Capítulo 66: Voces del pasado.

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Al contraluz de la claridad de la luna, una silueta borrosa se meció con suavidad. La vista no era nítida pero Athanasia logró enfocar lo suficiente como para intuir el vientre embarazado de una mujer joven. Frente al amplió ventanal, ella acarició su vientre con dulzura.

Sin apenas notarlo, una canción empezó a llegar hasta su oído. Suave y relajante, embriagó los sentidos de Athy.

"EL sol sale, el bebé sonríe"

Era la canción de Lily.

No.

A medida que su visión se volvía más clara, Athy entendió que aquella nunca fue la canción de Lily, pues quien se mecía con suavidad era Diana, su madre.

La primera vez que había soñado con ella se sintió confundida, notaba el gran parecido entre su amiga el hada y ella, la forma de los ojos, las ondas en su cabello rubio claro, pero no fue hasta que Tatiana mencionó que aquella era su madre que Athy al fin lo pudo comprender. Soñaba con su madre. La mujer allí, vestida en un delicado vestido de embarazo que cantaba a su vientre con dulzura, era su madre.

Era hermosa.

Tanto que tenía ganas de llorar.

Otra persona apareció tras de ella, entre la oscuridad sólo se pudo ver una mano blanca apoyarse en el respaldar de la mecedora. Diana levantó la mirada, su tranquilo semblante entonces enfrentó el rostro de Claude.

Había un aire de melancolía entre ambos que era imposible no notar.

—¿Has podido levantarte hoy?—la voz gruesa de Claude hizo la pregunta en un tono tan dulce que no pareció ser siquiera su voz. Diana, con el mismo rostro calmado, negó.

—He estado muy cansada. Y usted, Su Majestad... ¿logró conseguir a Lady Penelope?

Los hombros del hombre enseguida se tensaron.

—No deberías preocuparte por ello.

Diana siguió manteniendo su temple.

—¿Cómo no podría preocuparme el que mi emperador busque a su legitima prometida siendo yo solo su amante?

—Eres mi esposa—él replicó, aquella vez esa voz si sonó como la de Claude. Él la enfrentó con sus ojos azules tan fríos como una losa de hielo, Athanasia sabía lo que era enfrentarlos, como la seguridad del más osado podía ser mermado por la autoridad que Claude ejercía con una sola mirada.

Pero Diana no se intimidó.

—Una plebeya nunca entrará a una iglesia para casarse con un Emperador. Es la ley del Dios de Obelia.

—La ley de Dios no puede contra mis deseos—enseguida replicó, él se inclinó y le miró a los ojos con un tinte de tristeza en la dureza de sus facciones.

Las manos de Claude estaban a cada lado de ella, rígidas a los costados, ni siquiera se deslizaron un centímetro hacia el vientre abultado. Diana, en cambio, abrazó aquel lugar como si fuese un tesoro.

—Es por el niño. El príncipe que dicen que tendrá lady Penelope...

Las manos de Claude apretaron los delgados brazos de Diana.

—¡Jamás! ¡El hijo de esa perra jamás podrá ser mi hijo! ¡Si hay un hijo mío es el que llevas tú!

Con el rostro alterado de Claude en su mente y las cristalinas lagrimas de Diana al perfilar su expresión sorprendida, Athanasia despertó.

Entre la negrura de la noche, apenas intuyó la silueta del dosel de la cama de su padre antes de echarse de nuevo contra la almohada, a su lado el cálido tacto de la piel de Claude le rozo el hombro. Pasaba siempre que tenía pesadillas e iba a dormir con él, esos sueños que, por su naturaleza, se acercaban más a recuerdos.

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⏰ Última actualización: Dec 23, 2022 ⏰

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