Capítulo 33 | Es mi hermana

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NOAH

Noah Andrews estaba acostumbrado a recorrer las céntricas calles de Chicago. A coger el coche y explorar todo el estado de Illinois. A indagar en cada punto del mapa de Estados Unidos cada vez que había un nuevo caso o surgían indicios que le permitiesen esclarecer los aún abiertos.

También estaba acostumbrado a pasar tiempo en el Northwestern Memorial Hospital. Esa era la parte de su trabajo como inspector del FBI que menos le gustaba. No siempre lograba encontrar y rescatar a niños y adolescentes. Eran demasiadas las ocasiones en las que aparecían gravemente heridos o sin vida.

Ese día, sin embargo, Noah Andrews pisaba el hospital en un intento de cerrar su propia historia. El caso abierto que atormentaba su vida y la de sus padres desde hacía diecisiete años.

Enseñó la placa en la recepción del hospital y le permitieron acceder a la peor parte de urgencias. Nada más pisar esa planta, experimentó la carga de adrenalina, el movimiento incesante de pacientes, médicos, enfermeros y celadores. Noah se apoyó en el mostrador de enfermería, manteniéndose apartado, echando un vistazo hacia los boxes de observación.

Percibió su aroma y la captó con rapidez, junto a la esquina más alejada. No era difícil distinguirla allí y tampoco lo sería entre una multitud, porque Nicole Blackwood tenía la innata capacidad de iluminar cualquier habitación en la que estuviese presente.

Con una suave sonrisa, Noah la observó durante los breves instantes en los que ella aún no fue consciente de su presencia. Su cabello, largo y de un color castaño claro, lo mantenía recogido en una trenza. Sus ojos verdes, tan característicos de su familia, se movían con avidez, con inteligencia. Y su sonrisa, aún dulce pese a las circunstancias, dotaban de calidez la frialdad de ese hospital.

Nicole Blackwood se quitó los guantes de plástico y los tiró en la pequeña papelera junto al boxer, justo antes de notar el ligero cambio en el ambiente. Siguiendo esa sensación, levantó la mirada y encontró los ojos azules de Noah. Ella titubeó ligeramente, sin poder disimular su sorpresa. Hacía demasiado tiempo que no se veían.

—No sabía que había llegado un caso del FBI —dijo Nicole, acercándose a él, guardando su estetoscopio en uno de los bolsillos de la bata.

—Buenas tardes, Nikki —Noah ladeó la cabeza, a modo de saludo.

Nicole chasqueó la lengua, impaciente.

—Buenas tardes, Noah.

—No estoy aquí por un caso —explicó finalmente, cogiendo un par de caramelos del cuenco del mostrador—. ¿Tienes quince minutos?

—Tengo cinco —dijo Nicole con media sonrisa, pasando por su lado.

Noah la siguió hasta la puerta de salida de urgencias, adentrándose con ella en los pasillos interiores del hospital.

—Si no estás aquí por un caso, ¿Qué pasa? —le preguntó Nicole, alzando la mirada mientras le dirigía hacia la cafetería—. ¿Están tus padres bien?

—Necesito que busques unos nombres en los expedientes médicos —Noah fue directo, no tenía demasiado tiempo.

—Noah —Nicole se paró en mitad del pasillo, le miró unos instantes y después suspiró.

—Por favor, Nicole.

—Sabes que no puedo hacer eso sin una orden, es...

—Es ilegal, sé lo que me vas a decir y lo que estás pensando. Tengo la intuición de que estoy cerca, Nikki —le pidió, buscando sus ojos—. Por favor.

—Cada dos o tres años tienes esa misma intuición —dijo Nicole preocupada.

Noah se pasó una mano por el rostro, con cansancio. Desde que habló con Connor Blackwood no había podido parar de buscar. No había comido, ni dormido. Se encontraba agotado y al mismo tiempo no podía permitirse un descanso. No ahora.

Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Where stories live. Discover now