Capítulo 45

311 45 96
                                    

Rodolphus entró a la Mansión Black intentando mantener la expresión neutra, pero sin lograr ocultar cierta rabia. Bellatrix no le invitó a pasar, se quedaron en el recibidor.

—¿Qué quieres? –le preguntó de mala gana.

—Preguntarte qué fue lo de ayer –contestó él—, por qué me avergonzaste delante de mis padres con tu estúpida...

—Cuidado –le advirtió Bellatrix alzando la varita—. Insulta a Eleanor y Rabastan se convertirá en hijo único.

Él puso una mueca de desprecio, pero no replicó ni sacó su arma.

—Bellatrix, nos vamos a casar, queramos o no, ambos lo sabemos desde los seis años.

—Igual no, no estoy muy por la labor. Además, ¿no preferirías casarte con Rose? A ella la quieres, desde luego más que a mí...

—Esa no es la cuestión, mis preferencias no importan –respondió como citando a sus padres—. Mi familia desea unirse a la tuya y viceversa, lo pactaron así. Por eso de ahora en adelante te agradecería que, al menos en público, mantengas las formas y...

—Ni se te ocurra decirme qué debo hacer. No me quiero casar contigo, Rodolphus, y cada vez me interesa menos obedecer a mis padres. ¡Ni siquiera vinieron a mi estúpida graduación y yo me tengo que casar con un crío incompetente solo para complacerlos!

No pretendía insultarlo, había intentado contenerse; pero aún sentía la rabia de la velada anterior cuando Rodolphus insinuó que su futuro se limitaría a organizar fiestas con el apellido Lestrange. Así que no se censuró.

—¡Eh! –advirtió él— ¡No me insultes! Te desheredarán y te expulsarán, no podrás...

—No se atreverán. El Señor Oscuro se enfadará si me hacen daño de alguna forma –se jactó Bellatrix.

—Tiene asuntos más importantes de los que ocuparse. No vas a poder ocultarte detrás de grandes magos toda tu vida, no siempre vas a tener al Señor Tenebroso o a Grindelwald para que te protejan...

La chica iba a responder que llevaba sola toda su vida, pero una voz burlona se le adelantó:

—Se equivoca, Lestrange, sí que vamos a estar. Hemos elaborado un calendario y nos hemos repartido las horas.

Bellatrix se echó a reír. Amaba mucho la rapidez mental de Grindelwald para hacer comentarios irónicos. Y aún amaba más que se hubiese presentado únicamente con el pantalón del pijama. Lucía el cabello despeinado, el torso desnudo y los pies descalzos. Y aún así, su sola presencia seguía provocando temblores en Rodolphus. El chico abrió los ojos y empalideció como si hubiese visto su propio fantasma.

Como la visión del profesor de Defensa medio desnudo en casa de Bellatrix había dejado a Rodolphus sin habla, fue ella la que tomó la palabra:

—¿Recuerdas a Gellert? –le preguntó con falsa amabilidad.

Grindelwald sonrió, se colocó a su espalda y le pasó un brazo por la cintura estrechándola junto a su cuerpo.

—Esto no... —balbuceó Rodolphus— No puedes... Es...

—Por Circe, ni una frase completa sabes decir y pretendes que me case contigo –suspiró Bellatrix.

—¿Es eso cierto, Lestrange? –inquirió Grindelwald alzando una ceja— ¿Pretende casarse con mi novia?

La mandíbula de Rodolphus se descolgó varios centímetros. Desde luego a ese hombre no lo quería de enemigo, quizá aquello era su boggart... Se marchó de la mansión casi tambaleándose. Pero Bellatrix no lo vio. Se había girado hacia Grindelwald con los ojos brillantes.

El profesor y la mortífagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora