Capítulo 63: El hombre en las sombras.

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Entre la espesura de la noche sin luna, una silueta se deslizó por los tejados de las lujosas mansiones burgueses que adornaban la capital, había silencio en las calles y solo el frío abrazaba los toldos vacíos del mercado.

A lo lejos, apenas iluminado por la luz de las estrellas, la silueta masculina saltó hacia la imponente Torre Negra. Esa era la reliquia más antigua de Obelia, alrededor de la cual se había construido el Imperio. Según contaba la leyenda el Gran Mago fundador desapareció un día y dejó su torre custodiada por sus fieles acólitos hasta el día de su regreso cuando volvería a traer paz al imperio.

Un lugar sagrado, intocable para los simples mortales.

Aún así, la sombra traspasó sin problema las barreras de magia.

La historia de la fundación de Obelia y del papel que el milenario Gran Mago de la Torre Negra había tenido en ella era más bien recordada por los pueblerinos como un relato místico de la iglesia y las tradiciones del Imperio que como un autentico hecho histórico. Pero la persona que se colaba a la milenaria torre conocía la verdad.

Aquello no era una mera historia de hadas.

Barbullando algo sobre el polvo y las telarañas, Anastasio entró a la punta de la torre generando eco con sus zapatos de cuero bien lustrados. Sus ojos, mezquinos, miraron de aquí a allá entre los objetos antiguos, pociones, libros malditos y cachivaches milenarios con cierto desprecio.

Bufó.

Él había estado allí mucho antes de que se viera tan deplorable, aunque no con ese cuerpo. Él había tomado ese cuerpo cuando aún era tan joven y tierno, herido por la tristeza y el miedo, tan fácil de doblar a su antojo. El susodicho evento se dio cuando aun podía llamarse a sí mismo un humano.

Su padre le había bautizado Aetheritas. "El conocimiento y poder eterno lo guiara" había presumido el siempre sabio Emperador Kylium, él no tenía idea de lo que pasaría con su primogénito cuando lo presentara ante el protector de Obelia.

El sonido del vidrió al destrozarse contra el piso de piedra interrumpió el silencio en la torre, pero él solo miró la poción que acababa de tirar al piso debido a la rabia con una frialdad implacable.

Odiaba ese recuerdo.

Aun así era un recuerdo que no se iba de su mente. Esos ojos rojos, esa mirada despectiva, ese estúpido tono de voz condescendiente. Odiaba cada aspecto de ese sucio recuerdo pero todos los días luego de que pasará era un constante recordatorio de su debilidad.

"Ja, ja, ja. Aetheritas fue rechazado por Sir Lucas" se habían burlado sus hermanas menores.

Todas murieron, una por una a través de los años.

Enfermedades sospechosas, sin cura. Accidentes desastrosos acontecidos de improvisto.

Una ligera sonrisa se dibujó en el joven rostro de Anastasio mientras ojeaba los libros de las estanterías polvorientas.

Había sido tan dulce vengarse de cada una de sus media-hermanas. Tontas, estúpidas bastardas de ojos enjoyados perfectos y magia poderosa que se creían lo suficientemente buenas como para sustituirlo.

Ah, pero él había reído al último.

Aetheritas fue conocido como una flor tardía, un día era un chico escuálido de cabello sucio y opacos ojos de joya y, al día siguiente, durante el amanecer de su adolescencia, se convertía en un guapo y poderoso muchacho que era aclamado por su pueblo.

Aún podía escuchar las aclamaciones "Viva el Gran Emperador Aetheritas. Viva el mesías de Dios"

Él había hecho lo que tenía que hacer para ser reconocido.

¿Quién me convirtió en la hermana mayor de las princesas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora