj de pared situado al fondo de la sala. Habían llegado hacía media hora. Era aún demasiado pronto para excusarse en busca de los aseos. Además, necesitaban ser vistas con alguien.

—Tenemos que separarnos —dijo Grace, sorprendiéndose incluso a ella misma de estar diciendo esas palabras.

—¿Tienes fiebre?

—Estás imponiendo demasiado.

—Ya estamos con esas tonterías —respondió Frannie con un gesto melodramático, pero sabía que tenía razón.

Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Where stories live. Discover now