Capítulo 12 | Ella

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EMMET

Emmet apenas había podido pegar ojo esa noche. La inquietud le había corroído el cuerpo desde que sonaron las alarmas de la mansión mientras hacía suya a una de las jóvenes nobles de la fiesta. Ni siquiera se acordaba del nombre, había sido una de tantas.

Esa inquietud se debía a que Francesca Eastwood tenía razón, Katherine le estaba distrayendo. Y le estaba distrayendo tanto, que en vez de permanecer sobrio y alerta, se había bebido de un trago dos vasos de bourbon, había cogido por banda a la primera chica dispuesta a abrirse de piernas y se la había llevado a uno de los salones privados de La Hermandad. Había hecho todo eso solo por haber visto al maldito Gregory McKenzie bailar con Katie, acariciar la parte baja de su espalda y besar el lóbulo de su oreja. No podía continuar así.

Por suerte nadie había identificado a Grace y Francesca aquella madrugada. Al menos por el momento, porque Emmet sabía que tarde o temprano alguna de ellas acabaría encerrada en los subsuelos de La Glimera. Maldita sea. Se pasó una mano por la cara con cansancio. Había logrado eliminar de las grabaciones de seguridad parte de la noche y evidentemente no había pisado La Resistencia esa mañana. Francesca le daría su recompensa en otra ocasión, ahora mismo ese era el menor de sus problemas. Quizá él también estaba próximo a ser descubierto, los errores así se pagaban caro.

Emmet se encontraba ahora en las cabellerizas de La Glimera, dispuesto a realizar una larga excursión por el campo. Había salido a correr ese día y entrenado en el área privada de La Hermandad, pero cuando su cuerpo se encontraba así, en esa tensión, solo el ejercicio físico le permitía desconectar y volver a centrarse de nuevo. Era eso o encontrar una nueva señorita, lo que desde luego no era buena idea. Además, allí podría estar solo y lo necesitaba. Tenía que pensar cómo resolver el primer problema que le perseguía, es decir, Katherine Blackwood.

—¡Stirling!

Escuchó su voz de lejos. Vio a Katherine cruzar el campo silvestre de la zona este de La Glimera hasta llegar a las cuadras. Iba vestida con ropa de equitación, unas mallas color beige que se ajustaban a su cuerpo a la perfección y una camisa blanca. El pelo le caía ondulado por la espalda y su sonrisa iluminaba todo su rostro, genuino. A Emmet se le encogió el corazón de forma automática. En apenas unos segundos la tenía frente a él.

—¡Sabía que te encontraría aquí! —le dijo Katie, entrando en las caballerizas con decisión.

—Me conoces demasiado bien, Blackwood. 

Katherine se rio y se acerco a su yegua, un caballo espléndido de color blanco que dio un paso hacia Katie dentro de su cuadra, instintiva, al sentir que ella estaba cerca. Emmet no pudo evitar pensar en el cambio de energía que se producía cada vez que Katherine entraba en una habitación. Dudaba de que ella misma se diese cuenta del poder que tenía en los demás.

—¿Vas a salir a montar?, me gustaría montar contigo —ni se imaginaba los pensamientos de Emmet ante esas palabras.

—Voy a ir hasta las praderas de Rockford, quizá te parece demasiado lejos.

—Ah, no. Mejor, tengo mucho que hablar contigo —dijo Katie con una intrigada sonrisa. Emmet experimentó una ligera excitación.

—Parece que va a llover —probó entonces, echando un vistazo hacia el cielo que ya parecía nublado—. Igual no es tan buena idea, Katie.

—¿Acaso estás rechazando mi compañía? —Katherine bromeó señalándose a sí misma mientras sacaba a su yegua del establo. Eso era exactamente lo que Emmet intentaba hacer, pero, para qué engañarse, no podía negarle nada—. Vamos Stirling, si llueve volveremos antes, además, cabalgo mucho mejor que tú.

Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Where stories live. Discover now