Capítulo 17

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La segunda sesión con Dumbledore empezó como la anterior: había preparado el pensadero y vertido en él un recuerdo. Bellatrix respiró hondo sin saber a lo que se enfrentaría en esa ocasión, el director no quiso darle pistas.

-Cuando quieras –le indicó él con un gesto.

-¿Usted no viene? –preguntó ella.

-No, en esta ocasión no te acompaño –respondió Dumbledore con calma-. Lo que vas a ver nunca lo he compartido con nadie, Bellatrix.

-Entonces no...

-Pero como creo que te hará bien conocer la realidad, haré una excepción que espero que sepas apreciar.

-Sí... sí, claro... -balbuceó cada vez más desconcertada sin entender por qué deseaba compartir nada con ella.

Le miró por última vez para confirmar que estaba seguro y finalmente se sumergió en el pensadero. Apareció en el comedor de una casa de pueblo. Había dos chicos y una chica sentados a la mesa. A ella Bellatrix no le calculó más de catorce años; no parecía normal, su expresión era nerviosa y ligeramente desquiciada. A su lado había un chico que debía tener una edad similar, alto, delgado y de ojos azules con gesto hosco. El tercero era parecido en físico, solo que más guapo y de expresión más serena, debía tener unos pocos años más. Estaban desayunando en un silencio tenso que solo se rompió cuando la chica abandonó la habitación.

-No puedes largarte a conquistar el mundo, Ariana te necesita –empezó el mediano-, sabes que yo tengo que volver a Hogwarts. Mamá murió y papá está en la cárcel, no queda más remedio, Albus. Tú eres mayor de edad y has terminado el colegio, es tu responsabilidad.

-Ya hemos hablado de esto, Aberforth -respondió el mayor con calma-, podré ocuparme de todo. Pero no puedo quedarme encerrado en este pueblo, tengo el deber moral de...

-¡Y un cuerno tienes el deber de nada! Que todas las revistas digan que eres el mago más prometedor del siglo no te da derecho a descuidar a tu familia –le interrumpió su hermano.

La discusión se prolongó en términos similares durante unos minutos. Bellatrix los escuchó sin entender por qué el director le mostraba una pelea cotidiana con su hermano. Pero escuchó con atención para que no se le pasara ningún detalle. La escena terminó con el hermano mediano insultando al mayor mientras salía de casa. Albus se quedó solo en la mesa con expresión ausente. Bellatrix pensó que era un chico muy atractivo: tenía un brillo en la mirada y una fortaleza de espíritu que en la actualidad parecía haber perdido. Al poco llamaron a la puerta y el joven se levantó de un salto.

-Te esperaba –saludó al visitante con una enorme sonrisa.

-¿Tu hermano está?

-No, está detrás de casa, dando de comer a las cabras –indicó Albus.

-Perfecto, con sus semejantes.

Albus profirió una carcajada que Bellatrix nunca había creído posible en el director. Entonces su amigo entró por fin. La bruja dio un respingo: era también alto, delgado y tremendamente atractivo con sus ojos claros y cabello rubio platino. Tenía un porte regio y una sonrisa seductora que no se comparaba con ninguna otra que Bellatrix hubiese visto. Para su sorpresa (y cierto disgusto) en cuanto se cerró la puerta, Gellert le dio un beso en la boca a Albus que sonrió con placer.

-Ven, vamos a mi habitación –murmuró Albus.

"¡Por favor, que se dejen las túnicas puestas!" rogó Bellatrix. Tuvo suerte, su propósito no era amarse sino planificar cosas. La bruja observó cómo el futuro director de Hogwarts sacaba pergaminos con notas redactadas por ambos y empezaban a debatir. Le costó poco deducir lo que perseguían: ni más ni menos que hacerse con el control del mundo mágico e instaurar su supremacía sobre los muggles.

El profesor y la mortífagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora