Capítulo 51

214 44 96
                                    

—¿Cuáles tienes hoy? –preguntó Grindelwald.

—Encantamientos a media mañana e Historia de la Magia por la tarde –respondió Bellatrix—. No está mal, hay días que tengo tres...

Era lunes, se habían despertado pronto para desayunar juntos antes de tener que marchar a los ÉXTASIS. La tarde anterior habían vuelto a la Mansión Black (tras la confirmación de Didi de que Narcissa y sus padres se habían marchado).

—Pero ¿tienes que estar de testigo solo en los exámenes de Defensa o también en otras asignaturas?

—En las que me requieran, como el resto de profesores. Nosotros no valoramos nada ni influimos en las calificaciones, de eso se encarga el tribunal; pero hemos de estar como testigos de Hogwarts de que todo sucede conforme a la ley.

Bellatrix asintió mordisqueando su tostada.

—¿Estarás en mi examen práctico de Defensa? El viernes por la mañana, es el último que tengo.

—Confío en que sí, pero puede ser que no –respondió Grindelwald—, no lo sabré hasta ese mismo día. En cualquier caso, no podría ayudarte.

—Nunca ha sido ese tu propósito como profesor, estás ahí para que haya algo sexy que mirar.

—No hay oro suficiente en Gringotts para pagar mi labor en ese campo –respondió el mago—. Debo irme ya, nos tienen que explicar el procedimiento... Que te sea leve, ma belle, porque suerte no necesitas.

La besó y se marchó al Ministerio por la chimenea. Dos horas después, Bellatrix tomó el mismo rumbo. Ya en el atrio un cartel indicaba que los ÉXTASIS se realizaban en la quinta planta de los sótanos. Bajó en el ascensor en una marabunta de magos y brujas. A la entrada, junto a un arco metálico, había dos magos de seguridad con sondas de rectitud y detectores de enemigos. Le pidieron su nombre y comprobaron que estuviera en la lista. Después acercaron la sonda de rectitud para comprobar que no llevase objetos ocultos.

—Todo correcto, pase por este arco y ya puede dirigirse al aula.

Se trataba de un arco con encantamientos inhibidores para deshacer cualquier encantamiento; así se aseguraban de que nadie se hacía pasar por otro alumno con la poción multijugos ni nada similar. A la chica le extrañó tanta seguridad.

—Son solo unos exámenes –murmuró extrañada tras superar el arco.

—Los estudiantes llevan años preparándose para este momento, todo su futuro se decidirá en base a esto; los alumnos que tienen por costumbre estudiar y no dormirse en clase, me refiero –puntualizó McGonagall con acidez.

—No es culpa de la señorita Black tener una mente privilegiada –sonrió Slughorn a su compañera.

Bellatrix sonrió y la subdirectora le indicó en qué aula debía entrar. Se presentaban a los ÉXTASIS cincuenta alumnos de séptimo y otros tantos que debían repetir de años anteriores. Cada uno realizaba los que le interesaban, en las aulas había entre veinte y treinta alumnos como máximo. Algunos exámenes eran puramente teóricos (como Historia de la Magia) y otros tenían parte práctica (como Transformaciones). Durante los teóricos había dos encargados del Ministerio vigilando el aula y un profesor de Hogwarts supervisando. Los prácticos se realizaban individualmente ante un tribunal. Resultaría casi imposible hacer trampas...

Pero Bellatrix no lo necesitó, no tuvo ningún problema ni con los teóricos ni con los prácticos. No le importó esa rutina: por la mañana y por la tarde hacía los exámenes que le correspondían y volvía a casa donde practicaba duelo. A última hora de la tarde, Grindelwald volvía y disfrutaban juntos de la noche.

El profesor y la mortífagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora