5. Et des oiseaux qui chantent

15.9K 2.6K 643
                                    

— ¡Hola Harry! —saludó Zabini al divisar al pelinegro.

— Hola, ¿Cómo están? —respondió Harry acomodándose en el pasto junto a los dos amigos, especialmente junto al rubio.

Draco mantuvo su sonrisa en todo momento, observando como los dos chicos conversaban, sin darse muy por enterado lo que charlaban.

— Bien, apenas llegábamos, a Draco no le gusta venir sin una charola para la comida —comentó Blaise animado mientras dedicaba una mirada a su mejor amigo.

— ¿Siempre almuerzan aquí? Nunca los veo en el comedor —cuestionó Harry observando la charola en el centro; dos patas de pollo, pequeñas porciones de arroz, dos vasos de jugo, los cubiertos y servilletas.

— Casi siempre, otras veces nos quedamos en la sala común —respondió Zabini mientras iniciaba su almuerzo.

Harry sonrió de solo pensar que algunas respuestas a sus miles de preguntas eran tan sencillas que no se le habían ocurrido. Observó a Draco notando que este mantenía los ojos cerrados, disfrutando del aire fresco. Harry apreció por primera vez la belleza del muchacho; la piel tan blanca como un papel, los labios rosados, las pestañas largas, el color de sus ojos fue lo único que no pudo admirar, pero, por otra parte, el cabello rubio lo compensaba. Jamás se cansaría de pensar (y decir) que ese estilo despreocupado hacía a Malfoy verse muy bien.

Se desconcentró con el canto de las aves. Fue allí cuando notó que no había traído nada para comer, intentó ignorarlo, pero el rugido de su estómago lo delató. Blaise concentró su atención en él de inmediato.

— Come algo, Harry —solicitó el Slytherin.

— Oh no, es de ustedes, coman bien, no se preocupen por mí.

Su respuesta no fue suficientemente válida, ya que Zabini no tardó en llamar la atención de Draco, quien despertó de su ensueño confundido. Blaise realizó breves señas con sus manos, sorprendiendo gratamente a Harry, aunque este no pudo evitar lamentarse el no haber podido darle una leída al libro que había adquirido. Draco no respondió con señas, lo que hizo fue dividir las porciones de comida para que existiese una tercera parte, al finalizar, simplemente sonrió leve regresando a su antigua posición, cerrando los ojos.

— Oh, no era necesario —murmuró Harry, algo nervioso, lo que hizo reír a Blaise.

— Come, se va a enfriar.

Harry nunca había almorzado fuera, y comprendió rápidamente por qué a esas dos serpientes les gustaba tanto, era sencillamente un ambiente relajante, aunque la experiencia no se contuvo sólo a la tranquilidad. Blaise se exaltó con el ruido del calamar gigante en cierto momento, derramando un poco de jugo por todas partes. Draco soltó un grito que sorprendió a Harry, pero que a la vez lo hizo reír, ganándose una mirada fulminante de parte del rubio.

— Oh, lo siento, Draco —murmuró Zabini intentando limpiar el desastre.

— Pensé que no podía gritar —comentó Harry sin borrar su sonrisa.

— Todos piensan que los sordomudos son silenciosos, pero no, meten demasiado ruido, Draco a veces grita de la nada y no se da ni cuenta que espanta a todos —respondió Blaise provocando otra risa en el pelinegro.

Draco observó a Harry reír sin entender nada, su mirada se detuvo en Zabini quien sonreía sin dejar de borrar las gotas de jugo que habían caído en los uniformes, frunció el ceño esperando una explicación, esta vez sí utilizó las señas (lo que Harry no pasó por alto). La fluidez era encantadora, tan llamativa que el pelinegro realmente deseó poder aprender para poder comunicarse pronto con el rubio. Zabini por su parte, se notaba que no era del todo un experto, pero conversaba con Malfoy bajo una seguridad sorprendente.

— ¿Es muy difícil? —murmuró Harry observando atento la situación.

— ¿Qué cosa? —preguntó Blaise dirigiendo su atención al pelinegro.

— Hablar en lengua de señas.

— Ah, no del todo si te ayudan. Uno de los esposos que tuvo mamá era sordo, él me enseñó a decir algunas groserías con las manos, ya después fueron palabras normales. Gracias a todos esos años de aprendizaje, pude conocer a Draco, no hay mucha gente que hable con señas por aquí, por eso nos hicimos amigos.

Harry asintió comprendiendo, aquella amistad valía demasiado si no muchas personas del mundo mágico se tomaban la molestia de aprender lengua de señas. Observó a Draco quien volvía a cerrar los ojos para relajarse, Harry pensó en todo lo que podía estar pasando por aquella cabeza; deseó poder entenderla por unos minutos.

— A Draco le gusta mucho oír a las aves cantar. Es el único sonido que puede escuchar —murmuró Blaise, sorprendido a Harry quien elevó la vista por inercia, buscando a los pajaritos que cantaban una y otra vez. Un sonido tan agudo y agradable, tierno y a la vez, lejano.

Draco abrió los ojos y utilizó nuevamente las señas. Zabini se levantó casi de un salto.

— Oh por Merlín tienes razón, debo irme, lo siento por dejarlos, tengo que entregar unos deberes.

Zabini se alejó apresurado, sin sorprender a Draco en absoluto, Harry sonrió pensando en lo habitual que podía ser esa situación, en lo tan acostumbrado que estaba el rubio a la cabeza distraída de su mejor amigo. Inevitablemente pensó en Ron, aunque él no era muy distinto, si no fuese por Hermione, ambos estarían igual de perdidos la mayoría del tiempo.

El Slytherin observó distraído los alrededores, Harry por su parte regresó su atención a los árboles, buscando la presencia de esas avecillas que tanto hacían relajarse al rubio, sin encontrar a ninguna. Estar juntos a solas y en silencio estaba lejos de ser un ambiente totalmente incómodo, la ausencia de alumnos cerca apoyaba la tranquilidad propia de la naturaleza que a Draco tanto le agradaba. Los pájaros cantaron nuevamente y Harry pensó en una forma de imitarlos, silbando algo parecido a un «tui-tui» distraídamente.

Pero aquel silbido distraído no pasó desapercibido por Draco, quien observó a Harry increíblemente sorprendido. El pelinegro notó aquella mirada, llena de curiosidad e intriga, y tardó algunos minutos en entender. No pudo evitar sonreír, con una recarga de felicidad incontrolable.

Draco Malfoy lo había oído.

Decidió repetir aquel sonido, pero de una forma distinta. Silbó dos notas cortas, primero una aguda, luego una grave. Draaacooo.

El rubio sonrió ampliamente, una sonrisa tan natural y bella que Harry esta vez no tardó en comprender que el muchacho había entendido su silbido. Para su sorpresa, Draco respondió, silbó dos notas, primero una neutra, luego una aguda. Haaarryyy.

Ambos sonrieron, porque ambos habían logrado entenderse sin necesidad de palabras, sin necesidad de señas, sin necesidad de idiomas. Harry Potter, sin notarlo, acababa de crear entre los cantos de unos pájaros que se negaban a mostrarse, una vía de comunicación única entre él y Draco Malfoy. 

Cuando canta un pájaro | Harco Where stories live. Discover now