Capítulo 11: ¿Quién es Lady Margarita?

11.8K 1.4K 160
                                    

Las buenas nuevas se esparcían por el imperio como pólvora.

Y Roger Alfierce no podía creerlo.

Había una nueva Princesa.

Una nueva pieza en el juego eterno de la corte Imperial.

Un obstáculo más.

Su Señor Anastasio, el anterior Emperador al que le había jurado lealtad no estaba, se había esfumado luego de su último enfrentamiento con el actual Emperador y siendo honestos Roger en realidad no lo sentía, aquel hombre le había dado más preocupaciones al Imperio que ventajas, cuando dio un paso atrás a abandonó al Emperador derrocado para que cayera en las garras del nuevo Emperador, lo hizo sabiendo que era la mejor opción.

Por otro lado, Lady Penelope había muerto durante el parto nueve meses después de tal evento. Lo que le dejaba a él en solitario para cuidar a dos niños, Kiel ya tenía dos años de edad y la muerte de su madre ya no era una novedad, pero Jennette...

¡Ella ni siquiera era su hija!

¿Cómo lograría llevarla a Su Majestad sin parecer sospechoso?

Al principio la expectativa de criar a una Princesa heredera para que luego estuviera inclinada a su beneficio político era muy tentador, pero ahora había otra Princesa en el Palacio Esmeralda y por lo que contaban las malas lenguas, aquella si era querida por el Emperador o, cuando menos, era soportada.

Penélope había sido clara, sólo se había acostado con el Emperador en aquellos meses en los que el antiguo Emperador derrocado había estado en el exilio. Por lo que podía confiar en su fallecida sobrina y creer que esa niña era una heredara oficial del Imperio, pero ahora llegaba esta niñita cinco años mayor y destronaba a Jennette sin duda alguna como heredera.

Rosalía le dijo que no se preocupara, que se apegara al plan y ella haría el resto. Pero... ¿podía confiar en ella? Podría ser su sobrina, pero no era la mujer más pura, al igual que Penélope haría lo que fuera por utilizar a esa niña como una escalera al trono.

Sabía que no era el hombre más inocente, pero no utilizaría a una niña para colocarse de forma inadvertida en el trono con tanta avidez, menos a una niña con la misma sangre de su hijo.

Era tentador, aunque...

Roger miró a la cuna, donde la tranquila Jennette jugaba con sus muñecas. Era adorable y completamente ajena a todo el complot que la familia Judith había hecho para que viniera al mundo. Tenía los ojos imperiales llenos de vida y la belleza de una princesa, sin lugar a duda alguna.

Aun para él, utilizarla empezaba a sentirse sucio.

¿Qué posibilidad había de que Roger se acercara a ese Palacio, como lo hacía todos los días para su reporte como tesorero, y le entregara la niña al Emperador? Ya tenía dos, una más no le pesaría.

¿Cierto?

Jennette se rió entre su juego, y algo en el corazón de Roger se derritió. 

Pensándolo mejor, el Emperador era cruel

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Pensándolo mejor, el Emperador era cruel. Rosalía tenía razón, la vida de una pequeña bebé era demasiado frágil como para confiársela a un hombre que mataba tan a menudo como respiraba... Jennette se quedaría.

Por ahora.

Después de todo: ¿No seguía siendo él un Alfierce? Los beneficios de criar a una princesa serían una ventaja para él de todos modos.

Del otro lado de la historia, Tatiana nunca se cruzó con Alfierce más que por miradas, pero como podrán adivinar, lo supo. Nette estaba segura, al menos hasta que Anastasio volviera. Así que se acercó un día a Roger Alfierce, cuando este caminaba por los pasillos del Palacio Imperial.

—Buenos días Duque Alfierce—ella exclamó. El hombre no la reconoció enseguida, cargaba papeles en las manos y la mente en otra parte, pero luego de parpadear con asombro se inclinó con propiedad.

—Buenos días, Princesa. Es un placer conocerla—él le sonrió. Vagamente, el rostro de Lady Sonia apareció en sus memorias. La niña, tal como Jennette, era una copia en vida de su fallecida madre con rasgos apenas visibles de la familia Imperial.

Taña lo intentó, de verdad que lo intentó, pero no pudo evitarlo.

"¡¿Por qué incluso los antagonistas son tan guapos?!" debía dar las gracias porque esa familia no tenía un hombre de su edad, sería su ruina.

—Es un placer también, Duque. ¿Ha hecho una audiencia con mi padre?—ella le sonrió con una expresión relajada y encantadora, por lo menos Roger no sabría qué pasaba por su mente si se comportaba como una damita.

—Así es, Princesa. ¿Va de camino a la sala del trono?

—Nop, venía a encontrarme con usted—ella sonrió.

Alfierce entonces lo supo, era cierto que aquella niña conocía de los hilos ocultos. ¿Hace cuanto la casa real no había dado vida a una clarividente? Con cierto horror, descubrió que fue antes de la guerra por la corona, justo antes de la guerra.

Aquello significaba algo, vendrían tiempos de paz... o de guerra.

—¿Quiere decir que tiene un asunto conmigo?—él preguntó, debía andarse con cautela. Bastaba tener un pensamiento fuera de lugar para meter la pata con un clarividente, incluso si fuera sólo una niña.

—¡Sí! Le he traído este obsequio. ¿Ve?—la niña sacó sus manos de su espalda y le mostró un paquete bien envuelto—, es para la niña que cuida el Duque, me han dicho que tiene la misma edad que mi hermana Athanasia.

Por obvias razones Roger aceptó receloso el paquete.

—Es un dulce—aclaró la pequeña y Roger frunció el ceño.

—¿Y a qué debemos el halago, querida Princesa?—inquirió, no todos los días la heredera al trono le regalaba dulces a una simple Lady.

—Oh, bueno—algo de astucia brilló en los ojos de Tatiana y él se estremeció—, Taña presiente que la señorita es alguien especial. Espero conocerla pronto, Duque.

Roger se estremeció. Aquella niña sabía algo.

—Sí. Será un placer entregárselo a Lady Margarita de su parte—el asintió—, si me disculpa, debo retirarme.

Tatiana lo despidió y él se fue a paso apresurado.

Para Roger el mensaje era claro "Sé lo que estás haciendo" le decía una niña de no más de seis años, las mismísima primogénita del Emperador, una que abriría la boca muy pronto si no se cuidaba las espaldas.

Lo decidió ese día, tarde o temprano, sin importar lo que dijera Rosalía, Jennette debería irse con su autentica familia.

Sospechaba que sería más temprano que tarde.

Y, como era natural, Taña también lo supo.

Y, como era natural, Taña también lo supo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Corregido: 02/08/21. Disponible en el patreon fragmento extra de la novela en su versión zafiro e ilustración extra en su versión diamante. 

¿Quién me convirtió en la hermana mayor de las princesas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora