Capítulo 2

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Llego casi a tiempo para que avisaran que era tiempo de entrar a clase.

No me interesa. Se supone que solo estaré aquí por seis meses. ¿No?

Voy a una oficina, a la misma donde vine la vez que Dorothea estaba hablando de yo no sé qué con la secretaria. Esa misma señora me entrega mi horario.

Mi plan es saltarme la primera clase, y eso fue exactamente lo que hice.

Luego de cincuenta minutos exactos, visualizo a la gente por todo lado gritándose y corriendo para ir a su siguiente clase. Yo me voy con las manos en los bolsillos de mi pantalón, tranquilamente.

Llego a tiempo, no estaba lejos. Hay muchas sillas vacías. Las ocupadas estaban con una maleta en la silla y la persona en la mesa, hablando con sus amigos.

Me hago en una mesa en la esquina de atrás, estoy segura que se quedará sola.

Poco a poco llegan más personas, pero ninguna sola como yo. Todos entran de a grupos y parejas, se sientan todos juntos.

Mientras el profesor llega al salón unos sacan su celular mientras hablan con las personas que tienen al lado.

Yo saco el segundo celular que me había dado Dorothea y pongo música con mis audífonos. Escuchando música libremente, sin que nadie me diga que no escuche ese tipo de música. Porque así escuches la música más tranquila del mundo siempre va a haber alguien que diga que está mal.

Inconscientemente empiezo a tocar el ritmo de la canción con mis dedos contra la mesa. Pero un volumen bajo para que nadie se diera cuenta de mi presencia.

Tengo cerrados los ojos cerrados mientras hago ese ritmo, la cabeza la muevo ligeramente mientras hago un sonido con mi boca.

Intento ser lo más precavida, pero no funciona. Unos grupos miran con curiosidad.

—Miren, una nueva.

Odio que me llamen nueva. Pero ignorando que me digan así me va mejor, a ellos también.

—Se tiene que vestir mejor —susurra una rubia con cuerpo muy operado, una falda corta y una camisa pegada con escote. ¿Raro? No. ¿A quién le importa cómo me vista? A nadie.

—Parece loca. Miren siquiera como es así. 

 Esos y más comentarios negativos se oyen en toda la sala. ¿Qué el profesor no se dignaba a venir? Genial. Otra hora desperdiciada. Y así serán por seis meses. ¿Dolor? No siento, esto no es dolor. ¿Ira? Sí, y demasiada. Esta gente solo piensa en que si estas con alguien eres genial, pero si estas solo eres raro.

Yo solo los ignoro y me pongo los audífonos de nuevo, oyendo gritos diciendo que los oyera y más cosas. Cada vez le subía más el volumen para no oírlos, al gritarme que querían que los oyera, sabía que yo estaba ganando, sin darles el placer de verme sufrir por una inmadurez como esta.

En toda la hora no llega el profesor. Unas personas se cansan de gritarme cosas y siguen en lo suyo. Vaya, al parecer sí hay gente medio inteligente aquí. Mientras que otras personas me miraban sin decir nada.

Así unas clases más hasta que llega el descanso. Pido de comer con mi bandeja como muy pocos acá hacen. Ya con mi bandeja en mis manos, con ensalada y pocas cosas, alguien me golpea con un papel arrugado en la cabeza. Lo ignoro y sigo hasta una mesa más vacía que las otras, me hago en la esquina y comencé a comer lo más rápido que pude. Mientras salgo,  más bolas de papel llegan a mi cabeza y espalda. Éste día va pésimo.

Como todo el día sigo ignorando todos los insultos que me lanzan.

Decido ir al salón y esperar adentro hasta que acabara el pequeño descanso que daban. De la nada alguien me pega con su puño en mi muñeca. Genial, lo único que me faltaba. Suficiente tenía con los golpes que me daban en ese lugar. No más.

—¿Estas bien? —pregunta una voz.

Yo sigo caminando ignorando a todas las personas que pasaban a mi alrededor.

—Oye, te pregunté algo —esa misma voz, pero un poco más furiosa.

Sigo caminando hasta el salón, ya iba entrando cuando alguien me agarra de la muñeca. Jalándome del brazo para quedar en la pared, haciendo que me pegara en la espalda.

—Te lo vuelvo a preguntar ¿Estas bien? —esta vez usa un tono más duro. Me suelto de su agarre y me doy la vuelta, entrando al salón y sentándome en un puesto de la misma posición que la anterior vez.

Saco mis audífonos y pongo música a todo volumen. Ignorando al mundo.

En diez minutos entran poco a poco más personas. Hasta quedar lleno. Esta vez sí llega  el profesor, quién me ve con confusión. Estoy  al fondo por algo, para no llamar la atención.

—Señorita, no la había visto por aquí. ¿Es nueva?

Yo solo asiento en silencio. El profesor parece entender y sigue con su clase normal. Pero al igual que a todos sus demás estudiantes me mira a mí, esperando a que hablara, algo que no hago en toda la clase.

¿Así van a ser por seis meses? Por primera vez quiero volver a ese lugar donde matan a niños que no hacen caso y me pegan.

—¡Rara! —¿Otra vez él? Es el mismo que me pegó accidentalmente en el brazo. Sé que yo soy la rara. Así que lo ignoro. —No me ignores, ven para acá.

Me siento en el piso, recargándome en la pared. Saco un papel blanco y le escribo a ese estúpido que no me molestara más, que solo fue un golpe en el brazo sencillo y accidental. Arrugo el papel haciéndola una bola mal formada. Se la lanzo a ese muchacho y le cae en el brazo. Con el ceño fruncido coge la bola y la desarma. Mientras leía la nota su ceño se fruncía cada vez. Arruga de nuevo el papel y lo guarda en su bolsillo, camina lejos hasta su casillero, pone la clave y mete el papel en su casillero.

Yo me voy a mi siguiente clase. Todos me seguían mirando como rara. Eso soy, ¿no? Soy rara.

El profesor me mira por segundos y sigue con su clase. Creo que entendió con mi mirada que decía que no quería hablar. Al parecer me hacen caso, así va bien.

Pasa el día rápido. En cada clase distintas personas me miraban mal. Los profesores hicieron un intento de hacerme hablar pero yo negaba con la cabeza, asentía o me encogía de hombros. No hablé en todo el día.

No soy tímida, solo no quiero que me escuchen, o que me acuerde de algo y me ponga a llorar como una bebé de cuatro años, algo que no hago hace bastante tiempo.

En la salida, yo voy caminando otra vez con las manos en los bolsillos.

Alguien me toma del brazo y me jala otra vez hasta la pared. ¿Qué no me dejaran en paz ni siquiera mi primer día?

Real (Wattys 2017) Where stories live. Discover now