El profesor y la mortífaga

By bellatrixfan

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Bellatrix comienza su último año en Hogwarts deseando terminarlo para unirse a los mortífagos. Hasta que cono... More

Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82

Capítulo 10

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By bellatrixfan

El viernes Bellatrix despertó cuando sonó su hechizo despertador. Había dormido muy pocas horas, pero el tren que la llevaría a casa para celebrar la Navidad salía a las nueve en punto, así que no había opción a remolonear. Se frotó los ojos agotada mientras a su mente acudían lentamente los recuerdos de la noche anterior. En concreto acudió uno:

-Genial, Mr. Sexy es gay. Mi vida va fatal –masculló mientras buscaba su varita para encender la luz.

-Como mucho bi, cielo, y eso si no es hetero...

Bellatrix casi se cayó de la cama del susto. Lo evitó Eleanor, que la tenía fuertemente abrazada por la cintura.

-¡Joder, qué susto me has dado, Nellie! No recordaba que estabas aquí, es la primera vez que paso la noche con alguien.

-Sí, yo también prefiero largarme después de hacerlo... Pero contigo no, hueles muy bien –murmuró hundiendo la cabeza en su cuello-, hueles tan bien que te comería.

Bellatrix sospechó que no era una metáfora sexual: la leyenda era que en su pastelería las empanadas eran de carne humana, así que veía perfectamente posible que hablase en sentido literal. Aún así no lograba sentir nada negativo hacia Eleanor; era como Antonio, un cachorrito necesitado... solo que mucho más sexy. Se besuquearon un rato pero pronto tuvieron que separarse.

-Tengo que terminar mi equipaje, no creo que me dé tiempo ni a desayunar –comentó Eleanor recuperando su ropa esparcida por el suelo-. Pero mejor, seguro que papá me ha preparado un montón de cosas ricas para comer.

Con un gesto de la varita de Bellatrix, su compañera estaba vestida y su ropa como recién lavada. Eleanor, fascinada con sus capacidades mágicas, volvió a trepar sobre la cama, la besó y se despidió.

-Que tengas muy buenas Navidades, amor, si te queda algún rato libre ven a verme. Recuerda, Bloody Wonders en el número 23 del Callejón Knockturn.

-Sería difícil olvidar la segunda casa de Rodolphus... -comentó Bellatrix- No creo que tenga tiempo con todas las estúpidas fiestas de mis padres, pero nunca se sabe. Feliz Navidad, Nellie.

Cuando su sonriente amiga se marchó, Bellatrix se duchó, cerró su baúl y bajó a desayunar. Había pocos estudiantes y entre los profesores también había notables bajas (entre ellos Grindelwald). Muchos habían pospuesto el momento de hacer equipaje hasta última hora, otros estaban tan cansados tras el baile que querían aprovechar el último minuto de sueño y unos pocos estaban tan ansiosos de volver a casa que ya habían salido al patio exterior con sus baúles. Pero por supuesto Rodolphus Lestrange no pensaba saltarse el desayuno.

-¿Qué tal fue anoche, Bella?

-Muy bien.

-¿Me puedes dar más detalles?

-Por supuesto que no. Soy una dama, nunca hablo de esas cosas.

-Ya, ya, sí –aseguró él-. ¿Pero acabasteis bien la noche? ¿Ha sido un rollo de una sola cita o la vas a seguir viendo? ¿Habéis quedado para Navidades?

Bellatrix puso los ojos en blanco. Pero como estaba demasiado cansada para discutir, le dijo a su amigo lo que deseaba oír:

-Vas a seguir teniendo envíos de su pastelería.

-¡GRACIAS A SALAZAR! –exclamó el chico untando en mantequilla su tercer bollo- Y a ti, Bella. Te daré una rana de chocolate de las que compre en el carrito del tren.

-¡Pero cómo puedes comer tanto! –le reprochó desesperada- Rod, te lo advierto: como engordes un kilo y dejes de tener aspecto de jugador de quidditch, no me casaré contigo.

-Eso no sucederá nunca, nuestra sangre es tan pura que mantiene nuestro cuerpo siempre perfecto –presumió Rodolphus-. De todas maneras yo querría casarme contigo aunque tuvieras el aspecto de Filch.

-¿Y si dejo de ser amiga de Eleanor?

-Fue bonito conocerte. Voy a ver si me ligo a Eleanor.

Bellatrix sacudió la cabeza mientras se servía zumo de calabaza. Cuando terminaron de desayunar, subieron a por su equipaje y se reunieron en el recibidor con sus amigos. Había mucho trasiego de alumnos y profesores corriendo de un lado para otro, muy pocos pasaban las Navidades en el colegio. Mientras caminaban hacia los carruajes que los llevarían a la estación de Hogsmeade, Bellatrix lamentó no poder despedirse de su profesor favorito. Pero no lo veía por ninguna parte. Se preguntó si se habría enfadado por lo sucedido con Eleanor durante el baile. "No, no puede ser tan infantil... Tengo todo el derecho a besuquear en público a quien quiera" decidió. Pero aún así lamentaría que su relación se estropease.

-Mira, Bella –llamó su atención Rose-, Longbottom también ha sabido encantar su baúl como tú.

Efectivamente, el baúl del gryffindor le seguía levitando y él lo mostraba orgulloso a sus amigos. Con un gesto imperceptible de la varita de Bellatrix bajo su manga, el baúl echó a correr a toda velocidad sin que ningún hechizo pudiera frenarlo. Los slytherin rieron hasta casi ahogarse mientras contemplaban el bochornoso espectáculo de Frank persiguiendo a su equipaje. Justo cuando ambos iban a caerse al lago, un hechizo los frenó.

-Maldita sea... -protestó Rose- Siempre me alegro de ver a Mr. Sexy, pero podía haberse ahorrado eso.

El pulso de Bellatrix se aceleró por unos segundos al comprobar que efectivamente era Grindelwald quien había detenido el baúl. Él sospechó de quién había sido el hechizo causante y la buscó con la mirada. Sus ojos se encontraron, pero el profesor no hizo gesto alguno, su rostro permaneció imperturbable. A Bellatrix le entristeció que no le sonriera, aunque ella tampoco reaccionó. Esperaron en la fila de los carruajes y al fin el profesor Flitwick les indicó que el siguiente era el suyo.

-Qué rabia me da no poder ver a los thestrals –murmuró Dolohov.

-Eso tiene arreglo fácil –comentó Bellatrix acariciando al que se había detenido junto a ellos-. Rod, dame algo de lo que has robado del desayuno.

Su amigo iba a protestar, regalar comida era como regalar su varita. Pero recordó que Bellatrix le permitió devorar casi todos los dulces que le enviaron los padres de Eleanor, así que dio una manzana que había rapiñado como cada mañana. Mientras sus amigos subían al carruaje y acomodaban los equipajes Bellatrix se la ofreció al thestral. El animal la olfateó. La fruta no era su comida favorita, pero debía parecerse a Rodolphus porque aún así la devoró. Mientras lo hacía, Bellatrix levantó la vista y descubrió que Grindelwald la contemplaba en la distancia. En esa ocasión el profesor le guiñó un ojo y ella respondió con una ligera sonrisa. Así fue como decidió que estaban bien, todo en orden.

A mitad de camino en tren apareció la lechuza de Dolohov para entregarle el Profeta. El chico lo hojeó en silencio hasta que llegó a la sección de Sociedad.

-¡Por Merlín! –exclamó- Mira, Bella.

Le tendió el periódico a su amiga que contempló cómo su propia cara la miraba con suficiencia desde la publicación. Junto a ella, su pareja reía y la abrazaba por la cintura mientras giraban con elegancia en el Gran Comedor.

-Pues era verdad que el padre de Eleanor tiene contactos en el Profeta... Ni siquiera sé cómo les ha dado tiempo a publicarlo tan rápido.

La fotografía ilustraba un amplio artículo que leyó con atención. Era la crónica del baile anual de Navidad en Hogwarts. Hacía bastante incidencia en que la pareja más celebrada había sido la formada por las dos brujas de sangre pura. Era un artículo muy positivo que alababa la belleza y el conjunto de ambas y su destreza para la danza. Ni siquiera prestaba atención a que fueran dos mujeres.

-Estoy creando un mundo más justo –declaró Bellatrix satisfecha-. ¿Me lo puedo quedar, Dol?

-Claro –respondió su amigo.

No hubiese hecho falta porque en cuanto puso un pie en su casa su madre le arrojó el Profeta a la cara. La joven lo esquivó, pero no por eso le molestó menos. Druella y Cygnus ni siquiera habían ido a buscarlas a la estación (Bellatrix las apareció a las tres), pero ahí estaban en pareja para echarle la bronca.

-¿¡Cómo de enferma de la cabeza estás, Bellatrix!? –explotó su madre nada más verla.

Por el rabillo del ojo la chica comprobó que Andromeda suspiraba aliviada por no ser ella la que recibía la bronca y Narcissa intentaba ocultar la sonrisa porque los fallos de sus hermanas la hacían parecer aún mejor hija. Ambas se escabulleron al momento.

-Pues del uno al diez yo diría que doce, Druella –replicó Bellatrix con hastío.

Los ojos de su madre echaban chispas, la varita de su padre también. El equilibrio de poder era muy complicado gracias a una serie de desafortunados eventos. De pequeña Bellatrix quemaba cosas, incluso antes de poseer su varita, y sus padres le pegaban cuando lo hacía. Eran muy partidarios de los castigos físicos. Hasta que un día Voldemort se enteró de que agredían a su futura lugarteniente. Fue el peor día de la vida de Cygnus y Druella y el día en que Bellatrix se enamoró de su futuro maestro. También fue el día en que él le enseñó a usar crucio en víctimas reales. Nadie volvió a hablar nunca de aquello, pero los castigos físicos desaparecieron y el odio se multiplicó.

-Menos mal que los Lestrange se van a Francia esta tarde y no coincidiremos con ellos –continuó Cygnus-. ¿Qué crees que opinarán de que su nuera se entretenga con una vulgar pastelera?

-Dado que lo que quieren es nuestro apellido y nuestra herencia... Como si me entretengo con un kraken, les dará completamente igual, genios.

No se atrevía a insultarlos abiertamente, pero sabía que odiaban que pusiese en entredicho su inteligencia. Notó la rabia de sus padres al igual que ellos percibían el aura de magia oscura que la rodeaba.

-De todas maneras no os preocupéis: no voy a la fiesta de esta noche ni a la de mañana ni a ninguna otra y así os ahorro la vergüenza de que os vean con vuestra hija la perturbada.

-Ah no, señorita, vas a estar en todas ellas si quieres seguir viviendo bajo este techo –aseguró su madre.

-Que no parezca que nos avergonzamos, que crean que nuestro poder es tal que nos lo podemos permitir todo –arguyó su padre.

Se enzarzaron así en un debate sobre cuál sería la mejor forma de afrontar las preguntas sobre la fotografía. Bellatrix no se quedó a escuchar, se retiró a su habitación a echar una siesta porque acababa de llegar y ya se sentía agotada. Quería seguir viviendo bajo ese techo. Era su casa y aunque oscura y siniestra, llevaba ahí toda la vida y le gustaba. Solo eran dos semanas por Navidad, podría aguantar a sus padres. Además, era a la mansión Black a donde Voldemort acudiría para comprobar sus progresos. No sabía cuándo, pero estaba segura de que la visitaría. Y pese a lo complicado de su relación, Bellatrix le echaba de menos.

Tener que asistir a las fiestas sí que le molestaba, pero ya contaba con ello. Seguiría la estrategia de cada año: aparecer al principio, saludar y marcharse en cuanto hubiese ocasión. La celebración de esa tarde era en la mansión Malfoy y Narcissa estaba encantada.

-¡Vamos, no podemos llegar tarde! –exclamaba la rubia con un primoroso vestido blanco.

-Tu novio va a seguir siendo igual de bobo lleguemos cuando lleguemos, Cissy –apuntó Bellatrix.

-¡No te metas con Lucius! –exclamó Narcissa.

-El día en que Bella se meta con Lucius, Lucius estallará de miedo como la cola de un escreguto – ironizó Andrómeda.

Las dos hermanas mayores chocaron los cinco entre carcajadas. Compartían el odio por las celebraciones navideñas y les molestaba el entusiasmo de Narcissa, así que unían fuerzas para hacerla rabiar. A la rubia se le pasó el enfado en cuanto pisaron los jardines de la Mansión Malfoy. El propio Abraxas Malfoy salió a recibirlos:

-Ah, Druella, tan hermosa como siempre –saludó besándole la mano-. Cygnus, ¡qué alegría verte! Tu hermana acaba de llegar, me está contando que os van muy bien los negocios con Gringotts. ¡Oh, y la preciosa Narcissa, sin duda has salido a tu madre!

"Nosotras hemos debido salir a Kreacher" masculló Bellatrix a Andrómeda a quien le costó aguantar la risa. El viejo elfo gruñón de la otra rama de los Black siempre las hacía reír. Y efectivamente a ellas el señor Malfoy no les dio la bienvenida. Tampoco su hijo, que apareció corriendo para saludar a Narcissa como si no se hubiesen visto esa mañana.

El enorme salón donde se celebraba la fiesta era magnífico en su estilo clásico: candelabros de oro, lámparas de araña, armaduras recién pulidas y mesas de maderas nobles. Lo flanqueaban varios balcones abiertos que daban acceso a los jardines y mostraban el anochecer invernal. No había ninguna concesión a los motivos navideños: ni árbol, ni muérdago, ni nada. Se reunían para hacer negocios y urdir tramas y no se molestaban en disimular. Pronto los Black se dispersaron por la sala enfrascados en diferentes conversaciones.

-Vale, ahora a buscar a mi amigo... El señor whisky de fuego –murmuró Bellatrix cuando se libró del abrazo de la señora Goyle.

Se sirvió un vaso rebosante de licor mientras observaba los delicados canapés que ofrecían los camareros. Menos mal que Rodolphus estaba en Francia. "Llega a venir a una fiesta con una cena tan escasa y se avada kedavrea el mismo" pensó Bellatrix. Estaba disfrutando del ardor que el whisky dejaba al recorrer su garganta cuando vio una cara familiar. Se trataba de un niño de diez años con una elegante túnica de gala y aspecto enfurruñado. Llevaba un rato intentado sustraer alcohol, pero había un camarero ocupado únicamente en vigilarle.

-¡Siriusín! –exclamó Bellatrix- ¡Qué alto estás ya!

-¡No me llames así! –protestó Sirius- Ya tengo de sobra con que mi madre me obligue a llevar este estúpido traje.

-¡Pero si estás guapísimo, Siriusín! –aseguró estrujándole los mofletes sabiendo que también lo odiaba.

A Bellatrix los niños le desagradaban aún más que los adultos, no soportaba a ninguno. La única excepción era su primo mayor. Sirius era un rebelde guaperas y arrogante que traía de cabeza a sus padres. Le recordaba mucho a ella, incluso el pelo negro, la piel pálida y los rasgos aristocráticos. Además comprendía bien su fastidio por acudir a esas fiestas.

-Ya sabes que no queda otra que venir –consoló a su primo-, pero son pocos días y al menos en este rato Walburga no te está gritando.

-Eso es verdad... -reconoció Sirius ante lo último- Pero me ha quitado mi varita. He intentando traerla para hacer alguna trastada y divertirme pero me la ha quitado.

-Eso es muy cruel, nadie debe quitarle su varita a un mago –declaró Bellatrix sirviéndose el segundo vaso de whisky.

-Son tontos, con sus estúpidas ideas de que son mejores por su sangre y...

-Es que somos mejores, Siriusín. Somos más guapos, más inteligentes, sacamos mejores notas y la magia se nos da mil veces mejor.

-No me lo creo. Seguro que hay niños igual de buenos que sus padres son muggles.

Bellatrix sonrió sacudiendo lentamente la cabeza.

-Ya entrarás en razón cuando crezcas.

-¿Y si no qué? –replicó él desafiante.

-En ese caso te mataré yo misma, no permitiré que lo haga otro –aseguró guiñándole un ojo.

Sirius mantuvo su gesto altivo, pero Bellatrix supo distinguir un ligero temor en sus ojos. Pese a que Druella y Cygnus la odiaban, su tía Walburga gustosamente la habría intercambiado por Sirius. Ella admiraba y envidiaba las capacidades mágicas de Bellatrix y rezaba porque sus hijos también las tuvieran.

-Yo seré muy buen mago –alegó el chico-, no te sería fácil matarme.

-Estoy segura de que lo serás –sonrió ella- y eso espero, que plantes un combate digno de un Black.

-Entonces... Supongo que es justo –meditó Sirius-. ¿Me consigues un alcohol? Quiero probarlo. Mi madre se pone muy contenta cuando lo bebe.

Su prima le sirvió dos dedos de whisky y el camarero no solo no dijo nada, sino que se alejó asustado. Cuando Sirius iba a llevárselo a la boca, alguien apareció detrás de Bellatrix y alargó el brazo para impedir que el niño bebiera. Con una velocidad animal (incluso más de lo habitual porque ningún desconocido iba a tocar a su primo), clavó su varita en las costillas del intruso.

-¡Vaya reflejos, señorita Black! Deduzco que este niño es familia suya, se parecen mucho en físico y costumbres... pero aún así no debería tomar whisky tan joven.

Bellatrix se giró sorprendida y dibujó una sonrisa. Lentamente retiró su varita.

-¡Profesor! No creí que viniera a nuestras fiestas, le hacía a usted en... en el país en el que sea que viva. ¿Noruega? ¿Suecia? Los suecos están muy buenos, me lié con uno hace un par de años.

-¿La fiesta apenas ha empezado y el alcohol ya ha hecho mella en usted? –inquirió Grindelwald divertido.

-Nah, es el deseo de avergonzar a mis padres. Siempre que están cerca hago más tonterías de las habituales –explicó la chica-. Deme un momento.

Su profesor asintió. Bellatrix no le presentó a Sirius, que le miraba con cierto temor; Grindelwald imponía mucho aunque no le conocieras. La bruja se giró a ver quién había cerca y encontró a la víctima perfecta.

-¡Lucius, ven aquí!

El compañero de su hermana acudió casi temblando. Con calma y sin necesidad de usar ningún encantamiento, Bellatrix le indicó:

-Préstale tu varita a Sirius para que pueda entretenerse. Tú no la necesitas para babear por Cissy.

Desde luego el rubio no deseaba hacerlo... pero ni osó replicar. Sacó la varita del bolsillo de su túnica y con miedo y rabia se la tendió a Sirius que la aceptó sin dudar. Ninguno de los dos niños debería usar magia siendo menores, pero había tantos magos en la zona que el Ministerio no podía saber que eran ellos.

-No te funcionará bien, pero para lo que tú quieres, que es destrozar cosas, te irá perfecta –aclaró su prima.

-¡Muchas gracias, Trixie! –exclamó Sirius alegremente.

Salió corriendo a cometer fechorías antes de que le echase la bronca por el apodo. Lucius huyó a que Narcissa le consolara (aunque ni se le pasó por la cabeza revelar lo ocurrido, no deseaba ser torturado). Bellatrix se giró hacia su profesor que mostraba una sonrisa burlona.

-Así que Trix...

-Ni se le ocurra –le interrumpió ella-, no quiero tener que matarle. Pero puede tutearme.

-Sigo siendo su profesor.

-Aquí no, aquí solo es otro tipo rico de sangre pura, como todos –comentó ella poniendo los ojos en blanco-. Además no estamos en Hogwarts, esta vez podría incluso bailar conmigo.

-Me temo que mis modales son bastante anticuados, señorita Black, no me parece adecuado adoptar esas familiaridades mientras siga siendo usted mi alumna.

Bellatrix se encogió de hombros. Se dio cuenta de que fuera de Hogwarts, en ese ámbito que le era tan familiar y donde pese a todo era la reina, Grindelwald no le imponía tanto.

-Usted se lo pierde. Lástima que no haya traído a Antonio, él es más divertido –respondió con desinterés-. ¿Qué hace aquí, por cierto?

Él la miraba con curiosidad, acaso sorprendido por su cambio de actitud, por no notar en ella su habitual veneración y nerviosismo. Claro que el desagrado de tener que estar ahí y el whisky también ayudaban...

-Conocer gente, hacer contactos... Todos tenemos negocios para los que viene bien colaboración, ya sabe.

-No, de usted no sé nada –respondió Bellatrix llanamente.

-Solo estaré un momento. Efectivamente pasaré las vacaciones fuera, Vinda me espera para ponerme al día.

-Estupendo, dele recuerdos a mi tita. Dígale que me debe muchos regalos de cumpleaños y me gustan los dragones.

Grindelwald mostró una ligera sonrisa y entonces, confesó:

-La echaré de menos estas dos semanas, señorita Black.

Eso sí que desencadenó un cambio de actitud en Bellatrix, que sonrió con sinceridad.

-Supongo que yo también, pero son solo dos semanas, sobreviviremos.

-Oh, no estoy tan seguro... ¿Acaso no piensa usted en el desdichado Antonio? ¿Quién intercederá por su vida cuando me entren ganas de exterminarlo?

Bellatrix iba a responder cuando una mano se cerró sobre su hombro. Una mano fría y huesuda que le causó escalofríos de la cabeza a los pies.

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