23. Narcisse

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El acoso de Rita terminó, y Harry pudo terminar de vivir sus vacaciones en paz, recuperando el sueño y la concentración. Sus padres nunca supieron sobre lo sucedido con las cartas y amenazas, por ello, era inevitable encontrarse inmensamente agradecido con Sirius por haber guardado su gran secreto. Lamentablemente, aún con las dudas surgidas tras la visita a la periodista, nunca encontró un momento para conversar a solas con su padrino, ya sea porque este parecía escapar de él, o porque siempre se encontraba demasiado ocupado conversando con los demás. Harry se rindió en poco tiempo.

El día para regresar a Hogwarts por quinta vez regresó. Se reunió con Ron y su familia antes de subir al tren, ambos encargándose de encontrar a Hermione en uno de los compartimientos.

— ¿Te sientes bien, Mione? —consultó el pelirrojo después de ver a su mejor amiga recostada en uno de los asientos, quejándose silenciosamente por algún dolor.

— Sí, sólo son cosas de chicas... —respondió la muchacha con voz queda.

Ron observó a Harry con la preocupación grabada en el rostro mientras tomaba asiento, el pelinegro se levantó para buscar su mochila en los estantes superiores y buscar de esos dulces que su mamá siempre le entregaba para el viaje, los cuales normalmente terminaba olvidando.

— Tengo chocolates... —anunció tomando un puñado de bombones envueltos para luego ofrecerlos a sus mejores amigos.

Estuvo a nada de cerrar el bolso, de no ser por una misteriosa caja negra envuelta con cintas color verde oscuro en el fondo, la cual llamó su atención. La tomó con cuidado, apartó las cintas prolijamente y quitó la tapa.

«De Sirius para Draco
(No le digas que es de mi parte)»

Debajo de la tarjeta, se encontraba un finísimo collar de oro blanco, con el pequeño dije de una flor. Harry no pudo evitar sonreír, volvió a cerrar la caja dejando a un lado la nota, ubicó las cintas y se levantó con el regalo en la mano.

— ¿Han visto a Draco? —preguntó al par.

— Tal vez en el vagón de su casa... —respondió la chica con obviedad, casi en un murmullo.

El ojiverde asintió y se dirigió hacia el vagón de las serpientes. Nunca había estado en dicho lugar, por ende, no estaba del todo seguro que Draco y sus amigos estuviesen allí, tal vez llegaban a Hogwarts por distintos medios, o tal vez no, por las dudas continuó avanzando, saludando a uno que otro alumno que le dirigía la palabra con amabilidad.

Al llegar al vagón de los alumnos de Salazar, revisó con cuidado los primeros compartimientos antes de que un alumno le interrumpiese diciendo:

— Malfoy se encuentra en el compartimiento de allá —señaló el muchacho, Harry sonrió en respuesta.

No podía negar que era un poco vergonzoso que reconocieran su presencia allí únicamente por Draco, pero antes de siquiera pensar en sonrojarse, avanzó hasta el sitio indicado, encontrándose con un compartimiento habitado por un alegre Blaise Zabini, una quejumbrosa Pansy Parkinson (que estrenaba lentes nuevos) y un distraído Draco Malfoy, quien tuvo que ser agitado por la muchacha para que notara la presencia del Gryffindor; Harry sonrió de sólo presenciar dicha escena.

— ¡Harry! —exclamó Blaise en forma de saludo.

— Hola chicos... —respondió el ojiverde, dando paso a un extraño silencio que fue interrumpido por la chica.

— Quieren un rato a solas, verdad... Ni modo, vámonos Blaise, a buscar al idiota de Theo.

Zabini respondió con una sonrisa y se despidió agitando la mano, ambos Slytherins abandonaron el compartimiento bajo la atenta y seria mirada del rubio. Harry, por primera vez en tanto tiempo, experimentó una serie de nervios. A veces simplemente no podía imaginar los posibles pensamientos de Draco, y el verlo inexpresivo no era para nada alentador. Ante el hecho, tomó asiento frente al ojigris y colocó la pequeña caja negra en el espacio vacío junto a este.

Draco intercaló miradas entre el regalo y el Gryffindor que se mostraba completamente tranquilo. Tomó el obsequio y apartó las cintas delicadamente, quitó la tapa y observó el collar. Harry supo interpretar la sorpresa en el rostro del Slytherin y sonrió levemente, hasta que este le dirigió la mirada, dejando la caja sobre sus piernas para usar las manos: «Es hermoso, ¿Cómo elegiste la flor?», Potter contuvo el aliento por un segundo antes de responder: «Es una flor muy bonita», Draco tomó entre sus dedos el pequeño y fino collar, concentrándose en el dije, sin sacarlo aún de su sitio, «es un narciso» indicó el rubio luego de un rato, Harry no respondió, por lo que Malfoy continuó: «¿Te han hablado mucho sobre mi familia?»

Potter suspiró, vacilante, apartó la mirada por un momento y luego asintió, esperando cualquier tipo de reacción contraria a la que terminó recibiendo: la sonrisa de su novio no novio, quien lejos de verse disgustado, parecía sentirse triunfante, «mientras no creas todo lo que dicen» indicó, lo que provocó la risa en el león.

Aquella fue la primera vez de ambos compartiendo un viaje en tren a solas, siendo, por ende, la primera vez en que llegaban a Hogwarts uno al lado del otro. Después de todo lo sucedido con los panfletos el año anterior, a nadie le sorprendió verlos juntos, para Harry aquello fue clara señal de alivio.

«¿Nos vemos más tarde?» señaló Draco una vez se encontraron a mitad de pasillo, sitio donde debían separarse para llegar a sus salas comunes. Harry asintió antes de responder: «Nos vemos más tarde», el rubio sonrió y emprendió camino hacia las mazmorras.

"Nos vemos más tarde" se convirtió en aquella frase que aseguraba un segundo encuentro durante el día, a veces antes de la cena, a veces después de la cena en la sala del gran pasillo en el tercer piso donde muy de vez en cuando Draco le pedía a Harry una pieza de baile. A veces no sólo los reunía a ambos, también reunía a sus amigos en cómodos silencios durante la tarde bajo los árboles junto al lago negro, a veces sólo eran ellos dos en el mismo sitio, disfrutando la brisa de octubre, o de noviembre.

Harry observó a un relajado Draco a su lado, acarició esos cabellos rubios con suma delicadeza, procurando no incomodar al Slytherin mientras este se encontraba en su ensueño donde sólo existía el cantar de las aves... Y Potter. De todas formas, el contacto no fue ajeno para el ojigris, quien abrió sus ojos para encontrarse de frente con esos bonitos ojos color esmeralda.

«¿No crees que ha pasado mucho tiempo?» preguntó el Gryffindor, Draco observó a Harry sin comprender, esperando que este aclarara su punto, el león prosiguió: «Desde que nos conocimos, hasta hoy donde ya casi es navidad de quinto», Malfoy sonrió antes de responder: «¿Qué hay si pasamos navidad juntos?», y Harry guardó silencio por un momento, pensativo ante la propuesta: «¿Qué estás pensando?» señaló, «En que podríamos quedarnos en la escuela y pasar navidad juntos» respondió el rubio. Harry sonrió.

Sonrió porque aquella era una de las propuestas más grandes de su corta vida.

N/A: capítulo por nuestra querida Helen McCrory. 

Cuando canta un pájaro | Harco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora