Capítulo 28 | Castígame a mí

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FRANCESCA

Francesca Eastwood no recordaba la última vez que se había sentido tan fuera de control. Pese a los varapalos que había recibido del destino, pese a todo el sufrimiento que había experimentado a lo largo de su vida, siempre tuvo un objetivo. Un plan que había guiado sus días y sus noches más oscuras.

Esa guía era Grace.

Y ahora Grace no estaba.

Francesca bebía de un vaso cargado de bourbon, sentada en un cómodo sillón, junto a la mesita más apartada y privada de un oscuro pero lujoso local de Chicago. Se había obligado a salir de La Resistencia, a alejarse de las raídas y abandonadas paredes de ese sucio lugar. Iba a volverse loca. Ni siquiera había anochecido, pero era la tercera copa que tomaba esa tarde.

Quizá debería haber cambiado el alcohol por las drogas. Quizá así sería más sencillo canalizar su rabia, su frustración, el sentimiento de culpabilidad que la ahogaba.

—¿Quieres compañía? —la profunda voz de Callum Waldorf llegó a sus oídos. Francesca levantó la mirada—. Creo que tenemos una conversación pendiente, Frannie.

Sin esperar respuesta, Callum Waldorf apartó el sillón frente a la mesita de Francesca y se sentó, cómodo en su traje de alta costura, en su propia piel. Ella le envidió por eso.

—No tengo nada que hablar contigo —contestó finalmente Francesca, despacio, dando un nuevo sorbo a su bourbon.

Callum hizo un gesto suave a uno de los camareros. Él solía frecuentar ese local y sabían perfectamente lo que tomaba, whisky seco.

—Por lo que veo, Grace no ha vuelto a ti —la mirada de Francesca fue violenta. Callum dibujó una suave sonrisa, acomodándose en el asiento—. Estas gastando todas las opciones.

—No todas... —Francesca apartó la mirada, fijándola en la oscuridad del local. Algo se le ocurriría. Y si no era así, mataría a Katherine Blackwood por el puro placer de hacer daño a su hermano.

Callum cogió la copa que le tendió el camarero y dio un trago, disfrutando del sabor de ese alcohol mientras observaba a Francesca frente a él.

—Debes estar desesperada, si has acudido a Alexia para gastar esas opciones —continuó, con frialdad.

Francesca volvió de nuevo la mirada a él. Ambos se estudiaron en silencio durante largos instantes y algo dentro de ella se contrajo. Era miedo.

—No temas, no la he castigado. No aún... —Callum observó el cuerpo tenso de Francesca relajarse levemente—. Pero si vuelves a acudir a ella, lo haré.

—No me digas que estas celoso —Francesca le enfrentó, viperina, totalmente fuera de sí. En otras circunstancias, jamás hubiese hablado así a ese hombre—. La tienes toda para ti, entera. Por eso mismo me diste la libertad.

Callum se rio con suavidad, con cierta ternura en la mirada. Jugó con su vaso en la mano unos instantes, pensativo, antes de continuar con la conversación.

—Tú lo ideaste todo para que eso sucediese, Francesca —Callum habló con calma—. Tú llevaste a Alexia a nuestra casa, tú sabías que su condición y su naturaleza removerían algo en mí... y al mismo tiempo, la manipulaste a ella.

—Cállate, Callum —le espetó con fiereza.

—La manipulaste, desde el primer día que puso un pie en casa. Hiciste que se enamorara de ti. Lo tenías todo planeado, Frannie.

Francesca apartó la mirada de los ojos rojos de ese hombre y dio un largo trago su bourbon. Le dolió la garganta. Deseó que le doliese más, mucho más. Deseaba un castigo y Callum lo sabía.

Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Where stories live. Discover now