20. Sincérité

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Harry aceleró el paso, buscando la manera de alcanzar a una muy molesta Pansy.

— ¡No lo puedo creer! —rechistó la chica, Harry simplemente negó y aceptó el mantener distancia.

Ambos llegaron a la oficina del director sin mencionar palabra alguna, encontrándose a un sereno Theodore que observaba las decoraciones del despacho mientras un distraído Albus Dumbledore se encontraba junto a la ventana.

— Entren, no vamos a demorar tanto... —pronunció el director, esta vez acercándose al escritorio—. imagino que hay una muy buena razón para que los cuatro estemos aquí y no en el baile.

— ¡Yo no tengo tanto que ver en esto, profesor! —exclamó Pansy dando un paso atrás—. ni siquiera sé lo que sucedió.

— Fue un mal entendido... —murmuró Harry.

— Un mal entendido que pudo haber provocado graves consecuencias durante una velada que para muchos es especial, ¿o me equivoco, joven Potter?

El silencio se instaló en la habitación, interrumpido sólo por el rechinar de la silla usada por Dumbledore.

— ¿Va a expulsarnos? —preguntó Theo con la voz temblorosa.

— Sería lo más correcto, pero ¿Sugiere una mejor solución, joven Nott? —cuestionó el director.

— Pansy no tiene nada que ver en esto. Yo sólo intentaba defenderla de los alumnos que hablaban mal de ella y de mis amigos. —respondió Theodore apartando la mirada.

— ¿Cómo...? —murmuró la chica dando un paso adelante.

— Harry intentó detener el ataque y el martillo terminó volando hacia la fuente. Sé que no fue la mejor forma, pero no es primera vez que sucede, que nos usan y luego se ríen de nosotros por no ser como todos. Estoy harto de que siempre sea así. Si debo ser honesto, no lo lamento.

— Agradezco su sinceridad, joven Nott. Y en vista de que los hechos parecen ser más claros para todos ahora, tendré que proceder con el castigo correspondiente para ustedes dos. La señorita Parkinson está libre de cualquier cargo que se le quiera adjudicar, aunque tendremos que evaluar las condiciones en que su bastón responde a cualquiera que lo tenga. Podría ocasionar más problemas. Valoro lo justo, y también la seguridad, por ello, tendré que pedirles que no regresen al baile.

— Pero profesor... —interrumpió Harry.

— Lo siento por los tres, pero no puedo permitir que regresen.

Pansy corrió hacia la salida sin decir palabra alguna. El próximo en retirarse fue Theodore, y sin tardar mucho más, Harry siguió los pasos del Slytherin con la intención de volver a su habitación.

— Harry... —llamó el director.

— ¿Profesor? —respondió Potter, dando la vuelta para encarar al director.

— Sé que fui claro en que no debían regresar al baile... Pero procura que no te vean.

El oji verde suspiró, asintió en respuesta y se retiró del despacho. Camino a su habitación pensó en Draco, en la hora y el poco tiempo que tenía para conseguir esa noche inolvidable que se había propuesto. Si había logrado llegar hasta donde estaba, no podía echarse a morir por un pequeño incidente, tampoco era para tanto ¿O sí? Tragó saliva.

Buscó en su baúl la capa de invisibilidad que su mismo padre le había obsequiado en primer año y corrió por los pasillos. El ambiente se hacía más y más curioso a medida que se acercaba al salón. A las afueras una buena cantidad de parejas buscaba privacidad entre los arbustos, árboles, carros y pasillos, tanto era aquello que Harry podía definir la atmósfera como demasiado calurosa e intensa. Chicas y chicos de cursos superiores, se besaban, tocaban; algunos con más reserva, otros sin mucho pudor. No podía saberse qué sucedía con aquellos que habían encontrado el sitio perfecto para estar sólo los dos. El león ignoró (o hizo el intento) para seguir hasta llegar a las puertas de donde se desarrollaba el baile, estando el salón un poco más vacío de lo usual, con una banda de rock haciendo de las suyas.

Potter sonrió de sólo ver a su mejor amiga divertirse en la pista con su pareja, pero no había rastro de Ron, de Draco y de Blaise. Harry recorrió la estancia hasta estar seguro de que el rubio definitivamente no estaba en la estancia, podía preguntarle a Hermione, pero no iba a interrumpir la fiesta de la chica para una conversación que podía alargarse innecesariamente.

Se hizo a un lado para pensar, ¿Y si Draco se había ido del baile para ir a su sala común? Después de todo, dos de sus amigos y él incluido, siendo su pareja en la velada, ya no podían estar en la celebración, era lo más lógico. El oji verde cruzó la puerta y se detuvo en pleno pasillo pensando su próxima jugada, porque no podía ir hacia las mazmorras, entrar y buscar a Malfoy como si nada, esperando salir ileso. No es que tuviese prejuicios con la casa de Salazar, pero sabía que no iba a ser bienvenido.

Lo que no esperaba era encontrarse con Draco caminando hacia el salón, presionando los botones de sus muñecas. Harry no lo pensó dos veces y al tenerlo cerca, lo atrapó debajo de la manta y lo llevo consigo hacia lo más apartado del pasillo, donde pudo revelar su identidad y dejar que Malfoy le apuntara con la varita, con el ceño fruncido y el cabello despeinado.

«Soy yo, tranquilo, lo siento por eso» señaló el Gryffindor para excusarse y lograr que esa varita dejase de apuntarle, cosa que no pasó. «Sólo quería pedirte disculpas por dejarte solo» añadió, y sólo con ello consiguió que Draco recuperara la compostura, «no vuelvas a hacer algo sí o quemo esa sábana» fue la respuesta del Slytherin, y aunque fuese una advertencia inclinada a una amenaza, Harry no pudo evitar sonreír. Malfoy frunció el ceño nuevamente antes de señalar: «Theo ya me explicó todo, y ambos son unos idiotas» y ante ello, el león sólo rió, lo que provocó la frustración del oji gris; «No te rías, Potter. Arruinaste mi noche», agregó. «Permíteme mejorar eso» respondió Harry.

El Gryffindor no permitió que Draco dijera algo más, le tomó de la mano y tras recoger la capa, caminó por el pasillo hasta encontrar la salida del castillo, dirigiéndose hacia el bosque, a lo que Malfoy reaccionó soltándose del agarre para señalar: «¿Dónde es que vamos? No pienses que iré con el gigante», «semigigante» corrigió Harry antes de volver a tomar la mano del rubio quien de muy mala gana aceptó continuar con el camino que culminó en una montaña.

«Desde aquí se ve la luna y el lago, es muy bonito» señaló Potter dejando la manta en el suelo para tomar asiento. Draco observó al Gryffindor dudoso hasta que finalmente aceptó sentarse a un lado, después de todo, ya estaban allí.

Harry observó el reflejo de la luna, el bosque y el cielo, encantándose con las estrellas y el cantar de algunos pajaritos. Draco cerró sus ojos para oír con más atención el sonido particular de las aves, captando la total atención del oji verde, quien tal como la primera vez, apreció cada detalle de la belleza única del alumno de Slytherin. Finalmente, silbó; una nota aguda, una nota grave.

Draaacooo.

El rubio abrió los ojos para observar al pelinegro, su mirada parecía preguntar, ¿Qué sucede? Y ante la falta de respuestas, silbó; una nota neutra, una nota aguda.

Haaarryyy.

«¿Qué sucedió con tus oídos?» señaló Potter, siendo plenamente consciente de que había preguntado algo similar anteriormente, en aquellos días donde su confianza con Malfoy no estaba tan desarrollada. Draco buscó en el interior de su túnica su fiel libreta y la infaltable pluma, para comenzar a escribir: «Ya te había dicho que nací así, fue un problema de desarrollo fetal, mis padres lo descubrieron cuando nací, hicieron gastos millonarios para intentar que recuperara mi audición, pero ni todo el dinero del mundo logra regresar algo que la vida misma a elegido. He pasado por miles de hechizos, cuando niño tomé muchas pociones, pero nada ha cambiado desde entonces. Como siempre he vivido así, no es muy difícil, he aprendido a hacer mi lugar en la multitud, madre siempre ha dicho que no merezco menos de lo que ella y padre me dan.»

Harry terminó la lectura, apartó la libreta y se acercó lo suficiente a Draco con la intención de unir sus labios con los del Slytherin, pero se detuvo, ¿Dónde estaban sus modales? Se apresuró en señalar: «¿Puedo besarte?» a lo que el rubio rió antes de responder: «¿Qué clase de pregunta es esa?» y aquello bastó para Harry, fue la señal que estaba esperando. Acabó con los molestos centímetros que los separaban y llevó a cabo un beso conmocionado, lento, torpe, pero seguro, basado en la necesidad del pelinegro de demostrarle al otro, de alguna forma, que estaba ahí para él, dispuesto a Merlín sabe qué cosas por el bienestar de ambos. 

Cuando canta un pájaro | Harco Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu