Capítulo 48

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La isla de Anglesey no era muy grande y la magia que flotaba en el ambiente era casi palpable. Su pasado druida era evidente: verdes praderas con restos de construcciones monolíticas, grandes piedras dispuestas en círculos con runas grabadas y varios caminos difuminados en la tierra que parecían llevar años sin ser pisados.

—La entrada al bosque está ahí, en ese dolmen –indicó Sabrina—. Así se oculta de los muggles, aunque la mayoría de magos y brujas tampoco la conocen.

Se dirigieron a la construcción de piedra: dos enormes losas clavadas en vertical con otra colocada sobre ellas de forma horizontal. Bellatrix no vio ninguna muesca o símbolo que ocultara una entrada.

—Es parecido al Andén 9 y ¾. Tienes que cruzarlo deprisa mientras repites la frase: "Tus pies te llevarán allí donde esté tu corazón". Es un proverbio celta, los celtas se refugiaron en esta isla durante la invasión romana. Se supone que murieron todos, pero conozco a un par de druidas que todavía viven por aquí.

Bellatrix asintió maravillada, le encantaban esas leyendas. Sabrina era muy docta en Historia, entendió por qué tanto Grindelwald como Voldemort tenían interés en ella: el conocimiento era la principal fuente de poder.

Hizo lo que Sabrina le indicó y, efectivamente, en lugar de salir al otro lado del domen, apareció en el bosque más hermoso que jamás había visitado. Agreste, sin ninguna intervención humana: la hierba se erguía indomable, los arboles eran tan frondosos que el cielo permanecía oculto, crecían todo tipo de flores y plantas exóticas y se escuchaba el canto de aves mágicas que estaban todavía por documentar. La magia prácticamente chisporroteaba en el ambiente. Bellatrix casi se sintió mal por estar ahí, por alterar la paz del lugar.

—No toques nada, no te puedes llevar nada y...

—No, obviamente –la cortó Bellatrix.

—Disculpa, la costumbre. A ratos olvido que no eres Nellie. Ella ya se habría hecho un ramillete de rosas y atrapado un par de pájaros dorados porque le gustan las cosas brillantes.

Bellatrix sonrió y estuvo de acuerdo. Caminaron unos minutos hasta llegar a un manantial en el que el agua caía por una cascada. Era un buen lugar, para ese tipo de rituales era mejor estar en unión con los cuatro elementos. Bellatrix se sentó en el suelo, en contacto con la tierra. Colocaron las cuatro velas en torno a ella y la propia magia del ambiente las prendió con una luz azulada. Sabrina se retiró a un lateral con la varita preparada.

—Si sientes que cualquier cosa va mal, para. Y si necesitas ayuda me lo dices –murmuró Sabrina—. Pero todo irá bien, este fue su hogar...

Ambas brujas sentían escalofríos al pensar que la propia Morgana vivió y murió en aquellos bosques; era un lugar hermoso para descansar. Bellatrix asintió. Releyó el conjuró, tomó aire y dejó su mente en blanco como ese tipo de procesos requerían. Después, alzó su varita y recitó el conjuro con voz clara, sintiendo cada palabra del ritual que la uniría más a la legendaria bruja. Cuando terminó con la última frase, la llama de las cuatro velas comenzó a ascender hasta formar una espiral entorno a Bellatrix. Sintió una corriente de magia atravesándola, una sensación inefable próxima a una embriaguez mística.

Las llamas ascendieron al cielo, atravesando las copas de los árboles sin quemarlas. Con el alma profundamente agitada, Bellatrix escuchó una voz dentro de ella que repetía el último verso del conjuro: "Cuando te falten las fuerzas, yo estaré ahí". La chica no fue consciente, pero en ese momento, lloró. Fueron lágrimas de éxtasis, aquello le resultó como el proceso contrario a ejecutar un horrocrux: añadir a su alma una parte que la complementaba. Pasó varios minutos inmóvil, con los ojos cerrados, sin recordar quién era ni dónde estaba, pero siendo consciente de que había escuchado la voz de Morgana.

El profesor y la mortífagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora