Capítulo 50: Las viejas costumbres delatan a cualquiera.

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Liberada de nuevo a sus actividades usuales, Tatiana se dio la libertad de poner en pausa los conflictos con su padre y tener una tarde de té.

—¡Que día tan agradable!—Jennette aplastó su sombrero de campo contra su cabello, para que la brisa no se lo llevará y agradeció con una sonrisa cuando la nueva mucama de Claude le sirvió su pastel de naranja con chocolate y té.

La mucama era una mujer ya mayor, algo regordeta y muy atenta, que ya tenía experiencia en administración. Era nada más y nada menos que la madre de Lady Geraldine, una afamada noble cuyo talento en las finanzas había llegado incluso a los oidos de Claude.

A pesar de todo, no importa cuán eficiente fuera la nueva mucama, Tatiana sabía que su padre extrañaba a su antigua mucama. La callada, menuda y agradable Genevieve.

Era extraño el sentimiento que manaba de él.

—Papi, mira, aprendí a hacer esto hoy en clases de ballet—Athanasia se puso de pie y luego se puso de puntillas de una forma elegante y graciosa, como un hada, la mucama de Claude aplaudió junto a Nette y Taña, y luego la halagaron cuando volvió a sentarse.

—Lo haces muy bien—fue lo que Claude dijo, sus ojos plagados de cariño.

Uh, su padre. Que adorable era, amando tanto a sus hijas.

O a una sola de sus hijas...

Dejándola a ella pudrirse en un maldito catre de burdel mientras perdía los deseos de vivir día tras día. ¿Acaso podía mentirle él? ¿Decirle que nunca escuchó sobre la joven dama de ojos imperiales que se paseaba por la cama de los nobles más morbosos de la corte? Sólo por curiosidad el pudo haber seguido los rumores, si aunque sea hubiera tenido algo de curiosidad...

—¿Hermana?

¿Uh? De repente, el rencor desmedido en el pecho de Tatiana se desvaneció. ¿Qué clase de cosas había estado pensando?

—¿Hermana?—volvió a repetir Athanasia—, ¿estás bien? Apenas tocaste tu pastel.

Tatiana miró su pastel de fresas con los ojos anchos.

—Ah, no. Yo... sólo pensaba, pensaba en mis clases. Se han vuelto difíciles ahora que empecé con la educación de Emperatriz. ¡En verdad manejar un imperio es complicado!—soltó una falsa risa, los tres comesales restantes en la mesa no la creyeron, pero aún así se dieron por servidos.

—Hermana, deberías comer mejor—mencionó Jennette—, estás adelgazando y Taña ya es delgada.

—¿Ah, sí?

¿Enserio la delgadísima Jennette le estaba diciendo eso a ella?

—Sí, hermana está tan delgada que un corsé del país de Golien le quedaría perfecto.

Athanasia se refería a la inusual costumbre de las mujeres en el Reino de Golien, cuyos corsés eran tan apretados que bastaba rodear con sus manos la cintura para que se tocaran los dedos en cada extremo. Era por demás decir que Athanasia sólo estaba exagerando.

Negando con la cabeza, Tatiana tomó de su chocolate caliente, sin tomarse enserio el comentario.

—Puff...

El sabor amargo le tomó con la guardia baja y, sin pensarlo, escupió.

—¡Hermana!—exclamaron las niñas.

—¿Qué pasa?—exigió Claude.

—Dios mío, Alteza. ¿Está bien? ¿Tenía algo el té?—fue lo que la mucama preguntó, apresurándose para limpiar el té derramado.

¿Quién me convirtió en la hermana mayor de las princesas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora