1. Difficile à comprendre

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Harry entiende y comprende muchas cosas. Entiende cuando sus padres discuten y al final del día todo está bien; entiende que no hay que tomar muy enserio las cosas que dicen los amigos de papá cuando están en la mesa; cree comprender muchas de las cosas que habla su tío Peter (y es mejor creer a que dudar); entiende bien cuando Hermione le ayuda a estudiar y cree entender por qué la menor de los Weasley está aaalgo obsesionada con él.

Pero lo que no puede entender de ninguna manera es la existencia de ese chico con cabellos rubios que algunas veces logra ver merodeando por el castillo.

Cuando lo vio por primera vez en lo que parecía ser una charla con el profesor Snape, se sorprendió de que el muchacho se encontrase con una amplia sonrisa. Nadie, o casi nadie, mantenía una sonrisa cuando se trataba de Severus Snape, quien a la vez se mantenía en silencio observando al pequeño niño en ese mismo instante. Por su altura, parecía ser de segundo año, al igual que él, pero como jamás lo había visto, podía ser que fuese de primero. Lamentó no haberle puesto atención a la selección de este año.

Luego de ese día, no volvió a verle, incluso olvidó su existencia.

La segunda vez que lo vio fue cerca del lago negro, comiendo algunos dulces en compañía de Blaise Zabini. A Zabini lo conocía poco, sabía que este tenía una maldición extraña de origen familiar que afectaba su desarrollo mental, y por eso tomaba clases especiales y extras, aunque de vez en cuando asistía a las clases con los demás alumnos de segundo sin esto significar un problema.

Fue cuando notó por primera vez que ambos alumnos vestían los característicos colores de la casa de Salazar Slytherin. Ahora sí tenía sentido la sonrisa que el rubio mostraba cuando se encontraba con Snape la primera vez que lo vio. Harry no pudo evitar sentirse algo tonto por no haber llegado a esa conclusión antes.

Sintió curiosidad por ambos y se hubiese acercado a compartir sin importarle nada, pero terminó distrayéndose con la llegada de su mejor amiga.

La tercera vez que lo vio fue en uno de los pasillos, mientras se apresuraba por encontrar el aula a la que le correspondía ir. Odiaba llegar tarde, pero Ron insistía habitualmente en ir por atajos que para nada funcionaban. Lo vio en uno de esos extraños pasillos precisamente, y agradeció mentalmente a Ron por sus ocurrencias. El chico caminaba con tranquilidad junto a Zabini, cargando algunos libros para segundo año, ¿Entonces realmente estaba en segundo? ¿Por qué entonces jamás lo había visto? ¿Era otro chico como Blaise Zabini pero con un caso mucho más serio? Posiblemente, si ese era el caso, entonces era entendible que ambos Slytherin fuesen amigos, era entendible que se ausentara todas las clases, era entendible que rara vez se dejase ver.

La cuarta vez que lo vio fue en la biblioteca y aquello significó el inicio. Harry no solía asistir a la biblioteca con tanta frecuencia, pero esta vez, si no lo hacía por él mismo, Hermione lo obligaría de todas formas, también a Ron, y era mucho mejor evitar que eso sucediese. El muchacho estaba sentado en una mesa bastante apartada, sorprendentemente solo, leyendo con total concentración. Otros dos libros estaban a su lado, junto a un extenso pergamino, ¿Sería tal momento la oportunidad perfecta para al fin acabar con sus dudas y acercarse? Lo tomó como un sí.

Buscó los libros que necesitaba y se acercó a la mesa en donde el rubio realizaba sus deberes, después de todo, no le apetecía compartir espacio con alumnos de cursos superiores, era mil veces mejor estar con alguien de su edad, así no lo conociese. Suspiró ligeramente nervioso, esperando que su presencia fuese suficiente para llamar la atención del chico, pero no fue así.

— Disculpa, ¿Puedo sentarme aquí? —preguntó pausadamente mientras arrastraba la silla hacia atrás. El rubio levantó la mirada, le observó atentamente y Harry notó que el muchacho poseía unos bonitos ojos grises.

El chico no respondió, simplemente guardó un extraño silencio, tampoco sonrió o gesticuló alguna expresión, mantuvo su mirada serena en Harry, notando como este tomaba asiento frente a él de todas maneras. Aquello era extraño para ambos, Harry no pudo evitar cohibirse, desechando las ideas que anteriormente habían transcurrido en su cabeza inocentemente, el rubio ni siquiera le había respondido una simple pregunta, dudó que este respondiese unas cuantas más, es más, no tardó en notar en que el chico había regresado su atención a los deberes, ignorándolo.

Aquella muralla que los dividía lo hizo sentir un tanto extraño, tal vez incluso un poco... ¿Triste? Sentirse triste por eso era muchísimo más extraño. Harry pensó que el rubio no estaría dispuesto a tener una amistad con él por la típica rivalidad entre las casas a las que ambos pertenecían, aunque a él realmente no le importaba eso a la hora de hacer amigos. Decidió pensar en alguna forma de llamar la atención del muchacho, así como cuando su padrino Sirius intentaba llamar la atención de su tío Remus lanzándole cosas, especialmente comida. El problema era que no tenía comida y lanzarle cualquier otra cosa no parecía una buena idea.

Se decidió por observarle, porque no podía negar que aquel era un niño llamativo, jamás había visto un cabello tan rubio, tan perfectamente peinado; aunque aquello le daba una apariencia algo extraña como para ser un niño de doce años. Arrugaba la nariz de vez en cuando, marcaba con los dedos las oraciones en el libro mientras que con la otra mano escribía en el pergamino. Cuando este levantó la mirada por segunda vez, Harry se exaltó, asustado por pensar que había incomodado al niño que tanto llamaba su atención. Susurró un «lo siento» buscando concentrarse en sus deberes y escapar de la incómoda situación. Lamentablemente, el rubio se levantó tomando sus cosas, salió de la biblioteca sin decir nada, completamente ajeno a su alrededor.

Fue la última vez que Harry lo vio durante el año.

Cuando canta un pájaro | Harco Where stories live. Discover now