Capítulo 5: Los girasoles no sirven para funerales.

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En la tarde de ese mismo día Sir Gillian tocó a su puerta, le halagó la nueva elección de vestido y bajaron al recibidor.

La voz del hombre sonó baja y solemne al bajar las escaleras.

—Nos tomamos la molestia de preparar el cuerpo de Lady Sonia para enterrarlo en el cementerio. Supusimos que usted querría estar presente—al terminar le entregó un ramo de flores frescas que llevaba—, para el entierro—explicó con una sonrisa. Tatiana apenas pudo devolverle una sonrisa floja.

—Muchas gracias, Sir Gillian. No sé qué haría sin usted.

No era una exageración después de todo, en menos de un día aquel hombre la había rescatado y ahora organizaba un apresurado funeral para su madre. Como si la vida y comodidad de Tatiana en realidad fueran una de sus principales preocupaciones.

Como siempre, Sir Gillian se lo tomó a la ligera.

—Es mi deber, joven damita. Y por favor, llámeme Arthur—él volvió a sonreír, entonces fue como si un halo de divinidad le rodeara. ¿¡Porque era tan hermoso!? Taña acabaría sin corazón para volver a llorar si él seguía siendo tan hermoso—, vamos, el carruaje nos espera.

—¿Ah? ¿Carruaje?—no habían ido en carruaje hasta el pueblo, lo habían hecho a caballo con el resto de caballeros. ¿Por qué irían en carruaje?

—Sí, no podemos permitir que una princesa viaje a caballo. Le hemos preguntado a Lord Condwell, el gobernante de este estado, y nos ha prestado su propio carruaje para su uso personal. Él está muy feliz de que usted lo honre con su presencia en sus humildes tierras.

Lo decían como si ella no hubiera estado viviendo allí desde su nacimiento.

De todos modos, Tatiana se dejó llevar por la situación, siguió al caballero y cuando salieron de la posada pudo ver el carruaje. Era precioso, blanco con hermosas decoraciones de oro y el interior era cómodo, con asientos acolchados y una vista perfecta del exterior.

—Wow—susurró Taña, cuando lo echaron a andar—¡Es hermoso!

—¿Le gusta?—Sir Arthur rió cuando Tatiana saltó en su asiento para mirar por la ventana.

—¡Sí! Nunca estuve dentro de uno.

Sir Arthur se rió, y Taña volvió a quedar cegada por su belleza. ¡Hombre! ¿Acaso no sabía lo qué hacía con su rostro o Taña no era lo suficiente fuerte para ese mundo lleno de hombres guapos?

En poco tiempo llegaron al cementerio, ahí ya había un cura y un sepultero. A un lado de la fosa descansaba un ataúd de madera barnizada. Era justo allí donde estaba su madre, la pobre Sonia.

—¿Es ésta la niña?—preguntó el cura y Sir Arthur asintió. Como cortesía se le permitió a Taña dejar las flores sobre el ataúd y besar la superficie lisa.

—Te quiero, mamá— se despidió antes de que echaran la primera pala de tierra sobre ella. No lloró, ya había llorado mucho, en su lugar se aferró a la mano de Sir Arthur, esperando a que todo fuera rellenado.

Cuando volvieron al carruaje, Arthur habló.

—Envié un ave mensajera a Sir Lobein está mañana, esperamos respuesta pronto. Y el mismo Lord Condwell se ha ofrecido a escribir una carta al Emperador para abogar por su presentación y ocupar el honor de escoltarla hasta la capital.

Con todo sucediendo tan rápido, Tatiana no pudo evitar que su voz se oyera acongojada.

—Sí el Emperador me acepta. ¿Usted no me va a acompañar?—se alarmó Taña.

—Joven damita, debo proteger las tierras de Lord Condwell como un decreto del Emperador. Mi lugar está aquí.

En su rostro se vio que Arthur se sentía triste al afirmar aquello, pero Taña no pudo evitar hacer pucheros. ¡Quería estar más tiempo con Sir Arthur!

—Pero... ¿entonces quién tomará el crédito de haberme rescatado? ¡Ese fue usted!

—Por favor—el negó, como si el puchero de Taña simplemente resbalara por sobre él—, no diga eso. Me entristecerá.

Ah, Sir Arthur triste era aún más cegador que Sir Arthur feliz. ¡¡Ese hombre manipulaba con su apariencia!! 

Ya era de noche cuando volvieron al pueblo. Feliz de ser quien atendía a una princesa, el posadero los esperaba en la entrada.

—¡Por favor! ¡Pasen! Hace frío aquí fuera. Hoy he mandado a hacer un estofado especial para ambos, así se calentaran rápido. ¡Carne de ternera de la mejor calidad! —él les alentó, palmeando la espalda de Sir Arthur en un gesto fraternal de camaradería. Pero antes de que pudieran entrar el chillido de un ave llamó su atención.

En el cielo nocturno, enfilando la luna llena, un águila descendió desde las alturas.

La primera en alarmarse fue Taña, que se arrimó al posadero, el hombre la tomó de los brazos y la protegió con el mismo temor de ser atacado que tenia la niña. Fue Sir Arthur quién se mantuvo impávido, extendió un brazo y el águila aterrizó con movimientos entrenados sobre sus guantes.

Ante las miradas atónitas del posadero y de Tatiana él no explicó nada. Ajeno a todo el drama, el águila estiró su patita y dejó ver un pequeño rolló que Sir Arthur destapó para leer.

Era esa, pues, un ave mensajera.

Tatiana sintió que su sangre se helaba, ¿no era esa la misma ave que traería la repuesta de Sir Felix Lobein?

Ella miro a Arthur leer el mensaje con suma seriedad, sin dejar escapar una sola señal que delatara la naturaleza de su contenido y al finalizar, sonrió.

—Bueno, Princesa Tatiana. El Emperador nos espera lo más pronto posible en el Palacio Esmeralda.

Ante la sonrisa orgullosa de Sir Arthur, Tatiana sintió que algo revoloteaba en su pecho.

¡Oh! ¿No era eso una buena señal? Al parecer Claude si la aceptaría.

A kilómetros de Rurna, en el Palacio Esmeralda. Claude se preguntaba cómo castigar a la farsante que tenía las agallas de hacerse pasar por una heredera de Obelia. 

Corregido: 10/07/21

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Corregido: 10/07/21.

Escena extra del capítulo disponible en la versión Esmeralda del patreon.

¿Quién me convirtió en la hermana mayor de las princesas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora