Capítulo 22

435 42 3
                                    

Mis pies tardan en reaccionar, pero lo hacen. Corro hasta Dean, el cual se encuentra con bastante sangre en su rostro. Me agacho y pongo sus manos entre las mías. Están muy frías.

—Maldita sea, estúpido. Mejor llama a alguien, una ayuda.

El desconocido lanza una carcajada amarga, se notaba el dolor en su risa.

—Tu novio fue el que causó lo que le pasó. Ahora que se las arregle sólo.

Se va corriendo, y yo al ver eso, me levanto e intento correr tras él, pero un movimiento de Dean me llama la atención. Dudo un momento en qué hacer, pero decido quedarme con Dean.

—Dean —digo con un hilo de voz.

Él me mira extrañado y abre sus ojos enormemente, para luego golpear en el aire y abrazarme. De nuevo, me quedo estática.

—¿Qué rayos?

—Había un señor al lado tuyo.

—¿Qué?

—Sí, había... —se queda callado y ahora soy yo la que lo mira extrañada. Él mira hacia el cielo y su ceño se frunce.

—¿Qué viste?

Él me mira y se queda así, frente a mi, por varios minutos. Contemplo su rostro, pero hay algo que me inquieta. Su mandíbula está temblando.

—Chico, dile a tu mandíbula qué se esté en su lugar.

Él se ríe, y es como si olvidara todo por un segundo.

—Eso haré, Candle.

Me sigue mirando y también puedo notar como unas ojeras están debajo de sus ojos, y me detengo en ver cosas que no había visto antes, como su cabello largo y descuidado, con pequeños vellos faciales y su nariz roja. Su mandíbula sigue temblando. ¿Por qué?

Mi cabeza me duele, a tal punto que un grito sale de mí. Me tiro al suelo, e intento no exagerar tanto, pero el dolor es tan profundo y tan verdadero que de verdad se siente.

Muchas palabras se aparecen por mi mente, una de ellas, es «síntomas».

—Hija, ven, tenemos que hablar de algo —dice mi mamá viendo el programa conmigo que yo estoy viendo tranquilamente. No entiendo nada, pero necesito entretenerme. Mi mamá me advirtió hace unas hora que no puedo salir, que necesito distraerme pata no ir al parque.

—¿Qué pasó?

—¿Ves a esos chicos que están... Ya sabes?

—No sé qué están haciendo. ¿Eso es malo?

—Muy malo, hijita. No quiero que nunca hagas eso.

—¿Por qué?

Mi mamá suspira y baja la mirada.

—¿Es difícil de entender? —digo inclinando mi cabeza hacia la derecha.

—¿Cómo es que teniendo seis años eres así de inteligente? —dice alzando la mirada y sus ojos están más brillantes qué antes.

—¡Tus ojos brillan! Y mami... No me respondiste la pregunta.

Ella se ríe, pero sé que no es real.

—Y sí, para ti sí es difícil de entender. Esto... Se habla cuando seas más grande, hasta hay papás que nunca hablan de esto con sus hijos, pero no sé si estaré contigo en unos años.

—¿Por...

—Mira dice mientras me carga en sus brazos —ese polvo blanco qué ves que se meten por la nariz, es lo peor que puedes hacer. Se le llama droga, y es lo peor. Si alguien te ofrece, te niegas y rápidamente. Nunca la pruebes.

Real (Wattys 2017) Where stories live. Discover now