Classroom

By Andypgs

2.3K 674 2.5K

Un típico reencuentro de la preparatoria. Una clase de estudiantes lejos de ser inocentes. Cada uno oculta su... More

Sinopsis
Nota previa
Prologo
Personajes
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capitulo Cinco
Capitulo Seis
Capitulo Siete
Capitulo Ocho
Capítulo Nueve
Capitulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capitulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veintiséis
Capitulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho

Capítulo Veinticinco

22 9 45
By Andypgs

Extendí mi brazo para alcanzar el muro, pero apenas pude tocarlo. A partir de ahí lo vi todo en cámara lenta: contemplé la mirada de preocupación de Anya, distinguí los inútiles esfuerzos de Keith por alcanzar mi mano y luego solo pude ver la superficie de la pared mientras descendía.

Cuando estaba por darme por vencida, un fuerte tirón en mi brazo me sacó un grito.

Brucer había logrado llegar al otro muro, mejor dicho una se sus mano se mantenía aferrada al extremo mientras que con la otra sostenía mi brazo.

No tuve mucho tiempo para celebrar, la caída fue parada con rudeza y mi brazo cedió ante el peso. Escuché mi hombro crujir y el dolor se extendió hasta mis dedos, solo pude expulsar un grito de dolor.

Sentía como si mi brazo fuera desprendido de mi hombro disparando un dolor intenso que evitaba mantenerme sostenida, lo único que impedía mi caída era el agarre de Brucer. Intenté empujarme para tomarlo con mi brazo libre, pero solo provoque más crujidos. Las náuseas y espasmos se hicieron presentes.

—Grecia, mírame. —Escuché la voz de Keith hablarme desde arriba—. ¿Puedes tomar mi mano? —Extendió su brazo en mi dirección. Hice un intente flojo por levantar mi brazo que terminé en fracaso—. Tienes que impulsarte más.

—M-me... joder... me duele.

—Sé que duele pero debes hacer un esfuerzo, de lo contrario, Brucer caerá contigo porque dudo que te suelte.

Desvié mi vista hacia Brucer; su rostro reflejaba lo difícil que era seguir aferrado a la pared, a pesar de los esfuerzos de Anya por ayudarle.

«No puedo arrastrarlo conmigo», medité.

Tuve que recurrir a todo mi coraje para impulsarme de nuevo. El sonido de mi hombro volvió junto con el ardor, pero esta vez no me detuve. Mis gritos resonaban por todo el pasillo, Keith me observaba con lastima animándome a no desistir, mis dedos rozaron su mano hasta que finalmente pude tomar su mano.

Me ascendió poco a poco animándome a no soltar a Brucer hasta que pudiera subirme lo suficiente. Esos minutos fueron eternos, no dejaba de imaginar al maestro sentado en una silla observando todo mientras se burlaba de la escena.

Estuve a punto de desistir cuando Keith me ordenó soltar la mano de Brucer, esto ocasionó que la tensión disminuyera por un instante, pero el dolor se negaba a cesar.

Con sus dos manos libres, Brucer fue capaz de trepar por completo el muro para unirse, con urgencia, a la tarea de ayudarme.

Entre los tres pudieron subirme por completo, eché un vistazo a mi brazo y de inmediato me arrepentí de haberlo hecho; estaba demasiado abajo dejando a la vista el hueso de mi hombro, verlo me dolía casi tanto como moverlo.

—Escúchame, Grecia. Tienes el hombro dislocado, perdóname pero debo colocarlo el hueso en su sitio.

—¿Co-colocarlo? —titubeé

—Va a doler, pero estarás bien.

Brucer acunó mis mejillas para obligarme a verlo mientras Keith tomaba mi muñeca y mi hombro.

—Es mejor que no lo veas —explicó Brucer.

Después de eso levantaron con cuidado mi brazo y luego lo empujaron de un tirón, mi brazo hizo un sonido más fuerte que antes y de inmediato solté un grito. Gotas de sudor frio se deslizaban por mi frente mientras la tensión se desvanecía.

—¿Cómo te sientes? —dijo Keith con lastima.

—Me sentiría mejor si dejaran de verme como un cachorro atropellado en medio de la calle.

—Bueno es obvio que sigue siendo ella. —bromeó Anya.

No nos quedó más que reír un poco aliviados. Me levanté para seguir nuestro camino a pesar de las preocupaciones de Keith.

—Intenta no mover mucho ese hombro, es probable que necesites una férula pero... ¿Qué rayos haces?

La pregunta iba dirigida a Brucer quien comenzó a quitarse la chaqueta del uniforme que llevaba.

—¿Puedes hacer una férula improvisada? Así mantendrá su hombro quieto.

—Deberías quitarte la camisa también, —propuso Anya con guiño—, ¿verdad, zorrita?

Brucer enarcó una ceja en mi dirección al notar que lo estaba mirando fijamente y, sin romper el contacto visual, le tendió la chaqueta a Keith.

—Que amable —ironizó Keith. Extendió la prenda por debajo de mi brazo atándola con nudos por detrás de mí cuello.

—Gracias, —musité—, a los tres.

Comenzamos nuestro camino hacia la salida debido al poco tiempo que nos quedaba. Asumí que habían pasado al menos media hora, lo que nos dejaba con un máximo de quince minutos para salir del laberinto.

El gas comenzó extenderse por encima de las paredes, provocando que nuestra piel se tornara más pálida y nuestros labios se tiñeran de un color violáceo.

Cuando llegamos al final del camino decidimos bajar de las paredes, teniendo mucho cuidado de no lastimarme.

Apenas tocamos el suelo no pudimos ver nada. Para no separarnos, avanzamos tomados de la mano conmigo dirigiéndolos, debido a que me sabía el camino, gracias a mi memoria eidética, y porque solo tenía una mano para ofrecer.

Caminé conforme a lo que recordaba sin importar la poca visibilidad, palmee mí alrededor confirmando las paredes que nos cruzábamos y, en algún momento del recorrido, mis manos se toparon con objeto metálico, que reconocí como una perilla.

Entramos presurosos en medio de tosidos, quejidos y suspiros de alivio; cerrando la entrada con rapidez para evitar que el gas nos consumiera de nuevo.

La diferencia en nuestro entorno cambió con dramatismo: el espacio era pequeño y cuadrado, el aire se sentía mucho más liviano y puro, y la luz blanca nos deslumbraba. Tuve que parpadear un par de veces para acostumbrarme; sin embargo, pude notar que a diferencia de las demás habitaciones que estuvimos, esta tenía otra puerta en el extremo opuesto del cuarto y un púlpito con una especie de palanca estaba en el centro del lugar.

—¡Están vivos! —Escuché una voz femenina llegar de alguna parte.

—¿Jess? —cuestionó Anya con la voz áspera. Jessica ser acercó hasta ella de un salto y la abrazó.

—Qué alivio chicos, por un momento creímos estábamos solos.

Ladee mi cabeza y me percaté de la presencia de Amanda y Nate, quienes reposaban en el piso con la mirada vacía.

—¿Están todos bien? —Señalé a los chicos que yacían inmóviles.

Jessica asintió con la mirada adolorida.

—Perdieron a sus mejores amigos. Necesitaran tiempo para procesarlo, en especial Amanda. Se siente mal por las cosas que le dijo a Miriam antes de... —detuvo la frase y trago grueso. Su vista se desvió hasta mi hombro percatándose por primera vez en mi lesión— ¡Dios mío, Grecia! ¿Qué te pasó?

Por instinto, abracé mi brazo con mi mano libre.

—No es nada —dije, restándole importancia—. ¿Hace mucho que llegaron?

Sentí la presencia de Keith a mi lado. Brucer, por su parte, se limitó a apoyarse en una pared siguiendo la conversación desde lejos, a pesar de las miradas que le dedicaba Amanda.

—Como diez minutos, quizás menos. Me encontré con Nate, luego encontramos a Amanda y después comenzó la clase. Estuvimos cerca de darnos por vencidos, hasta que vimos la puerta. Fue casi un milagro.

—Iré a ver el estado de los demás —informó Keith antes de caminar hacia los chicos.

Jessica nos miró fijamente con notoria aflicción.

—¿Dónde están los demás?

Anya me miro de reojo también esperando una respuesta. Abrí mi boca para tranquilizarlas, pero una alarma aguda me interrumpió.

—Se acabó el tiempo —cantó el maestro—. Siete estudiantes, es un poco decepcionante.

Todos nos erguimos al escucharlo.

—¿De que estas hablando? —repliqué—. Deben estar afuera.

—Probablemente, pero el tiempo se ha cumplido. Si hay alguien afuera aún con vida, no podrá entrar.

Mis ojos se ampliaron en sorpresa, me costaba entender como alguien podía ser tan cruel.

¿Y si alguien seguía perdido entre las paredes del laberinto?

—Esto es una estupidez —exclamó Anya dirigiendo sus pasos a la entrada.

Aun no entendía porque se molestaban en intentar abrir las puertas, era obvio que el maestro no dejaría una salida libre, a menos que así lo quisiera y este no era el caso. Anya confirmo mi teoría y regreso frustrada.

—Maldito bastardo. ¿Qué sigue ahora?

—¿Ahora? —respondió el maestro con ironía—. Solo nos queda seguir con su siguiente clase —Nuestros reclamos llenaron la estancia—. No entiendo el porqué de sus quejas, entre más rápido aprueben más rápido saldrán de aquí. En fin, su próxima lección es: La bondad abre las puertas que el egoísmo intenta cerrar. Para su siguiente clase deben tomar una difícil decisión.

»El lugar en donde están no es una simple habitación, de hecho, es una cabina. Como pueden ver tiene dos puertas, una es la entrada que usaron y la otra es la salida —Me detuve a ver cada una de las puertas que estaban opuestas entre si—. La palanca del medio abre una de ellas dependiendo de su posición. Al subirla, la puerta del laberinto se abrirá, liberando el gas y todo lo que esté detrás. Al bajarla, abrirán la salida que conduce a su antídoto, pero las puertas se abren solo una vez, y después que se cierren no se abrirán de nuevo.

—Espera un momento... ¿antídoto?

—Grecia, creí que prestabas más atención. ¿No lo recuerdas?

Mi mente viajó a nuestra última clase.

«Lo que están presenciando es un gas altamente venenoso»

—Mierda —murmuré, esto hizo reír al maestro.

—Ya lo entiendes, ¿verdad? El gas que inhalaron es toxico, sin importar si ya no están expuestos a él, con la primera respiración debió entrar a su organismo. Por algo los nazi le tenían miedo.

»La función de esta cabina es desintoxicar el aire, esto detendrá los síntomas unos minutos, pero deben apresurarse a encontrar el antídoto antes de que el veneno haga efecto.

Inhalé hondo intentado guardar la calma y repasé el estado de los demás: sus caras estaban más pálidas que antes y sus labios se tornaron de un morado intenso.

Consumida por la desesperación, Amanda llevó las manos a su cabeza.

—No, no, no. Esto no puede estar ocurriendo otra vez. ¿Qué mierda están esperando? ¡Bajen esa palanca!

Ella se movió con la intención de abrir la puerta, pero Anya se interpuso en su camino.

—Espera, Amanda —intervine y luego le hablé al maestro—. ¿A qué te refieres con «liberar el gas y todo lo que este detrás»

El maestro carcajeó de nuevo.

—Siempre tan perspicaz, Grecia. Intuyo que sabes lo que quise decir.

Como cosa del destino comenzaron a golpear la puerta del laberinto desde afuera.

—¡¿Hay alguien ahí?!

—¡Estamos aquí!

—¡Por favor, abran la puerta!

La última voz la reconocí de inmediato. Era la voz de Mel.

***

Y con esto ya me puedo ir a dormir, aunque me encantaría que me dejaran alguna opinión sobre el personaje de Brucer. 

¿Que cree de el? ¿Tiene buenas intenciones? ¿Y por que parece proteger a Grecia en cada momento?

Bueno, las respuestas a todas estas preguntas son obvias aunque no lo crean jajajajaj

Corazoncitos para todos y un millón de gracias por leer.

Continue Reading

You'll Also Like

20.1K 1.1K 25
El tiempo pasa rápido cuando no esperas nada de nadie. "Mi padre me rompió el corazón, es por eso que me enamoro de todos los chicos que me demuestr...
85.5K 9.8K 92
Vanesa Ramírez Malasaña se enfrenta al peor caso de su corta carrera como inspectora de policía. Aparecerá el cuerpo de una joven que llevaba seis me...
878K 99.4K 43
«Las mentiras terminaron, pero las obsesiones se multiplican». Sinaí cree ser la reina del tablero, y perseguirá a su rey a donde haga falta, aunque...
106K 12.3K 33
⚠️Corrigiendo⚠️ Y es que nunca pude amar a alguien más con la misma intensidad con la que te ame a ti, te recuerdo día y noche. Jamás olvide nuestros...