Capítulo 3 | Blackwood

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CONNOR

Connor Blackwood era, sin duda alguna, uno de los jóvenes más atractivos de la sociedad aristócrata estadounidense. Y él lo sabía. Además de atractivo, era extremadamente inteligente y muy dueño de sí mismo. Podría decirse que sus antecedentes le precedían. Él era el único hijo varón de una de las principales familias que conformaban La Glimera. Sus padres, Darren y Madison Blackwood, eran licántropos centenarios, guerreros que habían luchado por la protección de su especie desde mucho antes que La Glimera fuese constituida como una institución y La Hermandad como el ejército que la protegía.

En aquella mansión vivían las familias más nobles. Las únicas que se sentaban en el Consejo de la Glimera para decidir cómo continuar manejando sus fortunas y salvaguardar a su especie contra cualquier amenaza exterior. Manteniendo en un hilo constante las tensiones que podrían surgir entre licántropos, ángeles, demonios y brujas, con el objetivo de evitar nuevas y cruentas guerras. Su padre era el representante de los licántropos ante el Consejo, mientras que su madre lo era de las brujas. Podría decirse que él era príncipe por partida doble, lo que de cara a las jovencitas de alta cuna que acudían a fiestas como las de aquella noche, Connor Blackwood era el futuro marido perfecto. Solo que él nunca, jamás, predicaría con ese ejemplo.

—¿A quién escoges hoy de víctima? —Katie se apoyaba en una de las columnas de mármol, analizando la situación.

Se encontraban en el segundo piso, en uno de los balcones interiores, observando a los invitados entrar en el salón de baile de la mansión, decorado con gran elegancia para la ocasión. La noche de Halloween era una de las más destacadas del calendario, casi como si se tratase de una fiesta nacional para La Glimera. Un hecho realmente irónico, teniendo en cuenta que se trataba de muertos y lo que ellos intentaban era mantenerse con vida. Al menos la costumbre de llevar máscaras ese día le evitaba tener que pararse a hablar con algún conocido o adoptar el papel de miembro de La Hermandad que tan poco le gustaba hacer cuando estaba de fiesta. Aunque esa fiesta fuese en su propia casa.

—No veo ninguna carne nueva. Estas fiestas empiezan a ser ligeramente aburridas —comentó Connor, dando un sorbo al vaso de whisky. No necesitó mover la cabeza para saber que su hermana pequeña estaba poniendo los ojos en blanco.

—Igual deberías...

—Igual deberías encontrar una chica en condiciones y asentar un poco la cabeza —dijeron los dos a la vez, imitando a la perfección el tono de voz de su madre antes de romper a reír. De su madre y de sus dos hermanas mayores, para qué engañarse. El problema estaba en que él no tenía la mínima intención de seguir esos pasos.

Además de la sangre noble que precedía su nombre, a Connor Blackwood también se le conocía por ser un rompecorazones en potencia. Aun teniendo solo veintitrés años, ya llevaba cinco de retraso en lo que respectaba a encontrar una compañera de la que alimentarse y a la que alimentar, si estudiaba la media. Tenía compañeros de aventuras que, a los dieciocho años, nada más iniciados en La Hermandad, ya habían encontrado a su compañera, su Cariad. Sus propias hermanas mayores encontraron a los suyos siendo tan solo unas adolescentes. 

Connor tenía al menos el ejemplo de sus padres, que tardaron trescientos años en encontrarse. Así que se agarraba a eso y echaba por la borda cualquier intento de su familia de someterle al mal trago de pedirle una cita a una licántropa después de acostarse con ella. Ya bastante mal lo pasaba cuando se obligaba a saludar y hablar con las jóvenes que se presentaban en sociedad cada año. La Glimera podía ser lujosa y aburrida a partes iguales.

—Según mamá, hoy debes presentarte a Shelby Williams, Tracy Anderson, Miranda Rhys... —empezó a enumerar Katie antes de ser cortada solo con una mirada de Connor. Ella sonrió y le estudió con curiosidad, arqueando una ceja. Con solo diecisiete años, Katherine era condenadamente lista y, sobre todo, entrometida—. Es desesperante, me encantaría poder escapar, ¿a ti no?

—No vamos a ir a ninguna parte, Katie —respondió Connor, apoyándose con los codos en la barandilla de mármol mientras estudiaba a las invitadas.

Muy posiblemente, Connor Blackwood ya conocía a prácticamente todas las chicas que iban a pisar la fiesta, lo que hacía de esa noche un mero trámite administrativo. Podía ser un ligón empedernido, pero era lo suficientemente listo como para saber que acostarse dos veces seguidas con una joven aristócrata podría tener nefastas consecuencias. Especialmente para él, que era más visto como potencial económico que por ser tan solo un joven con ganas de divertirse.

Fue entonces cuando algo dentro del tan conocido salón de baile de la mansión llamó su atención. Algo que distaba mucho de ser habitual. Que, sin duda, no podía serlo. Y en ese instante dejó de escuchar a Katherine, que seguía repasando la lista, dejó de escuchar la música de la fiesta y cualquier sonido que pudiese desconcentrarle de seguir con la mirada a esa presa. Sus ojos amarillos se fijaron directamente en ella.

Dos chicas entraron por el arco de roble macizo y se acercaron a una de las mesas altas donde podían esperar a que los camareros les llevasen comida o alcohol. No fueron sus rostros lo que le llamó la atención, ya que apenas podía fijarse en sus ojos por las máscaras desde esa distancia. Tampoco fue su ropa, ambas iban exquisitamente vestidas, sin duda con prendas muy caras. Tampoco fue la voz, porque ni agudizando su avanzado oído podía entender con exactitud su conversación entre tanta gente.

Lo que llamó la atención de Connor Blackwood, desde ese escondite interior, fue la forma de andar, de moverse, de gesticular, de sentarse, de coger la copa de champán de una de las dos mujeres que estaban dentro de su salón. No podía decirse que esa chica no se moviese con seguridad, pero él conocía con aburrida y tremenda exactitud cómo eran las jóvenes aristócratas, y sabía con esa misma exactitud que aquella chica, fuese quien fuese, no pertenecía a ese mundo.

Una lobuna, divertida y peligrosa sonrisa se dibujó entonces en sus labios. Y tomó una decisión. Quizá esa noche no iba a ser tan aburrida, después de todo.

🖤🖤🖤

¡Hola, de nuevo!

Tercer capítulo y nos encontramos con Connor Blackwood. ¿Alguna opinión de él?, ¿se avecinan curvas?

¡Gracias por continuar!

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Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Where stories live. Discover now