Capítulo 27

401 34 0
                                    

—¿Dean? Por favor, contesta. Le dije a Kylan que me dejaría sorprender, pero no quiero esperar. No quiero... —pienso dos veces lo que voy a decir y me retracto —Simplemente contesta, y dime qué es lo que trama tu primo.

Cuelgo luego de dejar el mensaje en el buzón de voz. Estoy segura que he dejado más de diez.

—Meg, vamos. No intentes llamarlo porque no va a contestar, sé cómo piensa, y sé que no lo hará. Vámonos.

Extiende su mano, pero yo me levanto sola de la arena.

—¿No quieres ir a la piscina? El día está caluroso hoy.

Tal vez no haya sido específica al decir que cuando vamos a la piscina, él se queda adentro y yo me quedó con una camisa y un pantalón corto.

—No, gracias. Así estoy bien. Ve tu a nadar, yo iré a caminar —digo señalando atrás mío y dando la vuelta, pero Kylan se apresura y se para al frente mío.

—Vamos, ya ha pasado una semana y media desde que llegamos aquí. Te he dado todo lo que quieres y he sido cariñoso contigo. ¿Por qué no quieres ir? Hazlo por mi.

Niego con la cabeza repetidas veces, no pienso salir con un traje de baño, mostrando moratones, cicatrices y heridas que tengo. Los tengo tanto en la parte superior de mis muslos –estas no se alcanzan a ver con el short puesto– y en el estómago.

Maldita Dorothea. Maldito Victor. Maldita casa real. Maldita sea ser real.

Kylan me mira fijamente, pero al instante me siento incómoda y lo esquivo, yéndome ahora sí más rápido.

—Nos vemos después, Wright —me despido y voy dando zancadas hasta llegar a la acera.

Me pongo a caminar, hasta llegar a un lindo lugar. Es oscuro y está repleto de árboles, dando así un toque de misterio y suspenso.

Paso todos esos árboles y entro, y me quedo atónita. El lugar sigue siendo oscuro, no hay flores ni árboles. Solo es un círculo, donde hay animales por doquier. El pánico entra en mi, pero un pequeño saltamontes se para en mi brazo y en vez de gritar y agitarlo, me tranquilizo y sonrío, apreciando la naturaleza. Me quedo un tiempo viendo los animales y viendo sus movimientos. Es como si yo no estuviera aquí.

Luego, me pongo a pensar en Kylan. He sido un poco dura con él, pero todavía hay una parte indiferente de mi que me dice que le da igual si a él le dolió o no.

Mientras acarició un conejo que alzo en mis brazos, me pongo a pensar. Tal vez este tiempo, este corto tiempo, sea para cambiar, sea para disfrutar y dejar de ser como he sido toda mi vida.

Suelto al conejo y me levanto. Aprecio por última vez esté lugar y me prometo volver aquí alguna vez.

Camino con tranquilidad hasta la piscina donde se debería encontrar Kylan, pero no lo veo. Solo oigo su voz. Reacciono y por simple impulso me escondo en el baño de mujeres, ya que él estaba al frente.

—Qué dices, ella se fue no se a dónde. —se queda en silencio un rato y puedo oír su respiración agitada —No quiere, tiene un maldito problema con su cuerpo. Dorothea y su novio le pegan, no sé cómo es que ella los conoce, solo sé que ella es real.

Me quedo atónita. Mierda, mierda, mierda y más mierda. Estoy casi segura que está hablando de mi. Qué digo casi. Estoy segura, cien por ciento segura que habla de mi.

¿Cómo se ha enterado de lo de Dorothea? ¿Será que pienso en voz alta? ¿Será que lo dije por error?

Pero lo más importante. ¿Cómo sabe de Dorothea? ¿Cómo sabe que Victor es su novio?

Detengo mis preguntas y sigo prestando atención.

—Sabes por qué la quiero llevar a la piscina. No cambiaré de opinión. Será en la piscina así sea lo último que haga.

Otro largo tiempo de silencio, hasta que Kylan se ríe.

—Está loca por saber qué pasa y qué tengo planeado.

Espeta otro momento y de nuevo se ríe a carcajadas.

—Vale, Vale. Te dejo. Gracias, Dean. Y espero que te vaya bien viendo a tus papás. Te amo —cada vez que dice una sola palabra, su voz se vuelve más fría, haciendo que ese «te amo» haya sonado como de pelea de pareja.

Cuando ya estoy segura que ha colgado, me quedo paralizada. Él no sabe que estoy aquí.

Me meto aún más en el baño y choco con una señora. La miro fulminante y me quedo quieta. La señora se cruza de brazos y me mira con una ceja levantada.

—¿No pides perdón? Estos zapatos son nuevos. Pídeme perdón.

Ahora soy yo la que cruza los brazos y la mira con una ceja levantada. Puede que esa señora sea más alta que yo pero no me da miedo, ni me atemoriza.

—A los niños de hoy en día no los educan. ¿Donde están sus padres?

Ha pasado ya tiempo, seguro Kylan ya se fue.

—Si lo supiera, le diría. Ahora mismo deben estar en el cielo, o en el infierno. Depende de lo que hayan hecho —digo indiferente, y la vieja solo me mira con los ojos bien abiertos, para luego con pesar.

Antes de que ella hablara, la interrumpo.

—No quiero, ni necesito el pesar de una vieja sin cerebro.

Sin decir más, salgo del baño y busco a Kylan. Suspiro con alivio al no verlo. Voy a la piscina y lo busco, donde ahora sí tengo éxito.

Tengo que aclarar de una vez por toda lo que pasa. ¿Por qué sabe lo que pienso? ¿Por qué sabe todo lo mi cuerpo? ¿Por qué sabe que soy real?

Sin quitarle importancia, a que también quiero saber de qué conoce a Dorothea y a Victor, y como sabe que son novios.

Son tantas preguntas, pero tan pocas respuestas.

—Hey, Meg. ¿Cómo estás? —dice pasando su brazo sobre mi hombro como si nada.

—No —digo cortante y me muevo.

—¿Qué?

—Ahora mismo, me vas a decir...

El celular de alguno de los dos suena, y veo que es el de él. Él sonríe, como si estuviera aliviado y me dice que me espere un momento.

Regresa serio, pero apenas me ve, sonríe.

—Necesito que me respondas respondas esto. —digo sin rodeos —¿Cómo sabes de las heridas de mi cuerpo?

Él sonríe y responde:

—Lo dijiste en voz alta —dice con un tono de voz más grave y alto.  No lo suficientemente  para que alguien más escuche, pero sí para que fuese notable ese cambio tan repentino —¿Ves? No tienes que desconfiar de mi —su tono de voz vuelve a la normalidad y eso me trae un mal presentimientos, pero decido dejarlo pasar. Suficiente preguntas ya le tengo.

—¿Cómo sabes que soy...? Ya sabes.

—También lo dijiste en voz alta —dice de nuevo con su tono grave y alto.

Decido no hacerle más preguntas y le agradezco por su sinceridad. El simplemente asiente y murmura algo, y ya que yo estaba a espaldas, él supongo que pensó que ya me iba, pero no fue así. Escuché perfectamente.

—No hagas preguntas, y no obtendrás mentiras.

Real (Wattys 2017) Where stories live. Discover now