Capítulo 23: Niños imperiales.

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Tatiana se despertó esa mañana con lágrimas en los ojos. No lo recordaba muy bien, pero seguro soñó otra vez con la antigua Tatiana, a punto de clavarse la daga en el corazón.

"Si no puedo tenerte a ti y tampoco a mi bebé, entonces no quiero existir" ella había pensando, antes de que la sangre corriera.

Era solo una niña.

La pobre Tatiana, que vida tan dura tuvo antes de renacer. Secretamente, aún se preguntaba si ella había sido esa niña ¿Fue aquella que sufrió tanto y ahora podía arreglar su desgraciada vida? ¿O la Tatiana original había estado tan cansada de vivir que simplemente le dejo a Sarah aquella tarea?

Era triste no saber quién eras.

Alicaída, Tatiana se dejó bañar y perfumar, observándose en el espejo, ya era toda una damita. Ya nada quedaba de aquella pequeña campesina que Sir Arthur Gillian se había encontrado en el campo.

Sir Arthur... ¿qué cosas estaría haciendo él ahora? ¿Aún se acordaría de ella? ¿La extrañaba tanto como ella a él?

Sacudiéndose aquellos pensamientos, Tatiana alisó su vestido y se dispuso a comenzar el día.

Las cosas en el Palacio Esmeralda empezaban a volverse cotidianas y muy familiares.

Un gran ejemplo fue aquella mañana de verano en la que Tatiana se levantó sin ninguna voz en su cabeza y se acercó al comedor del Palacio Granate para desayunar con su padre.

—Buenos días, padre—Tatiana se inclinó, al ver a Claude ya desayunando en la cabecera de la mesa. Él inclinó la cabeza y siguió leyendo un par de documentos que había llevado a la mesa.

—¿Dónde están las niñas?—preguntó, sin apartar la vista de los papeles.

—Están cruzando el pasillo justo ahora—Tatiana respondió enseguida, mientras le echaba mantequilla a su pan—, han dormido bien hoy, pero creo que Jennette todavía tiene algo de sueño.

Y, tal como lo dijo, las risas de las niñas se oyeron por el pasillo y sus nanas les abrieron las puertas para que pasaran.

—¡Buenos días, papá!—exclamó Athanasia, lanzándose directo a Claude para hacerlo inclinarse y darle un beso en la mejilla.

Jennette, que era más tímida y aún tanteaba terreno con Claude, lució ciertamente avergonzada y le dio un pequeño besito antes de que Claude volviera a enderezarse.

—¿Otra vez se han vestido igual?—Tatiana les saludó. Ambas llevaban vestidos esponjosos con lazos de raso y decoraciones de rosas, pero Jennette llevaba un modelo en azul y Athanasia uno en rosa.

Se veían adorables.

—¡Athy y Nette son gemelas!—exclamó Athanasia, subiéndose a la silla para desayunar. Jennette sólo sonrió por respuesta.

Le había costado un poco adaptarse al palacio, pero con algo de esfuerzo empezaba a tomarle el hilo a su nueva nana y a las clases particulares, además, Athy era una gran ayuda.

—¿Entonces van a querer vestir iguales el resto de su vida?—Tatiana se rió, revolviendo un poco su sopa.

—Nette no ve problema.

—Athy tampoco.

—Yo tampoco—por si fuera poco, añadió Claude.

Ah, Tatiana tenía a tres consentidos en el palacio.

—Bueno. Como quieran. ¿Hoy tienen alguna tarea?—vencida, Tatiana levantó su cuchara para comer y observó a Athy pensar un poco.

—Athy no tiene nada.

¿Quién me convirtió en la hermana mayor de las princesas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora