Capítulo 40: ¡Papi! ¿Soy adorable?

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"A mi muy estimado Sir Arthur. Espero que estén llegando ya a los poblados del norte, le envió con Farrell un par de galletas, si él no se las come en el camino, espero que usted las disfrute. Sobre vuestro batallón, espero que hagan suficientes paradas, es bueno mantener las fuerzas para un día más. ¿Ha sido muy cansado el camino? Sé que mi padre le ha encomendado demasiadas tareas que hacer en los territorios intermedios, así que me disculpo por él. En verdad espero que lleguen con bien al norte, sin que los celos de mi padre lo atrasen más.

En cuanto a la muerte de la criada de mi padre, no mentiré diciendo que no fue inesperado, pero lo hemos intentado sobrellevarlo de la mejor manera desde el Palacio Imperial. Por mi parte no puedo creer que ya no esté, pero al menos tengo el consuelo de saber que no resultó por ser alguien mucho más cercano a mí. Moriría de pena si hubiese sido mi padre o alguna de mis hermanas. Mi padre ha estado realmente paranoico sobre nuestra seguridad estos días, incluso ha llamado a la Guarda Imperial Esmeralda, aún cuando desde hace años nuestra seguridad estaba a cargo de un solo caballero, nuestro benevolente y siempre servicial Sir Felix Lobein, Comandante de la Guardia Imperial Granate y el guarda espaldas privado de mi padre. Pero mis condiciones han cambiado, hoy por hoy, tengo cinco escoltas para caminar alrededor del palacio, al igual que mis hermanitas. ¡Es muy incomodo tomar el té con tantas personas viendo!

Sobre las labores del palacio, esas son perfectamente mi responsabilidad. Ya es suficiente con que mi padre tenga que cargar con toda la burocracia que le atañe a la Ciudad de las Joyas, si no hay una Emperatriz, al menos yo puedo ayudar con sus responsabilidades. ¡Por favor no me regañe por ello! Prometo controlar más mi impulso de mantener todo en orden, a cambio, por favor cuídese usted, y tenga mucho cuidado en sus labores.

Con mucho amor, vuestra damita"

Sir Arthur recibió esa carta tres días después de haber enviado la suya, en una noche tibia sentado sobre una roca cercana al campamento que el batallón había montado para descansar en su camino a los poblados del norte. Él comió unas galletas de chocolate y sonrió ante las dulces palabras de la princesa heredera.

Era tan pequeña a sus ojos, como una hoja al viento que en cualquier momento se podría desvanecer de su vista. La primera vez que la vio una emoción aterradora había subido por su columna, la impresión de estar frente a la heredera a la corona rápidamente siendo remplazado por un profundo interés que lleno de vida el cuerpo de Arthur.

Repentinamente, un pensamiento oscureció su mirada.

¿No le estaba tomando un desmedido apreció a ese pequeña chiquilla? ¿A la hija del frio Emperador Claude, nada más y nada menos?

Sir Arthur suspiró, siendo muy consciente de los hechos que lo obligaban a mantener cierta distancia de esa niña en específico. Comiendo otra galleta, resolvió por guardar otro poco de distancia aunque, igualmente, sacó algo de papel y escribió una nueva carta para la Princesa.

Era mejor tener cerca a aquello que se quiere mantener vigilado, para que no le tomara por sorpresa una vez fuera adulta y guapa.

Mientras tanto, en el Palacio Esmeralda, Tatiana se carcomía la cabeza con las palabras de Lucas. Hacía dos días que habían ido al Árbol de la Promesa pero ella seguía dándole vueltas a lo que conversó con él.

¿Podría acaso ser verdad? ¿Toda la historia Obeliana después de Aetheritas era un fraude? ¿Y el descendiente caos de irreverencia e incompetencia de la familia Imperial durante aquellos siglos se debía a ello?

No era como si hubiera una interrupción real en la línea de los Day por culpa de un bastardo ocupando el trono, pero ciertamente mucha de la magia divina heredada por los sucesores de Obelia había sido modificada y corrompida. ¿Significaba eso que la intervención de Aetheritas los había descarrilado a los eventos actuales con Anastasio?

¿Quién me convirtió en la hermana mayor de las princesas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora