37. Le coq solitaire

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Draco ignoró el llamado de Harry y corrió hasta la cocina de la casa, la cual se encontraba inundada hasta el punto en que el agua cubría sus pies por completo. Ignoró ese hecho y avanzó hasta la puerta que daba salida hacia un costado del patio. El jardín de flores de su madre no había sido arruinado por el agua que se encontraba en casi todas partes. No sabía qué había pasado, pero daba igual.

Caminó por la tierra mojada hasta llegar al campo florido, se quitó los zapatos y calcetas para así caminar descalzo por los senderos. Vio a los pavos reales caminando de un lado a otro en los pastos, y recordó cuando era un niño de seis años que jugaba con su tía Bellatrix a espantar a los pájaros. Continuó su camino hasta que el sol de la tarde iluminó su rostro. Desde aquel punto el jardín era una de las vistas más hermosas de las que había sido testigo, y al mirar atrás, la mansión sólo lucía como un objeto que opacaba tal belleza natural que lo rodeaba. Caminó y caminó hasta encontrar un árbol donde se sentó a descansar.

Observó sus pies sucios por la tierra y por primera vez en su vida no sintió rechazo. Desde siempre le habían criado para mantenerse limpio y aseado, sólo cuando era un niño que de vez en cuando hacía travesuras no se molestaba del todo, o cuando "ayudaba" a su madre con las flores. En dicho momento ella le recordaba que era tan lindo como una flor, una flor difícil de marchitar.

A pesar de eso, se sentía marchito. No sabía cómo describir sus sentimientos, tenía tantas cosas en su cabeza. El acto sobre protector de sus padres... No era primera vez en que se sentía envuelto en una crisálida por eso, pero ahora era diferente, era doloroso. Sus padres jamás habían querido hacerle daño, y tal vez esta vez no era diferente, pero las intenciones no cambiaban las consecuencias. No podía medir la tristeza y la rabia que contenía debido a la falsa realidad que le habían hecho vivir. Por otro lado, estaba el asunto de los Potter... Era consciente de que Harry no tenía la culpa de los actos cometidos por sus padres en plena guerra y no podía castigarlo por ello, pero él era conocer de todo, ¿Desde cuándo? No lo sabía, ¿Por qué no se lo había dicho? Tampoco lo sabía. Tal vez ese león suicida ocultaba más cosas de las que él creía conocer, y de poder oír, podría asegurar haber presenciado el momento en que su confianza se rompió en mil pedazos.

Pensó en su madre otra vez, en lo difícil que debió haber sido para ella sobrellevar la carga de la guerra, el miedo de que alguien volviese a dañarlos, la paranoia de que se encontrase siempre cerca del peligro. Pensó en su padre y sus preocupaciones, su serenidad superficial que sólo ocultaba el hombre lleno de miedos que era.

Mientras más analizaba, menos lograba ordenarse, menos lograba tranquilizarse.

Sintió como alguien tomaba asiento a su lado y un escalofrío recorrió su columna. Su madre se encontraba a un lado izquierdo, igual de descalza, con el vestido mojado y el cabello desordenado. Draco jamás había visto a su madre así, mucho menos con el rostro marcado por las lágrimas, y que aun así ella tuviese una cálida sonrisa. No pudo evitar el querer abrazarla, encontrar un refugio donde el dolor se alejara de su ser. Sentir los brazos de su mamá rodeándole le tranquilizó.

Su padre hizo acto de presencia tras unos largos minutos, tomando asiento a su lado derecho. No tenía su bastón, ni su elegante túnica, tan sólo ropa sencilla y desaliñada, para sorpresa del menor, también estaba descalzo. Los tres lucían de una forma muy poco representativa de los Malfoy.

Draco comprendió que en aquel momento su pequeña familia, lo que realmente necesitaba, era sanar.

No odiaba a Harry, ni al matrimonio Potter por haberle arrastrado a él y a sus padres a vivir una vida difícil; no odiaba a sus padres por protegerle de forma extremista; no se odiaba a sí mismo.

«Perdónanos» señaló Narcissa, observando a su hijo quien procedía a abrazar sus propias piernas y a mantenerse sereno. Draco tardó en formular una respuesta, pero finalmente encontró las palabras: «sólo quiero que me dejen vivir mi vida, les prometo que estaré bien, quiero ser una persona normal», «creímos que hacíamos lo correcto al protegerte tanto» indicó la madre, «eres una persona normal, Draco, aunque existan personas a las que les cueste aceptarlo» agregó Lucius. El menor suspiró antes de continuar: «si mi deseo es estar con Harry, quiero que mi deseo sea respetado, porque es lo único que haré, sin embargo, lo importante para mí en este momento es que todos podamos sanar, olvidar el pasado y seguir adelante».

Cuando canta un pájaro | Harco Where stories live. Discover now