31. Repousser vos limites

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Draco simplemente odiaba pensar más de lo que podía decir.

Eso era algo que servía en algunas ocasiones, porque de vez en cuando era mucho mejor ahorrarse las opiniones a que decirlas, aunque él no era mucho de ahorrarse lo que pensaba, sólo algunas veces lo hacía, como cuando conoció a su mejor amigo: Blaise Zabini. De primeras había pensado que era tonto, pero antes de poder decírselo, el moreno había llegado con su bajo conocimiento en lengua de señas para comunicarse con él, y eso era algo que siempre apreciaría.

Pero una cosa no quitaba la otra. Blaise Zabini era su mejor amigo, era un tonto por supuesto pero dado de que se traba de su mejor amigo, sólo él podía tratarlo de esa manera. Así que de alguna forma se había salido con la suya y había expresado su opinión, no explícitamente, pero lo había hecho.

De todas formas, existían miles de situaciones en las que se sentía limitado. Cuando comenzó su primero año, era consciente de que se hablaba de él en casi toda la escuela, que había rumores, y en aquel tiempo realmente deseó poner frente a los bocazas que se atrevían a decir miles de cosas sobre él, pero no pudo hacerlo. Con el paso de los años simplemente dejó de importarle.

La gente a su alrededor no estaba acostumbrada a tratar con una persona sorda (la comunidad mágica en general, si era sincero), y lo trataban como un bicho raro cuando era un niño pequeño, ahora como adolescente no toleraba mucho aquellas actitudes, aunque pocas eran las ocasiones en las que debía poner mala cara a quienes se atrevían a mirarlo en menos.

Su familia materna se había acostumbrado poco a poco a él, no habían aprendido lengua de señas, pero al menos ya no era el defectuoso. Su familia paterna, en cambio, siempre lo había aceptado, y su abuelo había sido el primero en enseñarle cómo mover sus manos.

Pero ahora, ahora realmente tenía rabia, y quería decir cosas, muchas cosas, pero no podía hacerlo, porque nadie le entendería e iba a ser ridículo, así que sólo se limitaba a gritar y soltar sus frustraciones en contra de los elfos que no lo dejaban salir de su habitación por órdenes de su padre, ¿Qué se creían? A él no podían tenerlo encerrado como si fuese un animal con mala suerte.

«Ya enserio, déjenme salir» señaló a uno de los elfos que estaban allí dejándole la comida, ¿Cómo se llamaba? ¿Doppy? Ah no, Dobby. «No puedo, amo» respondió la criatura con un cartel que él mismo había escrito pésimamente. Es que enserio iba a matar a todos los elfos y ahí sí iban a haber motivos para encerrarlo. Bufó porque ni siquiera tenía su varita, también se la habían quitado.

Se levantó frustrado para dar un par de vueltas por la habitación, no tenía hambre, no tenía compañía, no podía salir, aquello era horrible, y es por eso que odiaba pensar tanto, o tener mucho tiempo para hacerlo. Primero era expuesto sin vergüenza alguna en un periódico espantoso y ahora toda la comunidad mágica sabía de su existencia, luego sus padres se enteraban, casi provocan una segunda guerra mágica en la sala de visitas y, por último, su padre lo amenaza con la varita y lo encierra. Aquello era una tragicomedia.

Decidió dejar de pensar en los acontecimientos que lo habían llevado a la desdicha de verse encerrado como damisela en apuros, se acercó otra vez a su cama para intentar dormir, pero se vio sorprendido por aquellas vibraciones que le indicaban cuando alguien se estaba acercando. No se movió, tan sólo esperó con cierto nerviosismo.

La puerta se abrió de golpe, como si alguien hubiese lanzado un hechizo para hacerla estallar, pero no, la fuerza de miles de aves mágicas que conocía muy bien lo habían provocado para entrar, rodeándole, impidiéndole reaccionar correctamente, ¿Eso era...? Corrió hacia el pasillo y observó desde allí como su casa era invadida por hermosos y brillantes pájaros tan blancos como una nube pomposa, y tan delicados como una joya preciosa; el sólo tocarles con suma delicadeza provocaba su evaporación, dejando apenas un pequeño rastro brillante que caía al suelo hasta desaparecer.

Cuando canta un pájaro | Harco Where stories live. Discover now