Capítulo 14

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—Hija mía —dice con amor fingido Dorothea.

—No me digas así. Sabes bien que no soy tu hija.

—No seré tu mamá biológicamente, pero soy tu mamá de corazón.

Empiezo a reírme a carcajadas.

—Eso es lo más estúpido que has dicho. No eres mi mamá en ninguno de los aspectos. Así que, si me permites, prefiero acabar con la mierda que haces llamar trabajo.

Ella sonríe cínicamente y nos vamos caminando al lugar real.

Es el mismo donde fue la otra vez, y lo peor de todo, es que presentes están Victor y Hugo.

Hugo al verme sonríe, él tiene veinte años, pero me es repugnante lo mucho que ama matar niños.

—Vean a quién tenemos aquí, Megan Candle. ¿No volverás a chillar como nena, verdad?

Niego con la cabeza, llena de furia. Esta vez estaré callada.

—Bien, así me gusta. Vamos ya —los tres se dieron la vuelta y yo tenía planeado correr, pero me interrumpieron —Ah, sí, si llegas a correr, te irá peor.

Ruedo mis ojos y los sigo, no tengo otra opción.

Subimos al mismo lugar de antes, solo que ésta vez ya estaban muertos los niños, mis ojos se abrieron como platos, pero no se me aguaron.

Bien, sabía que era solo un momento de debilidad.

—¿Para qué me trajeron si ya estaban muertos?

—Para que veas como matamos a más.

Oh, mierda.

Victor y Hugo trajeron a chicas de quince años, lo sabía por su vestido largo y esponjoso, estaban en su fiesta.

—Ahora, tu hablaras con todas y le salvarás la vida a sólo una. Estamos siendo buenos contigo, Megan. Aprovecha.

¿Buenos? Sí, cómo no.

Bajo tranquilamente las escaleras hasta que me encuentro con ellas, están llorando.

—Preciosa, todas ellas cumplen hoy, solo para que lo sepas —dice Hugo guiñandome un ojo.

No me digas, había pensado que la humanidad, mientras ustedes me tenían en esta tortura, se vestía diario con vestidos largos, brillantes y esponjosos.

Idiota.

No respondo y camino hasta donde están las chicas.

—Rebecca, empieza tu.

¿Rebecca? Se me hace conocido ese nombre.

Da diez pasos adelante una chica con vestido azul, con cada paso se me hace conocida. Cuando ya está al frente mío, abro los ojos como platos.

Es la chica que me habló el día que nos dieron el descanso.

—Vamos, ¿en serio, Dorothea? Ella es real, no tiene sentido hacerle daño.

—Es como si dijeras que ser real significa ser buena gente, cariño. Acuérdate de nuestro significado.

Suspiro y la entrevisto. Le pregunto sobre su vida, así no haya tenido una muy alegre, y a pesar de todo, es una chica muy amable. Asiento y le agradezco su tiempo.

—Anna. Por favor.

Una chica más normal, no me había percatado de ella, su vestido le llega un poco más abajo del trasero, su maquillaje excesivo se había corrido gracias al llanto.

Vaya que agradezco ser real.

Hablo con ella y puedo ver que no es nada parecido a lo que me dijo Rebecca, ella simplemente me dice que su mayor sufrimiento fue cuando su novio le había terminado. ¿En serio, Anna? ¿En serio?

Hablo con las otras dos, no me dijeron sus nombres, solo sé que son gemelas. Ellas no sufrieron tanto como Rebecca, pero han sufrido más que Anna. Ellas no tienen rastro de lágrimas, lo cual que tranquiliza un poco en cierto modo.

—Bien, ahora sube, Megan.

Asiento, mientras subo las escaleras. A mitad de camino me encuentro con Hugo.

—¿Pensaste bien tu decisión, preciosa?

Lo ignoro y sigo caminando, he dicho que es repugnante.

—Oh, vamos linda, no me ignores. Un día acabarás a mis píes.

Miro con asco el suelo, deseando mirarlo así a él, pero sé que solo me ganaría más problemas. Termino de subir y ahí están Victor y Dorothea comiéndose entre sí.

—¿No creen que ya están viejos para eso? —digo con voz alta.

Ellos se separan y Victor se quita el labial rojo que le dejo Dorothea en la comisura de la boca.

—Bien, querida. ¿A quién elegiste?

Le digo mi respuesta a Dorothea y ella asiente para luego acercase al micrófono y decir:

—Bien, su querida Megan, les va a decir unas palabras. Somos malos, pero no tanto, ella tuvo que salvar a una de ustedes. Va a decir su razón y... Ups —dice lo último con aliento hipócrita, para luego oprimir dos botones a la vez, haciendo que las gemelas murieran por un disparo que vino de la pared.

Evito mirarla, sabía que la miraría con horror y repugnancia, y así me iría peor.

Solo quedaban Anna y Rebecca.

Esto no será fácil.

Ella se aleja del micrófono me susurra:

—Tienes un minuto. Luego de eso mataré a Rebecca.

Asiento y trato saliva.

—Bien. Seré breve, salvé a la más hija de puta, a la que trata mal a los demás —sí, me dijo eso, ella disfruta haciendo sentir mal a los demás —a la que no aprecia su maldita vida aún sabiendo cuando es un cuento de hadas. Esa es Anna. Rebecca, eres tan dulce, tan tierna, que simplemente no quise que no sufrieras más, sabes lo muy asqueroso que es este mundo. Y también sabes que estarás mejor en otro mundo, no en este. Perdóname, te enseñé cómo llevar esto la primera vez que hablamos, pero aún así quiero que te vayas, quiero que por fin estés en paz. Eres una niña hermosa, una gran mujer ya que tienes quince. Y tu, Anna, espero que ésto te quede de lección para acá —señalo mi corazón —y para acá —digo señalando mi mente.

Justo cuando acabo mi discurso, Dorothea dice de nuevo su «ups» y veo como una bala atraviesa a Rebecca.

Real (Wattys 2017) Where stories live. Discover now