Capítulo 64

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A Bellatrix se le hizo extraño despertar en su habitación y no en la cama del hospital. Lo que no varió fue que Grindelwald dormía junto a ella con un brazo en torno a su cintura. Debía tomar un par de pociones al día durante una semana, pero salvo eso, estaba completamente recuperado. La joven agradeció dejar toda aquella experiencia atrás. Lo contempló mientras dormía y se emocionó al recordar la velada anterior. Grindelwald no se avergonzaba de estar con ella: había aparecido en un concierto de una música que aborrecía y la había besado y abrazado con miles de testigos. Como si fuesen una pareja normal. Aquello la hizo inconmensurablemente feliz.

—¿Has dormido bien? —murmuró él cuando despertó.

Bellatrix asintió sonriente.

—No deberías. Le hundiste la vida a Vector. Estaba muy enamorada de mí y anoche descubrió que por tu culpa no tiene nada a hacer.

—Creo que ese es el mayor peso que recaerá sobre mi conciencia —comentó Bellatrix con fingida gravedad.

Grindelwald sonrió, la acercó más a su cuerpo y la besó.

—Oye, no sé si te parecerá bien, pero traje tus cosas del hotel a la habitación de invitados —comentó Bellatrix—. No sabía por cuánto tiempo la tenías reservada y me dio miedo que alguien entrara o apareciera Dumbledore para revisar tus cosas... ya sabes que soy un poco paranoica.

—Me parece estupendo —respondió él acariciándole el rostro—. No sé cómo darte las gracias, Bellatrix. No solo por salvarme sino por estar conmigo y...

—Ya me las diste anoche. Ya sabes, viniendo al concierto y... con todo lo de después —respondió con una sonrisa sucia.

—Eso no fue agradecimiento, fue simplemente ponernos al día. ¿Cuándo quieres que te lleve a Italia?

—¿El lunes? —preguntó Bellatrix ilusionada— Habrá menos gente que en fin de semana. Y hoy necesito comprobar que a Nellie le fue bien con su vampira...

—Perfecto. Yo tengo que visitar a un par de contactos, pero me libraré de ellos a la hora de comer. ¿Tienes alguna lechuza con la que pueda enviar un par de mensajes? Mi mal acechador está de viaje.

—Claro. Viven en el bosque de detrás, díselo a Didi y ella las llama. Pero después. Ahora debemos ducharnos juntos porque todavía no tienes fuerza para hacerlo solo... —murmuró ella con mirada inocente.

—Si me faltan las fuerzas, la culpable no es la serpiente muerta.

Bellatrix sonrió y consiguió su objetivo. Tras una larga ducha en pareja, mientras ella se secaba el pelo, Grindelwald avisó a Didi. Al momento apareció la elfina y le indicó en cinco minutos acudiría al salón con un par de lechuzas. "Te espero abajo para desayunar" murmuró el mago. "Muy bien" respondió Bellatrix desde su vestidor. Cuando un cuarto de hora después acudió al comedor, el desayuno ya estaba preparado y las cartas enviadas. Grindelwald estaba leyendo el Profeta.

—Ven aquí —la llamó.

Bellatrix se sentó sobre su regazo y le miró con gesto interrogativo. Grindelwald dejó el Profeta sobre la mesa abierto por la sección de Sociedad. No le hizo falta indicar qué debía leer: lo primero que saltó a su vista fue una fotografía de ambos de más de media página. No era por vanidad, pero salían realmente favorecidos. A Bellatrix le gustó especialmente el destello que emitían las piedras preciosas en su melena. Eso y lo guapísimo que estaba Grindelwald y la forma en que la agarraba como dejando claro que se pertenecían. Al fondo se veía a las Banshees Malditas tocando sin que nadie las mirase porque el verdadero espectáculo eran ellos. Tras observar durante unos segundos como se besaban, sonreían con ojos brillantes y volvían a besarse, Bellatrix pasó al titular.

El profesor y la mortífagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora